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Cómo afecta la migración hacia Europa a quienes se quedan atrás

Todos los miembros de la familia desempeñan un papel importante a la hora de tomar la decisión de abandonar el hogar, incluso los que no tienen intención de viajar. Normalmente la decisión de marcharse se debate durante varios meses y se suele tener en cuenta el bienestar de todos los miembros de la familia, aunque el grado de planificación y preparación para aquellos que se quedan —ya sea temporal o indefinidamente— puede variar mucho. Los estudios realizados en 2017 por REACH y la Mixed Migration Platform (plataforma sobre la migración mixta) sobre el impacto de la separación familiar como consecuencia de la migración desde Siria, Irak y Afganistán[i] indicaron que, a pesar de que existía un nivel de conocimiento relativamente alto acerca de las políticas migratorias de la Unión Europea (UE), todos los participantes habían subestimado el tiempo que sería necesario para llegar a su destino previsto y tramitar su solicitud de asilo. Por consiguiente, la preparación y planificación de los que se quedaron atrás se quedó corta, a menudo, con consecuencias negativas para los que aún están en casa.

Cambios en la vulnerabilidad

A quienes se quedan, esta situación puede afectarles tanto de manera positiva como negativa. Dado que cada miembro de la familia puede enfrentarse a diferentes niveles de riesgo dependiendo de su edad, género, ocupación y filiación política, la partida de un solo individuo puede tener a veces implicaciones positivas para el resto de la familia. Esto era sobre todo común en el caso de familias con hombres jóvenes que se acercaban a la edad del reclutamiento militar, pero también era importante en otros casos en los que un miembro de la familia se enfrentaba a un riesgo concreto. “Mi esposa se sentía muy insegura [como mujer cristiana] por la presencia del ISIS”[ii], explicaba un hombre iraquí cuya esposa viajó a Alemania para reunirse con sus hijas. “Ahora me siento más seguro porque ella está a salvo”. En otros casos, sin embargo, la migración podría dar lugar a múltiples retos, impidiendo que quienes se hayan quedado atrás puedan acceder a sus derechos básicos y cubrir sus necesidades diarias.

El cambio sobre el que más se ha incidido ha sido el restringido acceso al trabajo o los reducidos ingresos familiares, especialmente si la persona que se marchó era la principal sustentadora de la familia. Para afrontarlo, los que se quedaban vendían algunos de sus bienes, como coche o muebles, se mudaban a una vivienda de menor calidad, reducían el gasto en cosas esenciales como la calefacción en invierno, aceptaban trabajos ilegales y sacaban a los niños del colegio para que pudieran ponerse a trabajar. Varias de estas estrategias exponían a las familias al riesgo de ser detenidas por las autoridades, hacían peligrar su acceso a la protección y a los servicios y aumentaban su vulnerabilidad a largo plazo.

El acceso a servicios básicos como la asistencia sanitaria y la educación podría ser, a menudo, más difícil para los que quedan. A veces el mero hecho de llegar hasta el lugar donde se prestan estos servicios era más difícil debido a que no tenían dinero para pagar el transporte, asimismo, carecer de un acompañante masculino también podría suponer un problema. Incluso cuando el acceso era posible, los limitados recursos económicos influían en la capacidad de las familias para pagar las consultas, los medicamentos y los libros escolares.

La protección y la seguridad de quienes se quedan puede variar mucho dependiendo del miembro de la familia que se haya ido. La marcha de un hijo o hija dependiente rara vez tenía consecuencias negativas en lo que respecta al acceso a la protección; en cambio, las mujeres y los niños se sentían por lo general más vulnerables cuando un varón adulto se iba. Varias mujeres señalaron que les suponía un problema llegar hasta el mercado local o acompañar a sus hijos mayores a la escuela porque no tenían a nadie más que pudiera cuidar de los pequeños. En otros casos, las mujeres limitaban deliberadamente sus desplazamientos fuera de casa por temor al acoso.

Los papeles y las responsabilidades dentro de la familia a menudo cambiaban. Como antes, estos cambios eran más acusados cuando se marchaba el principal sustentador o el cabeza de familia y dejaba por lo general a la mujer o a los hijos mayores a cargo de la misma. También era común una mayor dependencia de las redes familiares extensivas, aunque a expensas de un cambio en el equilibrio de poderes. “Yo tenía más control sobre mi vida y la de mis hijos antes de que nos mudáramos”, explicaba una siria que se fue a vivir con su cuñado tras la partida de su marido.

Los efectos psicológicos de la separación familiar sobre la salud también aparecían como tema común. Muchas familias hablaban sobre el dolor de la separación y sobre su temor por la seguridad de los que se habían ido. En varios casos, esto habría dado lugar a depresiones o exacerbaba un problema médico preexistente.

A menudo los familiares que se quedaban tenían dificultades para acceder a la asistencia humanitaria y esta no bastaba para cubrir sus necesidades. Cuando se marchaba el cabeza de familia, los hogares encabezados por una mujer tenían especial dificultad para volver a registrarse para recibir ayuda a su nombre, lo que en un caso provocó un retraso de doce meses. Una vez registradas, las familias generalmente tenían derecho a unos niveles de asistencia más bajos que antes, ya que el tamaño de su familia se había reducido, aunque a veces sus necesidades fueran mayores.

¿Qué exacerba la vulnerabilidad?

Algo más de la mitad de las familias entrevistadas no habían hecho ningún plan de contingencia en absoluto, lo que había reducido su capacidad de hacer frente a la separación. Las menos propensas a hacer planes de contingencia eran las familias que imaginaban que la separación sería solo temporal, cuyos preparativos, realizados sobre la suposición de que la reunificación sería posible en cuestión de meses en lugar de años, resultaron ser insuficientes. Si bien las familias que previeron una separación más larga pudieron tomar medidas para proteger a quienes se quedaban, también estas podían quedarse cortas, especialmente si confiaban en las remesas de dinero desde Europa para pagar las deudas relacionadas con la migración. De esas familias sirias e iraquíes que esperaban recibir remesas, más de la mitad no había recibido nada en absoluto.

La situación de las familias que se quedan puede deteriorarse muy rápidamente. La naturaleza a corto plazo de los planes de contingencia obligó a muchas familias a recurrir a otras soluciones en cuestión de meses. Poco después de la partida de un miembro de la familia, se solían emplear estrategias de afrontamiento tales como el abandono escolar para trabajar, lo que pone de relieve la importancia de la detección e intervención tempranas para evitar el recurso a estrategias tan difíciles de revertir.

La única y principal estrategia observada para proteger a quienes se quedaban era que el principal sustentador de la familia se quedara. Esto hacía que las familias pudieran seguir contando con unos ingresos mensuales, lo que les permitía seguir más o menos como antes. Por el contrario, las familias compuestas por una mujer sola y sus hijos pequeños suelen ser las más vulnerables. Estas familias eran las que más señalaban problemas de protección, ingresos reducidos y describían dificultades para acceder a la documentación de carácter civil y a la ayuda.

El limitado acceso a la asistencia humanitaria puede exacerbar aún más estas dificultades. Nuestro estudio halló que las familias eran más propensas a necesitar ayuda humanitaria poco después de que un miembro de la familia se marchara. Paradójicamente, esto se daba cuando era más difícil acceder a la ayuda debido a que no sabían que era necesario volver a registrarse, a los retos para moverse por el sistema y a los retrasos en la tramitación de las solicitudes.

Implicaciones para los proveedores de ayuda y los encargados de la formulación de políticas

Los encargados de la respuesta humanitaria responderían mejor a la vulnerabilidad cambiante que sigue a la migración de varias maneras:

  • Agilizando los procesos de volver a registrarse para evitar vacíos en el acceso a la ayuda.
  • Incorporando los “planes de contingencia” a los criterios de vulnerabilidad y focalización, lo que permitiría identificar y ayudar más fácilmente a las personas vulnerables a causa de la migración.
  • Proporcionando ayuda específica para el empleo a las familias que pierden su fuente de ingresos como resultado de la migración y ofreciendo formación práctica a quienes hayan de gestionar la economía familiar por primera vez.
  • Movilizando canales de confianza para compartir información precisa sobre la migración (incluidas alternativas legales seguras) que permitan a los individuos tomar decisiones informadas y prepararse adecuadamente para el tiempo que lleve la reunificación.
  • Facilitando el acceso a servicios de apoyo, como el asesoramiento entre pares, para ayudar a las familias a lidiar con la tensión psicosocial que conlleva la separación. 

Es importante aun así reconocer que recurrir a la migración irregular es una estrategia de supervivencia en sí misma. Para muchas de las familias entrevistadas la migración irregular era el último recurso; solo se lo plantearon cuando sus intentos de migrar por las vías seguras y legales habían fracasado. Aunque menos de la mitad tenía previsto recurrir a la reunificación una vez en Europa, todas ellas se habían visto afectadas por unas políticas restrictivas y por la lentitud del procedimiento de asilo. Para las que esperan recurrir a la reunificación, la prolongada separación familiar pone en suspenso sus vidas, aumenta el malestar psicológico y desgasta la capacidad de las familias para sobrellevar la situación. Las políticas actuales de la UE y sus Estados miembros hacen que las alternativas legales y seguras a la migración irregular sean con demasiada frecuencia inaccesibles, mientras que la aplicación lenta e irregular de las políticas existentes a menudo exacerba los retos tanto para quienes están en casa como en movimiento.

 

Megan Passey meganpassey@gmail.com

Asesora independiente

 


[i] REACH/MMP (2017) Separated Families: who stays, who goes and why? https://reliefweb.int/report/world/separated-families-who-stays-who-goes-and-why

[ii] Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS, por sus siglas en inglés).

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