Preámbulo sobre los migrantes en situaciones de crisis

Cuando se refiere a proteger el bienestar y los derechos de los migrantes, abundan las prácticas inteligentes. Muchas prácticas podrían y deberían convertirse en normas a nivel global

La muerte de solicitantes de asilo y migrantes durante el peligroso viaje hacia una vida mejor suele motivar titulares; miles de ellos mueren cada año sólo en el Mediterráneo. Sin embargo, poco se hace para mitigar los peligros a los que se enfrentan. La pobreza, la vulnerabilidad y la guerra abundan en nuestra era, pero la compasión escasea.

Es evidente que falta voluntad política –y tal vez capacidad también– para desarrollar un sistema consistente que proteja a los solicitantes de asilo y a los migrantes que intentan cruzar las fronteras internacionales. Tememos que esto promueva aún más migración, que comprometa nuestra propia seguridad, y que no dispongamos de suficientes recursos para proporcionarles asistencia y protección. Sin embargo, debemos perseverar.

Una forma sería desglosar los problemas de protección en elementos constitutivos más fáciles de gestionar. Por ejemplo, hace tres años solicité a los Estados y a los principales interesados en acciones humanitarias que abordaran la apremiante situación de los migrantes internacionales afectados por las agudas crisis que se estaban produciendo, como los conflictos de Libia y Siria, el huracán Sandy en EEUU y el tsunami y la catástrofe nuclear en Japón. El año pasado, EEUU y Filipinas se comprometieron a liderar los esfuerzos para desarrollar un marco que lo hiciera.Ahora varios países se han unido a ellos. Esta iniciativa constituye una prueba de nuestro compromiso de ayudar a las poblaciones más vulnerables del mundo.

Los migrantes que se encuentran en este tipo de situaciones de crisis se ven afectados por la ausencia de implementación o por una implementación inadecuada de normas, obligaciones y estándares, sobre todo de aquellos sobre derechos humanos y Derecho humanitario. Las lagunas operacionales –o la falta de coherencia y de recursos– agravan los efectos negativos de las crisis sobre los migrantes. Los esfuerzos realizados por los Gobiernos, las organizaciones internacionales y las ONG para reparar estos fallos han sido demasiado limitados.

Cuando se refiere a proteger el bienestar y los derechos de los migrantes, abundan las prácticas inteligentes. Muchas prácticas podrían y deberían convertirse en normas a nivel global. La Organización Internacional para las Migraciones y ACNUR, por ejemplo, tuvieron mucha imaginación y fueron más allá de sus mandatos para proteger a los migrantes que se encontraban en peligro en Libia en 2012, igual que muchas ONG, mientras que el Banco Mundial actuó con rapidez para proporcionar fondos para evacuar a los ciudadanos bangladesíes. Dado que se prevé que la cifra de migrantes internacionales será de casi el doble en el futuro, dichas prácticas deberían convertirse en puntos de referencia a la hora de entrar en acción.

Pero las organizaciones internacionales no pueden resolver estos problemas por sí solas. Necesitamos aclarar cuáles son los roles fundamentales que todos los actores clave –­incluidos los países de origen y de destino, los Estados vecinos, las empresas y negocios, y la sociedad civil­– deberían desempeñar.

Debería ser evidente que necesitamos ayudar a todos los migrantes en peligro,­ no sólo a los que han sido afectados por conflictos y desastres sino también a todos aquellos que han sido abandonados por traficantes; a los incontables migrantes que se quedan en el limbo durante años en sus países de transición; y a los millones de migrantes que trabajan en condiciones de esclavitud. Los principios y planes que ponemos en marcha para proteger a los migrantes que ven sus vidas amenazadas finalmente podrían y deberían ampliarse para proteger a un surtido mucho más amplio de migrantes vulnerables.

No debemos sentirnos abrumados por la mareante variedad de problemas que afectan a los migrantes. Si la abordamos por los diferentes elementos que la componen, una cuestión como la migración se resuelve por sí sola al reducirse a elecciones que son fundamentalmente de carácter moral, y no sólo del dominio exclusivo de especialistas, economistas o sociólogos, aunque tengamos que aprender de sus investigaciones y de su orientación. Si pequeños grupos de Estados, expertos, organizaciones internacionales y de la sociedad civil trabajamos juntos con la determinación necesaria para crear soluciones piloto que puedan convertirse en prácticas a nivel global ­y en un modelo que pueda aplicarse a otros problemas internacionales,­ podremos abordar de uno en uno todos los retos a los que se enfrentan los migrantes. Si construimos pequeñas y ágiles coaliciones de actores comprometidos en acciones humanitarias podremos hacer progresos más rápidos y efectivos en diversas cuestiones de vital importancia. Está en nuestra mano.

 

Peter D Sutherland Peter.sutherland@gs.com es el representante especial del Secretario General de las Naciones Unidas para la Migración Internacional y el Desarrollo.

 

 

 

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