Un llamamiento a la acción: un enfoque integral de la movilidad humana en el contexto de la crisis climática

Nos acercamos a unos hitos mundiales clave en el desafío que tenemos por delante para abordar las implicaciones de la crisis climática en la movilidad humana, con unos plazos que nos está costando cumplir. Tenemos que actuar de forma urgente, colectiva, inclusiva y ambiciosa.

A medida que aumenta la temperatura de nuestro planeta, los ecosistemas se están destruyendo, hay especies que están desapareciendo y estamos siendo testigos de un número creciente de devastadores desastres. Ninguna sociedad, ninguna comunidad saldrá ilesa: se están agotando los medios de vida, la seguridad alimentaria y del agua están mermando, mientras que la desigualdad, la pobreza y las privaciones se magnifican. Nos dirigimos hacia un mundo en el que alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible se hace cada vez más lejano, difícil y costoso, y todavía no hemos cambiado el rumbo.

La crisis medioambiental tiene profundas implicaciones para la movilidad humana. Cada vez son más las personas que se verán obligadas a desplazarse, muchas de ellas forzadas a abandonar sus hogares para siempre; otras no tendrán más remedio que quedarse en lugares que se volverán cada vez más peligrosos y frágiles; las rutas y sistemas migratorios asentados se verán alterados. Resulta imperativo que la migración, el desplazamiento y la inmovilidad se conviertan en una parte integral de la acción climática.

Se trata de una empresa compleja que requiere de soluciones integrales que preserven y promuevan el bienestar, la seguridad y la capacidad de recuperación de las personas en tránsito y sus comunidades. También hará falta que trabajemos todos juntos. La comunidad internacional se comprometió en el Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular (GCM, por sus siglas en inglés) a abordar los elementos impulsores adversos que obligan a las personas a abandonar sus hogares, y al mismo tiempo a facilitar vías para la migración regular y la promoción de la cohesión social y el acceso a los servicios para los migrantes. Ha llegado el momento de actuar para que estos compromisos sean una prioridad en nuestros esfuerzos por promover el desarrollo sostenible y abordar el cambio climático.

Garantizar que las personas puedan trasladarse de forma segura y digna

Las personas seguirán moviéndose —como siempre lo han hecho— para sobrevivir, hacer frente a la adversidad y prosperar. A lo largo de la historia de la humanidad, los movimientos demográficos han sustentado la prosperidad de las naciones y de las comunidades; hoy en día, es imposible imaginar el éxito de la adaptación al cambio climático sin la migración y la movilidad, la transferencia y la inversión de remesas de dinero, y la circulación de destrezas e ideas. Asegurarse de que quienes se enfrentan a las peores consecuencias de la crisis climática puedan desplazarse de forma segura y digna será clave para preservar su capacidad de adaptación[1].

Los escenarios apocalípticos que sugieren éxodos a gran escala de la población hacia los países de renta alta no reflejan la realidad actual, ni las perspectivas futuras. Los movimientos demográficos relacionados con los factores ambientales son, y seguirán siendo, principalmente de corta distancia e internos. Sin embargo, las consecuencias del cambio medioambiental se traducirán en decisiones migratorias más difíciles, trayectos más peligrosos y situaciones más precarias para las personas en tránsito.

La OIM está trabajando con sus Estados miembros e instituciones multilaterales para ayudar a garantizar que los sistemas por los que se rige la migración puedan abordar eficazmente estas situaciones emergentes. Los marcos y protocolos que permiten los movimientos transfronterizos (desarrollados principalmente para gestionar la migración por motivos laborales) son fundamentales para facilitar la migración en el contexto del cambio climático y contribuir a la adaptación y la capacidad de recuperación. Las comunidades económicas regionales de África, Europa y Latinoamérica son excelentes ejemplos de estos acuerdos flexibles. Los marcos que facilitan la libre circulación de personas, como los de las regiones de la CEDEAO y la IGAD, ayudan a preservar la capacidad de recuperación de las poblaciones móviles, que se verán especialmente afectados por el cambio climático debido a su dependencia de los recursos naturales. A las personas que atraviesen las fronteras a causa de los desastres y el cambio climático se les puede conceder acceso a las categorías de inmigración existentes, mientras que las políticas de visados y los planes éticos de migración por motivos laborales pueden utilizarse para contribuir a la adaptación, la reducción del riesgo de desastres (RRD) y la recuperación tras los mismos.

Dado que la migración, más que transfronteriza, es principalmente interna, debemos permanecer alerta a sus implicaciones locales. La migración climática será ante todo una cuestión de planificación y prestación de servicios, principalmente urbanos, y debemos apoyar a las autoridades locales para que integren las dimensiones climática y migratoria en su labor. Es a través del trabajo a nivel local, en particular en las ciudades, como construiremos sociedades que sean inclusivas con los migrantes y promoveremos el bienestar colectivo y la capacidad de recuperación[2]. En Senegal y Costa de Marfil, por ejemplo, la OIM hace que los migrantes se impliquen en el diseño y la implementación de soluciones basadas en la naturaleza para el riesgo de inundaciones y la inseguridad alimentaria en las zonas urbanas y periurbanas. Estas iniciativas promueven el reconocimiento de las aptitudes y la protección de los derechos de los trabajadores migratorios en el sector agrícola, al tiempo que fomentan la capacidad de recuperación de sus comunidades.

Ampliar y difundir la experiencia obtenida de enfoques localizados puede ser un reto, pero ya hay formas efectivas de intercambiar información, aprender lecciones comunes y movilizar a los socios y los recursos. La Red de las Naciones Unidas sobre Migración, el Consejo de Alcaldes para la Migración, el Equipo de Tareas sobre los Desplazamientos, la Plataforma sobre el Desplazamiento por Desastres y los Procesos Consultivos Regionales sobre Migración son algunos ejemplos de redes y foros a tener en cuenta.

Reducir el riesgo climático y de desastres

El Marco de Sendái para la reducción del riesgo de desastres y el Acuerdo de París establecen unos planes claros para reducir los riesgos actuales y futuros relacionados con el clima. La reducción de los riesgos y la adaptación son fundamentales para todas las cuestiones humanitarias, de desarrollo y de paz, incluso en lo que respecta a la gestión pública de la migración y a la gestión de los desplazamientos. Los principales marcos sobre la movilidad humana, como el GCM o las políticas regionales y nacionales sobre migración y desplazamiento, han reconocido la necesidad de reducir el impacto de estos fenómenos. Hoy en día, es apremiante contar con enfoques coordinados y que incluyan a toda la sociedad que reúnan a los actores encargados de la gestión de riesgos de desastres, la adaptación al cambio climático y la movilidad humana, además de a las propias comunidades afectadas.

Ya existen excelentes ejemplos de este tipo de trabajos. El Grupo de Trabajo de Asia y el Pacífico sobre Desplazamientos por Desastres reúne periódicamente a instituciones encargadas de la gestión de desplazamientos y desastres para que compartan lo aprendido e impulsen acciones. Incluir a los profesionales de la movilidad humana en los órganos nacionales de coordinación, como la Plataforma Nacional de Burundi, ha facilitado la integración de las cuestiones de movilidad en la planificación de la RRD. Países como Vanuatu y Mozambique están institucionalizando este enfoque mediante la integración de políticas y enfoques relacionados con los desastres y la movilidad humana. La OIM, junto con sus socios de la Iniciativa sobre la Capacidad de Reducción de los Desastres (CADRI, por sus siglas en inglés), también respalda estos procesos proporcionando a los Gobiernos evaluaciones de la capacidad en materia de RRD que tienen en cuenta específicamente las cuestiones de migración, desplazamiento y reubicación planificada, y que puedan ayudar a priorizar las acciones de seguimiento[3].

Ayudar y proteger a las personas en tránsito

Las crisis de los últimos años nos han demostrado que debemos prepararnos para un mundo con mayores necesidades humanitarias, ya que comunidades por todo el globo experimentan desastres más frecuentes, más intensos y que se solapan, que van erosionando progresivamente la resiliencia de las personas y dejan un espacio limitado para la recuperación. Sabemos que anticiparse y responder a los daños y perjuicios en un clima cambiante también significará prepararse para la migración y los desplazamientos forzados, y abordarlos. Los movimientos internos y transfronterizos —aunque son clave para lidiar con la situación y, en algunos casos, para sobrevivir— pueden colocar a las personas en situaciones indignas que amenazan sus vidas, menoscaban sus recursos y su capacidad de recuperación y aumentan sus probabilidades de sufrir violencia e inseguridad y de verse afectadas por más amenazas en el futuro.

Será fundamental prepararse para los desplazamientos, así como abordarlos y solventarlos para reducir una de las principales repercusiones de los fenómenos meteorológicos y del cambio climático. También para evitar los daños y perjuicios indirectos que los desastres y el cambio climático producen a través del desplazamiento y la migración: empobrecimiento, perturbación de la vida de la comunidad, tensiones e inestabilidad, y degradación ambiental. A tal efecto, es necesario que todas las actividades de preparación, respuesta y recuperación ante desastres integren la gestión del desplazamiento y la migración, la protección y las soluciones duraderas[4].

También hará falta un cambio colectivo hacia enfoques preventivos, mediante evaluaciones de riesgos, el seguimiento de los fenómenos y los sistemas de alerta temprana sobre los que se fundamentan la preparación y la acción temprana. En su papel de organismo coordinador (en el Enfoque Sectorial) para ayudar a las personas desplazadas internas a causa de desastres por riesgos naturales, la OIM ha estado respaldando los esfuerzos encaminados a prevenir y realizar un seguimiento de los desplazamientos a causa de desastres en el Pacífico, reforzar los sistemas de alerta y las infraestructuras en Nepal y Filipinas, y fomentar la capacidad (y promover la inclusión de las personas desplazadas) en la reducción de los riesgos en Sudán del Sur, Bangladesh y Haití, y en África Occidental, Meridional y Central.

Hemos de seguir tendiendo puentes entre dos conjuntos de actores que con demasiada frecuencia han trabajado aisladamente: los que se ocupan de la reducción de riesgos de desastres y los planes de emergencia, y los que se encargan de la gestión de la migración y los desplazamientos. Y necesitamos proponer nuevos enfoques colectivos que complementen las intervenciones para buscar soluciones duraderas y humanitarias tradicionales con una mayor previsión, coordinación y desarrollo de la capacidad. 

Un llamamiento colectivo a la acción

Nos acercamos a unos hitos globales clave y a unos plazos que todavía tenemos que cumplir. Hemos establecido unos objetivos de desarrollo claros, también de mitigación del cambio climático y objetivos de reducción del riesgo de desastres, y unos compromisos humanitarios ambiciosos. Ya hemos definido las funciones, las responsabilidades y los plazos de implementación. Ahora debemos actuar, y hacerlo urgentemente. El coste de la inacción climática y medioambiental se cierne sobre nuestro bienestar colectivo.

Como se subrayó recientemente en la COP26 de Glasgow, necesitamos inversiones para descarbonizar nuestras economías y evitar más emisiones de gases de efecto invernadero, además de reducir nuestra huella sobre los ecosistemas y la biodiversidad. Necesitamos una financiación y una ayuda previsibles, adecuadas y sostenibles para reducir el riesgo de desastres y adaptarnos a las consecuencias negativas del cambio climático. Necesitamos unos compromisos claros para abordar los daños y perjuicios provocados por el cambio climático debido a la influencia del ser humano, para ayudar a las comunidades más vulnerables y a las personas más afectadas. Y necesitamos garantizar que todos estos esfuerzos contribuyan a la creación de unas sociedades más inclusivas y justas.

Garantizar que la migración y el desplazamiento se tengan del todo en cuenta en este abanico de cuestiones y acciones complejas puede ser un reto, pero es esencial para alcanzar cualquier progreso. El próximo Foro Internacional de Revisión de la Migración (IMRF, por sus siglas en inglés), que se celebrará en mayo de 2022, ofrece a los Estados la oportunidad de situar la migración en el centro de nuestras reflexiones y acciones. Gracias al IMRF podremos movilizar a diversos actores en todas las facetas de este diálogo, y escuchar las opiniones de las personas migrantes y desplazadas, tan olvidadas en los debates políticos mundiales. Eso nos permitirá reflexionar sobre los progresos que hemos realizado con respecto a los objetivos del GCM, y destacar en qué medida estos esfuerzos sirven de apoyo a nuestro trabajo para alcanzar los objetivos humanitarios y de desarrollo de los muchos otros marcos con los que nos hemos comprometido, lo que nos animará a renovar nuestros compromisos y a emprender nuevas acciones sobre estos temas. Con el fin de encauzar sus propios esfuerzos, la OIM, por ejemplo, ha desarrollado una estrategia a 10 años para abordar el nexo entre la migración, el medio ambiente y el cambio climático, centrándose en soluciones para las personas que se queden, se desplacen y reciban protección y ayuda las que ya se encuentran en tránsito[5].

A medida que nos adentramos en esta década crucial para nuestro futuro común, será necesario que permanezcamos alerta ante la complejidad de estas cuestiones y promovamos unas respuestas adecuadas. Tenemos que garantizar que la migración sea segura y digna; cuando los migrantes cuentan con oportunidades y con un adecuado acceso a los servicios, pueden movilizar recursos para contribuir al desarrollo y la capacidad de recuperación en todas las comunidades y sociedades. Debemos anticiparnos a la movilidad que conllevan los desastres y la degradación ambiental; resulta fundamental contar con planes de preparación y reconocer de antemano las implicaciones de la migración y el desplazamiento en el contexto de un clima cambiante, de modo que podamos reducir los efectos medioambientales negativos y proteger el desarrollo. Quizá, más que nada, necesitemos una nueva narrativa común: una que no esté paralizada por el temor a las personas en tránsito, sino que reconozca plenamente los derechos, las capacidades y las contribuciones de los más afectados por el cambio climático y que busque soluciones efectivas que ofrezcan la posibilidad de elegir entre quedarse o trasladarse.

 

António Vitorino avitorino@iom.int @IOMchief

Director general, Organización Internacional para las Migraciones

 

[1] Oakes R, Banerjee S y Warner K (2020) Human mobility and adaptation to environmental change”, en OIM Informe sobre las migraciones en el mundo 2020
https://publications.iom.int/books/world-migration-report-2020-chapter-9

[2] OIM (2015) Informe sobre las migraciones en el mundo 2015 - Los migrantes y las ciudades: Nuevas colaboraciones para gestionar la movilidad https://publications.iom.int/books/informe-sobre-las-migraciones-en-el-mundo-2015-los-migrantes-y-las-ciudades-nuevas

[3] www.cadri.net/

[4] UNSG HLP-IDP (2021) Un foco sobre los desplazamientos internos: Perspectivas de futuro www.internaldisplacement-panel.org/wp-content/uploads/2021/09/HLP-report-WEB.pdf

[5] OIM (2021) Institutional Strategy on Migration, Environment and Climate Change 2021–2030 https://publications.iom.int/books/institutional-strategy-migration-environment-and-climate-change-2021-2030

 

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