Durante el apogeo de la guerra entre el Gobierno de Uganda y el Ejército de Resistencia del Señor, cerca del 90 % de la población acholi fue desplazada y vivió en más de 150 campamentos forzados conocidos como "aldeas protegidas", muchas dentro de un radio de 30 kilómetros de su casa. Como resultado, para erigir los alojamientos en los campamentos se utilizaron las mismas técnicas, materiales y estilos que se implementan en la construcción de los hogares de estas personas. Sin embargo, las limitaciones de espacio en los campamentos hicieron que las familias tuvieran que erigir sus casas muy cerca de otras. Dado que las viviendas de la población acholi tradicionalmente se encuentran dispersas, tener que permanecer en tal proximidad se vivió como una violación de sus patrones de vida habituales. Un hecho que se relaciona con la falta de espacio fue que, debido al riesgo de incendio potencial que existía, en los campamentos no se permitían las chimeneas, uno de los elementos centrales y puntos de reunión de los hogares acholi. Además, el hecho de que el alojamiento no se hubiera construido en tierras ancestrales impedía que la vivienda fuera un "hogar verdadero".
Después de las negociaciones de paz en 2006, se instruyó a la gente que "regresara a su hogar". En un matrimonio, las mujeres acholi por lo general viajan a las tierras ancestrales de sus esposos; sin embargo, muchas mujeres y hombres se conocieron mientras vivían en el campamento y, debido a la distancia entre los campamentos de desplazados internos y las tierras ancestrales de sus esposos, y a las restricciones impuestas en los movimientos que podían realizar fuera del campamento, había pocas oportunidades o razones para que las mujeres visitaran las aldeas originales de sus esposos. Una mujer relató que dejar el campamento y llegar a las tierras ancestrales de su esposo no fue volver a casa, sino que lo describió como "comenzar en un nuevo hogar". Gramaticalmente, una mujer no puede hablar de su hogar sin especificar si se refiere a su casa natal, gang-wa, o a la casa que comparte con su esposo, gang-a. Por lo tanto, el mensaje "volver a casa" no refleja la naturaleza de género que tiene el hogar para los acholi.
En un principio, la mayoría de las personas construyó campamentos satélite entre los campamentos y sus tierras ancestrales. El primer paso lo dieron los hombres, que debieron trazar un camino a sus antiguas aldeas y erigir estructuras de hierba temporales que ofrecían un grado mínimo de protección. Después de un tiempo, los hombres llevaron a sus esposas con ellos para que los ayudaran con la creación de alojamientos temporales. Una vez que la hierba y las ramas que formaban la estructura estuvieran cortadas, podía construirse una choza temporal en cuestión de horas.
Para poder recolectar alimentos, durante los primeros meses las personas se trasladaban entre el campamento y su zona de origen. Tras el cierre de los campamentos y los campamentos satélite, muchos miembros de la familia se instalaron en viviendas cercanas en su tierra original y construyeron casas en el mismo asentamiento o cerca de los demás. Hicieron esto por motivos de seguridad percibida, así como por practicidad. Desde una perspectiva práctica, la limpieza del monte, que había crecido mucho durante la larga ausencia de asentamientos humanos, para construir casas fue una tarea difícil que requirió mucho tiempo. Esta disposición inicial de alojamiento inmediatamente después del regreso a las aldeas ancestrales tras la guerra no tuvo en cuenta el género, la edad ni el estado civil de los ocupantes, ni reflejó el establecimiento normativo de las viviendas acholi.
Los elementos materiales que componen una vivienda acholi tradicional con techo de hierba son el tronco de un árbol, ladrillos de barro, postes y hojas de palma, manojos de hierba e innumerables bidones de agua, además de clavos y hojas de aluminio para la puerta principal. Al dejar los campamentos, muchos de los repatriados llevaron con ellos la puerta de su casa en el campamento. El trabajo de construcción se realiza a mano, con una división específica de las tareas y el abastecimiento de materias primas, que se determinan según el género y la edad. Las mujeres buscan el agua, cortan y atan la hierba para el techo y embadurnan las casas con una combinación de barro y estiércol de vaca; por su parte, los hombres se encargan de fabricar los ladrillos y de levantar el techo. La construcción de una vivienda requiere tiempo y recursos y depende de relaciones sociales recíprocas. Una casa no es una entidad independiente, sino que está indisolublemente ligada al entorno físico y social en el que se ubica.
Conclusión
Para comprender la idea de alojamiento en situaciones de desplazamiento y de retorno, se deben considerar, por lo tanto, las dimensiones materiales y no materiales de las viviendas. El desplazamiento incrementa la complejidad de la relación entre las personas, el lugar y la pertenencia. El modo en que las personas perciben y participan en la construcción de un alojamiento en su rincón particular del mundo debe tenerse en cuenta para planificar y garantizar la sostenibilidad de las soluciones. En particular, los actores externos involucrados en los procesos de retorno y de reintegración deben poner mayor énfasis en reconocer y entender las redes sociales como motores clave que influyen y facilitan la manera en la que las personas encuentran y construyen un alojamiento. Dado que las redes sociales interceden en la idea de alojamiento, los lazos familiares desintegrados que son el resultado de un desplazamiento prolongado a menudo complican la cuestión de qué es y dónde se encuentra el "hogar", sobre todo para las mujeres. Se le debe prestar más atención a la naturaleza social y de género de los alojamientos junto con sus componentes físicos.
Alice Anderson-Gough alice.anderson-gough@drc.dk
Coordinadora de política regional (región de MENA), Consejo Danés para los Refugiados www.drc.dk
El artículo está escrito a título personal y no refleja necesariamente la opinión del Consejo Danés para los Refugiados.