Repaso a Bosnia: una retrospectiva de la herencia del conflicto

Resulta instructivo hacer un repaso del legado que el conflicto y los acuerdos y experiencias de la posguerra han dejado en Bosnia-Herzegovina para apreciar cómo este conflicto europeo estableció el escenario para un mayor desarrollo institucional en el campo de la protección humanitaria, y cómo, después de veinte años, las enseñanzas extraídas de esta experiencia están siendo ignoradas. 

Más de 1,2 millones de bosnios que huyeron del conflicto todavía no han regresado; la inmensa mayoría recibió la condición de refugiado en sus países de asilo. Alemania y Austria acogieron a cientos de miles de refugiados; a la mayoría se les proporcionó protección provisional durante cuatro o cinco años y más tarde regresaron a Bosnia o se mudaron a terceros países como Australia. Otros países como Suecia, Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido les concedieron la condición de refugiados, aunque en una cifra menor. Como consecuencia, Bosnia-Herzegovina dio lugar a una gran e importante diáspora con la que su Gobierno ha colaborado con la esperanza de que sirva para la revitalización económica del país.

Además de ofrecer su protección, la comunidad internacional invirtió mucho en un programa de reconstrucción política. Creó una Cámara de Derechos Humanos, un Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY) y más tarde, tribunales especiales para crímenes de guerra que operarían en la región. También estableció la Oficina del Alto Representante y vio cómo el control de las instituciones pasó de las Naciones Unidas a Europa durante una fase de marcado desarrollo supranacional y de integración europea. Aunque Europa imprimió su diseño en la antigua Yugoslavia ‒por ejemplo, presionando para que hubiese una mayor cooperación a nivel regional y redactando hojas de ruta con distintas etapas que, en caso de que se siguieran correctamente, abrirían la puerta a su adhesión a la Unión Europea‒ Bosnia-Herzegovina salió de la guerra menos como un Estado independiente y más con el aspecto de un protectorado internacional.

El ejemplo más notable de interferencia política occidental fue la imposición de un nuevo orden constitucional por medio del Acuerdo de Paz de Dayton, que reconfiguró el Estado de Bosnia-Herzegovina con una gran proliferación de cantones y dividiéndola en dos “entidades” (la Federación de Bosnia-Herzegovina conjuntamente compuesta por personas musulmanas y de etnia croata, y un mini estado bosnio de etnia serbia: la República Srpska) en algo que parece estar a medio camino entre Bélgica y Suiza. Este orden constitucional, que preservaba la división étnica creada por la guerra, fue condenada más tarde por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en su fallo sobre el caso Sejdić y Finci contra Bosnia-Herzegovina por denegar a gitanos, judíos y otros colectivos la posibilidad de asumir el máximo cargo público.

La Bosnia-Herzegovina independiente de posguerra resultó considerablemente diferente de la república multiétnica y en gran medida laica que era la antigua Yugoslavia. La guerra se la había robado a sus jóvenes, les había privado de una base para la industria manufacturera y había dejado a muchos sin la esperanza de un futuro mejor, mientras que los criminales de guerra que habían incitado y participado en la guerra se encontraban protegidos en la vecina serbia y, en menor medida, en Croacia. Sólo la posibilidad de una adhesión europea de Croacia y más tarde de Serbia hizo que ambos países se distanciaran de las poblaciones de etnia serbia y croata de Bosnia-Herzegovina. Aunque Croacia entró en la Unión Europea en 2013, Serbia sigue siendo un país candidato a la espera de las negociaciones de acceso y Bosnia-Herzegovina se ha quedado alejada una generación de Europa. Una falla geográfica clave sigue constituyendo la división efectiva del país.

Un giro sorprendente fue el progreso económico de la República Srpska, que hace diez años sufría una extrema pobreza y que ahora goza de una relativa prosperidad gracias a la riqueza mineral del país. La principal consecuencia ha sido un mayor empoderamiento de aquellos que ostentan el poder y que sitúan la “pureza” étnica por encima de otras consideraciones, quienes han hecho bien poco para volver a captar el capital humano perdido durante la guerra y en años posteriores pero que insisten en una secesión completa.

Aprender de la historia

Veinte años después, el proyecto de retorno necesita una revisión. Aunque en el Acuerdo de Paz de Dayton se redactó oficialmente un compromiso de retorno al amparo de su Anexo 7, la historia jamás contada de la independencia de posguerra de Bosnia-Herzegovina es la gran cifra de ciudadanos que regresaron pero se volvieron a marchar a sus países de acogida o emigraron de nuevo a Australia, Estados Unidos y Canadá. La insinuación de que el retorno sería una “solución duradera” no concuerda con la experiencia de la posguerra en Bosnia. No obstante, se pueden extraer algunas enseñanzas importantes de la historia reciente del país durante la guerra y también después.

En primer lugar, la experiencia de quienes acogieron a refugiados en las primeras etapas de la guerra en alojamientos privados, de las personas desplazadas internas o de quienes se exiliaron al extranjero fue muy distinta de la de aquellos que buscaron la protección de los organismos internacionales, incluido el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Y todos ellos vivieron experiencias muy diferentes de las de las personas que se quedaron donde estaban, a menudo, en condiciones de asedio. Prácticamente todos aquellos que buscaron refugio en alojamientos temporales en vez de en campos se integraron mucho más rápido, ya fuese en los Estados receptores o dentro de Bosnia-Herzegovina. Que los centros colectivos de Bosnia-Herzegovina continúen albergando a personas desplazadas por el conflicto veinte años después pone de manifiesto que realmente se trataba de una política de campamentos vergonzosa.

En segundo lugar, los que mantenían la esperanza de justicia mediante la Corte Penal Internacional y los tribunales especiales, incluido el TPIY, han quedado tristemente decepcionados. Los vecinos de Bosnia-Herzegovina se negaron a entregar a los más destacados perpetradores de la violencia e incitadores del odio. El señuelo de la justicia es una importante motivación para los refugiados y las víctimas del conflicto, pero no se debe promocionar más de la cuenta.

En tercer lugar, la posibilidad del retorno es considerablemente más complicada de conseguir de lo que se le vendió a Bosnia-Herzegovina, a sus ciudadanos y a sus protectores. El proyecto de retorno no ha conseguido revivir a este país y habría que examinar nuevos modelos de migración, entre ellos el potencial de una mayor migración circular y el retraso del regreso de los migrantes, tal vez cuando lleguen a la edad de jubilación.

La conclusión más positiva de la experiencia bosnia sigue siendo la gestión de los esfuerzos humanitarios durante la guerra y el que se acogiera a más de dos millones de personas que necesitaban protección desesperadamente. Desde la perspectiva privilegiada de los Estados de acogida, esto demuestra que una protección humanitaria provisional y a gran escala es posible. La historia de la protección humanitaria en Bosnia-Herzegovina es especialmente relevante para los horrores actuales del conflicto en Siria, que han destruido una gran parte del país y causado el desplazamiento de más de ocho millones de personas. Aunque los Estados miembro de la Unión Europea sigan estando en desacuerdo acerca de la reubicación de unos 60 000 refugiados sirios, la experiencia bosnia demuestra que la gente puede ser protegida, reasentada e integrada en Europa de forma efectiva. La cooperación es posible. Ése debe ser uno de los mensajes clave de esta tragedia.

 

Brad K. Blitz brad1@mdx.ac.uk

Profesor de Política Internacional, Universidad de Middlesex. www.mdx.ac.uk Véase Blitz B. K. (Ed) (2006) War and Change in the Balkans: Nationalism, Conflict and Cooperation (Guerra y cambio en los Balcanes: nacionalismo, conflicto y cooperación), Cambridge University Press. 

 

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