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Trabajo infantil y asistencia escolar en Turquía

En Turquía, el concepto de “autosuficiencia” es una parte esencial y ampliamente aceptada del enfoque del país hacia la acogida de los refugiados sirios. Tanto los locales como los sirios creen que todos pueden construir una nueva vida a través del trabajo duro o mediante el establecimiento de empresas. Sin embargo, este enfoque de autosuficiencia es arriesgado porque trivializa la educación en comparación con el trabajo y fomenta una creencia entre los adultos y niños sirios de que la educación no mejorará su calidad de vida de inmediato y, por lo tanto, es menos importante que adquirir competencias para trabajar.

La cantidad de niños sirios trabajadores está considerablemente subestimada. Como los padres no pueden ganar dinero suficiente para cubrir los gastos diarios, buscan opciones para aumentar los ingresos familiares y una de ellas es enviar a los niños de la familia a trabajar. Esta situación compromete la escolaridad de los varones, ya que las comunidades siria y local tienen estructuras patriarcales y creen que los miembros masculinos de la familia deben ser el sostén familiar. Los empleados y la población local apoyan al trabajo infantil debido a la creencia generalizada de que los niños sirios, en el futuro, no serán desempleados si comienzan a trabajar y a adquirir competencias a una edad temprana. Sin embargo, es curioso que la población local no envíe a sus propios niños a trabajar por temor a la aplicación de la Ley Turca de Trabajo Infantil que prohíbe trabajar a niños menores de 13 años. ¿Cómo es posible, entonces, que se permita que trabajen los niños sirios?

Realidades y consecuencias

Visité 15 escuelas públicas, 25 centros de educación temporal y una escuela siria durante el trabajo de campo en la Región de Anatolia Central durante el año escolar 2015–-2016 y conocí a cientos de niños sirios menores de 13 años. Antes de comenzar mi trabajo de campo, reuní estadísticas sobre la cantidad de refugiados sirios que asisten a las escuelas públicas. De acuerdo con estas estadísticas oficiales, solo había unos pocos estudiantes sirios en cada escuela. Sin embargo, en realidad, las escuelas públicas tienen más estudiantes de lo que dicen los registros. Por ejemplo, según el registro, una de las escuelas que visité tenía 39 estudiantes sirios, cuando en realidad había 134. Sin embargo, al final del año escolar, este número había descendido a 95. Entre estos desertores, solamente tres estudiantes habían sido transferidos oficialmente a otra escuela; en relación con los demás, algunos comenzaron a trabajar en tiendas locales u otros lugares de trabajo para ayudar a sus familias, y otros se convirtieron en aprendices a tiempo parcial.

Un empleador local con dos empleados refugiados jóvenes resume las creencias de las comunidades local y siria:

“Tengo dos aprendices sirios. Uno tiene 11 años y el otro, 12. Me gustó Rahman, entonces le pregunté a los mayores de su familia si tenían otro niño tan trabajador como él. Entonces, tengo a este pequeño… Me esfuerzo para ayudarlos dándoles trabajo. No van a la escuela. Les enseño algunas competencias para ganarse la vida en el futuro. Suponga que van a la escuela: ¿cuántos años tienen que ir? Quizá 10 años. ¿Y luego qué? No tendrán trabajo. Estas personas deben saber cómo autoabastecerse.”

Las familias sirias toman decisiones estratégicas acerca de cuál de sus hijos debe ir a la escuela y cuál debe trabajar. Por ejemplo, Ahmad es un estudiante refugiado cuya familia ha elegido que vaya a la escuela –su familia necesita a un miembro que hable turco para ayudarla con asuntos como citas en el hospital y solicitudes de empleo– mientras que su hermano trabaja con su padre. Los padres sirios toman esas decisiones según las capacidades académicas de sus hijos y su género. En este caso, Ahmad va a la escuela porque muestra tener más aptitud para aprender turco que su hermano. Sin embargo, es probable que la abandone cuando sus competencias lingüísticas hayan alcanzado el nivel necesario para ayudar a su familia en el contexto social. Y el enfoque de las familias y de la comunidad local en la autosuficiencia modela las propias percepciones de los estudiantes refugiados acerca del valor de la escuela y la educación. Aunque algunos estudiantes refugiados me dijeron que piensan que la educación los ayuda a integrarse y les ofrece un mejor futuro, muchos de ellos no creen que la educación pueda mejorar sus vidas.

Políticas de educación para refugiados

Los maestros están fervorosamente en contra del trabajo infantil, pero no saben cómo abordar estos problemas. Son conscientes de las razones subyacentes, como la pobreza y la concepción local de la autosuficiencia y, por lo tanto, se muestran renuentes a criticar a los padres sirios. Un maestro analiza estos dilemas:

“Los niños no deben trabajar mientras estudian. Pero deben ayudar a su familia. … Aquí, muchos de ellos están contentos de aprender turco. Los padres también están contentos porque creen que sus hijos pueden encontrar mejores empleos o ayudarlos a obtener ayuda cuando necesitan traductores. Créame, a veces me siento culpable porque cuando enseñamos turco, estos niños encuentran empleo muy rápidamente.”

Los maestros y los administradores de las escuelas asocian el trabajo ilegal de los niños sirios con las deficiencias en la política de matriculación y asistencia escolar en Turquía. De acuerdo con la política, los estudiantes sirios sin tarjeta de protección temporal pueden matricularse en una escuela con la condición de que, al comenzar, soliciten la tarjeta de identidad. Sin embargo, sin una tarjeta, los datos personales del estudiante no están registrados oficialmente y las autoridades no saben si un estudiante se muda a otra escuela ni cuándo, o si la abandona por completo. Muchos maestros registran a mano los nombres de los niños sirios en el registro de clase. Además, las normas de asistencia estrictas habituales en Turquía no se aplican a los estudiantes sirios. Por ende, las escuelas tienen enormes dificultades para hacer un seguimiento de la asistencia de los niños sirios.

El director de una escuela primaria pública describe estos problemas:

“Sabemos que algunos niños, en particular varones, dejan la escuela para trabajar. Sus padres los ingresan como aprendices en algunos lugares de trabajo. Necesitan dinero, ya sabe. Intenté convencer a los padres de que enviaran a sus hijos a la escuela. Cuando les hablo, parecen convencidos porque temen a las autoridades, pero, al final, hacen lo que quieren. Hace poco, vi a uno de los estudiantes sirios que abandonó la escuela en una barbería. Pobre muchacho, tiene solo nueve años y está trabajando. Le pedí a su empleador que lo enviara al menos a uno de los turnos de la escuela. Primero dijo que “para él la escuela es innecesaria, necesita competencias”. Después de hablar un rato, estuvo de acuerdo en mandar al niño al turno tarde. Si pudiéramos realizar un seguimiento de estos estudiantes [a través del sistema de tarjetas de identidad], sus padres no tendrían otra opción más que enviar a sus hijos a la escuela.”

Las autoridades educativas turcas están trabajando arduamente para reducir las tasas de abandono escolar ofreciendo formación profesional alternativa, pero este enfoque en realidad sirve para legitimar aún más el debate en curso sobre la mayor importancia de las competencias laborales. Y a pesar de la aplicación ocasional de la Ley de Trabajo Infantil, parece que los problemas continuarán mientras las personas influyentes de la sociedad local apoyen el trabajo infantil en favor de la causa de la autosuficiencia.

Ozlem Erden ozlemerden@ymail.com

Anteriormente investigadora, Centro de Educación Internacional, Desarrollo e Investigación, Universidad de Indiana; actualmente Asistente Ejecutiva Principal, Comisión Fulbright de Turquía, Ankara https://fulbright.org.tr  

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