Skip to content
Voz y poder en la intersección entre el arte, la tecnología y la promoción

¿Cómo puede tener una mejor acogida la autonomía de las personas refugiadas y desplazadas internas rohinyás como parte de las respuestas a su desplazamiento? ¿Cómo pueden las actividades de promoción en estos contextos ir más allá de que sus voces sean “amplificadas” por los intermediarios, y permitir en cambio que la propia población rohinyá dirija las narrativas y prioridades que forman la base de las intervenciones humanitarias y las soluciones duraderas? Como defensores que trabajan con las comunidades rohinyás en Bangladesh y Myanmar, estas son preguntas sobre las que reflexionamos a menudo.

El arte y la tecnología son herramientas para cambiar no solo a quién escuchamos, sino también cómo lo hacemos: cómo se filtran o no las voces; cómo se enmarca y restringe el diálogo; y cómo esto afecta a lo que los diferentes actores —incluidos los humanitarios— escuchan y, en última instancia, usan de base para actuar. Estos pueden ser elementos relativamente pequeños en el contexto de los cambios fundamentales necesarios para alcanzar un reparto más equitativo de los recursos y el poder. No obstante, vemos que el arte y la tecnología son canales prometedores y muy necesarios para movilizar plenamente el liderazgo compartido en la acción humanitaria.

La crisis de la población rohinyá se ha desarrollado a lo largo de décadas, con múltiples ciclos de violencia, persecución y desplazamiento. Los actores humanitarios han respondido tanto a la población rohinyá desplazada internamente y confinada en una serie de campamentos en el estado de Rakáin (Myanmar), como a la que se ha exiliado a los extensos campamentos de Cox’s Bazar (Bangladesh). Los esfuerzos de promoción han tendido a ser más prominentes en Cox’s Bazar donde, aunque siguen siendo limitados, los diálogos son más abiertos en comparación con los campamentos de Myanmar. Estos esfuerzos han sido importantes impulsores de enfoques de promoción más participativos, basados en las prioridades de las comunidades rohinyás.

Sin embargo, las personas refugiadas y las desplazadas internas rohinyás se enfrentan a verdaderos obstáculos a la hora de defender sus derechos y alzar su voz. Muchos siguen sufriendo profundos traumas y a veces no saben a quién confiar sus historias y cómo plantear sus preocupaciones de forma segura y sin repercusiones. Muchas de estas personas luchan por acceder a la educación y, al carecer de competencias lingüísticas en inglés, a menudo se ven privadas de oportunidades para relacionarse directamente con los medios de comunicación o con los órganos decisorios que impulsan la respuesta humanitaria.

Tecnología digital

Los líderes y activistas rohinyás de los campamentos de Cox’s Bazar han estado cada vez más a la vanguardia en el uso de las tecnologías digitales para contar directamente con órganos decisorios a nivel humanitario y político.

Como en muchos lugares, la pandemia de COVID-19 y las consiguientes restricciones de acceso para los actores internacionales aceleraron el cambio hacia un mayor liderazgo de las organizaciones locales y los miembros de la comunidad. La tecnología digital ha desempeñado un papel crucial en este cambio, pasando de la recopilación de datos a distancia y la supervisión por parte de personal rohinyá capacitado, a las campañas informativas de vanguardia sobre la COVID-19 y la respuesta dirigida por los miembros de la comunidad[1].

Los medios de comunicación sociales, en particular, se han convertido en un espacio en el que los activistas rohinyás interactúan sin que sus opiniones sean filtradas o coartadas. Los colectivos liderados por refugiados y los activistas rohinyás a título individual han hecho uso de estos medios para llamar la atención del público mundial sobre la crisis actual, que hace tiempo dejó de ser noticia en los medios convencionales. Múltiples cuentas de Twitter gestionadas por población refugiada rohinyá ofrecen percepciones a diario acerca del miedo, el aburrimiento y las privaciones de la vida de las personas refugiadas, así como de sus alegrías, sus aspiraciones y su deseo de regresar algún día a sus hogares y a su patria[2].

La población rohinyá que vive en los campamentos también han aprovechado estratégicamente Twitter para poner de manifiesto sus preocupaciones y debatir sus ideas con los órganos decisorios humanitarios. La Rohingya Camp Voice (antes RYA Media Team), por ejemplo, es una cuenta de Twitter gestionada desde los campamentos de Cox’s Bazar que documenta las zonas peligrosas a través de fotografías (pasarelas inundadas, laderas inestables, puentes dañados), etiquetando las cuentas de Twitter de varios actores de la respuesta humanitaria[3]. Este planteamiento puentea los mecanismos tradicionales de retroalimentación y denuncia. Durante las grandes inundaciones e incendios, la población refugiada de los campamentos pudo documentar la magnitud de la emergencia y dar la alarma rápidamente, a la vez que compartía recomendaciones para mejorar la respuesta, como el uso de altavoces para dar consejos en materia de incendios. Las agencias humanitarias etiquetadas responden con frecuencia a las entradas publicadas por Rohingya Voice diciendo que enviarán equipos para investigar las condiciones.

Los activistas rohinyás y los miembros de la comunidad también han liderado campañas coordinadas de promoción en los medios de comunicación sociales. Mediante el uso del hashtag #EducationForAll (Educación para todos) en plataformas como YouTube y Twitter, los activistas de los campamentos han puesto de manifiesto los efectos nocivos de las crecientes restricciones impuestas por las autoridades a las escuelas comunitarias de los campamentos de Cox’s Bazar. Los activistas también han utilizado el hashtag #GoingHome, para compartir el continuo deseo de muchos rohinyás de que se reconozcan sus derechos en Myanmar y de regresar a su tierra.

En varios puntos, esta promoción se ha extendido más allá de la respuesta humanitaria local. Por ejemplo, durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26), los fotógrafos refugiados de Cox’s Bazar compartieron imágenes de las inundaciones y las amenazas naturales que estaban sufriendo, etiquetando la cuenta de Twitter de la COP26 para exigir una acción más urgente a los líderes mundiales[4].

Los actores humanitarios, incluido el personal encargado de las labores de promoción, reconocen cada vez más el valor de estos espacios para fundamentar mejor su trabajo. Una reciente guía publicada por ACNUR, por ejemplo, analiza cómo los medios de comunicación sociales pueden utilizarse para supervisar los esfuerzos de protección y servir como mecanismo de retroalimentación[5]. Sin embargo, siguen existiendo cuestiones importantes sobre quién tiene acceso a los medios de comunicación sociales y a qué riesgos puede enfrentarse. Como demuestra la promoción de la violencia y el discurso del odio hacia la población rohinyá a través de Facebook en Myanmar, los propios medios sociales pueden utilizarse como herramienta de exclusión e incitación al odio. Del mismo modo, el acceso a estos medios suele estar condicionado por el género en los campamentos, lo que refleja la desigualdad de acceso a los recursos a la que se enfrentan muchas mujeres y niñas: a los teléfonos inteligentes, a las tabletas y al acceso a Internet, y también al suministro eléctrico para mantener los dispositivos cargados. Para aquellos que carecen de acceso a los medios de comunicación sociales, es importante valorar qué oportunidades alternativas podrían respaldarse para permitir el mismo grado de espacio en los esfuerzos de promoción y el trato directo con los órganos decisorios que los canales digitales pueden ofrecer.

Iniciativas artísticas

En los últimos años han surgido una serie de iniciativas artísticas, como Artolution, el Concurso de Fotografía Rohinyá y el Centro de la Memoria Cultural Rohinyá de la OIM, además de apasionantes iniciativas dirigidas por rohinyás, como la escuela de cine Omar’s Film School, el Art Garden Rohingya, y la revista Rohingyatographer Magazine[6]. Estos esfuerzos están contribuyendo a abrir más espacios en los que la población rohinyá puedan reflexionar sobre los traumas del pasado, participar de forma crítica en las cuestiones actuales y articular directamente sus aspiraciones, a la vez que ejercen su autonomía sobre las narrativas y la representación.

Estos esfuerzos centrados en el arte no siempre se consideran “iniciativas de promoción”, pero pueden tener influencia, sin embargo. La Rohingyatographer Magazine, por ejemplo, es una colaboración recientemente lanzada por 11 fotógrafos refugiados de Cox’s Bazar. La primera edición de la revista analizaba la identidad rohinyá a través de retratos de los residentes del campo, y se expuso en el Museo de la Guerra de Liberación de Daca con motivo del Día Mundial de los Refugiados 2022, lo que atrajo a muchos espectadores de alto nivel y la atención de los medios de comunicación[7]. Del mismo modo, la Campaña de Artes Rohinyá de Oxfam creó un espacio para que los artistas y activistas rohinyás compartieran sus perspectivas a través de la poesía, la pintura, la fotografía, el cine, la escritura creativa o cualquier otro medio artístico[8]. En las diferentes piezas creativas presentadas en línea se plantearon fuertes puntos para la promoción: la necesidad de procesos significativos de justicia y rendición de cuentas; la importancia del acceso a la educación para las adolescentes desplazadas; el continuo deseo de la población rohinyá de regresar a su tierra y los traumas sin abordar derivados de la violencia del pasado y del actual exilio. Mientras que algunos artistas presentaron piezas de escritura creativa en inglés, otros compartieron canciones populares tradicionales rohinyá o expresaron sus opiniones a través de las artes visuales, rompiendo las barreras lingüísticas para llegar a un público mundial. Muchos artistas utilizaron sus obras creativas no solo para analizar sus propios puntos de vista, sino también para defender a su comunidad en su conjunto, prestando especial atención a la forma en que pueden abordarse las barreras existentes para acceder a servicios como la educación, y respaldar la participación con más plenitud. Al compartir perspectivas inmediatas y sin filtros de la experiencia y los puntos de vista de las personas en los campamentos, estas iniciativas producen conocimientos que comprometen a los órganos decisorios de una manera en la que antes no era posible.

La fotografía y el fotoperiodismo, en especial, son ámbitos en los que la población rohinyá está asumiendo cada vez más un papel protagonista a la hora de enmarcar sus vidas y sus relatos. Al comienzo de la pandemia de COVID-19, en marzo de 2020, el Gobierno de Bangladesh redujo drásticamente los permisos de entrada a los campos de refugiados de Cox’s Bazar, incluso para los periodistas extranjeros. Los periodistas rohinyá dieron un paso adelante para llenar ese hueco proporcionando fotos de alta calidad que han sido publicadas por los medios de comunicación internacionales y las ONG[9]. Los fotoperiodistas rohinyás, que tradicionalmente no han sido acreditados, de repente se encontraban en el candelero. Además, los fotógrafos refugiados sentían que podían captar retratos más matizados de la comunidad refugiada, alejándose del fuerte enfoque en la catástrofe y la tragedia para adoptar perspectivas más complejas sobre la capacidad y la resiliencia de las personas refugiadas.

Conclusión

Las iniciativas basadas en el arte y las tecnologías digitales son herramientas que no están exentas de riesgos y limitaciones, pero muchas personas y organismos —entre los que nos encontramos— las han usado experimentalmente como canales de cambio en lo que respecta a qué voces y conocimientos se sitúan en el centro y, en última instancia, quién tiene acceso al poder y a la toma de decisiones. Ambas han demostrado ser valiosas para que los activistas rohinyá y los trabajadores humanitarios promuevan discursos alternativos y mantengan un diálogo más directo con los órganos decisorios. Esto ha impulsado nuestro trabajo colectivo de promoción, ha ampliado nuestras alianzas y fomentado importantes conexiones, incluida la colaboración en este artículo, que surgió gracias a nuestro encuentro en Twitter.

 

Sahat Zia Hero sahatc8e@gmail.com @SahatZia_Hero

Fotógrafo, periodista y trabajador humanitario

 

Alison Kent Alison.Kent@oxfam.org @alitkent

Asesora de Oxfam

 

Alexandra Kotowski AKotowski@Oxfam.org.uk @kotowsa

Asesora de Oxfam

 

Parmin Fatema maychitdrc2018@gmail.com @Chit_MMC05

Autora, poeta y estudiante

 

Este artículo ha sido redactado a título personal y no refleja necesariamente los puntos de vista, decisiones o políticas de las instituciones a las que los autores están afiliados.

 

[1] https://bit.ly/covid-Cox-Bazar

[2] Ver, por ejemplo: @SahatZia_Hero, @Rohingya_Camp, @MainulI39525825, @RoAnamulHasan1

[3] Ver @Rohingya_Camp

[4] https://bit.ly/jamal-photography-tweet

[5] ACNUR (2021) Using Social Media in Community-Based Protection: A Guide
https://bit.ly/UNHCR-social-media

[6] Ver Omar’s Film School, IOM’s Cultural Memory Centre, Rohingya Photography Competition, Art Garden Rohingya y Field Photography Collective.

[7] Ver www.rohingyatographer.org. La primera edición fue cubierta por publicaciones como Al Jazeera, NBC News y Lacuna Magazine.

[8] https://www.oxfam.org/en/rohingyaart

[9] Ver, por ejemplo, NRC https://bit.ly/NRC-eid-celebrations

; Al Jazeera https://bit.ly/Aljazeera-fatal-floods

; the Guardian https://bit.ly/Guardian-rebuild-camps

; y Reuters https://reut.rs/3zvdMm9

DONATESUBSCRIBE
This site is registered on wpml.org as a development site. Switch to a production site key to remove this banner.