Reflexiones sobre los enfoques y los obstáculos para la reconciliación

En una serie de charlas de trabajo, el Servicio Jesuita a Refugiados (SJR) señaló los obstáculos comunes para la reconciliación. Los avances para superar estos obstáculos empiezan con las personas a título individual.

Los conceptos de reconciliación y cohesión social están íntimamente relacionados: la reconciliación es un proceso de “recreación de relaciones correctas”, con uno mismo y con los demás[1]; y la cohesión social es el pegamento que mantiene unidas estas relaciones. Ambos comportan una compleja y a veces discordante serie de objetivos entre los que se encuentran la paz y la armonía, así como la justicia y la responsabilidad.

En 2018, el SJR adoptó la “Reconciliación” como uno de los pilares de su marco estratégico. Este marco conceptual refleja la visión de John Paul Lederach de la reconciliación como espacio para valores como la verdad, la misericordia, la justicia y la paz[2]. El énfasis en la no violencia sustenta este marco, así como los principios rectores que destacan la participación equitativa, la justicia reparadora y una humanidad universalmente compartida.

En muchas comunidades con las que trabajamos, que sufren una violencia extrema o que ofrecen refugio a personas desplazadas por ella, se discute acerca de si la reconciliación es factible. Aunque cada contexto es único, en los debates de los talleres del SJR han surgido obstáculos comunes para la reconciliación.

Obstáculos comunes para la reconciliación

Existe un obstáculo que aparece cuando se abusa de las diferencias de identidad y las asimetrías de poder, lo que provoca sentimientos de “superioridad frente a inferioridad” que causan marginación, discriminación y opresión. Esto da lugar a una violenta división entre colectivos, reforzada por narrativas que deshumanizan e incluso demonizan a los demás.

Otro obstáculo para la reconciliación es la frustración por el sentimiento de impotencia para detener la violencia y la injusticia. Cuando se reprimen brutalmente los medios legítimos y no violentos de protesta, es más probable que se utilice la violencia como último recurso, y se pase de la autodefensa a la venganza. En contextos en los que a menudo no hay ni espacio ni recursos para curar el dolor, las heridas abiertas pueden perpetuar los ciclos de violencia: “El dolor que no se transforma se transfiere”[3].

Para hacer frente a estos desafíos, el SJR se adapta a las realidades locales y establece expectativas manejables. Escuchamos diversas voces, con paciencia y sin imponer nuestras propias opiniones. Reconocemos las peticiones de justicia, aunque lamentablemente no tengamos capacidad para ayudar a que se cumplan. Ni siquiera mencionamos la palabra “reconciliación” si se considera que no va a ser de ayuda o si provoca escepticismo.

El SJR trata de superar los obstáculos con los individuos y las comunidades, empezando por el nivel personal. Este trayecto no es lineal, pero la confianza es el destino final. Cada paso, por modesto que sea, es un progreso. Comenzamos fomentando la autoconciencia crítica y a continuación cultivamos la tolerancia, siempre dispuestos a escuchar y respetar los puntos de vista opuestos y, con el tiempo, haciendo crecer la empatía.

La reconciliación en acción: la experiencia de los equipos del SJR

En Myanmar, las sesiones online organizadas por el SJR han alimentado la convicción de los participantes de que la transformación personal interior sigue siendo posible incluso en situaciones que no se pueden cambiar. La directora de país del SJR, Rosalyn, dijo: “Creo que la reconciliación puede darse a diferentes niveles. No podemos influir sobre las cosas que están fuera de nuestro control. Centrarme en determinadas cosas como el autocuidado, conocer y gestionar mis emociones y responder bien ante los incidentes me ayuda mucho en mi trabajo y a la hora de tratar con los demás”.

En un reflejo de sus contextos, nuestros equipos se ven comprensiblemente afectados por las tensiones comunitarias. En el norte de Etiopía, el coordinador de reconciliación del SJR, Million, aseguró que la política y la etnicidad habían afectado durante mucho tiempo a las dinámicas de equipo. “Solíamos organizar ejercicios para fomentar el trabajo en equipo y sesiones sobre la reconciliación, que estaban produciendo un cambio positivo”, recuerda Million. “Solíamos cocinar y comer juntos y ver medios de comunicación similares”. Sin embargo, esta creciente confianza cayó en picado cuando estalló la guerra en Tigré entre las fuerzas de seguridad etíopes y el Frente de Liberación Popular de Tigré (FLPT). “Los medios de comunicación de noticias y la propaganda, las políticas identitarias y la historia afectaron a las relaciones. El equipo se dividió en dos”, dijo Million.

A continuación, el equipo asistió a una reunión de tres días fuera de la zona de conflicto. “Creamos un espacio seguro y común con reglas básicas. Todos compartieron cómo les había afectado personalmente el conflicto”, continuó Million. “Nos dimos cuenta de que, aunque cada individuo y cada experiencia eran únicos, había muchas emociones comunes, sobre todo el miedo y la preocupación”.

Como otros muchos, Million tuvo que abandonar Tigré debido a su identidad: “Cuando intentamos salir, un gerente del FLPT que nos conocía por nuestro trabajo se arriesgó por ayudarnos. No podemos generalizar con las personas o con los colectivos. Hay gente buena en todas partes. Nuestra identidad, experiencias y percepciones crean nuestra realidad. Tenemos que priorizar el valor de nuestra humanidad compartida sobre nuestras diferencias”.

Claudine, coordinadora de reintegración del SJR en Burundi, antes trabajaba en el norte de Uganda con la población refugiada de Sudán del Sur y las comunidades locales. “Reunimos a un grupo de jóvenes de diferentes etnias de entre las comunidades de refugiados y de acogida. Sesión a sesión, observamos la creación de un equipo. Al principio, no se sentían cómodos los unos con los otros y tenían miedo, pero esto cambió con el tiempo y desarrollaron su preocupación por los demás. Cuando un joven resultó herido en un gran enfrentamiento entre la comunidad de acogida y la población refugiada, los miembros del grupo se mantuvieron informados”. Claudine asegura que ha visto “evolucionar la tolerancia hacia la aceptación, la desconfianza hacia la confianza”. Y continúa: “Tras el enfrentamiento, los jóvenes aseguraron que ya no se dejarán manipular por los relatos de sus mayores. Al escucharse mutuamente, pudieron cambiar sus perspectivas hacia los demás”.

Estas experiencias ilustran el progreso a lo largo de duraderos trayectos hacia la reconciliación. Rosalyn, de Myanmar, lo definió así: “Una vez rotas, las relaciones no se curan al 100 %. Es posible que haya que remodelarlas y renovarlas. Tenemos que saber reparar las rupturas para ser capaces de tolerar las diferencias de los demás sin tolerar la injusticia y los actos inhumanos, y responder sin violencia ni venganza”.

 

Danielle Vella danielle.vella@jrs.net

Directora, Programa Internacional para la Reconciliación

 

Diana Rueda diana.rueda@jrs.net

Responsable de Reconciliación

 

Servicio Jesuita a Refugiados

 

[1] Esta definición relacional encuentra su justificación y promoción en qué se entiende por reconciliación tanto a nivel religioso como secular. La iglesia Católica hace hincapié en las “relaciones correctas”, un concepto del que se hace eco la Compañía de Jesús (jesuitas) que habla de las relaciones con Dios, con uno mismo, con los demás y con el medio ambiente.

[2] Lederach JP (1999) The Journey Towards Reconciliation, Herald Press

[3] Rohr R (2016) A Spring Within Us: A Book of Daily Meditations, CAC Publishing

 

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