En Dinamarca, los solicitantes de asilo deben permanecer en los centros específicamente habilitados para ellos mientras se tramitan sus solicitudes. Durante ese período no se les permite trabajar ni estudiar pero se les proporciona alojamiento y un pequeño estipendio para comprar comida y otros artículos de primera necesidad. El tiempo de espera va de aproximadamente seis meses hasta más de diez años en algunos casos extremos, y el número de centros fluctúa en función de la cifra de solicitantes de asilo y de la duración de los trámites: en 2007 solo había siete centros de asilo en Dinamarca; en 2016 había más de 100, y actualmente hay 22. Aunque el Servicio de Inmigración danés es quien se encarga de los solicitantes de asilo en Dinamarca, subcontrata el trabajo a operadores de centros de asilo, ya sea la Cruz Roja Danesa o uno de tantos municipios rurales. A día de hoy, los municipios rurales administran más de la mitad de los centros.
Las comunidades rurales de Dinamarca, como las del Norte Global, se caracterizan por el envejecimiento y la reducción de la población, la disminución de las oportunidades laborales y el cierre tanto de negocios locales como de instituciones de carácter social como escuelas y residencias de ancianos. Existen por tanto buenos argumentos económicos para que dichos municipios acojan centros de asilo.
En primer lugar, el cierre de muchas instituciones de carácter social en las zonas rurales implica que hay edificios desocupados —a menudo de propiedad municipal y relativamente baratos de alquilar— que pueden ser reacondicionados rápidamente. En segundo lugar, los municipios rurales están especialmente interesados en los puestos de trabajo y en los beneficios económicos secundarios derivados de los centros de asilo, como la creación de demanda de otros servicios como los de reformas y mantenimiento, lo que significa más empleos para la población local en un contexto en el que incluso la creación de un reducido número de puestos de trabajo tiene un gran impacto. En tercer lugar, la matriculación de niños solicitantes de asilo en las escuelas locales puede evitar su cierre. Del mismo modo, los solicitantes de asilo de todas las edades pueden apoyar las actividades sociales participando, por ejemplo, en clubes de fútbol locales.
Por último, debido al relativo aislamiento de muchos centros de asilo rurales, los solicitantes de asilo a menudo no tienen más remedio que gastarse el dinero en la localidad en la que residen, lo que significa sobre todo comprar alimentos en las tiendas de comestibles locales. Cuando le pedimos a los gerentes de las tiendas de comestibles que calificaran la importancia de los centros de asilo para su negocio en general, solo uno de ellos consideraba que el centro no tenía ningún efecto positivo sobre su negocio; siete afirmaron que tenía algún efecto pequeño, ocho un efecto mediano y tres un efecto de peso. Tres de los gerentes nos dijeron que sus tiendas dependían del volumen de negocio procedente del centro de asilo para su supervivencia.
Puntos de reunión y protectores de la comunidad
Además de ser comerciantes, los dueños y gerentes de las tiendas a quienes entrevistamos se veían a sí mismos como protectores de sus comunidades. Uno de ellos dijo: “Decimos que somos una especie de alcaldes extraoficiales. Es importante que estemos presentes en los eventos de la ciudad y que apoyemos las iniciativas locales”. En parte como consecuencia del cierre de otros lugares de reunión social informales como las escuelas, las tiendas se fueron haciendo cada vez más importantes para la vida de la comunidad local, ya que ofrecían a los lugareños un espacio donde poder reunirse y hablar, pero también porque respaldaban a las asociaciones e instituciones locales en un circuito profundamente entretejido de intercambio económico y social. Se entendía que la amenaza de cierre de esas tiendas tendría unas consecuencias económicas reales para toda la comunidad.
En ese contexto, las tiendas de comestibles actuarían como guardianas de los centros de asilo. El gerente de una tienda de la isla de Langeland, por ejemplo, pidió a su personal que solo hablara positivamente del nuevo centro de asilo de la ciudad, ya que sentía que mientras no hubiese habido ninguna experiencia negativa con él, era importante apoyarlo como lo haría con cualquier otra institución nueva en la ciudad. Esto se debía en parte a su gratitud por la clientela que el centro de asilo había traído a su tienda, pero también era una forma de reforzar el espíritu colectivo en la ciudad y de demostrar que la comunidad podía hacer que las cosas funcionaran. Para él, eso también significaba trabajar con asociaciones locales de voluntarios (en especial, con el club de fútbol local, que él patrocinaba) para crear oportunidades para que los solicitantes de asilo participaran.
Otra gerente de otra tienda explicó que en seguida se encontró ayudando a los solicitantes de asilo a moverse por su tienda, por la comunidad local y, en algunos casos, incluso por el sistema de asilo, por lo que se había convertido en un punto de contacto para las interacciones entre el centro de asilo y la comunidad local.
Para los centros de asilo, el hecho de mantener buenas relaciones con las comunidades locales podría brindar oportunidades de cooperación con las instituciones locales y las asociaciones de voluntarios, lo que ampliaría las posibilidades de los solicitantes de asilo de integrarse socialmente y de combatir la sensación de aislamiento y de frustración que tiende a caracterizar su tiempo de espera[1].
La inserción económica y social
Mientras que los polarizados debates nacionales a menudo enmarcan a los solicitantes de asilo en la categoría de víctimas que necesitan ser salvadas o los tachan de amenazas al orden social, las comunidades locales tienden a ser más pragmáticas al ser testigos de la participación de los solicitantes de asilo en su día a día en calidad de consumidores, futbolistas o alumnos de la escuela, por ejemplo. Uno de nuestros encuestados en el entorno rural dijo: “Ahora que [el centro de asilo] está aquí, la pregunta es: ¿Cómo le sacamos el máximo partido?”
Sin embargo, las comunidades locales a veces se quejaban del relativo aislamiento de los centros de asilo de la vida de la comunidad local —a menudo entendido como que no participaban de las instituciones locales y como que su funcionamiento cotidiano se caracterizase por cierta opacidad—, así como de la percepción de que existe una falta de comunicación por parte de las autoridades y de los operadores de los centros. La consiguiente desaprobación podría exacerbar el aislamiento local de los centros de asilo y de las personas que viven en ellos, y ejercer presión política local sobre los municipios de acogida para que limiten su cooperación con el Servicio de Inmigración danés. En el mejor de los casos, esto supondría dejar de capitalizar las oportunidades disponibles a través de la cooperación local; en el peor, conllevaría el cierre del centro de asilo.
Es importante trabajar en la creación y expansión de las relaciones y la comunicación con las asociaciones e instituciones locales. Los gerentes y el personal de los centros de asilo pueden contribuir a este cambio comprando los suministros para el centro en los comercios locales, utilizando los centros municipales para sus eventos y contratando a los lugareños, de manera que la institución participe en la vida económica del lugar. Estas medidas, a su vez, crean diálogo y puntos de encuentro con las asociaciones locales, que pueden ofrecer oportunidades a los solicitantes de asilo y ayuda voluntaria al centro de asilo. Esto podría reflejarse en la creación de un espacio común de encuentro en vez de construir otro separado para el centro de asilo, o preguntar a las asociaciones locales si podrían donarles los muebles del centro que ya no necesiten en lugar de tirarlos a la basura.
Las comunidades locales resultan ser socios útiles para los centros de asilo, pero para eso hay que trabajar activamente para interconectarlos con la vida social y económica local, en vez de gestionarlos como instituciones aisladas y aislantes.
Zachary Whyte whyte@hum.ku.dk
Profesor adjunto
Birgitte Romme Larsen birgitte.romme@hum.ku.dk
Becaria postdoctoral
Centro de Estudios Avanzados de Migración (AMIS), Universidad de Copenhague
Mona Schaldemose ms@samf.ku.dk
Asistente de investigación.
Departamento de Antropología, Universidad de Copenhague
http://anthropology.ku.dk
[1] Whyte Z (2011) ‘Enter the myopticon: Uncertain surveillance in the Danish asylum system’ Anthropology Today 27(3), 18–21 https://doi.org/10.1111/j.1467-8322.2011.00808.x