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La asistencia a los jóvenes no acompañados en su proceso de integración

 

Estados Unidos ha aceptado durante más de 30 años el reasentamiento dentro de sus fronteras de los menores y jóvenes no acompañados que ACNUR le remitía. Sin embargo, a veces tenían que esperar durante años en campos o entornos urbanos antes de que se les identificara para ser reasentados; una media de tres años en el caso de los menores reasentados en los Estados Unidos. Con una media de edad de 15 años en el momento de su llegada, los jóvenes refugiados suelen luchar por integrarse en la cultura de su nuevo contexto a la vez que intentan mantener su identidad cultural. Asistirles en el momento de su integración exige un enfoque global, a menudo a largo plazo, que implique a familias, comunidades y servicios de programas de apoyo.

Un sentimiento de comunidad

Dado que la mayoría de los jóvenes no acompañados llegan a su país de reasentamiento durante su adolescencia, normalmente se encuentran en una fase de su desarrollo en la que la amistad con sus semejantes y el apoyo resultan especialmente significativos. Tras experimentar la pérdida de su comunidad de origen, las oportunidades de conectar con gente de su misma cultura son importantes. Uno de los modos de conseguir que se produzca dicha conexión es a través de una relación cuidadosamente coordinada y seguida por un mentor como puede ser un adulto, que le ayude en su nueva comunidad. Una conexión positiva con al menos un adulto puede constituir una pieza clave en la transición exitosa a la edad adulta. Los ‘especialistas culturales’ – gente que migró hace años y que se ha integrado con éxito – también pueden servir de puente hacia la nueva cultura a la vez que reafirman la cultura de origen. Además, los programas a pequeña escala con ratios bajas de personal y clientes permiten a la juventud crear sólidas relaciones profesionales y terapéuticas con los adultos.

Los jóvenes interactúan en sus nuevas comunidades y crean nuevas relaciones con gente de su edad y con adultos a través de encuentros asistidos con sus comunidades étnicas de origen residentes en los Estados Unidos, en ocasiones a través de contactos religiosos o de celebraciones culturales. Al mismo tiempo, los jóvenes reasentados se convierten en participantes activos en la nueva cultura dominante y la comunidad mayoritaria mediante la interacción en la escuela, las actividades extraescolares y las de voluntariado. El personal ayuda a las escuelas a prepararse para recibir a los jóvenes que vienen de otros países cuya escolarización se ha visto interrumpida, proporcionando orientación cultural a profesores y administrativos con el fin de facilitar una comprensión intercultural y un entorno escolar más acogedor. Orientar a la juventud sobre unos métodos de enseñanza que con frecuencia son diferentes a los de su país de origen – en el que el sistema educativo y la relación con los educadores suele ser más formal – también puede ayudar a los jóvenes a sentirse bien recibidos. Gracias a una implicación cada vez mayor en sus comunidades, sobre todo a través de actividades escolares, los jóvenes refugiados llegan a sentirse suficientemente seguros como para compartir y enseñar a otros su cultura de origen.

Un sentimiento de familia

El modelo de familia adoptiva a largo plazo (en contraposición a los acuerdos de cuidados temporales) ofrece estabilidad y promueve el sentimiento de pertenencia, seguridad y permanencia. Promover la adopción entre las comunidades étnicas existentes en los Estados Unidos, los ex trabajadores humanitarios o las familias de acogida biculturales resulta crucial para la juventud refugiada. Las familias adoptivas son los primeros actores de respuesta en ayudar durante el proceso de recuperación de la juventud refugiada que sufre la pérdida de su familia y su hogar.

Adaptarse a unos cuidados adoptivos formales puede constituir un reto para aquellos jóvenes que están acostumbrados al alto grado de independencia previo al reasentamiento. Puede que les cueste acostumbrarse a tener nuevos sustitutos de sus padres y a nuevas expectativas como el tener que comunicarle a sus padres adoptivos dónde están o el tener que respetar los toques de queda. Los jóvenes refugiados y sus padres adoptivos navegan juntos a través de esta adaptación con el apoyo del personal del programa de reasentamiento, en especial si los padres no tienen las mismas raíces culturales que ellos. El personal de reasentamiento debe tener pericia no sólo en el desarrollo de la juventud en general sino también en la adaptación cultural y los traumas de los refugiados.

Apoyo psicosocial

Los jóvenes refugiados no acompañados tienden a sufrir mayores síntomas de trastorno por estrés postraumático (TEPT) que otros jóvenes refugiados. El estudio completado con jóvenes sudaneses indica que los jóvenes reasentados buscan ayuda médica para síntomas físicos que a menudo indican la existencia de aflicciones psicológicas, lo que resalta la importancia de tratar de forma proactiva los factores psicológicos subyacentes mediante servicios de salud mental que se centren en los traumas y que sean culturalmente sensibles. Cuando se aumenta la interacción social y se desarrolla un sentimiento de comunidad y de hogar entre los jóvenes refugiados no acompañados, se está ayudando al mismo tiempo a combatir un sentimiento de aislamiento que podría exacerbar los síntomas del TEPT. Las sesiones de grupo entre pares asistidas por profesionales de la salud mental centradas en terapia cognitiva pero adaptadas al contexto de los jóvenes refugiados que están aprendiendo a vivir en una nueva sociedad pueden resultar, en ocasiones, más exitosas que si se sigue el modelo occidental de terapia individual.

Conseguir la independencia

Los jóvenes refugiados no acompañados llegan con habilidades para sobrevivir y en muchos aspectos están perfectamente preparados para funcionar por sí mismos al haber tenido que aprender a ser independientes por encontrarse solos. De hecho, habría que ver si hay una relación entre la capacidad de desenvolverse tanto en los campos de refugiados como en los entornos urbanos y el éxito que han tenido algunos jóvenes refugiados a la hora de moverse por el sistema de identificación y referencia para el reasentamiento.

Sin embargo, para vivir de manera independiente en un país de reasentamiento se necesitan conocimientos y destrezas específicas. Entre ellas se incluyen el asesoramiento educativo o profesional, habilidades profesionales, saber gestionar un presupuesto y una banca personal, capacidad para desplazarse a través de los medios de transporte públicos, cocinar y realizar tareas domésticas y saber garantizar su seguridad personal.

No disponemos de estadísticas sobre los resultados en el caso de los jóvenes refugiados no acompañados que están en programas de reasentamiento en los Estados Unidos, pero la información puntual indica el éxito de muchos niños. Gran parte de la experiencia práctica de los programas de integración a largo plazo diseñados en el marco de los reasentamientos de refugiados puede adaptarse también a los países de destino con los jóvenes no acompañados que solicitan asilo. Los programas de integración a largo plazo, que originalmente se diseñaron para menores refugiados no acompañados, sirven ahora a nivel internacional para los supervivientes de la trata de personas, para los niños que solicitan asilo y también para las víctimas de catástrofes.

Nathalie Lummert (nlummert@usccb.org) es directora adjunta del departamento de Servicios para Menores de la Oficina de Servicios de Migración y Refugiados (MRS) de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB). www.usccb.org/about/migration-and-refugee-services

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