El reasentamiento tras el desastre en las zonas urbanas de Bolivia

Los programas de reasentamiento tras un desastre pueden ser inadecuados e ineficaces,a menudo aumentando el grado de vulnerabilidad de las personas ante los efectos del cambio climático.  

En lo que respecta a los desastres relacionados con cuestiones climáticas que tuvieron lugar en algunas ciudades del Sur Global, la opción preferida por las autoridades urbanas a la hora de elegir un tipo de intervención fue el reasentamiento. Sin embargo, los estudios en Cochabamba revelan diversas razones por las que los programas de reasentamiento no conseguirían promover que la gente migrara y cómo pueden dejar a estas personas viviendo en unas condiciones precarias y de incomodidad que aumenten su nivel de vulnerabilidad.

En 2008 un desprendimiento de tierra afectó gravemente a 85 familias de una comunidad de la ciudad de Cochabamba donde la población era densa y de ingresos bajos. Muchos residentes comentaron que esa situación tenía que ver con el aumento de las precipitaciones, que muchos ‒con independencia de su edad, sexo, etnia, religión o profesión‒ achacaban al cambio climático. El cambio climático no forma parte solo del léxico de los profesionales sino también de la gente de a pie en Bolivia, lo que no resulta sorprendente dado que este país es uno de los más afectados por él.

Tras el desprendimiento, el Ayuntamiento de Cochabamba creó un mapa de riesgos del área que indicaba cuáles eran las zonas de “alto” y de “bajo riesgo”. El problema es que este mapa enmarcaba los desprendimientos de tierra dentro de la categoría de fenómenos naturales, lo que ocultaba cualquier cuestionamiento político o social acerca de por qué la población es más vulnerable a los efectos del cambio climático y en una última instancia implicaba que “huir” de esa zona era la única solución viable.

Se distribuyó el mapa de riesgos entre los residentes como herramienta para animar a la gente que vivía en zonas de “alto riesgo” a restablecerse en una zona rural a 35 km. de distancia del lugar y el Ayuntamiento ofreció 5000 dólares estadounidenses a cada propietario de una vivienda como incentivo (los ingresos medios mensuales por familia son de 320 dólares estadounidenses) y comunicó a los residentes que no se les daría ninguna ayuda para reconstruir sus casas y que no podrían venderlas ni reconstruirlas a más de una planta de altura.

Muchas familias rechazaron los 5000 dólares y no se trasladaron. La razón fundamental por la que el programa de reasentamiento fue tan ineficaz es que se basaba en suponer una relación causal directa entre la información sobre los riesgos, la percepción sobre los mismos y las respuestas ante ellos. Sin embargo, ésta es una simplificación del comportamiento humano que no responde a los procesos sociales, económicos, políticos y culturales que animarían a la gente a vivir en una zona “de riesgo”.

Los supuestos beneficios de convivir con el riesgo

La gente a menudo estará dispuesta a vivir en zonas urbanas “de riesgo” si eso supone la oportunidad de conseguir mayores ingresos, tener un mejor acceso a servicios y que la comida sea más barata. Sin embargo, las investigaciones llevadas a cabo en Cochabamba también demuestran que el “arraigo a un lugar” –que tiene que ver con el sentimiento de identidad y de pertenencia de un individuo– disuade en gran medida a la gente de trasladarse a otro sitio.

Yo construí esta casa. ¿Cómo voy a venderla? Mi madre tampoco quiere venderla por los recuerdos que le trae, porque crecimos aquí, nos criaron aquí; no quieren irse. (Residente)

Me gusta esta casa; me gusta haber vivido aquí desde que era pequeña. Hemos vivido muchas aventuras, han pasado muchas cosas aquí así que tengo buenos recuerdos de esta casa. (Residente)

El problema es entonces que la efectividad de los programas de reasentamiento no dependerá del análisis de los costes y beneficios de marcharse o de quedarse que pueda llevar a cabo la gente. Otros residentes querrían marcharse pero no podrán por culpa de los contras del programa de reasentamiento, que reduce su capacidad de abandonar esa zona.

Atrapados en el limbo

Los residentes que vivían en zonas de “alto riesgo” no querían reasentarse porque les supondría perder las importantes inversiones que habían hecho en sus casas. Además, los 5000 dólares que les ofrecía el Ayuntamiento constituían una cifra muy inferior al coste de sus tierras y sus casas.

Tres años después del desprendimiento de tierra, los residentes que se habían negado a reasentarse en otros lugares habían hecho poco más que apuntalar sus paredes y tejados con postes de madera o cubrir los daños con revestimientos. La gente entendía  que era inútil reconstruirlas porque pensaban que volverían a producirse desprendimientos y que, por mucho que hicieran, no podrían evitar los daños.

“¿Por qué vamos a invertir si es algo que puede volver a ocurrir y que probablemente lo hará?  Aquí estamos en un punto caliente. Es una inversión que no tiene sentido... Estábamos pensando en vender [la casa], pero tampoco nos dejan...(Residente)

Como consecuencia, los residentes siguen viviendo en unas condiciones incómodas y precarias, lo que aumenta su grado de vulnerabilidad ante los efectos del cambio climático y aumenta su riesgo de sufrir futuros desastres.

El problema recae en la limitada comprensión del comportamiento humano en la que se basa el programa de reasentamiento. No comprende las muchas razones por las que la gente elige vivir en zonas “de riesgo”, ni tampoco los efectos nocivos directos e indirectos que el reasentamiento puede tener sobre quienes elijan quedarse. Cualquier intervención posterior al desastre será mejor si entiende lo que la gente valora para que pueda tenerlo en cuenta en vez de tratarlo como si se tratara de elementos irrelevantes u obstaculizadores.

 

Gemma Sou gemma.sou@manchester.ac.uk es profesora en el Instituto de Respuesta Humanitaria y Conflictos de la Universidad de Manchester. www.hcri.manchester.ac.uk

 

 

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