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Reasentamiento de refugiados y activismo en Nueva Zelanda

Hasta la reciente acogida de Canadá de refugiados sirios, Nueva Zelanda era el único país en el mundo que recibía más refugiados a través del sistema de reasentamiento de ACNUR que de las solicitudes de asilo. Para compensar el hecho de que solo se reciban 300 solicitudes de asilo cada año, Nueva Zelanda está dispuesta a asumir la parte que le corresponda de acuerdo con un sistema de cuotas. El limitado número de “refugiados por cuota” acogidos en una comunidad no responde a las demandas de los solicitantes de asilo basadas en sus derechos, sino en lo que los representantes públicos creen que quiere la gente.

Un marco basado en derechos defiende la potestad de las personas para solicitar protección con independencia del factor económico. Además, un marco basado en los derechos es útil para las organizaciones que representan a los refugiados por cuota cuando llegan a sus países de reasentamiento. Sin embargo, las instituciones democráticas —no solo las políticas y electorales, sino también los medios de comunicación, defensores de la causa, activistas y departamentos gubernamentales y ministerios— ofrecerán otra vía para la protección cuando la cuota de refugiados acogidos en una población no se base en las peticiones de los solicitantes de asilo sino en lo que los representantes creen que el público en general quiere.

La ausencia de debate público en Nueva Zelanda sobre los refugiados supuso que la cuota anual de 750 no hubiese aumentado desde hacía 30 años. Durante este tiempo la población del país había crecido un 41 % y su PIB real per cápita aumentó a más del doble. Sin embargo, los que por entonces abogaban por ampliar la cuota limitaban su nivel de compromiso a lo que opinara el grueso de la población.

En 2013 inicié la campaña Doing Our Bit para duplicar la cuota de refugiados de Nueva Zelanda. La campaña empezó sin fondos y sin un perfil público establecido, por lo que sólo pude empezar gracias a las redes sociales y los medios de comunicación sociales. Nos centramos en amigos que pertenecían a comunidades artísticas, académicas y en activistas para hacer llegar nuestro mensaje al público en general. Estos vínculos dieron lugar a nuestras primeras reuniones con diputados simpatizantes de los partidos de la oposición y a que pudiéramos convencer al principal partido opositor, el Laborista, para que incluyera el aumento de la cuota de refugiados en su programa electoral, lo que fue un paso en la dirección correcta.

En febrero de 2015 otros colectivos de defensa de la causa ya hacían campaña para que se duplicara la cuota. Con el tiempo, también conseguimos el respaldo de famosos y el apoyo de alcaldes y de otras agencias proveedoras de servicios para los refugiados. Buscábamos la participación del público en general a través de reuniones públicas, exposiciones de arte y repartiendo folletos. Tras dos años de campaña y antes de que la crisis migratoria llegase a Europa, el 53 % de los neozelandeses estaba a favor del aumento de la cuota. En septiembre de 2015 el Gobierno anunció que ofertaría 600 plazas más en la cuota (para los sirios) durante 3 años.

A pesar de centrarnos en las instituciones democráticas, la reivindicación de los valores de los derechos humanos fue importante para la campaña. Sin embargo, los derechos humanos se utilizaron para apelar a la población a través de las instituciones democráticas en vez de como una base de una demanda legal ante los tribunales. Junto con los derechos humanos, la campaña se basó también en la narrativa de la ecuanimidad (“cumplir con nuestra parte”) y en convincentes estadísticas que comparaban nuestra contribución con la de otros países. Un mensaje importante durante la campaña fue que aunque Australia, por ejemplo, trata terriblemente mal a los solicitantes de asilo, Nueva Zelanda seguía eludiendo sus responsabilidades al mantener una cuota de refugiados diminuta y estancada.

Los grupos de provisión de servicios para los refugiados y nosotros habíamos estado exponiendo historias positivas sobre los resultados del reasentamiento y habíamos enmarcado la narrativa más amplia en torno a la falta de un incremento en la cuota. Se podría hacer una campaña de aumento de las cuotas de refugiados sin crear una narrativa en la que éstas sean la única vía legítima para protegerlos, especialmente si los defensores trabajan con los medios de comunicación generalistas para aclarar cuáles son las dos categorías de la protección de los refugiados. El enfoque centrado en torno a las cuotas redujo el impacto de las exageradas noticias negativas sobre los solicitantes de asilo, y la mayoría de los debates sobre cuestiones de seguridad relacionadas con la acogida de refugiados en Nueva Zelanda giraron en torno a los controles que lleva a cabo el Gobierno sobre los que llegan a través de dicha cuota.

Los fallos del reasentamiento

En Nueva Zelanda la cuota de reasentamiento de refugiados se planifica en intervalos de tres años. Esto permite planificar un aumento gradual y, al mismo tiempo, evitar la historia de las entradas caóticas o de las “avalanchas” de refugiados. Aunque cabría esperar que las solicitudes de asilo fluctuaran debido a los cambios en el conflicto y las persecuciones, los colectivos de defensa de la cuota de refugiados deberían movilizar el apoyo de la opinión pública en estos momentos de reflexión y también durante las elecciones. Aunque el enfoque internacional sobre la reciente crisis de refugiados ayudó a acelerar el aumento de nuestra cuota permanente, estábamos seguros de que lo conseguiríamos.

En junio de 2016 el Gobierno anunció que a partir del año 2018 la cuota de refugiados crecería de forma permanente hasta alcanzar las 1000 plazas y que se buscaría el respaldo de la comunidad. Ese aumento no se ajustaba a lo que pedíamos en nuestra campaña; sin embargo los principales partidos de la oposición han adoptado ahora la política de incrementar la cuota hasta 1 500 plazas, los editoriales de todos los principales periódicos condenaron el escaso incremento de la cuota y el sentir popular sigue estando en gran medida a favor de aceptar a los refugiados.

La recepción de refugiados para su reasentamiento en Nueva Zelanda presenta cuatro retos principales. En primer lugar, es fácil para Estados como Nueva Zelanda dar prioridad a determinados tipos de refugiados. Sin el reciente interés público por este tema, los responsables de la toma de decisiones elegirían a aquellos que creyeran que se establecerían mejor en vez de centrarse en los más vulnerables. A pesar de que se crearon categorías para los casos de personas con problemas médicos o discapacidad, se han ido recortando de manera sustancial desde 2009. El Gobierno actual ha limitado también la nueva cuota de refugiados procedentes de Oriente Medio y de África únicamente a los que tienen ya la familia en el país, en un claro rechazo del enfoque de ACNUR centrado en las personas más vulnerables[1].

En segundo lugar, el hecho de que el Gobierno seleccione y transporte a los refugiados a través de un sistema de cuotas normaliza un sistema que exige que esperen para conseguir sus respectivas plazas, de las que existen menos de las necesarias.

En tercer lugar, centrarse en las cuotas en tiempos de crisis puede ir en detrimento de otras necesidades inmediatas como la ayuda a los países que acogen a la mayoría de los refugiados. En definitiva, las peticiones para que aumenten las cuotas de refugiados necesitan ir de la mano de las que solicitan un incremento de la ayuda, en vez de competir entre ellas.

Por último, Nueva Zelanda prácticamente acaba de empezar con los programas de auspicio por parte de la comunidad que permitirán que el sentir popular responda más en tiempos de crisis. Una de las razones por las que el éxito de la campaña Doing Our Bit fue limitado es que gran parte del entusiasmo inicial del público en general se diluyó a medida que el Gobierno intentaba demorar su respuesta para no distanciarse de algunos de sus partidarios.

La experiencia del intento de Nueva Zelanda de incrementar su cuota de refugiados, que llevaba mucho tiempo estancada, demostró que un marco basado en los derechos es necesario pero no suficiente para crear un programa de reasentamiento sólido. Enfatizar solo el reasentamiento también puede dar lugar a una situación en la que se deslegitimen los movimientos de las personas que buscan asilo y se les denieguen los derechos amparados por la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados. La función de un marco democrático es promover medidas de protección que incluyan y mejoren los enfoques basados en los derechos.

Murdoch Stephens murdochstephens@gmail.com

Campaña Doing Our Bit www.doingourbit.co.nz

 



[1] (ACNUR) Necesidades proyectadas de reasentamiento a nivel mundial 2017

http://bit.ly/UNHCR-ResettlementNeeds2017

 

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