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Reflexiones sobre Liberia y Sierra Leona

No hace mucho, Liberia y Sierra Leona experimentaron la violencia extrema al convertirse ambas en estados fallidos. Actualmente se encuentran en proceso de recuperación, aunque con dificultades. ¿Qué ocurrió en su caso y cómo cambió así su suerte?

Los Gobiernos y sus aliados internacionales tienden a dar prioridad a los recursos destinados a reforzar acuerdos de paz y procesos políticos como las elecciones pero de forma aislada y a expensas de otras necesidades igual de fundamentales como la revitalización de la economía y el restablecimiento de los servicios sociales básicos y las infraestructuras. Tanto en Liberia como en Sierra Leona se realizó un esfuerzo para abordar estos aspectos de forma simultánea. La seguridad y la restauración de la ley y el orden eran otras áreas básicas que requerían atención. El restablecimiento de la autoridad gubernamental (como la policía y otras instituciones de gobernanza) y la puesta en marcha de unos mínimos mecanismos para proporcionar servicios eran una prioridad. Asimismo, en este período se sentaron las bases para el retorno al estado de derecho, que incluían la rehabilitación de los juzgados y tribunales.

Muchos años de exilio suelen robarle a la gente la oportunidad de aprender o desarrollar los mecanismos de supervivencia clásicos. La gente que pasa por esa experiencia se enfrenta a retos monumentales cuando tiene que restablecerse después del retorno. En Liberia y Sierra Leona se tuvo que dar apoyo a los retornados en forma de subvenciones en efectivo, alimentos, materiales de refugio y otros artículos de ayuda en las etapas iniciales del proceso de retorno, lo que permitió a los retornados tener un “aterrizaje suave” aunque tuvieron que hacer frente a otros problemas.

También fue importante el hecho de que los programas de reintegración evitaran distinciones inútiles entre los colectivos de beneficiarios o las zonas de retorno. Resultó vital, por ejemplo, garantizar que se prestara una especial atención a los excombatientes para que no se sintieran tentados a vender su única destreza (la guerra) pero hubiese sido contraproducente tratarles de una forma totalmente distinta que a los retornados. Por tanto, tenía que haber un punto de convergencia, sobre todo a nivel de reintegración en la comunidad, en el que la asistencia no hiciera distinciones sino que diera a todo el mundo el mismo reconocimiento y trato. Tampoco se hizo distinción entre las personas desplazadas internas y los ex refugiados que regresaron a los mismos lugares. No habría sido razonable ignorar las necesidades de las personas desplazadas y de los antiguos refugiados que regresaban a las áreas urbanas en favor de los que regresaban a las zonas rurales y había que prestar atención también a los individuos que no eran desplazados ‒es decir, a los que se habían quedado‒ quienes también estaban necesitados.

Aparte del aprovisionamiento social, una cuestión muy importante del proceso de recuperación posconflicto era garantizar que hubiera alimentos. La guerra había debilitado la capacidad de producción de los países y había hecho que se desplazara la mayor parte del segmento de población dedicado a la producción agrícola. Por tanto, para mejorar este aspecto y garantizar que hubiese alimentos era necesario prestarle mucha atención, entre otras cosas, aumentando la asistencia humanitaria consistente en el reparto de alimentos y mejorando la productividad agrícola a la vez que se respaldaba la agricultura de subsistencia a pequeña escala. Era necesario reconocer que la transición de la ayuda al desarrollo no era una experiencia lineal y que sería necesario contar durante muchos años con la asistencia humanitaria y al desarrollo.

Resulta indispensable la alianza entre un aparato estatal renovado, la sociedad civil y el sector privado para la reconstrucción posconflicto. Responder a las necesidades de los desplazados forzosos es una empresa compleja que necesita que se forjen muchas alianzas entre todos los actores relevantes: los socios de desarrollo tradicionales; las instituciones financieras; los donantes bilaterales; las agencias con mandatos relevantes; las ONG internacionales y nacionales con sus conocimientos especializados; el sector privado y, no menos importante, el conjunto de la sociedad civil local.

 

J O Moses Okello jomokello@gmail.com

Antiguo representante de ACNUR en Liberia.

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