La huida a las ciudades

Las condiciones de las que han huido la mayoría de los migrantes a causa de las crisis – ver su vida, su salud, su seguridad física y/o su subsistencia amenazadas – tienden a reproducirse de un modo u otro en sus destinos urbanos, al menos en parte por su presencia.

Un creciente número de “migrantes a causa de las crisis” se está asentando en las ciudades de su país y en las de otros. Tienden a trasladarse a las zonas más pobres de grandes y pequeñas ciudades, a menudo a asentamientos informales fuera del centro urbano donde el control de las autoridades municipales es sólo teórico, donde no hay servicios y las condiciones de vida son precarias. Aunque adaptarse al estilo de vida urbano constituye un reto para todos los recién llegados, los sectores de población que sufren mayores desventajas económicas, como aquellos que se han visto obligados a abandonar unos hogares en los que de otro modo podrían haber permanecido, rara vez pueden regresar a ellos si no consiguen adaptarse a la vida en la ciudad. Carecen de redes de seguridad que les protejan y de estrategias de supervivencia en un grado mucho mayor que los migrantes que no han sido motivados por las crisis, y sus necesidades materiales, psicológicas y de protección son urgentes al mismo tiempo que son un objetivo complicado porque el entorno en el que viven es similar al de pobres urbanos más estables.

Hay dos categorías de migrantes urbanos que son más preocupantes: los migrantes relacionados con conflictos, y los migrantes cuyo traslado a zonas urbanas tiene que ver con sucesos y procesos medioambientales. Estos grupos vulnerables y politizados se encuentran mezclados en ciudades y urbes de todos los tamaños, junto a un creciente número de migrantes rurales de otros tipos y de jóvenes en situación de desempleo.

Al parecer los conflictos en muchas partes del mundo han creado situaciones irreversibles que han sido responsables en gran medida de menoscabar las estrategias de retorno y reintegración y que han empujado a la gente a trasladarse y permanecer en zonas urbanas. En algunas ciudades de Colombia el número de desplazados internos es mayor que el de la población original. Actualmente en Irak, grandes cifras de desplazados internos y de refugiados retornados no pueden vivir en sus localidades y ciudades de origen porque se han convertido en enclaves étnicos o sectarios y el retorno de poblaciones minoritarias desembocaría casi con total seguridad en una nueva oleada de violencia.[i] Ante tales condiciones, las ciudades de acogida se convierten en lugares hacinados y peligrosos. Las ciudades más grandes de Afganistán –en especial Kabul– son incapaces de atender a las personas que fueron repatriadas de Pakistán e Irán y que se marcharon a las ciudades en vez de regresar a sus pueblos. Las agencias humanitarias y de desarrollo entienden que reparar y reforzar la infraestructura urbana y social es una prioridad, pero que sigue estando muy por detrás de las necesidades inmediatamente urgentes.

La capital liberiana, Monrovia, es el ejemplo por antonomasia del crecimiento de los conflictos urbanos, exacerbado además por el deterioro rural y las constantes tensiones entre las etnias. Durante el conflicto civil que tuvo lugar entre 1989 y 2003, liberianos de todo el país huyeron a Monrovia y otras ciudades en las que ACNUR y varias agencias ofrecían asistencia humanitaria. Después de 2005, ACNUR llevó a cabo un programa de retorno y el Gobierno liberiano dejó de clasificar a estas personas como desplazadas internas. Sin embargo, gran cantidad de ellos se quedaron en las ciudades –especialmente en Monrovia– por razones que tenían que ver con la constante falta de seguridad, la pérdida de las tierras y la falta de empleos rurales. Se estima que la población de Monrovia en 2010 era de entre 800.000 y 1.500.000 personas mientras que su población antes del conflicto oscilaba entre las 400.000 y 600.000 personas.

Sudán del Sur presenta un problema similar en el que una población urbanizada que antes fue rural intenta regresar a su entorno natural. Durante décadas, la gente que huye del conflicto en el sur de Sudán ha hallado en Jartum un refugio complicado, al igual que en otras ciudades sudanesas, así como en campos de refugiados y ciudades fuera de Sudán. Una vez que terminó el conflicto en 2005 y cada vez más desde que Sudán del Sur se declaró independiente en 2011, empezaron a regresar a lo que consideraban sus lugares de origen. Las agencias humanitarias han llevado a Sudán del Sur autobuses llenos de unos esperanzados antiguos habitantes de las ciudades, con poca o ninguna idea de agricultura o que no eran conscientes de las condiciones que existían en sus lugares de origen. Se han encontrado con pueblos en los que las condiciones de vida son primitivas, donde la violencia por razones tribales está extendida y los servicios son totalmente inexistentes. Muchos de los retornados sin preparación y que disponían de servicios escasos emprenden migraciones secundarias desde los pueblos a centros urbanos, en especial a la capital, Juba. Los sudaneses del sur exiliados mejor informados van allí directamente. Pero no hace mucho que las ciudades de Sudán del Sur eran pequeñas y no estaban en absoluto preparadas para absorber a los recién llegados.

Adaptarse a los entornos urbanos

La asistencia humanitaria tiene una mínima presencia en las ciudades por lo que mientras que a algunos les va bien, otros tienen que hacer frente a la incertidumbre sobre si podrán conseguir alimentos, vivir en un refugio inadecuado y a la pérdida de la protección internacional efectiva. Las organizaciones humanitarias internacionales carecen del personal experimentado necesario para identificar o proteger a las personas desplazadas en las ciudades, aunque últimamente han estado reciclando al personal para que trabaje en entornos urbanos y experimentando con diferentes enfoques, socios e indicadores de éxito.[ii]

A pesar de los nuevos esfuerzos la tendencia sigue siendo proporcionar menos servicios de los necesarios a las personas desplazadas que se van a grandes ciudades. ACNUR ha reconocido la necesidad de expandir su función protectora en los espacios urbanos y ha desarrollado estrategias para conseguir este objetivo. A medida que ACNUR y las ONG expanden sus actividades urbanas, se encuentran con un resentimiento previsible por parte de los ciudadanos autóctonos que viven en las mismas o similares condiciones y que no reciben asistencia.

El impacto del deterioro medioambiental y del cambio climático provoca una migración prolongada, a menudo a lo largo de caminos nacionales o internacionales ya establecidos. Resulta inevitable que un éxodo hacia zonas urbanas exacerbe los problemas medioambientales y de explotación de los recursos en las ciudades de destino, ya que los recién llegados no suelen tener más remedio que asentarse en barriadas informales sin regular con una población densa, en las que los riesgos medioambientales se multiplican. El derecho a la propiedad y los riesgos medioambientales deben ser abordados con la misma urgencia que en las zonas rurales devastadas por la guerra. Dado que los líderes nacionales y municipales reconocen la urgente necesidad de mecanismos de refuerzo de la adaptación para lidiar con la actual y la futura expansión de la población, necesitan apoyo para una gobernanza municipal más fiable y protectora y para reducir más los riesgos medioambientales.

En resumen, los migrantes a causa de las crisis no son algo nuevo para las ciudades pero los efectos en conjunto de los conflictos, la degradación ambiental y los modelos económicos que han menoscabado las economías rurales han dado lugar en la actualidad a un éxodo sin precedentes hacia zonas urbanas. La parte positiva es que los expertos y los legisladores son conscientes de que los espacios urbanos son importantes entornos para abordar la pobreza y donde ofrecer servicios y oportunidades económicas. Sin embargo, también prevalecen suposiciones negativas muy extendidas entre las autoridades nacionales, los donantes, las organizaciones internacionales y las agencias humanitarias sobre la expansión de las ciudades. La afirmación más repetida en todas partes pese a ser bastante cuestionable es que: Las ciudades son un mal lugar para los migrantes rurales, y los migrantes rurales son malos para la prosperidad urbana. Es de una importancia fundamental centrarse en acciones destinadas a prevenir y gestionar las crisis que dan lugar a los desplazamientos, y abordar las crisis en los destinos urbanos para mejorar los mecanismos de protección en ambos entornos.

El impacto de las catástrofes naturales o industriales y de las epidemias en las ciudades se ve exacerbado por una migración a gran escala sin planificar. El centro urbano y su periferia, con una densidad de población grande y sin regular, necesitan básicamente renovarse con tierras legalmente declaradas y registradas para que se beneficien de ellas tanto los nuevos migrantes como los residentes a largo plazo. La planificación urbanística suele ignorar a menudo las necesidades de los recién llegados y de los especialmente vulnerables migrantes a causa de las crisis.

La modernización y las reformas urbanísticas que incluyan la eliminación de las barriadas serían unas herramientas de desarrollo más que válidas. Por desgracia los migrantes a causa de las crisis y los refugiados no suelen ser bien recibidos y se tiende a ignorarlos cuando las autoridades locales ponen en marcha sus planes de reforma urbanística. Los pobres de las zonas marginales suelen ser los primeros en ser deshauciados cuando el panorama urbano se moderniza y cuando se lleva a cabo un control medioambiental más sólido. Seguro que desahuciar a una población recientemente desplazada por el conflicto u obligar a las personas desplazadas a residir en asentamientos ubicados en zonas apartadas en las que carecen de servicios o de posibilidades de conseguir empleo va en contra de lo que pretenden los Principios Rectores y es inaceptable aunque se haga en nombre del desarrollo. Los Gobiernos que estén emprendiendo reasentamientos urbanos forzados deberían adherirse a directrices internacionales sobre el reasentamiento como las que durante mucho tiempo ha empleado el Banco Mundial.[iii]

Tras asumir que los migrantes a largo plazo que residen en las ciudades se encuentran bajo su responsabilidad, la comunidad humanitaria está dando pasos más firmes para abordar las necesidades de las víctimas de los conflictos, las catástrofes y la degradación ambiental que se encuentran en zonas urbanas. Hasta hace poco, los defensores que se encuentran en zonas urbanas se han centrado más que nada en ayudar a las personas desplazadas forzosas a regresar a pequeñas comunidades o han iniciado proyectos enfocados a segmentos específicos de la población urbana, como los niños que viven en las calles o las mujeres que han sido víctimas de la trata. Resultaría complicado que estuviéramos exagerando los retos a los que se enfrentan ACNUR y numerosas ONG a la hora de reorientar a su personal y de desplegar sus recursos en las ciudades, pues es especialmente importante que las agencias humanitarias trabajen de manera más estrecha con los actores de desarrollo y con los funcionarios del Gobierno de lo que lo han hecho a lo largo de la historia.

Los urbanistas son conscientes en muchos lugares de la gravedad de los problemas a los que se enfrentan como consecuencia de un rápido crecimiento. Sin embargo, parecen ser menos conscientes de las dimensiones de los problemas que están dando lugar a dicha urbanización acelerada. Con demasiada frecuencia y de forma errónea, los actores de desarrollo consideran la migración a causa de las crisis un fenómeno temporal y un problema básicamente humanitario. Ya ha quedado bastante claro que es muy frecuente que las personas que se han visto obligadas a huir y a trasladarse a las ciudades se queden allí durante largos períodos de tiempo, o indefinidamente. Ahora las autoridades municipales o nacionales necesitan descubrir cómo pueden integrarlas.

 

Patricia Weiss Fagen pwf@georgetown.edu es miembro sénior no residente del Instituto para el Estudio de la Migración de la Universidad de Georgetown.

 

[i] Al contrario de la mayoría de las situaciones de migración a causa de las crisis, aquellos iraquíes que se exiliaron eran principalmente habitantes de las ciudades que se marcharon a otras ciudades.

[ii] RMF 34, febrero de 2010, está dedicada al “Desplazamiento urbano”. Los distintos artículos describen las a menudo miserables condiciones y la falta de seguridad que los refugiados experimentan en las ciudades, y ofrecen directrices relativas a diversos sectores de las operaciones humanitarias. www.fmreview.org/es/desplazamiento-urbano

[iii] Banco Mundial, Libro de consultas sobre reasentamiento involuntario: planificación e implementación en proyectos de desarrollo, 2004 http://tinyurl.com/WB-InvoluntaryResettlement

 

 

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