Prefacio

 

Hileras de chozas que se extienden a lo largo de un terreno seco y polvoriento. Tiendas-almacén que contienen alimentos, mantas, materiales de refugio y herramientas. Un mercadillo improvisado en el que se venden artículos de primera necesidad como pilas, cubos, jabón o ropa de segunda mano. Y bombas de agua manuales rodeadas de una multitud (la mayoría mujeres) a la espera de poder recoger agua para sus familias.

Los actuales campos de refugiados no parecen ser muy diferentes de los que había hace treinta o cuarenta años, a primera vista al menos. La modernización parece haberles ignorado. Pero si observamos con mayor detenimiento, parece que las cosas están cambiando.

Ahora las personas refugiadas y desplazadas internamente de los países más pobres tienen acceso a un teléfono móvil y pueden ver la televisión por satélite. Han surgido cibercafés en algunos asentamientos. Los equipos han sido adquiridos por algunos refugiados emprendedores o donados por organismos de carácter humanitario como ACNUR. E incluso los mismos organismos de ayuda utilizan cada vez más las nuevas tecnologías: Sistemas de Información Geográfica, Skype, bases de datos biométricas y Google Earth, por poner algunos ejemplos.

La importancia de la tecnología es aún mayor en los entornos urbanos, donde se encuentra una proporción cada vez mayor de los migrantes forzados de todo el mundo. En algunas ciudades ACNUR se comunica con sus clientes a través de mensajes de texto y les proporciona ayuda financiera mediante tarjetas para el cajero automático. Las personas refugiadas pueden llamar a teléfonos de emergencia para denunciar incidentes relativos a su seguridad en cuanto tienen lugar o utilizar un espacio de reclamaciones online si no están satisfechos con los servicios ofrecidos por ACNUR.

Estos ejemplos muestran cómo el uso de la tecnología se está volviendo cada vez más importante para las personas refugiadas y las agencias que los apoyan. Por eso estoy encantado de que Revista Migraciones Forzadas haya decidido dedicar este número a un tema tan importante. Las nuevas tecnologías están cambiando nuestro entorno de trabajo, provocando riesgos que no deberíamos ignorar a la vez que aportan oportunidades tanto para las personas desplazadas como para quienes trabajamos en su nombre y representación.

T. Alexander Aleinikoff es el Sub-Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Pueden contactar con él en HQPD00@unhcr.org

 

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