La apatridia afecta a más de diez millones de personas en todo el mundo[1]. Un problema perpetuo para las personas apátridas[2] y para quienes trabajan por resolver la apatridia es la notable falta de sensibilización del mundo en general al respecto. La escasa sensibilización sobre el tema hace que sea poca la presión para que se le preste atención. La solución es simple, aunque no sea fácil: es necesario que exista una concienciación exhaustiva y específica sobre la apatridia y, sobre todo, que se incluya a las personas apátridas en los debates.
Las personas apátridas deben ser tratadas como participantes con un propósito, cuyas voces importen, y no como meros objetos de debate. Cada artículo de los medios de comunicación, por ejemplo, debería incluir su voz. Lo mismo ocurre con cualquier proyecto internacional[3], donde la toma de decisiones sobre la dirección de estos proyectos debería compartirse con las comunidades apátridas. Todas las conferencias sobre apatridia deberían contar con participantes y ponentes apátridas o exapátridas, y no de forma simbólica. Pero esto es algo que apenas ha empezado a ocurrir muy recientemente y de forma limitada.
El propio autor de este artículo es apátrida y escribe tras consultar con otras personas en la misma situación, en concreto a través de la red Apatride Network. También consultó a los miembros de dos organizaciones punteras en la materia de las que el autor es socio, la European Network on Statelessness (ENS) y el Institute on Statelessness and Inclusion (ISI).
Deshacer los desequilibrios de poder
Los desequilibrios de poder en la apatridia están directamente relacionados con sus causas comunes. En contra de lo que se suele pensar, la mayoría de las personas apátridas a día de hoy no son refugiadas, sino minorías en su propio país[4], que han sido privadas de sus derechos y han quedado indefensas debido a la aversión de un colectivo étnico, racial o religioso más dominante. Esto influye en el tratamiento político de la apatridia.
El Procedimiento para la Determinación de la Condición de Apátrida (SDP, por sus siglas en inglés), el proceso por el que las personas apátridas pueden solicitar individualmente el reconocimiento de su condición de personas sin nacionalidad, es un buen ejemplo de cómo se manifiestan los desequilibrios de poder. Los organismos internacionales tienen un impacto positivo a la hora de ayudar a las personas apátridas con su SDP. Pero, cuando los Estados han creado o mantenido la apatridia, las autoridades tienden a negarse a llamarla por su nombre por miedo a que se les pidan responsabilidades. Esto disuade a los organismos internacionales de llevar a cabo labores humanitarias en materia de apatridia, como en el caso del SDP, debido a la percepción de la naturaleza política del tema. Es sabido que las grandes organizaciones humanitarias, como ACNUR, son débiles cuando se trata de abordar estas situaciones, y prefieren evitar tocarle las narices a los Estados aun a costa de no ayudar a quienes más lo necesitan.
A pesar de estas dificultades, el SDP sigue siendo importante, sobre todo para las personas apátridas que acabarán abandonando el país “de origen” que les discrimina. Es uno de los pocos mecanismos existentes que pueden ayudar a las personas apátridas a dejar de serlo. Es necesario prestar más atención al procedimiento y formar a las autoridades competentes en materia de SDP y de apatridia en general.
La estrategia de negar la apatridia o de evitar llamarla por su nombre ha tenido mucho éxito a la hora de mantenerla fuera de los focos. El camino a seguir es instar a la gente a reconocer las trabas de los Estados a la apatridia como tales. Esta es una tarea que corresponde a la comunidad internacional, incluido el sector humanitario, y a actores nacionales, como los políticos y los medios de comunicación. El éxito de la sensibilización sobre la apatridia junto con un mayor protagonismo de las voces y perspectivas de las personas apátridas ayudará a abordar el problema de la desinformación. Cuanto más se escuchen las voces de las personas apátridas, más posible será un debate preciso y equilibrado sobre la apatridia, lo que constituirá un primer paso clave para resolverla.
En última instancia, es necesario sentar a todas las partes en la mesa de negociaciones. La reticencia suele provenir de los actores estatales que no están actuando de buena fe. El interés internacional puede impulsar la atención que se necesita. Pero también las personas apátridas deben titubear menos y tener menos miedo a hablar teniendo en cuenta el limbo jurídico en el que se encuentran. Quienes creen que hay que abordar la apatridia pueden ayudar proporcionando un entorno seguro para que las personas apátridas expresen su punto de vista y ejerzan su libertad de expresión. Sin esto, no podemos esperar resolver la apatridia, al menos no de una forma justa.
La lucha contra la privación de derechos
El verdadero desafío está en la forma en que las personas apátridas se ven privadas de sus derechos en lo que respecta al poder y la política. En la raíz misma de la apatridia están sus preocupantes causas comunes: la xenofobia, el racismo y el sexismo. La apatridia no es un accidente, ni es algo que nadie merezca. Históricamente, los Estados han abusado de su poder para decidir quién puede pertenecer a ellos y quién no. Tenemos que acabar con este abuso y evitar que se produzca en el futuro.
La discriminación no es solo la razón por la que las personas apátridas se convierten en eso; también es la razón por la que siguen siéndolo. Las situaciones de apatridia en distintas partes del mundo tienen un aspecto destacado en común: sus víctimas suelen pertenecer a colectivos desfavorecidos, como las minorías, que han visto comprometido su derecho a la nacionalidad porque un colectivo más dominante siente animadversión hacia ellas. Esta animosidad se manifiesta de varias formas. Algunos países tienen políticas de nacionalidad sexistas, como la de negar a las madres la transmisión de su nacionalidad. Esto dificulta la resolución de los casos de apatridia existentes, y a menudo da lugar a nuevos casos, con niños y niñas que siguen naciendo en la apatridia cada día[5].
La solución es seguir luchando contra todas las formas de discriminación y reforzar las normativas pertinentes, como las relativas a los derechos de las minorías, la infancia, el género y las personas migrantes. Las organizaciones que luchan por resolver la apatridia podrían cooperar más estrechamente con las organizaciones contra la discriminación. Organizaciones influyentes como la ONU pueden ayudar a reducir la brecha. Las personas apátridas pueden ayudar compartiendo sus propias experiencias y revelando abiertamente la discriminación y los retos a los que se han enfrentado. Iniciativas como United Stateless, Statefree y la red Apatride Network muestran cómo las personas apátridas pueden unirse para hacer frente a la apatridia. Estas iniciativas lideradas por personas apátridas no solo las empoderan para que sean participantes activas, sino que también ofrecen una valiosa pieza del rompecabezas que a organizaciones más grandes, como la ONU, les ha faltado en su enfoque de la apatridia. Estas organizaciones más grandes desempeñan un papel importante a la hora de facilitar un entorno seguro y acogedor para estas iniciativas, como demuestran los esfuerzos actuales, como el Global Movement on Statelessness del ISI y la Global Alliance to End Statelessness de ACNUR.
Conclusión
Para avanzar en la resolución de la apatridia, hay que incluir a las personas apátridas en la vanguardia de la sensibilización sobre el tema. Como parte de la campaña para acabar con la apatridia, se deben exponer y combatir el racismo, las trabas por parte del Estado, la desinformación y cualquier otra forma de discriminación.
La apatridia no es una cuestión marginal, ni tiene un único enfoque. Existen diversas y polifacéticas formas de apatridia que afectan a personas de todo el mundo, incluso en Occidente. Tiene sentido dar pequeños pasos hacia acciones concretas, centrándose en un problema cada vez, al mismo tiempo que se intenta dar grandes pinceladas. Debemos elegir cuidadosamente nuestras batallas y estar preparados para una larga campaña. En ella, ayudaría disponer de mejores datos, ya que los actuales son demasiado poco fiables y parciales (dominados por las autoridades que han provocado la apatridia, o no lo suficiente inclusivos con las personas apátridas). También ayudaría a resolver por qué la lucha contra la apatridia en general está gravemente infrafinanciada en comparación con otras cuestiones de derechos humanos.
Si usted quiere ayudar, puede hacerlo, aunque solo sea familiarizándose con el tema y compartiendo los conocimientos con otra persona. Podemos hacer del mundo un lugar mejor, crear una conexión única. El conocimiento es poder y las voces de las personas apátridas deben ser la fuente de ese conocimiento.
Aleksejs Ivashuk aleksejs@apatride.eu @ApatrideNetwork
Apatride Network, red de defensa de las personas apátridas en la UE
[1] La apatridia es difícil de cuantificar con exactitud, lo que plantea una serie de retos únicos para los estadísticos. Véase Institute on Statelessness and Inclusion (2020) Statelessness in Numbers: 2020 https://bit.ly/statelessness-numbers y Nahmias P (2020) “Better statistics to help end statelessness”, ACNUR https://bit.ly/statistics-end-statelessness
[2] En derecho internacional, una persona apátrida es alguien que “no es considerado como nacional por ningún Estado en virtud de su legislación”. ACNUR (2003) The 1954 Convention relating to the Status of Stateless Persons: Implementation within the European Union Member States and Recommendations for Harmonisation https://bit.ly/convention-stateless-persons
[3] Por ejemplo, la campaña IBelong de ACNUR www.unhcr.org/ibelong/es/
[4] ACNUDH (2018) “Statelessness: A Minority Issue” https://bit.ly/minority-issue
[5] ACNUR (2015) “La Urgente Necesidad de Acabar con la Apatridia Infantil” https://bit.ly/childhood-statelessness-sp