Violencia y vulnerabilidades: afganos en Pakistán

Dado que es poco probable que la mayoría de los afganos que actualmente viven en Pakistán regresen a su país, es necesario hacer hincapié en abordar las vulnerabilidades que sufren y protegerles del acoso y de la violencia.

Se estima que hay 1,6 millones de refugiados afganos registrados y de ellos, entre uno y dos millones de indocumentados en Pakistán. A partir de 2001 el Gobierno pakistaní dejó de reconocer como refugiados a los afganos que entraban en Pakistán. Estos afganos indocumentados están indefensos jurídicamente. La mayoría de los afganos en Pakistán viven en las provincias de Jaiber Pastunjuá y Baluchistán, aunque una cifra  importante se ha asentado en Karachi, Islamabad y varias zonas urbanas de la provincia del Punyab. Muchos afganos registrados viven en poblados de tiendas para refugiados (RTV, por sus siglas en inglés), principalmente en Jaiber Pastunjuá y Baluchistán, pero la mayoría residen en alojamientos que han alquilado o que han conseguido de forma ilegal, en zonas reguladas y sin regular (por ejemplo, los okupas).

La mayoría de los refugiados afganos en Pakistán llegaron por primera vez en la década de los ochenta y a principios de los noventa y han hecho su vida en este país. Muchos han contribuido al desarrollo económico de zonas rurales y urbanas y han establecido estrechos lazos sociales con los pakistaníes en forma de amistad, matrimonios, asociándose en negocios o a raíz de convivir en los mismos barrios. A pesar de ello, la hostilidad hacia los afganos ha aumentado significativamente en los últimos años por culpa de factores como la “fatiga de los acogedores” y las tensiones nacionalistas.

Cada vez es más común que los afganos aparezcan negativamente estereotipados en el discurso público y en los medios de comunicación. En otro tiempo idolatrados como heroicos muyahidines (“luchadores por la religión”), a los afganos en Pakistán se les ve ahora más bien como a talibanes destructivos, y la creciente hostilidad hacia este colectivo ha tenido numerosas repercusiones negativas para ellos. La seguridad de las viviendas para afganos en Pakistán ―ya sea en poblados de tiendas para refugiados, en zonas de viviendas informales o en alojamientos de alquiler― es precaria y son comunes grandes “aumentos repentinos” de los alquileres. No pueden contar con tener servicios básicos y algunas ONG no están dispuestas a invertir en áreas afganas por temor a que estas áreas sean clausuradas. Los arrestos rutinarios, el acoso, las detenciones arbitrarias e incluso la deportación de afganos se han vuelto comunes. El aumento de las amenazas hacia ellos ha supuesto que los puestos de control de seguridad sean algo rutinario en su día a día y para ellos es esencial disponer de un carné de identidad, del que muchos afganos carecen. Además, muchos ven también las acciones sistemáticas contra los afganos como una estrategia para “promover” su repatriación a Afganistán.

“Pakistán ya no es un lugar seguro para nosotros. Ellos [el Estado] sólo quieren que nos vayamos. Por eso nos acosan constantemente”. (Refugiado afgano pastún que vive en Pakistán desde 1982)

 Recomendaciones para 2014 y en adelante

Las vidas de muchos de los afganos que viven Pakistán son transnacionales, siempre desplazándose entre Afganistán y Pakistán, o tienen limitadas intenciones o posibilidades de regresar a Afganistán, ya sea por el continuo conflicto en su país o por haber mejorado su posición social en Pakistán. El Gobierno pakistaní y las ONG locales e internacionales deberían tener esto en cuenta a la hora de planificar sus acciones y de actuar.

 Es necesario ampliar los esfuerzos para respaldar a los afganos vulnerables que tienen un acceso limitado a la sanidad, el agua y los sistemas de saneamiento, y se debería animar a los actores de las ONG locales a que les asistieran en estos aspectos. Los residentes en los poblados de tiendas para refugiados suelen estar interesados en volverse autosuficientes y han organizado comités para lidiar con problemas apremiantes como el acceso al agua limpia. Una mejor coordinación y comunicación entre las ONG locales y las comunidades afganas podría ayudar a que estas últimas mejoren su entorno.

Debería darse más voz a un discurso positivo sobre cómo los afganos pueden contribuir con la sociedad pakistaní. Por ejemplo, el Citizens Archive Project de Karachi registra los relatos orales de migrantes en Pakistán. En la actualidad se centra sólo en migraciones que tuvieron lugar durante la Partición y la Independencia de Pakistán pero se podría promover la ampliación de este espacio para dar cabida a los relatos orales de los afganos[1].

El Gobierno de Pakistán y ACNUR deberían promover la formación continua en derechos jurídicos de los actores gubernamentales (incluidos los tribunales locales), los actores de la sociedad civil y la policía y fuerzas de seguridad pakistaníes. Los socios implementadores de ACNUR, por otro lado, deberían seguir promoviendo la asistencia jurídica para los afganos en las zonas con una alta densidad de población de esta nacionalidad.

A largo plazo se debería intentar que el Gobierno de Pakistán reconozca lo que ya es una realidad en este país: que millones de ciudadanos “no nacionalizados” son parte integral y permanente de Pakistán. Dado que la mayoría de los afganos que continúan en territorio pakistaní a día de hoy no parece que vayan a regresar a Afganistán, el Gobierno debería considerar la introducción de un plan de amnistía que les permita convertirse en ciudadanos legales del Estado, de forma que podría gobernar mejor a una población considerable que, de hecho, constituye una parte de dicho Estado, y al mismo tiempo proporcionarles plenos derechos y protección. Si no esto, al menos como último recurso se debería proporcionar a los afganos trabajos estables y permisos de residencia que no sean tan ad hoc e impredecibles como los actuales carnés de registro afganos que requieren ser renovados de forma frecuente, que no siempre se les garantizan y que a menudo llegan con retraso. Los afganos son una parte integral y permanente de Pakistán. Ahora debe reconocerse esto por ley.

 

Sanaa Alimia sa113@soas.ac.uk es ayudante de cátedra sénior en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos (SOAS, por sus siglas en inglés), Londres. www.soas.ac.uk

El presente artículo está basado en un trabajo de campo que se está llevando a cabo en Karachi y Peshawar desde 2010.

 

 

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