Existen razones humanitarias evidentes para preocuparse por aquellas situaciones en las que los individuos no pueden trasladarse para huir del peligro. Esa inmovilidad acrecienta su nivel de vulnerabilidad y podría inhibir el acceso a los mismos por parte de los actores humanitarios. Cada vez tienen más peso las pruebas de que hay algunos detonantes concretos, como los cambios medioambientales, que podrían imposibilitar más que promover tales traslados.
Para estar “atrapados” los individuos deben carecer de la capacidad para trasladarse pero también han de querer o necesitar hacerlo. La capacidad para migrar es un claro, complejo y polifacético indicador que incluye un abanico de políticas potencialmente relevantes que podrían impedir su traslado y su acceso a recursos importantes.
El estudio sobre las poblaciones atrapadas deberá distinguir entre la capacidad, el deseo y la necesidad de trasladarse a otros lugares. El problema teórico es distinguir entre quienes no quieren y no pueden migrar y los que pueden sufrir de una inmovilidad involuntaria, es decir, que distinguir a aquellos que desean trasladarse (o que necesitan hacerlo en tiempos de crisis) pero que se quedan donde están de aquellos que no desean hacerlo resulta extremadamente difícil, sobre todo porque la opinión de la gente sobre si es necesario o no mudarse tiende a cambiar, a veces incluso en poco tiempo. Una reestructuración matizada de la teoría de la migración en torno a tres conceptos como el espacio migratorio, los activos locales y la causalidad acumulativa constituye un paso adelante en la explicación de todo el abanico de decisiones acerca de la movilidad.[1]
La preocupación por los “inmovilizados” se justifica por el hecho de que sectores de población especialmente vulnerables se quedarán atrapados. Sin embargo, la potencial vulnerabilidad extrema de los inmovilizados involuntarios justifica que se preste más atención a este grupo. Eso también justifica algunos intentos de extrapolar la información existente para conseguir alguna interpretación acerca de cómo los que están atrapados podrían responder a crisis o impactos más graves de manera progresiva, y en qué medida podrían respaldarse estas respuestas.
El conflicto es un factor que puede interrumpir los patrones de movilidad existentes y evitar que se produzcan más migraciones. Por ejemplo, se podría argumentar en relación a los conflictos que tuvieron lugar en la década de los noventa en Bosnia, Sri Lanka, Somalia y otros lugares que aquellos que más necesitaban la ayuda humanitaria eran precisamente quienes no podían huir del conflicto y la violencia, más que los que se habían trasladado a otras zonas para convertirse en refugiados y desplazados internos. Cuando reconocieron este hecho, los actores internacionales pretendieron establecer “refugios seguros” en estos países en los que las poblaciones autóctonas y los desplazados internos pudieran beneficiarse de la protección y la asistencia de las Naciones Unidas. Aunque en la práctica estas zonas no siempre permanecieron “seguras”, como bien ilustró lo sucedido en la ciudad de Srebrenica.
Centrarse constantemente en los traslados “vuelve invisibles a los inmovilizados involuntarios”. Lubkemann estudió durante su guerra civil la situación de una zona rural de Mozambique propensa a sufrir sequías: un grupo predominantemente masculino con un patrón claro de migración laboral a la vecina Sudáfrica pudo beneficiarse económicamente de la migración forzada, mientras que a los miembros del grupo desproporcionadamente femenino que se quedó allí se les impidió –por la intensificación de la violencia– continuar con su habitual movilidad a pequeña escala en respuesta a la sequía prolongada que se produjo a principios de la década de los ochenta, por lo que aumentó su empobrecimiento. Aquellos que al final se trasladaron menos sufrieron más los efectos de la guerra sobre la migración, precisamente porque sus estrategias de movilidad habituales se vieron gravemente interrumpidas por una inmovilización forzada.[2]
También se han empezado a observar los efectos inmovilizadores de los cambios medioambientales. El informe prospectivo de 2011 de la Oficina Gubernamental para las Ciencias del Reino Unido (Government Office for Science) concluyó que era posible que haya menos migración por el cambio climático.[3] En Bangladesh –argumenta– “aunque la movilidad puede servir como estrategia de resolución de problemas tras un desastre, éstos pueden reducirla incrementando las necesidades laborales en el lugar de origen o eliminando los recursos necesarios para migrar”. También se ha argumentado que “los mayores riesgos los soportarán aquellos que no puedan cambiar de lugar de residencia o que no estén dispuestos a hacerlo, y podrían agravarse por la falta de adaptación de las políticas diseñadas para prevenir las migraciones.”[4]
Las distintas limitaciones en el uso de la movilidad tenderán a agravar el impacto de la inmovilidad forzosa. Esto es tan válido para los efectos combinados de los desastres medioambientales y las políticas migratorias restrictivas en Bangladesh como lo es para la violencia relacionada con los conflictos y la sequía en Mozambique: la mayor carga recae en aquellos que son menos capaces de lidiar con estas situaciones.
La conceptualización de las poblaciones atrapadas
A aquellos a quienes se les deniega completamente la movilidad, ya sea por la falta de varios tipos de recursos o mediante otras restricciones como conflictos, peligros o políticas, son propensos a sufrir distintos tipos de vulnerabilidad que raramente se reconocen y casi nunca se tratan.
Distinguir entre aquellos que eligen quedarse y los que se ven obligados a hacerlo resulta esencial si la noción de “poblaciones atrapadas” va a tener algo más que un amplio uso conceptual. Un fundamento para distinguir la inmovilidad involuntaria podría ser la necesidad de trasladarse basada en algún tipo de temor fundado a las consecuencias si no se produce dicho traslado. El término “atrapado” remarca la cuestión de la necesidad de migrar.
Pero en una situación de crisis, como en una emergencia política o un desastre medioambiental, una intención urgente de migrar no puede simplemente igualarse con la necesidad dado que aun cuando exista una clara necesidad humanitaria de migrar algunas personas preferirán quedarse e incluso en circunstancias extremas la movilidad nace de una decisión. Las poblaciones atrapadas son aquellas personas que no sólo aspiran a trasladarse a otro lugar para protegerse sino que también lo necesitan y, sin embargo, no pueden hacerlo.
En el caso de los cambios medioambientales, en los que la migración puede verse como una forma de adaptación a los mismos, la escasez de recursos indica una gran vulnerabilidad a las crisis y una muy limitada capacidad para trasladarse. Ciertos tipos de recursos podrían tener una influencia más directa sobre la capacidad para trasladarse, como el capital financiero o el acceso a medios de transporte; o una influencia menos directa, como la participación de redes sociales fuera del área inmediatamente afectada por la crisis.
Un ejemplo llamativo es el de Nueva Orleans en la época del huracán Katrina. Quienes tenían recursos se marcharon antes de que se acercara el huracán; los que tenían amigos y familiares en otras zonas con los que poder quedarse también eran más propensos a marcharse. Quienes no tenían recursos (la mayoría pobres, afroamericanos, ancianos o residentes que no disponían de vehículo propio) se quedaron allí atrapados mientras que se producían las crecidas. Fueron los más vulnerables quienes se enfrentaron de forma desmesurada a los peligros de la crisis. En los casos en que la movilidad aporta beneficios, las poblaciones atrapadas son las más marginadas.
Si la migración es un recurso, la política que limita o controla dicha migración contribuirá a que haya poblaciones atrapadas, ya sea de forma deliberada o accidental. Ahora se habla mucho de la función de las políticas migratorias como medios para restringir la movilidad, especialmente en lo que respecta a la detención y a la deportación. El endurecimiento progresivo de los controles sobre la migración internacional se ha convertido en el límite a la movilidad más evidente. De hecho, la disminución de la protección internacional a los refugiados causada por el cierre gradual de los territorios de los Estados más ricos preocupó bastante durante la década de los noventa.
Ahora está bien establecido que el patrón dominante de la crisis migratoria implica traslados temporales entre distancias cortas, y por tanto la política será más importante para las poblaciones que corren el riesgo de quedarse atrapadas ya que les afectan en este tipo de traslados. Con excepción de las poblaciones que se encuentran inmediatamente adyacentes a las fronteras, el aumento de los controles de la migración internacional tenderá a tener un impacto menor que otras políticas a menudo no relacionadas con la migración.
Estar “atrapados” en el traslado
Las situaciones de refugio prolongadas ofrecen otro ejemplo evidente de una población parcialmente móvil pero que está atrapada. Éste en concreto es el caso de los campos de refugiados y de desplazados internos en los que se restringe oficialmente la movilidad fuera del campo. Los individuos disfrutaron de un cierto grado de movilidad hasta llegar al campo y aunque éste normalmente les ofrece una solución inmediata en cuanto a cubrir sus necesidades a corto plazo, también les priva de un posible acceso a recursos que les permitirían seguir adelante, por lo que efectivamente se quedan “atrapados” en el campo.
Quedarse atrapado en el camino también puede ser el resultado de un proyecto migratorio más individual. Por ejemplo, ahora es cada vez más común que los migrantes de África Occidental tengan que detenerse en el norte de África en vez de llegar a Europa. La interrupción de este tipo de trayectos aumenta la vulnerabilidad de los migrantes forzados al tener que esperar durante largos períodos de tiempo en nodos concretos a lo largo del recorrido, atascados en determinados puntos del trayecto, privados de recursos o bloqueados por los controles de migración y al mismo tiempo incapaces de regresar a sus hogares.
Conclusiones
Son necesarias unas soluciones humanitarias políticamente aceptables para la tremenda vulnerabilidad a la que se enfrentan los migrantes atrapados en determinados contextos, como los sudaneses en el Sinaí o los centroamericanos que aspiran a migrar a Estados Unidos en el norte de México. En zonas como Marruecos y Sudáfrica, los propios migrantes se están organizando y haciendo campañas activas de acción.
Las respuestas políticas en la práctica no son obvias aunque existan puntos de compromiso. Los Principios de Nansen definitivos se centran en las “políticas y respuestas nacionales e internacionales” que incluyen la implementación de un traslado planificado “basado en la no discriminación, el consenso, el empoderamiento, la participación y las alianzas con los que están directamente afectados, sin olvidar a los que podrían decidir quedarse.”[5]. Evidentemente existe una diferencia sustancial entre decidir quedarse y ser incapaz de moverse.
La declaración del anterior Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados Sadako Ogata sobre el “derecho a quedarse” para las poblaciones afectadas por una crisis en 1993, que en un principio fue criticada como un intento implícito de limitar la movilidad y restringir el derecho a solicitar asilo, inspiró a la ONU para lanzar una política de “protección preventiva” en la década de los noventa. En este contexto, aunque la intención era buena y aparentemente pretendía proteger a quienes estaban atrapados, la política podría haberse considerado punitiva para aquellos que se encontraban atrapados no sólo por las “emergencias” sino también como consecuencia directa o indirecta de la propia política.[6]
Dado que disponemos de una información limitada sobre las poblaciones atrapadas, el objetivo de la política debería ser evitar situaciones en que las personas sean incapaces de trasladarse cuando quieran, no promover políticas que les animen a hacerlo cuando tal vez no quieren, y proveerles de información actualizada que les permita tomar una decisión bien fundada. Aunque es difícil imaginar los detalles exactos de dichas políticas, parece claro que no deben estar restringidas a iniciativas a nivel nacional. Las iniciativas regionales, como la Convención de Kampala, deberán combinarse con iniciativas a nivel local en las ciudades como parte de la solución. Las políticas que se centren en permitir la movilidad y ofrecer el acceso a la información relevante pueden ser un objetivo más fácil de cumplir a nivel local.
El problema no es que la gente esté en el lugar equivocado en relación a un cambio climático u otras crisis. El problema es que la gente esté en el lugar equivocado y no pueda hacer nada al respecto. La cuestión más urgente es detectar de qué manera las respuestas existentes pueden reducir la probabilidad de que los individuos se queden atrapados en situaciones de crisis. Fomentar la interpretación de las razones que se hallan tras la inmovilidad podría ayudar a las actuales respuestas políticas a empezar a tener en cuenta su verdadera situación. En la actualidad, nuestra interpretación de las mecánicas de las poblaciones atrapadas es muy limitada como para sugerir cualquier medida política clara que redujera su vulnerabilidad o que les permitiera trasladarse cuando sientan que lo necesitan.
Richard Black (rb51@soas.ac.uk) es profesor y director de Investigación y Empresa en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres. www.soas.ac.uk. Michael Collyer (m.collyer@sussex.ac.uk) es profesor sénior en Geografía en la Universidad de Sussex. www.sussex.ac.uk
[1] Hammar, T, Brochmann, G, Tamas, K. and Faist, T (eds) (1997) International Migration, Immobility and Development. Multidisciplinary perspectives (La migración internacional, la inmovilidad y el desarrollo: perspectivas multidisciplinares). Oxford: Berg
[2] Lubkemann, S C (2008) ‘Involuntary immobility: on a theoretical invisibility in forced migration studies’ (“Inmovilidad involuntaria: en una invisibilidad teórica en los estudios sobre migraciones forzadas”) Journal of Refugee Studies, 21(4) 454-475.
[3] Foresight: Migration and Global Environmental Change [Previsión: migración y cambio climático global] (2011) Final Project Report. Londres: The Government Office for Science [Oficina Gubernamental para las Ciencias]
[4] Black, R, Bennett, S R G Thomas, S M y Beddington, J R (2011) ‘Migration as adaptation’ (“La migración como medio de adaptación”) Nature 478, 447-449.
[6] Hyndman, J (2003) ‘Preventative, palliative or punitive? Safe spaces in Bosnia-Herzegovina, Somalia and Sri Lanka.’ (“¿Preventivos, paliativos o punitivos? Espacios seguros en Bosnia-Herzegovina, Somalia y Sri Lanka”). Journal of Refugee Studies 16(2) 167-185.