- May 2024
La tecnología puede ser un gran elemento facilitador en contextos humanitarios, pues amplía el acceso a la información y los servicios para las comunidades afectadas. Sin embargo, se deberían abordar las barreras asociadas al género para acceder a dispositivos con acceso a Internet como parte de la respuesta.
En un mundo en el que el 95 % de la población mundial vive «dentro del alcance de una red móvil de banda ancha» y la mayoría de las personas posee un teléfono inteligente, la tecnología desempeña un papel crucial en la respuesta humanitaria ante las crisis a gran escala. Gracias a Internet y a las redes móviles, los equipos de respuesta humanitaria pueden proporcionar a las poblaciones afectadas información y servicios vitales por medios virtuales. La reciente proliferación de productos y plataformas digitales relacionados con la ayuda humanitaria atestigua este hecho.
A medida que los programas de ayuda humanitaria aprovechan cada vez más las ventajas de la tecnología para ampliar su alcance e impacto, ciertos profesionales humanitarios pueden dar por sentado de manera equivocada que hay un acceso igualitario, universal y garantizado a los servicios virtuales. En su informe Mobile Gender Gap Report 2023, GSMA señala que «las mujeres de los países de ingresos bajos y medianos tienen un 19 % menos de probabilidades que los hombres de utilizar Internet».
La brecha de género digital en los contextos humanitarios
El Comité Internacional de Rescate (IRC, por sus siglas en inglés) llevó a cabo un estudio en 2017 y 2019 en Líbano y Uganda para comprender mejor la brecha digital de género en los entornos humanitarios. Los datos revelaron varios obstáculos importantes relacionados con los espacios digitales a los que las mujeres y las niñas han de hacer frente. Por ejemplo:
- Costes prohibitivos. El principal obstáculo identificado es el coste inasumible de los dispositivos y datos móviles.
- Exclusión de los espacios públicos. Las mujeres y las niñas suelen tener un acceso restringido a los espacios públicos ocupados mayoritariamente por hombres (por ejemplo, escuelas, lugares de trabajo, mercados u otros espacios públicos), lo que limita su exposición natural a la tecnología móvil o a Internet.
- Desconfianza técnica. Las limitaciones de acceso a dispositivos con conexión a Internet hace que las mujeres y las niñas puedan tener menos confianza técnica o interés por acceder a ellos.
- Rechazo social. Las actitudes negativas hacia el uso de teléfonos e Internet por parte de las mujeres y las niñas afectan a su capacidad para adquirir una alfabetización digital orgánica, segura y sin intervenciones. Las figuras masculinas en el hogar y en la comunidad suelen tardar poco en advertir de los peligros que corren las mujeres si emplean estos dispositivos (en su mayoría, peligros relacionados con la posibilidad de entablar relaciones románticas intolerables para sus familiares hombres).
Los obstáculos antes mencionados en los contextos humanitarios son similares a los identificados en los países de ingresos bajos y medianos. Asimismo, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) determinó que la asequibilidad, la disponibilidad, la capacidad y la idoneidad son los principales factores que impiden a las mujeres y a las niñas acceder a dispositivos con conexión a Internet.
De todos estos obstáculos, la desaprobación social es una experiencia exclusiva de mujeres y niñas que restringe su deseo, capacidad de acceso y confianza en las tecnologías de la información y la comunicación. La amenaza de sufrir acoso generalizado por parte de otros miembros de sus comunidades añaden una capa de miedo adicional.
La promoción de programas digitales inclusivos por medio del suministro de dispositivos y la formación
Los profesionales de la respuesta humanitaria son quienes deben desarrollar formas inclusivas que permitan a las mujeres y las niñas acceder de manera igualitaria a los programas y servicios digitales o mediados por la tecnología.
En 2020, el IRC, impulsado por una rápida transición hacia los servicios virtuales derivada de la necesidad generada por la pandemia de la COVID-19, desarrolló un plan de estudios de alfabetización centrado en el género y en la seguridad destinado a mujeres y niñas, llamado Safe Space to Learn. El IRC partía de la premisa de que implantar un programa de préstamo de dispositivos móviles y de acceso a Internet acompañado de una formación en competencias digitales conduciría a mejoras en la adopción igualitaria de la tecnología.
El plan de formación del programa Safe Space to Learn abarca varios módulos: 1) introducción a los espacios digitales; 2) cuentas y aplicaciones digitales; 3) búsqueda de información en Internet; 4) seguridad en Internet; 5) redes sociales, y 6) competencias digitales para el empleo y la educación. Para eliminar los obstáculos al acceso, se diseñó el plan de estudios para su impartición en los «espacios seguros» para las mujeres y las niñas, es decir, espacios físicos destinados en exclusiva a mujeres y chicas adolescentes donde adquirir conocimientos y competencias, acceder a servicios de respuesta a la violencia de género o a otros servicios disponibles, y fomentar oportunidades de apoyo mutuo y de acción colectiva en la comunidad. El préstamo de dispositivos móviles contrarrestó el problema de su poca asequibilidad.
El programa de alfabetización digital Safe Space to Learn en Yemen y lecciones aprendidas
La crisis humanitaria que atraviesa Yemen es una de las más graves del mundo; 21,6 millones de personas precisan de ayuda humanitaria. La alarmante situación del país, que afecta al 65 % de su población, es fruto de un conflicto que estalló hace nueve años y que ha desatado altos niveles de desempleo y pobreza, así como un acceso limitado a artículos de primera necesidad, como alimentos, agua y atención médica, lo que ha llevado a la mayoría de la población al borde de la hambruna.
El 75 % de los 4,5 millones de personas desplazadas son mujeres, niños y niñas. En este contexto, al igual que en muchas otras situaciones de desplazamiento forzado, el acceso a la información y a la comunicación a través de la redes sociales puede salvar vidas. Las funcionalidades de comunicación de los teléfonos móviles no solo favorecen la conectividad, sino que también «mejoran las oportunidades profesionales, educativas y de sustento», según GSMA. Esto es especialmente cierto en el caso de Yemen, donde ahora se puede acceder a nuevos servicios de información liderados por la comunidad, como Dalilak (que deriva de Signpost). Estos servicios empoderan a sus clientes en situaciones de crisis, al brindar información práctica para tomar decisiones fundamentales sobre las cuestiones más relevantes.
El espacio seguro para mujeres y niñas de Yemen, ubicado en el distrito de Khanfar, en la provincia de Abyan, fue el lugar elegido para implantar el plan de estudios de alfabetización digital debido al interés proactivo de las mujeres y las niñas que acceden a ese espacio. Khanfar, el distrito más grande de la provincia de Abyan, sufre conflictos esporádicos y acoge a una comunidad refugiada de tamaño notable; según el personal, del 20 % de la población. Si bien sus residentes disponen de acceso móvil a Internet, la velocidad suele ser mala y las interrupciones de la conexión son frecuentes. Cincuenta mujeres adultas de entornos tanto rurales como urbanos participaron en el programa, si bien la proporción de mujeres de zonas urbanas fue ligeramente mayor. Alrededor de la mitad de las participantes eran mujeres que cargaban con la responsabilidad de mantener a sus familias. Se impartieron sesiones de dos horas de duración dos veces por semana y las participantes recibieron un teléfono inteligente que podían usar en el centro durante la formación.
Las participantes dijeron haber cuadruplicado su conocimiento y sentir mayor confianza sobre cuestiones prácticas de la ciudadanía digital (la capacidad de utilizar Internet de forma eficaz, segura y respetuosa), como la navegación en línea, la gestión responsable de cuentas, la gestión de contraseñas y diversas estrategias para reforzar la seguridad en Internet. Las participantes veían el acceso a la información y a las oportunidades como una gran ventaja transformadora y citaron varias competencias recién adquiridas, como la redacción de currículos, el acceso a nuevas plataformas de empleo y la adquisición de nuevas competencias mediante programas de certificación.
También percibieron cambios notables en su confianza digital y en su participación en línea. El programa fomentó la creación de una comunidad de apoyo entre las participantes, lo que promovió la cooperación y el intercambio de conocimientos. Este espíritu de colaboración fue más allá del propio programa, como demuestran aquellas participantes que ayudaron a familiares y amistades a navegar por el mundo digital. Una de las participantes señaló:
«Yo ayudé a mi hermana. Le enseñé a descargarse aplicaciones, a crear una cuenta de Google y a navegar de forma segura en Internet. Me ha resultado muy gratificante ver cómo crecía su confianza en el uso seguro de la tecnología».
Otra de las participantes, madre de familia, superó sus reticencias iniciales sobre el uso del teléfono y su participación en el programa fue crucial para cambiar las opiniones culturales y religiosas de su esposo y su hijo sobre que mujeres y niñas utilizaran teléfonos móviles, lo que condujo a normalizar su uso en el seno de su familia. Esta transformación culminó con la decisión de comprar un teléfono inteligente para su hija y, junto a su hijo mayor, la mujer emprendió un negocio de venta de tarjetas de datos móviles.
Un resultado inesperado del programa fue que las participantes solicitaran formarse en reparación de teléfonos. Las mujeres participantes explicaron que, por lo general, si se les rompiera el dispositivo (por ejemplo, si se agrieta la pantalla o si se daña el puerto de carga), se verían obligadas a comprar uno nuevo (con frecuencia, a un coste prohibitivo) o pedir permiso para acudir a algún hombre del mercado en busca de ayuda, lo que implicaría dar a esta persona acceso total a su dispositivo. Esto generaba preocupación entre las participantes, que temían que pudieran utilizarse fotografías suyas sin nicab (almacenadas en sus teléfonos personales) como método de chantaje. Por tanto, pidieron aprender a reparar el dispositivo ellas solas, para tener mayor seguridad y, además, como oportunidad de medio de vida. El IRC ha estado explorando la posibilidad de colaborar con institutos técnicos locales, así como oportunidades para combinar la formación en alfabetización digital con una formación en emprendimiento.
Aunque el programa de alfabetización digital permitió reforzar las capacidades prácticas y técnicas de las participantes y empoderarlas, no estuvo exento de dificultades, como la conectividad inestable, los cortes de electricidad y el que las participantes no tuvieran dispositivos propios. El hecho de que un grupo de participantes no posea un dispositivo móvil personal puede dificultar la participación a largo plazo y el uso independiente de las competencias adquiridas tras la finalización del programa. Esto podría limitar su capacidad de acceder a recursos en línea, de mantenerse en contacto con la red del programa y de aprovechar al máximo lo aprendido. No obstante, en el espacio seguro se siguen ofreciendo dispositivos en préstamo.
A raíz de la experiencia cosechada con el proyecto en Yemen, podemos ofrecer varias recomendaciones para abordar la brecha de género digital en contextos de desplazamiento forzado:
1. Garantizar el acceso igualitario a las herramientas digitales
Las agencias humanitarias que implantan programas virtuales deberían tener en cuenta los obstáculos al acceso equitativo. Las mujeres, las niñas, las personas mayores y las poblaciones rurales tienen menos probabilidades de poder acceder a dispositivos con conexión a Internet y de confiar en sus competencias tecnológicas. Habría que analizar la manera puede abordar esta cuestión por medio de formaciones digitales con perspectiva de género. La seguridad en Internet debe ser un componente esencial de cualquier programa de formación. Además, los espacios exclusivos para mujeres han demostrado ser positivos.
2. Suministrar o prestar dispositivos
Prestar teléfonos inteligentes o disponer una sala de ordenadores permite que las organizaciones puedan llegar a un mayor número de participantes sin agotar sus recursos por medio de la donación de dispositivos. Esto permite a las organizaciones atender a más comunidades e incentiva a las personas participantes a involucrarse activamente en la formación. Se pueden plantear acuerdos para el uso responsable de los dispositivos con quienes participan en estas iniciativas, para que se conozcan las expectativas de uso. Habría que plantear mecanismos con perspectiva de género para facilitar el acceso a las tecnologías.
3. Incorporar mensajes sobre las normas sociales en la formación
El perfeccionamiento de las competencias digitales de las mujeres y las niñas es un paso importante hacia la igualdad digital. Sin embargo, las barreras sociales y culturales pueden persistir. Los programas podrían plantearse incluir mensajes específicos sobre las normas sociales relacionadas con el uso de la tecnología. Un ejemplo de este planteamiento es Tech4Families, una iniciativa de Equal Access International que se puso en marcha en 2019 para colmar la brecha digital de género en el norte de Nigeria mediante la formación en medios de comunicación de masas, la adquisición de competencias y el aprendizaje basado en la familia.
4. Vincular la alfabetización digital con las actividades psicosociales o los medios de subsistencia
La alfabetización digital puede ser el punto de partida de muchos otros servicios e intervenciones. Por ejemplo, las mujeres que participaron en el programa de alfabetización digital en Yemen solicitaron formación adicional sobre reparación de teléfonos móviles.
5. Explorar maneras de fomentar la inclusión de participantes con pocas o nulas competencias digitales
Por lo general, los programas de alfabetización digital parten de la premisa de que las personas usuarias tienen conocimientos básicos de lectoescritura y aritmética. En consecuencia, se excluye al segmento de la población que carece de estas competencias. Sin embargo, hay productos que podrían incorporarse a la formación en competencias digitales para superar estos obstáculos. Por ejemplo, la aplicación Action Blocks de Google hace que las acciones rutinarias sean más fáciles, al permitir personalizar los botones que aparecen en la pantalla de inicio. Los iconos en la pantalla pueden activar acciones programadas previamente.
Si se combina con un enfoque sensible al género y a la seguridad, las iniciativas de alfabetización digital podrían proteger la capacidad de las mujeres y las niñas de ejercer sus derechos humanos, ampliar su acceso a la información, aumentar su sentimiento de agencia y conducir a una toma de decisiones más informada. La alfabetización digital es un mecanismo que potencia la inclusión y contribuye de manera sustancial al avance de la sociedad hacia la igualdad de género al reducir la brecha digital, lo que permite que las mujeres y las niñas puedan participar de forma activa en esta era digital en la que vivimos.
Kristy Crabtree
Asesora principal de innovación digital, Comité Internacional de Rescate
kristy.crabtree@rescue.org X: @kristycrabtree
Rana Obadi
Responsable del Sistema de Gestión de la Información sobre Violencia de Género, Comité Internacional de Rescate
rana.obadi@rescue.org
[i] Crabtree, K. (2020). Where are the women? How to design information and communication technology to be inclusive of women and girls in humanitarian settings. En M. N. Islam (ed.), Information and communication technologies for humanitarian services, 7–24. Institution of Engineering and Technology [no disponible en línea].