¿Qué pasa con los que se quedan atrás?

Los efectos de la desaparición de personas en viajes migratorios rebotan en sus familias y comunidades.

Las familias de los desaparecidos en un viaje migratorio no saben cómo buscar apoyo gubernamental o se muestran escépticas a hacerlo, y los Estados no han hecho prácticamente nada para abordar esta cuestión. Parece que escasea la comprensión y el reconocimiento sobre los obstáculos a los que se enfrentan las familias que buscan respuestas sobre el destino de sus seres queridos desaparecidos y del impacto que esta situación tiene sobre su bienestar y sus medios de vida.

En diciembre de 2018, 152 Estados ratificaron el Pacto Mundial para la Migración y resolvieron “salvar vidas y establecer esfuerzos internacionales coordinados sobre los migrantes desaparecidos”, “facilitar la comunicación con las familias afectadas” y “establecer canales de coordinación transnacional y designar puntos de contacto para las familias que buscan a migrantes desaparecidos”[1]. Pero las familias sufren muchas limitaciones estructurales, que van desde sus propias circunstancias hasta la falta de unos marcos institucionales y normativos adecuados que tengan en cuenta las dinámicas particulares de las muertes y desapariciones en los viajes migratorios. Las limitaciones también se derivan de las complejas interacciones determinadas por la clase, la situación migratoria y el género, mientras que los esfuerzos por localizar a los familiares se han complicado aún más por la pandemia de la COVID-19.

El hermano de Laila desapareció de repente de la vida de su familia y de su comunidad. De la noche a la mañana se perdió todo contacto. “Llamó desde una playa y dijo que dormiría allí y que partiría al día siguiente”. Pero nunca volvió a llamar.

En 2020, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) llevó a cabo una investigación en Etiopía, España y el Reino Unido para aprender cual sería la mejor manera de ayudar a los familiares de migrantes desaparecidos en su búsqueda y a la hora de lidiar con las consecuencias de la pérdida[2]. El estudio no es representativo de las experiencias de todas las familias migrantes, pero ofrece una visión de cómo afecta a las personas la pérdida de un ser querido en los viajes migratorios.

Las experiencias de las familias

Existe un claro desfase entre el enfoque y los conocimientos de los Gobiernos y las necesidades de las familias. Sean del país que sean, todas las familias sienten la incertidumbre de no saber por dónde empezar la búsqueda cuando se percatan de la falta de protocolos o entidades que les puedan ayudar en el proceso. Cuando acuden a las autoridades, estas a menudo suelen responderles que carecen de jurisdicción sobre los casos de migrantes desaparecidos, alegando que la desaparición no tuvo lugar en su territorio.

También existe una clara percepción de que las autoridades abordan los casos de migrantes desaparecidos, ante todo, como una cuestión de lucha contra el tráfico ilícito y la trata de personas, o de control de la inmigración. Se presiona a las familias para que aporten información de los facilitadores y traficantes implicados, y a menudo se les dice que no deberían haber dejado que su familiar emprendiera ese viaje migratorio en un primer momento. Las personas que han sido migrantes, y en especial aquellas cuya situación migratoria es incierta, sienten que acercarse a cualquier autoridad (o incluso a cualquier organización que sospechen que pueda compartir información con las autoridades) pondría comprometer su estancia en el país. Además, a los defensores comunitarios que se ponen en contacto con las autoridades en nombre de las familias se les interroga sobre su relación con ellas y se les acusa de estar vinculados con grupos dedicados al tráfico ilícito de personas o de estar facilitándolo.

Por eso las familias acaban recurriendo sobre todo a canales informales, contactando con amigos y familiares que se encuentran en distintos países y acudiendo a personas que habían viajado con sus parientes, como otros migrantes y facilitadores del tráfico ilícito. En Etiopía, por ejemplo, esos facilitadores —que, a menudo, son también miembros de la comunidad— solían tener predisposición y capacidad para acceder a contactos e información que pudieran establecer o ayudar a determinar el paradero de una persona desaparecida.

Muchas familias dependen de colectivos comunitarios, de asociaciones y de defensores de migrantes y refugiados que, a menudo, son también migrantes, quienes hablan con fluidez su misma lengua y que conocen profundamente los contextos específicos de las familias y sus comunidades.

En España, Laila recibió el apoyo de una red de defensores de migrantes que ayudan a las familias en su búsqueda. Hablamos con Amira, que está ayudando a Laila a buscar a su hermano, y nos contó que: “Cuando una familia se pone en contacto conmigo o con alguien del grupo, iniciamos el proceso de búsqueda de información a través de una red de contactos informales, extraoficiales... Los buscamos en los hospitales, luego en los centros de internamiento y en las cárceles... y finalmente en la morgue...”

Las familias utilizan las redes sociales para la búsqueda, publicando breves descripciones y fotografías de la persona desaparecida, y buscando en grupos información sobre migrantes desaparecidos o fallecidos. Sin embargo, muchos de ellos no tienen Internet u ordenador en casa, y su única forma de realizar búsquedas en línea es a través de organizaciones comunitarias. El limitado acceso a la tecnología, que ya era un problema, se ha agravado durante la pandemia de la COVID-19 porque muchos puntos de acceso, como cibercafés, centros comunitarios o bibliotecas, han cerrado.

Otras vulnerabilidades añaden dificultades

Emprender una búsqueda suele ser costoso y la falta de recursos financieros es una barrera más. Presentar denuncias, reunirse con las autoridades, viajar a los lugares donde se vio a una persona por última vez, o intentar seguir sus pasos puede conllevar importantes costes, por no hablar de las estafas o extorsiones a cambio de información. Además, en los países de tránsito y destino de migrantes, como España y el Reino Unido, muchas familias tienen empleos inestables y mal pagados y residen en viviendas precarias, lo que limita mucho su capacidad de iniciar una búsqueda. En los lugares de origen de los migrantes, como Etiopía, las familias suelen quedarse sin el apoyo económico que esperaban que les hubiera proporcionado su familiar desaparecido si su viaje hubiera tenido éxito. Muchos se enfrentan también a la responsabilidad de saldar una importante deuda en la que incurrió su ser querido para cubrir los gastos del viaje. Esto afecta especialmente a mujeres y a familiares más mayores que se quedan atrás.

La privación de derechos legales es otra vulnerabilidad que condiciona las opciones de las familias. El miedo a iniciar una búsqueda antes de haber conseguido un estatus migratorio favorable suele llevarlos a posponer los esfuerzos y, por tanto, a perder un valioso tiempo para recopilar información o pruebas. Las restricciones de visado también pueden limitar las opciones de búsqueda.

El estudio de la OIM también aporta evidencias de cómo una desaparición puede exacerbar y reforzar formas de desigualdad inveteradas por cuestión de género. Como la mayoría de los migrantes desaparecidos suelen ser hombres, a menudo son sus esposas, hermanas y madres las que impulsan la búsqueda, y las que cargan con una desproporcionada responsabilidad social y financiera. Se espera que al mismo tiempo que ellas continúan con la búsqueda de la persona desaparecida, cuiden de sus hijos y de sus mayores.

Conclusiones

Aunque algunas de las implicaciones políticas del estudio de la OIM son específicas de ese contexto, se hacen eco de los hallazgos y recomendaciones anteriores del Proyecto Migrantes Desaparecidos y de otras organizaciones, como el CICR[3].

Todos los esfuerzos para ayudar a las personas que tienen familiares migrantes desaparecidos deberían admitir la experiencia, el conocimiento y el bienestar de las familias y situarlos en el centro de todo. Eso significa abordar sus necesidades en vez de centrarse en los aspectos relacionados con la seguridad y la delincuencia en torno a cómo desapareció la persona. La definición de familia en los casos de migrantes desaparecidos debe ser flexible, teniendo en cuenta la dependencia emocional, y estar en consonancia con los contextos culturales y otros.

Los colectivos comunitarios y los defensores locales, las ONG, las organizaciones civiles de carácter social generalistas y otras organizaciones que apoyan a las familias de migrantes desaparecidos son de vital importancia en ausencia de unas leyes, políticas y salvaguardas adecuadas que permitan a las personas acercarse a las autoridades y recibir su ayuda. Se podría formar un grupo de trabajo con estos actores relevantes y con las familias de los migrantes desaparecidos en cada país para ayudar tanto a las familias como a los organismos gubernamentales pertinentes a compartir la información. Aunque esta cooperación podría comenzar a nivel nacional, el objetivo debería ser crear redes con otros actores a nivel regional y más allá para compartir las mejores prácticas y para ayudar a resolver casos concretos de personas desaparecidas.

El tema de los migrantes desaparecidos no se aborda adecuadamente ni en las políticas ni en las leyes. Un punto de partida podría ser que cada país creara un protocolo que permitiera un enfoque uniforme para la implementación de las disposiciones legales nacionales e internacionales existentes que protegiera los derechos de las familias de los migrantes desaparecidos. Ese protocolo debería incluir instrucciones para que la recopilación, la conservación y el intercambio de información sea eficiente, y para la colaboración intersectorial en los casos de personas desaparecidas. El protocolo serviría de guía (tanto para las familias como para los colectivos comunitarios, las organizaciones y los organismos públicos que tratan de ayudarles) sobre cómo buscar a su ser querido y cómo acceder a la ayuda.

 

Marta Sánchez Dionis msanchez@iom.int @msdionis

Responsable de proyectos, OIM, Proyecto Migrantes Desaparecidos

 

Kate Dearden kdearden@iom.int

Responsable de proyectos, OIM, Proyecto Migrantes Desaparecidos

 

[1] www.iom.int/global-compact-migration

[2] Proyecto Migrantes Desaparecidos de la OIM www.missingmigrants.iom.int El equipo de investigación estaba compuesto por Gabriella Sánchez, Instituto Danés de Estudios Internacionales; Carlos Arce, Universidad de Córdoba; Tekalign Ayalew Mengiste, Universidad de Adís Abeba; y Samuel Okyere, Universidad de Bristol.

[3] Por ejemplo, en el Plan de Acción de Cinco Puntos de la OIM Fatal Journeys Volumen 2 (2016) https://publications.iom.int/fr/system/files/fataljourneys_vol2.pdf y en el borrador “Principles on stakeholder interaction with families of missing migrants” (principios sobre la interacción de las partes interesadas con los familiares de migrantes desaparecidos) que está preparando el Proyecto sobre Personas Desaparecidas del CICR www.icrc.org/en/draft-principles-stakeholder-interaction-families-missing-migrants

 

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