La visión de la Iglesia Católica de que todos los individuos están dotados de una intrínseca dignidad humana es la base de su compromiso para vivir en solidaridad con las poblaciones desplazadas y de la importancia que otorga al acompañamiento; esto es un modo de “caminar al lado” del refugiado o del migrante más que ver a la persona únicamente como receptora de los servicios. También es coherente con el concepto de empoderamiento o con un enfoque centrado en el cliente tan a menudo ligado a un marco profesional de trabajo social y empleado como respuesta en contextos de migración forzada. Creemos que existen diversas ventajas comparativas en la presencia de la Iglesia en las actividades destinadas a abordar las migraciones forzadas, que están relacionadas con este concepto de acompañamiento.
La presencia a largo plazo de la Iglesia Católica en muchos entornos ofrece una importante ventaja a la hora de responder ante la migración forzada. En muchos lugares, la Iglesia es autóctona del lugar donde está presente, en contraste con una entidad internacional que llega después de que se produzca el desplazamiento. Esta presencia a nivel local favorece la confianza y un sentimiento de identidad mutua con la comunidad local. Los refugiados y otras personas desplazadas acuden a la Iglesia en busca de asistencia aun cuando provienen de otras religiones. El carácter autóctono de una Iglesia local es también la razón por la que muchas organizaciones internacionales las buscan para asociarse con el fin de colaborar en la asistencia a las poblaciones afectadas. La opinión de esos afectados también puede trasladarse a debates políticos más amplios mediante las redes internas de la Iglesia. Un enfoque basado en que los ministros trabajen “a pie de calle” hace que los máximos líderes religiosos estén en contacto con los migrantes y esto a su vez puede influir en los líderes políticos.
La Iglesia Católica a menudo tiene acceso a comunidades a las que otros no pueden llegar. Puede que esto se deba a las relaciones preexistentes con la Iglesia o tal vez a que los que ostentan el poder no consideren a los pastores religiosos como una amenaza. Por ejemplo, los sacerdotes y las monjas católicas visitas a los inmigrantes que se encuentran detenidos en todo el mundo y a menudo cuentan con un acceso especial como agentes religiosos.
Aunque la Iglesia Católica es sólo una de las muchas perspectivas confesionales, a menudo se la reconoce como una autoridad moral que puede ser una fuerza motivadora para actuar en nombre de otros o junto a ellos. El reto del papa Francisco de confrontar “la globalización de la indiferencia” durante su visita a Lampedusa en 2013 ha sido citado internacionalmente tanto en canales laicos como religiosos. Y en abril de 2014 el cardenal Sean O'Malley, junto con numerosos obispos de Estados Unidos y otros países, celebró una misa en la valla fronteriza de Estados Unidos y México para destacar la necesidad de un cambio de sentimiento y de política hacia nuestros hermanos y hermanas allende las fronteras. Este hecho contó con una cobertura periodística considerable tanto a nivel nacional como internacional.
Los católicos y otras personas comprometidas con alguna fe también ofrecen un enfoque alternativo donde se considera al individuo como un ser espiritual. Muchas organizaciones podrían reconocer e incorporar a sus respuestas de protección la crucial importancia de la espiritualidad y la religión en las vidas de muchas personas migrantes dentro de las respuestas humanitarias a todos los niveles, desde la asistencia individual hasta respaldar la capacidad de practicar la religión. La fe es un factor importante en la capacidad de recuperación de muchos de los que han sufrido por culpa de la migración forzada.
Experiencias anteriores con las agencias del Gobierno (ya sea en su país de origen o acaso con las agencias encargadas de hacer que se cumplan las leyes de inmigración en su país de destino) pueden afectar negativamente a la opinión de las poblaciones desplazadas acerca de quienes ofrecen asistencia. En semejante entorno, la Iglesia Católica y otras organizaciones religiosas pueden tener una ventaja competitiva a la hora de ganarse la confianza de las personas desplazadas. Esta confianza permite a las organizaciones confesionales servir de puente con las entidades gubernamentales para que expresen sus preocupaciones y puedan asistirles en la protección de los más vulnerables, a los que ayudarán a encontrar su camino en su nueva comunidad y enseñarán sus derechos de acuerdo con las leyes actuales.
Las entidades afiliadas a la Iglesia Católica comparten estas ventajas con otras organizaciones confesionales implicadas en la asistencia humanitaria en contextos de migraciones forzadas, y la convergencia entre organizaciones confesionales y seculares a la hora de abordar la migración forzada ha dado lugar a fuertes coaliciones y asociaciones entre una muestra representativa de personas preocupadas por darle la vuelta a la indiferencia humanitaria.
Nathalie Lummert nlummert@usccb.org es directora del departamento de Programas Especiales, Servicios de Migración y Refugiados de la Conferencia Episcopal Católica estadounidense. www.usccb.org/about/migration-and-refugee-services