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Impacto psicológico de la desaparición de familiares en las personas desplazadas por la fuerza
  • Belinda Liddell, Kimberly Archer, Nicole Batch y Jill Stockwell
  • May 2025
Los sistemas de apego de las pesonas refugiadas con seres queridos desaparecidos pueden estar en peligro. Crédito: CICR/Mari Aftret Mortved

Para los integrantes de familias con familiares desaparecidos que podrían haber fallecido en travesías peligrosas, no saber qué ocurrió a sus seres queridos puede tener consecuencias psicológicas y sociales profundas, en especial si esas mismas personas han experimentado desplazamiento.

Las personas que se han visto forzadas a migrar enfrentan incontables desafíos y riesgos, como por ejemplo, la posibilidad de desaparición durante travesías migratorias peligrosas en su búsqueda de seguridad para escapar de contextos de guerra, crisis humanitaria o persecución. Sus familias y comunidades soportan la carga psicológica de no saber qué le ha sucedido a sus seres queridos y es posible que necesiten apoyo significativo, tanto para buscar a familiares desaparecidos como para manejar la incertidumbre y la tensión entre la esperanza y la desesperación durante el proceso de búsqueda. Esto ocurre, en particular, si ellas mismas han sido desplazadas por la fuerza. Sin embargo, se han realizado muy pocas investigaciones sistemáticas sobre las repercusiones psicológicas de tener familiares desaparecidos en tales circunstancias. Sabemos aún menos sobre cómo evolucionan estos impactos psicológicos y sociales a lo largo del tiempo y acerca de los procesos que permiten a las familias afrontarlos.

Qué indican las investigaciones hasta el momento

La mayor parte de las investigaciones psicológicas se han centrado en los síntomas de salud mental asociados con la desaparición de un familiar. Se han realizado estos estudios con una amplia variedad de grupos participantes, que incluyen tanto a poblaciones no refugiadas como refugiadas y a solicitantes de asilo. En conjunto, los estudios observan que las personas que tienen familiares desaparecidos informan tener niveles elevados de trastorno por estrés postraumático (TEPT), depresión, ansiedad o aflicción intensa (es decir, grave y persistente)[1],[2],[3]. Las personas refugiadas con seres queridos que han desaparecido también pueden experimentar síntomas físicos, como problemas de salud o dolor, debido al estrés que esto provoca3. En general, estas condiciones ocurren después de experiencias de trauma, como la muerte inesperada de un ser querido u otras experiencias traumáticas que involucran lesiones o amenazas a la vida. Sin embargo, la pérdida traumática que ocurre al desaparecer un ser querido puede tener repercusiones singulares en comparación con estos otros tipos de trauma[4]. Por ejemplo, las respuestas al estrés traumático generalmente se relacionan con sucesos pasados; en cambio, el impacto de tener un familiar desaparecido continúa en el presente y, a menudo, durante un período prolongado. Por ende, la respuesta psicológica a la desaparición de un ser querido puede reflejar un trauma crónico, es decir, un suceso traumático que no termina y que conlleva síntomas psicológicos y físicos sostenidos[4].

Al parecer, el impacto de la desaparición de un ser querido tampoco se limita a un mayor riesgo de padecer trastornos de salud mental, y afecta funciones sociales y procesos psicológicos más amplios[5]. Un estudio que se realizó entre personas desplazadas por la fuerza establecidas en Australia concluyó que, en comparación con la experiencia de ser separadas de familiares cuyo paradero se conoce, la desaparición de un ser querido se asociaba con sentimientos más intensos de tristeza, que incluyen la nostalgia por la persona perdida, el dolor emocional, la falta de propósito y reacciones de aflicción que interferían con la vida diaria[5]. Los conocimientos basados en la práctica que ha acumulado el Movimiento de la Cruz Roja y la Media Luna Roja destacan el impacto duradero de tener familiares desaparecidos en el estado psicológico, que incluye sentimientos de responsabilidad, sentir culpa, dificultades para autorregularse, retraimiento emocional e irritabilidad, y cambios cognitivos, como la preocupación angustiante por la persona desaparecida[6]. Tener a un familiar desaparecido también puede afectar la manera en que una persona se relaciona a nivel social, tanto dentro de su familia como con la comunidad en general[4],[5], así como su capacidad para trabajar, estudiar o cuidar de otros[6].

La pérdida ambigua como un marco útil

La pérdida ambigua describe cómo se experimenta la presencia psicológica pero la ausencia física de un ser querido y puede ser un marco útil para considerar el impacto psicológico de tener un familiar desaparecido[7]. Refleja la falta de resolución que se origina al desconocer la suerte de un ser querido, lo que puede limitar la posibilidad de que una persona atraviese los rituales naturales y culturales de duelo[7]. Esto puede dar como resultado que la persona viva en una situación indefinida y no pueda participar en actividades de la vida cotidiana. El impacto psicológico, por tanto, puede ser aún más grave que el experimentado por la muerte de un familiar. Por ejemplo, personas desplazadas por la fuerza de Siria, Irak, Irán y Afganistán que se han reasentado en Alemania y que experimentan pérdida ambigua debido a un familiar desaparecido mostraron más síntomas del trastorno por duelo prolongado que las personas refugiadas cuyos familiares habían fallecido[2]. La pérdida ambigua también se ha descrito como una forma de trauma crónico[4].

La distancia física o la inestabilidad y el conflicto continuos en los países de origen pueden complicar la búsqueda directa de seres queridos desaparecidos o la indagación sobre esas personas. Por lo tanto, las familias con frecuencia sienten que tienen poco control sobre la situación, y las investigaciones han mostrado que afirman sentir impotencia y culpa por no poder hacer más[5]. Si bien las familias desplazadas pueden usar servicios como el programa de Restablecimiento del Contacto entre Familiares de la Cruz Roja y la Media Luna Roja para ayudarles en la búsqueda, pueden pasar años hasta recibir una respuesta o esta podría no llegar nunca. Por ende, las familias enfrentan el desafío de tomar decisiones sobre su futuro sin conocer el paradero o la suerte de sus seres queridos[3].

El impacto de la ‘ambigüedad doble’

Las personas refugiadas y solicitantes de asilo que tienen familiares desaparecidos viven con una ‘ambigüedad doble’, es decir, la ambigüedad relacionada con la desaparición de un ser querido y la incertidumbre que provocan el desplazamiento forzado y el reasentamiento en sí. A nivel mundial, los altos niveles de dificultades de salud mental que han referido las personas refugiadas se han atribuido a exposiciones múltiples y acumulativas al trauma previo a la migración, que incluyen la violencia masiva, la privación y las violaciones de derechos humanos como la tortura; la angustia asociada con el desplazamiento cerca del momento de la migración, y la incertidumbre y el estrés continuos que se experimentan después de migrar. La combinación de traumas pasados con el estrés continuo puede representar un desafío para que las personas refugiadas se adapten a la vida en su nuevo país de residencia. Estas dificultades pueden verse agravadas por la experiencia de tener familiares desaparecidos. Por ejemplo, las familias desplazadas también podrían ser vulnerables a factores de tensión económica si el familiar desaparecido era quien proveía ingresos para la familia[5]. La pérdida ambigua también afecta a la unidad familiar, lo que profundiza el estrés y la ansiedad familiar. Las personas pueden empezar a asumir roles diferentes en su familia debido a la ausencia de los seres queridos (por ejemplo, trabajar para proveer ingresos o convertirse en cuidadoras y personas que brindan apoyo emocional), lo que podría intensificar las presiones asociadas con afrontar el asentamiento en un país de acogida[4],[5].

La gran mayoría de personas desplazadas viven con estatus temporal, no tienen acceso a vías de asentamiento permanentes y enfrentan incertidumbre sobre su futuro. La inseguridad relacionada con las visas se asocia con niveles aumentados de TEPT, depresión y tendencias suicidas. Sin embargo, los efectos de la inseguridad de la residencia pueden agravarse debido a temores continuos por la seguridad de los seres queridos que están desaparecidos[5]. El estatus de visa temporal también se relaciona habitualmente con el acceso restringido a vías formales de migración y reunificación familiar. Si se encuentra a los familiares desaparecidos, las personas refugiadas reasentadas con estatus temporal pueden no tener acceso a programas de patrocinio ni, incluso, la posibilidad de viajar cruzando fronteras para visitarlos. Incluso para las personas refugiadas que cuentan con visas permanentes y seguras en países de altos ingresos como Australia o en Europa, la solicitud de reunificación familiar es un proceso largo, costoso e intricado. Para las personas desplazadas por la fuerza que logran restablecer el contacto con familiares desaparecidos, el gozo y el alivio experimentados pueden quedar contrarrestados por la nueva presión de brindar apoyo emocional y económico significativo a sus seres queridos[5].

Resiliencia y mecanismos de afrontamiento

Es posible que las familias de las personas desaparecidas estén enfrentando tensión y presiones a diario; sin embargo, pocos estudios han indagado sobre su resiliencia o los mecanismos de afrontamiento que aplican. Los resultados de un estudio realizado con personas desplazadas por la fuerza que ahora viven en Australia y que tenían familiares desaparecidos o que habían sido separadas de su familia mostraron que participar en actividades como el trabajo o las tareas domésticas les ayudaba a distraerse de la preocupación de tener un familiar ausente[5]. Las personas que participaron en el estudio informaron que la interacción social, las prácticas religiosas y otras formas de afrontamiento centrado en las emociones (por ejemplo, aceptar la situación) eran estrategias que les resultaban útiles. Los servicios de apoyo formales proporcionados por el gobierno, las instituciones no gubernamentales, la comunidad o los servicios de salud también ayudaban a lidiar con inconvenientes prácticos. Sin embargo, con frecuencia existían barreras para acceder a tales servicios, como el poco dominio del inglés, el aislamiento social y el estatus de visa temporal, otro efecto de la ‘ambigüedad doble’. Informaron que realizar acciones para encontrar a los familiares desaparecidos, como comunicarse con organismos que brindan servicios de búsqueda de familiares y el uso de canales personales informales, representaban estrategias de afrontamiento que les ayudaban a tener cierto control sobre su situación[5].

A pesar de esta evidencia de resiliencia, las investigaciones del área de la psicología y las neurociencias han mostrado que el impacto psicológico de la ausencia continuada puede limitar la posibilidad que tienen las personas de usar estas estrategias. Por ejemplo, los seres humanos desarrollan de manera natural un sistema de apego sobre la base de las relaciones de cuidado que experimentaron durante la infancia, y esto regula las respuestas ante las amenazas y el estrés a lo largo de la vida. Este sistema de apego puede verse comprometido en las personas refugiadas a quienes se separa de sus seres queridos desaparecidos, y que a menudo son figuras importantes de apego en sus vidas, como padres, cónyuges y hermanos o hermanas. Un estudio realizado con imágenes cerebrales de personas refugiadas desplazadas y solicitantes de asilo que vivían en Australia aporta evidencias que respaldan lo anterior[8]. En el estudio, se mostraron a las personas participantes imágenes de apego (por ejemplo, una madre con su hijo) con el fin de activar el sistema de apego antes de ver imágenes relacionadas con amenazas (como una escena de conflicto) y neutrales (por ejemplo, una esquina de una calle), mientras se les practicaba un examen cerebral mediante resonancia magnética funcional (RMf). El estudio determinó que las personas participantes con TEPT tenían un sistema de apego que era menos eficaz para gestionar las reacciones emocionales fuertes tanto ante las imágenes de amenazas como ante las neutrales, en función de cuánto padecimiento habían informado tener en relación con la separación de sus familiares. Esto se demostró con los patrones cerebrales de actividad aumentada en la amígdala (la región central que facilita las respuestas al temor y la emoción) y de actividad disminuida en la corteza prefrontal medial (que controla comportamientos y pensamientos, y regula las emociones). Este estudio aporta evidencias neurobiológicas preliminares de que el dolor por la separación interfiere con los sistemas intrínsecos de afrontamiento relacionados con el apego de las personas refugiadas y solicitantes de asilo. Se desconoce la manera en que el sistema de apego afecta específicamente a las personas en situación de desplazamiento forzado, pero es probable que involucre el efecto agravante de la pérdida ambigua.

Una base de evidencias para brindar mejor apoyo

A pesar de las evidencias sobre el impacto que tiene la desaparición de familiares, siguen faltando conocimientos y es necesario que esto se siga investigando para mejorar nuestra comprensión de cómo ayudar a las personas a afrontar la situación.

Se está iniciando un nuevo programa de investigación, el Proyecto para la Investigación del Impacto de Familiares Separados o Desaparecidos (PRISM, en inglés), con el propósito de arrojar luz sobre estos temas[9]. PRISM Family es un proyecto conjunto entre la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW) en Sídney, la Universidad de Newcastle, el programa de Restablecimiento del contacto entre familiares de la Cruz Roja Australiana y la Agencia Central de Búsquedas del Comité Internacional de la Cruz Roja. PRISM Family se comunica con personas de la comunidad australiana que han sido desplazadas por la fuerza para comprender cómo las personas y las familias se ven afectadas por la desaparición de familiares o por la separación familiar. El propósito del estudio es considerar cómo cambian con el tiempo las capacidades y necesidades de las personas desplazadas por la fuerza que tienen familiares desaparecidos, en especial si las familias restablecen el contacto, se reúnen o sale a la luz información sobre la suerte de un familiar desaparecido.

Crear una base de evidencias a través de PRISM Family aportará información esencial para desarrollar servicios de apoyo y dirigirlos a las personas en situación de desplazamiento forzado, a fin de que puedan transitar la situación sumamente compleja y dolorosa que implica tener un familiar desaparecido, sobre todo si experimentan ambigüedad doble. Este conocimiento propiciará esfuerzos de incidencia a favor de políticas que promuevan la protección, la salud y el bienestar de las personas desplazadas por la fuerza, lo que incluye optimizar las vías de reunificación si las familias de las personas desaparecidas restablecen el contacto con sus seres queridos.

 

Belinda Liddell
Profesora universitaria y titular de la Cátedra Daphne Keats en Psicología Intercultural
Facultad de Ciencias Psicológicas de la Universidad de Newcastle y Facultad de Psicología de la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW) en Sídney
Belinda.Liddell@newcastle.edu.au

Kimberly Archer
Asistente de investigación
Facultad de Ciencias Psicológicas de la Universidad de Newcastle y Facultad de Psicología de la UNSW en Sídney
K.Archer@unsw.edu.au

Nicole Batch
Jefa de Desarrollo Migratorio
Cruz Roja Australiana
batch@redcross.org.au

Jill Stockwell
Líder de Apoyo Estructural e Investigación, Centro de Personas Desaparecidas de la Cruz Roja y Media Luna Roja
Comité Internacional de la Cruz Roja
jstockwell@icrc.org

Las autoras desean agradecer a las personas que contribuyeron al estudio PRISM Family: Angela Nickerson, Richard Bryant, Katherine Wright, Melissa Freire, Bhava Poudral, Yulisha Byrow, Natalie Grove, Joanne Golding, Joshua Wong, Stephanie Murphy, Mandy Kamel, Nizar Dakroub, Cassandra Steeth, Isabelle Shaw, Sarah Daniels, Roula Sleiman, Deeman Hameed, Atifa Mohseni y Sibbo Sengabo.

 

[1] Lenferink, L I M, de Keijser, J, Wessel, I, de Vries, D y Boelen, P A (2019) ‘Toward a Better Understanding of Psychological Symptoms in People Confronted With the Disappearance of a Loved One: A Systematic Review’ [en inglés], Trauma Violence Abuse, Vol 20 (3): 287-302

[2] Comtesse, H, Lechner-Meichsner, F, Haneveld, J, Vogel, A y Rosner, R (2022) ‘Prolonged grief in refugees living in Germany confronted with ambiguous or confirmed loss’ [en inglés], Anxiety Stress Coping, Vol 35 (3): 259-269

[3] Renner, A, et al (2021) ‘Traumatized Syrian Refugees with Ambiguous Loss: Predictors of Mental Distress’ [en inglés]. International Journal of Environmental Research and Public Health, Vol 18 (8)

[4] Holmes, L (2016) ‘Missing Someone: Exploring the Experiences of Family Members’ in Morewitz S J and Sturdy Colls, C [en inglés] (Eds) Handbook of Missing Persons (pp. 105-126), Springer International Publishing AG

[5] Liddell, B J, et al (2022) ‘Understanding the effects of being separated from family on refugees in Australia: a qualitative study’ [en inglés], Australian and New Zealand Journal of Public Health, Vol 46 (5): 647-653

[6] Cruz Roja Británica, Comité Internacional de la Cruz Roja, Oficina Europea de la Cruz Roja, Cruz Roja Sueca, Cruz Roja Suiza (2019) Humanitarian Consequences of Family Separation and People Going Missing [en inglés]

[7] Boss, P (2002) ‘Ambiguous Loss: Working with Families of the Missing’ [en inglés], Family Process Vol 41: 14-17

[8] Liddell, B J, et al (2022) ‘Activating the attachment system modulates neural responses to threat in refugees with PTSD’ [en inglés], Social Cognitive and Affective Neuroscience, Vol 16 (2): 1244-1255

[9] www.rtrp-research.com/prism-language-selection

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