Los jóvenes sudaneses, tanto cristianos como musulmanes, llegaron a Finlandia bajo el sistema de cupo del Gobierno entre 2001 y 2004, algunos con sus familias u otros parientes y otros, solos.
Aunque algunos de estos jóvenes no habían llegado a vivir en Sudán, en las etapas tempranas del reasentamiento muchos se consideraban sudaneses y tenían un fuerte sentido de identidad nacional. Algunos habían vivido en Jartum pero muchos jóvenes lo habían hecho fuera de Sudán –en Egipto, por ejemplo– durante gran parte de sus vidas. Solo unos pocos poseían la experiencia personal de haber vivido en Sudán del Sur y haberse visto envueltos en la guerra civil, y al menos uno había sido niño esclavo en Sudán. Incluso para aquellos jóvenes sudaneses que no habían experimentado la guerra civil en persona, el conflicto formaba parte de sus vidas a través de las experiencias de sus padres, parientes y amigos. Los que habían vivido en un campo de desplazados internos en Jartum habían visto o experimentado la pobreza, la malnutrición o los malos tratos por parte de los oficiales.
Además, los adultos traumatizados y alienados habían creado un entorno vital en el que el alcohol y los problemas mentales se encontraban directa o indirectamente presentes en la vida de algunos jóvenes. El conflicto en Sudán, el racismo y las difíciles circunstancias de vida en diferentes países habían dejado cicatrices y recelo en las mentes de la gente joven. Para los que habían vivido en Sudán, las imágenes positivas de este país incluían a amigos, parientes y el entorno en que vivían.
Muchos adultos sudaneses y algunos jóvenes de más de 15 años habían participado en un curso de orientación cultural impartido por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) antes de ir a Finlandia. El curso no estaba diseñado específicamente para jóvenes sudaneses pero también les ofrecía a ellos, así como a sus padres y parientes una oportunidad de debatir cuestiones relacionadas con la juventud en Finlandia. Estas cuestiones incluían, por ejemplo, salir con personas del sexo opuesto, jóvenes que viven solos y diferencias culturales entre Sudán y Finlandia en las relaciones entre adultos y niños.
Algunos temas que asombraban y preocupaban a los jóvenes sudaneses antes de viajar a Finlandia eran, entre otros, el frío, la nieve, y que el sol no saliera o se pusiera durante algunos períodos del año. También se preguntaban cómo iban a arreglárselas en la escuela al no saber hablar el idioma finés, y si los finlandeses –que tienen fama de ser silenciosos– les echarían de sus casas ya que, en sus propias palabras “los sudaneses son muy escandalosos”. Una chica explicó que tras llegar a una pequeña localidad rural rodeada de bosque, se había pasado las dos primeras noches sin dormir porque tenía miedo de que los osos irrumpieran en la casa.
En la escuela finlandesa
Pese a que muchos padres tenían escasos conocimientos sobre Finlandia cuando les ofrecieron el reasentamiento, aceptaron este emplazamiento en pos de un futuro mejor para sus hijos. Muchos padres consideraban que para los jóvenes sudaneses era un deber contribuir con la sociedad finlandesa consiguiendo una buena educación y un trabajo en este país. Los adultos sentían una gran consideración hacia doctores, abogados e ingenieros pero su ambición de que sus hijos llegasen a estar igual de cualificados académicamente resultaron ser poco realistas en muchos casos. Finlandia dispone de uno de los mayores niveles educativos del mundo y el aprendizaje comienza a una edad muy temprana. Muchos niños sudaneses en Finlandia iban bien en el jardín de infancia y en la escuela primaria y algunos jóvenes que tenían un bajo nivel educativo, cuando llegaron a Finlandia, eran capaces de llevar bien la escuela finlandesa. Sin embargo, para muchos jóvenes en edad de cursar educación secundaria que no habían estado escolarizados antes o que habían estudiado durante pocos años, la educación superior se volvía inaccesible. Y la realidad es que conseguir una plaza en una escuela resultaba problemático para aquellos jóvenes que habían superado la edad en que se termina la escolarización obligatoria en Finlandia (el año en que una persona cumple 17 años) pese a que habían estudiado durante poco tiempo o no lo habían hecho en absoluto.
Muchos niños y jóvenes sudaneses empezaron la escuela en Finlandia con clases preparatorias a las que asistieron entre medio año y un año, concentrándose en la lengua finlandesa y en habilidades escolares básicas. Siempre que fue posible, se integraron en las clases con los niños finlandeses en materias como educación física y arte. Más tarde, el objetivo era integrar a los niños inmigrantes en clases normales de todas las materias. También se impartían clases especiales en algunas escuelas para los niños que no podían ser integrados en las clases preparatorias o normales debido a que no sabían leer ni escribir.
Además, la falta de conciencia sobre cómo estudiar y la importancia de los deberes y del trabajo duro les provocaban problemas en la escuela. Para muchos, materias de aprendizaje como las dimensiones, los volúmenes y la hora resultaban difíciles en finlandés cuando no se les había enseñado primero en su propia lengua. Los niños finlandeses están familiarizados con los rompecabezas y pueden resolverlos desde una edad muy temprana, pero puede resultar imposible para una persona joven que nunca ha hecho uno durante su infancia. Se dieron casos de algunos jóvenes sudaneses que veían disminuida su autoestima cuando se percataban de que niños finlandeses más pequeños les superaban en cuanto a destrezas y conocimientos. Pronto esto hacía que disminuyera su interés por los estudios, provocaba abandono escolar y creaba un cúmulo de problemas en clase para algunos de ellos.
Los jardines de infancia y escuelas finlandesas no estaban acostumbradas a trabajar con jóvenes sudaneses aunque tenían algo de experiencia en el trabajo con niños analfabetos o con una educación deficiente procedentes de otros lugares. La mayoría de los profesores, trabajadores sociales y funcionarios no poseían conocimientos –o eran muy escasos– sobre Sudán, el modo de vida de sus gentes y sobre las experiencias que los refugiados sudaneses habían vivido como consecuencia de su exilio.
Cultura y moda
Los jóvenes finlandeses se preocupan mucho por su apariencia. Para ser aceptados, algunos jóvenes sudaneses habían empezado a seguir la moda de los pantalones de estilo "hip-hop" y las camisetas que dejaban ver la barriga. Eso no gustó a las familias, quienes querían que sus hijos vistieran atuendos más tradicionales.
El lenguaje de los jóvenes finlandeses causó problemas en la escuela. Hasta que los jóvenes sudaneses entendieron que las palabrotas y los insultos eran un modo de comunicarse entre la juventud autóctona, hubo muchos sentimientos heridos y conflictos entre ellos. Los jóvenes sudaneses también se preguntaban por qué algunos finlandeses no les saludaban por la calle, algo a lo que estaban acostumbrados en sus propias comunidades. Aquellos sudaneses que se habían hecho amigos de finlandeses pasaban su tiempo libre con ellos, por ejemplo, en actividades de la iglesia. Los jóvenes sudaneses a menudo describían a sus amigos finlandeses como más amables que sus amigos de otros países en los que se habían encontrado desplazados previamente, aunque muy callados.
A veces las experiencias traumáticas del conflicto y el desplazamiento que habían sufrido los adultos y sus propias dificultades para asentarse en la sociedad finlandesa se reflejaban en la gente joven, que a menudo entendía la lengua y las normas de las sociedad finlandesa antes que los adultos. Al igual que los jóvenes finlandeses, algunos sudaneses engañaban a sus padres acerca de adónde iban por las tardes. Al principio los padres no sabían que las bibliotecas no abren por las noches, por lo que eran una buena excusa cuando un adolescente quería salir de fiesta. Las chicas seguían las normas de comportamiento sudanés en mayor medida que los chicos y las familias restringían más sus movimientos. Las diferencias generacionales y culturales se presentaban por sí solas en algunos casos, como cuando algún joven cumplía 18 años y quería mudarse del domicilio familiar aunque su familia se opusiera.
Perspectivas de futuro
Para los inmigrantes puede ser muy difícil encontrar un empleo en Finlandia. Para los jóvenes adultos que prácticamente carecen de capacidades, formación escolar o destrezas lingüísticas en finés, resultaba muy extraño encontrar cualquier tipo de empleo excepto en trabajos en prácticas de corta duración. Tras la enseñanza obligatoria o en la etapa en que los jóvenes adultos habían superado la edad para cursarla, durante sus primeros años en Finlandia, algunos jóvenes sudaneses solicitaban formación profesional. Algunos habían superado las pruebas de acceso y recibido una plaza de formación. Por desgracia, no todos conseguían una vacante y, por tanto, en los primeros años existía un alto riesgo de exclusión social.
Unos pocos jóvenes querían ser médicos, maestros e ingenieros siguiendo los deseos de sus padres. Otros reconocían que sus destrezas no serían suficientes para conseguir una carrera académica y preferían tener una profesión que no exigiese mucho estudio. Pero la gente joven a menudo se sorprendía al enterarse de que necesitaban algún grado de formación académica o certificado para acceder a cualquier empleo. Antes de llegar a Finlandia, algunos chicos pensaban que podrían desarrollar el mismo tipo de trabajo que en Egipto sin haber ido a la escuela, como cambiar neumáticos a los coches.
Los padres y familias de los jóvenes sudaneses esperaban que la generación más joven aprendiera finés y algún día consiguiera la nacionalidad finlandesa. Incluso después de que Sudán del Sur se independizara, a muchos padres sureños les parecía difícil la idea de un retorno permanente a esta tierra, puesto que no existían garantías de una buena escolarización ni de cuidados sanitarios para sus familias. Sin embargo, las familias esperaban que sus miembros más jóvenes visitaran Sudán o Sudán del Sur para aprender sobre sus raíces, hablar su lengua materna y conocer a sus parientes. Algunos jóvenes manifestaron su interés en volver a Egipto y a Sudán aunque sólo fuera a visitarlos.
Aunque se consideraba que el futuro de la gente joven sería mejor en Finlandia y las familias deseaban que sus hijos construyeran sus vidas en este país, también tenían la esperanza de que éstos eligieran una pareja sudanesa antes que una finlandesa. Los adultos sudaneses consideraban que era importante transmitir las tradiciones sudanesas de generación en generación. Del mismo modo que esperaban que cuidaran de ellos cuando alcanzasen la vejez, los padres también confiaban en que los jóvenes sudaneses ayudarían a los parientes que se encontraban en Sudán.
Aun cuando la adaptación a Finlandia había resultado en ocasiones difícil para estos jóvenes, los profesores y las autoridades finlandesas solían describirlos como alegres y llenos de vida, con sentido del humor y valiosos para su trabajo y para la sociedad finlandesa. Los primeros meses y años en Finlandia supusieron un reto para los jóvenes sudaneses pero también una oportunidad de cambiar su futuro.
Recomendaciones
- Una parte del curso de orientación cultural previo al reasentamiento podría hacerse a medida para abordar cuestiones específicas que afecten a la gente joven y a los niños menores de 15 años, ya sea por parte de la OIM o del país de acogida, y con el apoyo de los refugiados adultos.
- Para suavizar el proceso de reasentamiento de los jóvenes refugiados y para promover una mejor aceptación de los refugiados por parte de la población local, se podrían diseñar cuidadosamente charlas o talleres para los empleados de todos los municipios o ciudades de acogida sobre las migraciones forzadas y, en especial, sobre el modo de vida y la cultura del grupo refugiado concreto. Esto es especialmente importante cuando los refugiados provienen de un lugar o cultura que les resulta desconocida.
- Cuando la comunidad de reasentamiento es pequeña, a los autóctonos se les debería informar, por ejemplo, de aspectos culturales y experiencias de las migraciones forzadas relativas al colectivo refugiado que va a vivir allí antes de su llegada.
Saija Niem (saija.niemi@helsinki.fi) es investigadora de doctorado en la Universidad de Helsinki, Finlandia.
Este artículo está basado en las historias de jóvenes sudaneses que, en el momento en que se realizaron las entrevistas, llevaban entre unos pocos meses y pocos años viviendo en Finlandia; en entrevistas con sus padres y parientes, y en entrevistas con profesores, trabajadores sociales y funcionarios que trabajaban con niños y jóvenes sudaneses.