La Iglesia protestante oficial en Marruecos, la Iglesia Evangélica de Marruecos (EEAM por sus siglas en francés), dispone de templos en varias ciudades marroquíes. Tras la decadencia que siguió a la independencia, en los años noventa los templos de la EEAM experimentaron un aumento de miembros por la llegada de estudiantes del África subsahariana, pero esto también constituyó un nuevo reto: la aparición de migrantes irregulares procedentes del África subsahariana que normalmente querían pasar por Marruecos de camino a Europa pero que inevitablemente acababan establecidos de forma semipermanente en el país. De cara a este hecho, en 2003 la Iglesia Evangélica en Marruecos empezó a trabajar con refugiados y migrantes allí a través de su sección social, el Comité Internacional de Ayuda (CEI, por sus siglas en francés).
Una de las actividades principales del CEI es el programa de asistencia y ayuda en emergencias, que consiste en proporcionar alimentos y asistencia médica, donaciones de ropa y mantas, y acompañamiento espiritual para los cristianos que lo soliciten. Esta ayuda directa se presta normalmente durante sesiones regulares a las que la gente puede acudir sin cita previa y que se celebran en los templos de la Iglesia Evangélica en Marruecos en distintas ciudades por todo el país. Sin embargo, la reorientación de esta sección de esta Iglesia hacia los migrantes africanos subsaharianos irregulares en Marruecos no ha estado exenta de retos. El CEI se encuentra en un constante dilema entre ser una organización religiosa, centrada en los cuidados personalizados o pastorales, y parecerse más a una organización no gubernamental, centrada en la eficiencia y la profesionalidad.
Existe una ambigüedad fundamental dentro del CEI entre su evangelismo y su humanitarismo que afecta a su misión, objetivos y decisiones organizativas. No se trata tanto de un caso de elegir o quedarse con ambas opciones, sino más bien de una ambigüedad irresoluble intrínseca a la organización y a su historia. Estas cuestiones son el resultado del intento de la organización de interpretar y casar lo “sagrado” y lo “laico” en la práctica, y demuestra de qué manera el papel de la religión en el humanitarismo viene marcado por las contradicciones y la tensión, lo que refleja la gran ambivalencia de su papel en la esfera pública.
Un estudio llevado a cabo por un actor religioso del Sur como es el CEI ayuda a comprender mejor a algunos de los actores más pequeños que se comprometen con “otras” formas de acción humanitaria que a menudo no son reconocidas y que por tanto amplían nuestra definición de humanitarismo. Al ser al mismo tiempo un espacio transnacional, religioso y humanitario, el CEI constituye un ejemplo de cómo las comunidades religiosas se transforman en actores, en especial ante la falta de provisión de servicios por parte del Estado y, a veces, por su agresión a los migrantes.
Citamos al Presidente del CEI, quien dijo: “Vamos inventando sobre la marcha”. La improvisación y la invención han sido los principales métodos empleados por el CEI para gestionar la transición desde una operación dirigida por un pastor a una organización creciente que actúa como espacio de recursos para los migrantes en respuesta a unos procesos globales más amplios que afectan a su propia comunidad.
May Ngo mngo44@gmail.com es doctoranda en la Universidad Tecnológica de Swinburne, Australia. www.swinburne.edu.au