Un punto de vista desde la diáspora afgana

Aunque he pasado la mayor parte de mi vida en Canadá, Afganistán es el lugar de origen de mi familia y tanto yo como otros canadienses estamos comprometidos con su reconstrucción.

Durante la Invasión soviética de Afganistán que tuvo lugar desde 1979 hasta 1989 más de cinco millones de afganos se exiliaron al extranjero, entre ellos mi familia directa. Mis padres se asentaron en Canadá en 1989 pero, como muchas otras, nuestra familia regresa con tanta asiduidad como le resulta posible para mantener los lazos con nuestra comunidad y con los familiares que se encuentran en Afganistán.

Nos alegramos de nuestra condición de ciudadanos canadienses y de las oportunidades y libertades que nos concede, pero deseamos que nuestra tierra vuelva a tener paz para que finalmente podamos repatriarnos y seguir viviendo nuestros sueños interrumpidos. Aunque la inestabilidad actual de la situación hace que nos resulte imposible repatriarnos, existen medidas más pequeñas de las que muchos miembros de la diáspora participamos, medidas que muestran un compromiso colectivo de cara al mantenimiento, la restauración, la seguridad y la prosperidad de Afganistán. Para nosotros, con nuestros recuerdos y nuestras lealtades, la de Afganistán no es una sociedad desolada y destrozada por la guerra sino más bien una que ha sido ignorada y que necesita una reparación.

Nuestra familia por ejemplo realiza viajes anuales ‒a menudo durante meses‒ a Afganistán. Para mi padre, Mir Ahmad Akseer Shinwari , un doctor especializado en enfermedades contagiosas que solía trabajar en los campos de refugiados en Pakistán, su objetivo siempre ha sido la salud y el bienestar de todos los que viven en nuestro pueblo ancestral y en los alrededores, por lo que les ofrece consultas médicas gratuitas desde una pequeña clínica que construyó hace años. Mi madre Ambara también desempeña un papel importante al permitir a las mujeres del ámbito rural acceder a cuidados médicos. Para ello, acompaña a mi padre a las visitas a domicilio o se sienta a su lado en la clínica de forma que ofrece una presencia femenina que aporta confianza a las mujeres conservadoras que se sienten incómodas en un contexto de proximidad tan íntima con un hombre que no es de su familia. Los cuidados de salud que ofrece esta clínica son muy básicos pero para los habitantes de la zona resultan muy importantes y para algunos supone la primera vez que han podido ser vistos por un médico. La pasión con la que estos dos expatriados gestionan la clínica es un recordatorio constante de los deseos y esperanzas que muchos afganos que se encuentran en el extranjero albergan para Afganistán.

Muchos afganos que he conocido en Occidente manifiestan su deseo de regresar a su lugar de origen, pero sólo cuando tengan algo para “devolver” o con lo que puedan “contribuir”. El envío de remesas de dinero junto con la repatriación con el fin de contribuir al desarrollo de las capacidades y a la defensa internacional del país son algunos de los medios más evidentes con que los afganos que se encuentran en Occidente “devuelven” algo a su lugar de origen. Resulta complicado realizar una evaluación certera de las remesas debido a la naturaleza informal de los sistemas para llevarlas a cabo pero el Banco Mundial estima que los envíos de remesas de dinero desde el extranjero proporcionan apoyo al 15% de los hogares rurales afganos, ya que cubren aproximadamente el 20% del gasto diario de una familia. Un informe llevado a cabo por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola en 2007 estimaba que las remesas a Afganistán suponían el 29,6% del PIB de este país[i].

Los sueños contra la realidad

Mis hermanos y yo llevábamos casi toda la vida en Canadá y sabíamos poco acerca del país del que habíamos huido hacía décadas. Por tanto, es cierto que habíamos idealizado el concepto de “devolver” a la hora de contribuir con un proyecto especial durante nuestras vacaciones afganas. La primera vez que visité Afganistán fue en 2003. Mis hermanos y yo nos llevamos artículos de uso escolar para contribuir a la educación de las niñas afganas. Sin embargo, poco después de llegar al pueblo nos quedó claro que muchos de los problemas que impedían que las niñas accedieran a la educación eran de carácter logístico: carreteras inseguras para ir a la escuela, minas terrestres escondidas, aulas carentes de seguridad, sin muros o vallas (lo que impedía a las mujeres llevar a cabo la práctica del purdah, es decir, ocultarse de los hombres ajenos a sus familias), e incluso vándalos locales. Aunque una cultura profundamente conservadora disuadía a algunas de asistir a la escuela, muchas contaban con el apoyo de sus padres y podrían hacerlo si se paliaran los riesgos antes mencionados. La falta de purdah se solucionó en un principio erigiendo una valla de acero alrededor de una de las escuelas locales y más tarde, con el consentimiento de nuestros padres, donamos algunos terrenos heredados para que se construyera una nueva escuela para niñas. Aunque nuestros artículos de papelería y nuestros ordenadores portátiles de segunda mano constituían una idea funcional, desde un punto de vista realista, los problemas tienen que ver más con las infraestructuras y la seguridad.

En retrospectiva, este primer viaje fue una experiencia interesante. Como miembros de la diáspora afgana habíamos asumido que teníamos todas las respuestas. Asumimos la postura del “desinformado” (aunque bienintencionado) forastero deseoso de ofrecer oportunidades y apoyo moral. Es importante que los afganos de la diáspora –y los no afganos con pasión y entusiasmo por los objetivos humanitarios– miren más allá de las soluciones rápidas e inmediatas y utilicen en su lugar un enfoque que más matizado y que esté centrado en soluciones a largo plazo.

¿Y después de 2014?

La actual transición, con todas las repercusiones políticas y sobre la seguridad y la financiación internacional, hasta la fecha no ha tenido ninguna repercusión sobre los planes o expectativas de mi familia. La zona con la que tenemos más relación –el distrito de Rodat, en Nangajar– ha mantenido cierto grado de neutralidad a lo largo de los últimos diez años y aunque se dan factores a lo largo del distrito y de la provincia que nos recuerdan a la guerra, para nuestra familia no han supuesto ningún obstáculo o amenaza. Dependiendo del clima político que se respire en sus respectivos lugares de origen, puede que otras familias afganas de la diáspora lo perciban de otra manera.

Si nos basamos en estudios cualitativos realizados con jóvenes afganas en Canadá[ii], mi opinión es que su retorno no está supeditado a la paz sino más bien al hecho de tener “algo que ofrecer”. Estas jóvenes activas, francas y motivadas que se encuentran en la diáspora sienten entusiasmo y pasión por ayudar en los esfuerzos de reconstrucción pero son un recurso que las agencias humanitarias y de desarrollo internacionales todavía no han aprovechado.

Tabasum Akseer t.akseer@queensu.ca es estudiante de doctorado del Programa de Estudios Culturales de la Universidad de Queen, en Kingston, Ontario.www.queensu.ca/

 

La diáspora afgana

Pakistán e Irán albergan entre los dos a unos 2,5 millones de refugiados afganos registrados, probablemente con unas cifras similares de refugiados sin registrar. Además, se estima que hay unos 300.000 establecidos en los Estados Unidos; al menos 150.000 en los Emiratos Árabes Unidos; quizás 125.000 en Alemania y cifras menores en Canadá, Australia y a lo largo de Europa. Aunque muchos de los que se encuentran en los Emiratos Árabes Unidos son migrantes laborales temporales, la mayoría de los que están en otros lugares se han establecido allí de forma permanente y a menudo disponen de formación y habilidades. Se calcula que hay unos 10.000 refugiados afganos en la India –la mayoría establecidos en Delhi– entre los que se encuentran muchos hindúes y sijes.La importancia económica y política de la diáspora pesa más que su importancia numérica. La diáspora envía remesas de dinero a una escala importante que sirve de apoyo a los hogares y a las comunidades de Afganistán (y de los campos de refugiados), invierte en Afganistán y ha contribuido en gran medida a los procesos políticos a lo largo de los últimos 12 años.

Extraído de: Tyler D. ‘Reframing solutions for Afghan refugees: the role of humanitarian NGOs’ (La redefinición de las soluciones para los refugiados afganos: el papel de las ONG) págs. 18-21; y Koser K. (2014) Transition, Crisis and Mobility in Afghanistan: Rhetoric and Reality(Transición, crisis y movilidad en Afganistán: retórica y realidad), Organización Internacional para las Migraciones. www.iom.int/files/live/sites/iom/files/Country/docs/Transition-Crisis-and-Mobility-in-Afghanistan-2014.pdf

 

[i]Siegel M. (2013) ‘Understanding Afghan migration’ (Entender la migración afgana), blog DebatingDevelopment http://blog.qeh.ox.ac.uk/?p=147

[ii]Akseer T. (2011) Identity Formation and Negotiation of Afghan Female Youth in Ontario [La formación de la identidad y la negociación de las jóvenes afganas en Ontario] (Tesis de máster inédita), Universidad de Brock, StCatharines, Canadá.

 

 

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