El conflicto tiene un amplio impacto psicológico en los niños y la gente joven y la ansiedad entre los jóvenes refugiados es generalizada. Los refugiados pueden padecer diversos problemas emocionales, cognitivos, físicos, conductuales y sociales, así como también los impactos de mecanismos de defensa negativos. Con regularidad se señala el aislamiento como forma de salvaguardia psicológica, mientras que las experiencias traumáticas de la guerra se exacerban por “factores estresantes cotidianos como el desplazamiento, la pobreza, la falta de recursos y de servicios para cubrir sus necesidades básicas, el riesgo de sufrir violencia y explotación, la discriminación y el aislamiento social”[1]. Muchos jóvenes sirios tienen pocas esperanzas de cara al futuro y se sienten en un limbo entre una Siria a la que no pueden regresar y un país de acogida en el que no pueden integrarse.
En conflictos prolongados, las redes sociales y los sistemas sociales que proporcionan apoyo y regulan el bienestar a menudo se desintegran. La consiguiente falta de cohesión familiar y comunitaria, de una identidad compartida o de relaciones con personas que puedan servir de apoyo puede desembocar en problemas de salud mental y trastornos de estrés, especialmente en niños y jóvenes. Aunque está ampliamente reconocido el hecho de que las respuestas humanitarias deberían incluir servicios de salud mental y de apoyo psicosocial, a menudo se pasa por alto el papel que desempeña el trauma en los procesos de cohesión social. Como consecuencia, los programas no abordan de forma consistente las necesidades psicológicas que repercuten en la forma en que las personas se relacionan entre sí.
Hasta ahora, el principal enfoque de estos programas ha consistido en abordar las tensiones entre las comunidades sobre el empleo y los servicios o establecer mecanismos de interacción, sin prestar mucha atención al tratamiento de unos traumas que limitan las oportunidades para la cohesión social en primer lugar. Esto a menudo limita la eficacia del programa. Por ejemplo, los profesionales que trabajan con los refugiados en Trípoli (Líbano) han tenido dificultades para implementar programas de dinero por trabajo, formación profesional y emprendimiento social con jóvenes sirios y libaneses debido al aumento de las tensiones relacionadas con los enfrentamientos esporádicos entre las comunidades de Trípoli y los recurrentes problemas interpersonales y sociales —como tensiones sociales y laborales, acoso, estrés y ansiedad— que provocan que los participantes abandonen el programa o no consigan mantener un trabajo estable[2].
El suministro de herramientas
Los enfoques sensibles al trauma pueden tener repercusiones positivas sobre la cohesión social entre los refugiados. Los proyectos de educación para la paz liderados por socios locales de International Alert en Siria, el Líbano y Turquía incluían la formación de educadores y trabajadores de apoyo que impartían sesiones periódicas en centros educativos y comunitarios para promover una interacción pacífica y prestar, a niños y jóvenes, servicios de divulgación, tutorización y derivación[3]. Aunque los proyectos se adaptaron a las necesidades específicas de los contextos locales, todos ellos tenían por objeto abordar las barreras a la cohesión social y restablecer las redes sociales mediante el respeto de la diversidad, la promoción de la autonomía y la creación de vías de acción que beneficiaran a la comunidad en general[4]. Los organismos asociados crearon espacios seguros para permitir que los niños desarrollasen un sentimiento de seguridad física y psicológica y prestaron apoyo a los jóvenes para que pudiesen lidiar con los recuerdos traumáticos.
Los enfoques fueron evaluados antes y después de la intervención a través de encuestas de conocimiento, actitudes y prácticas (CAP), además de entrevistas cualitativas y grupos de discusión focales. Los datos de la encuesta demuestran consistentemente que, a través de distintos lugares y enfoques, los niños y jóvenes habían incrementado sus conocimientos y aptitudes en lo que respecta a aspectos como la paz, la tolerancia y otras destrezas para la vida. Las mejoras más significativas atribuibles al programa fueron la comprensión de cómo se pueden aliviar las tensiones mediante el diálogo y la escucha, la propia capacidad de expresión y la discusión de los problemas, así como la apertura a la diversidad; todas actitudes que favorecen la cohesión social.
A los jóvenes se les estaba equipando con las herramientas necesarias para manejar y expresar su ira sin utilizar la violencia y los facilitadores observaron una reducción de los casos de acoso y un aumento de la cooperación y el juego, incluso entre niñas y niños. En palabras de uno de los facilitadores: “Les damos herramientas para que se expresen en la comunidad en lugar de usar armas para expresar la ira que sienten por sus pérdidas”. Las entrevistas y los grupos de discusión focales con padres y comunidades corroboraron los datos y los participantes afirmaron que el deseo de venganza y el comportamiento agresivo, que muchos jóvenes mostraban antes del inicio del programa, habían disminuido. Aunque es importante hacer un seguimiento a largo plazo de estos cambios para evaluar sus repercusiones a la larga, estos resultados iniciales muestran que los programas centrados en la cohesión social entre refugiados a través del apoyo psicosocial pueden tener un impacto positivo.
Limitaciones
Hay cuatro factores principales que influyen en el potencial de estos enfoques basados en el apoyo psicosocial para que su impacto sea duradero o para limitarlo. En primer lugar, la necesidad de una cohesión social a largo plazo o de enfoques basados en la consolidación de la paz puede verse eclipsada por las necesidades humanitarias y psicosociales de emergencia. En segundo lugar, existen barreras físicas muy reales en la interacción entre las comunidades de acogida y de refugiados —por ejemplo, los bloqueos de carreteras o la escolarización por separado— que reducen las oportunidades de cohesión social. En tercer lugar, las repercusiones de los enfoques basados en la psicología serán limitadas cuando no exista un apoyo complementario que permita el acceso a la educación, el empleo, la sanidad, la cultura y otros servicios. Por último, la falta de personal cualificado y las elevadas tasas de rotación de personal debidas a la financiación a corto plazo, así como los vacíos entre proyectos, conforman estos problemas.
La receptividad de la comunidad de acogida también influye de manera significativa en la cohesión social. Hacer partícipe a la población de acogida en actividades grupales mixtas puede constituir todo un reto, especialmente cuando hay poca confianza y altos niveles de miedo. Por ejemplo, los profesionales en el Líbano encuentran constantes dificultades para hacer que las comunidades de acogida participen en actividades conjuntas de apoyo psicosocial con los refugiados debido al estigma y la desconfianza entre comunidades. Para superar este problema, las intervenciones psicosociales deben formar parte de un paquete integral de apoyo hecho a medida que beneficie tanto a refugiados como a comunidades de acogida como, por ejemplo, intervenciones que lleven a los niños y jóvenes de la comunidad de acogida a compartir espacios seguros y los involucren en actividades que desafíen los estereotipos existentes y fomenten la confianza.
Conclusión
Los enfoques de la educación para la paz basados en el apoyo psicosocial pueden ayudar a los individuos a sanar, a recobrar un sentido de la identidad propia y positiva y sentar las bases para construir redes sociales de apoyo entre las comunidades. Todo esto forma parte integral del proceso para crear cohesión social. Si no se aborda el trauma de manera consistente, es probable que la sostenibilidad de los programas de cohesión social sea limitada e, incluso, estos sean contraproducentes. En lugar de considerarlo como un enfoque separado aunque complementario de estos programas, el abordaje de las repercusiones del trauma debería ser un elemento básico en todos los esfuerzos de cohesión social cuando se trabaja con comunidades afectadas por conflictos y desplazamientos.
Ruth Simpson rsimpson@international-alert.org
Encargada sénior (Desarrollo, Impacto y Aprendizaje) de Oriente Medio y Norte de África, International Alert www.international-alert.org
[1] ACNUR (2015) Culture, Context and the Mental Health and Psychosocial Wellbeing of Syrians
A Review for Mental Health and Psychosocial Support Staff Working with Syrians Affected by Armed Conflict www.unhcr.org/55f6b90f9.pdf
[2] Entrevista por Skype con un psicólogo sirio en marzo de 2017.
[3] Trabajando con 7000 jóvenes sirios de entre 6-18 años y con jóvenes de más de 18 que viven en Siria o como refugiados en el Líbano y Turquía.
[4] Para ampliar información y acceder a la evaluación completa, véase International Alert (2016) Teaching peace, building resilience: Assessing the impact of peace education for young Syrians.
www.international-alert.org/publications/teaching-peace-building-resilience