Una red de campamentos en el camino a Europa

Aunque los campamentos provisionales como los que han proliferado por toda Europa pueden constituir espacios de iniciativa y capacidad de autogestión que no podrían darse en campos de internamiento estatales, ni unos ni otros son una solución definitiva. 

«¡No al campamento! ¡No al campamento!» gritaban los refugiados de camino a Austria, mientras se negaban a bajarse del tren que la policía húngara había detenido en la localidad de Bicske, donde se encuentra uno de los principales campos de refugiados del país.

Durante la pasada década ha ido creciendo el número de refugiados y solicitantes de asilo que están siendo retenidos en campos de refugiados cerrados y en centros de internamiento en Europa; también se abrieron “centros de tramitación” para las poblaciones desplazadas en países de tránsito fuera de Europa. Estas instalaciones dentro y fuera de Europa suelen mermar y dañar la salud física y mental de los detenidos. Como muchos de los campos los gestionan empresas privadas, la mayoría están cerrados a los medios de comunicación y a los activistas sociales, lo que deja a las personas que se encuentran detenidas en ellos abandonadas fuera del alcance de una supervisión social.

Del mismo modo que en las regiones de origen, los campos de internamiento en Europa se sitúan en lugares aislados, alejados de otros entornos construidos y de los centros urbanos; se les mantiene fuera de la vista, separados del resto de la población. Por tanto, cuando los refugiados reclaman a gritos «¡No a los campamentos!» –y se oponen a ser transferidos a esas instalaciones cerradas– lo que están rechazando activamente es el ser separados del resto del mundo, aparcados durante un período de tiempo desconocido en una ubicación arbitraria.

Campamentos improvisados

Los migrantes forzados exigen poder desplazarse libremente e insisten en continuar el trayecto hacia el destino de su preferencia y se niegan a quedarse en los campamentos abiertos por las autoridades para asistirles, pero también para controlarles. Al mismo tiempo crean sus propios campamentos improvisados como parte de su viaje por Europa. Estos espacios provisionales se han vuelto comunes en ciudades europeas como Berlín, París, Calais y Patras durante la última década, a raíz del tránsito de unas poblaciones desplazadas que son a la vez sus constructoras y sus habitantes. Habitualmente estos campamentos son evacuados y demolidos tras un corto período de tiempo, pero a veces solo sirve para que los vuelvan a levantar con una forma o en una ubicación diferente.

A raíz del creciente tránsito de refugiados por Hungría se creó un campamento improvisado en el centro de Budapest, en la estación de tren de Keleti, en la que más de 2 000 migrantes esperaban para tomar los trenes que les llevarían hasta la frontera con Austria. Los campamentos improvisados se han extendido en la isla griega de Lesbos, donde miles de refugiados esperan para obtener la documentación que les permita continuar su viaje. Se erigieron campamentos improvisados en París, como los que se establecieron bajo el Puente Charles de Gaulle y bajo el puente ferroviario de La Chapelle, siendo este último demolido por la policía unas semanas después.

Otros campamentos similares han sido levantados y destruidos en otros lugares de Europa a lo largo de la última década. El campamento en la ciudad portuaria griega de Patras, que albergaba a más de 1 000 refugiados de Afganistán y que existió durante varios años, fue demolido en julio de 2009. Probablemente el campamento improvisado más conocido de Europa sea el que se encuentra en la ciudad portuaria francesa de Calais, llamado ahora la “Nueva Jungla”, donde más de 5 000 migrantes de Oriente Medio y del centro de Asia y África esperan a recibir documentación o aguardan la oportunidad de cruzar la frontera hacia el Reino Unido. Aunque el anterior campamento apodado como “Jungla” que existió durante unos años fue derruido en 2009, la aparición del nuevo campamento en la misma área demuestra que las apremiantes necesidades de las poblaciones de desplazados son más fuertes que las políticas estatales.

Aunque estos campamentos improvisados difieren en cuanto a su duración, localización, funcionamiento y en las poblaciones desplazadas que los crean y cómo los crean, todos son espacios creados por gente que se está trasladando de un lado a otro, donde hombres, mujeres y niños encuentran temporalmente refugio durante su trayecto por Europa. La gente en estos campamentos a menudo recibe el apoyo de los activistas de las ONG y de voluntarios de las comunidades vecinas, ciudadanos que asisten a los refugiados mediante diversos actos de solidaridad y apoyo.

Aislamiento y tránsito

Más que estar escondidos del público general, los campamentos improvisados suelen erigirse cerca o dentro de entornos construidos, anidados en centros urbanos o en las afueras de las ciudades. Estos campamentos son espacios precarios que consisten en refugios inadecuados y con condiciones de salubridad deplorables, que forman asentamientos miserables que no son gran cosa, pero que al contrario que las instalaciones cerradas de “detención” o “recepción” donde se impone el aislamiento a sus internos al mismo tiempo que les niegan la libertad, son creados por sus propios residentes como resueltos actos de supervivencia y, a veces, se convierten en lugares en los que las personas desplazadas recuperan su propia capacidad de autogestión porque crean sus propios espacios. Estos campamentos también se han convertido una parte de los entornos urbanos en contacto con la población local, por lo que en vez de ocultar el “problema” encerrando a la gente en lugares remotos, hacen visible la situación y la convierten así en una cuestión política.

Mientras que los campamentos creados por el Estado habitualmente duran mucho, los campamentos provisionales solo suelen existir durante cortos períodos de tiempo. La construcción de estos espacios parece completamente arbitraria porque se han constituido en los momentos y lugares más inesperados en función de diversas condiciones sociales, económicas y políticas. Y es que allá donde se esté aplicando una restricción de la movilidad se formarán campamentos donde la gente aguardará su salida hacia el próximo destino, y que a menudo crecerán rápidamente y se harán más visibles cuando se forme un embotellamiento porque las políticas fronterizas bloqueen determinadas rutas migratorias de manera temporal o permanente.

Las personas desplazadas forzosas a menudo se encuentran aisladas a nivel social, cultural y lingüístico en esos campamentos. El grito «¡No a los campamentos!» refleja la exigencia personal y política de los refugiados de que no se les pare y deje aparcados en unas condiciones nefastas durante períodos de tiempo indeterminados en unos lugares a los que no desean ir. Aunque los campamentos improvisados puedan ser sintomáticos de la capacidad de resolución de estas personas, tampoco son lugares adecuados para vivir.

Europa debe cambiar esta perspectiva. Si se necesitan campamentos para acoger a los migrantes de forma temporal, no deberían estar en lugares alejados sino formar parte del entorno cívico. Y lo más importante: estas personas vulnerables necesitan poder avanzar sin quedarse atrapadas en espacios temporales de coacción; en Europa, pero sin poder pasar del umbral.

 

Irit Katz ik300@cam.ac.uk

Arquitecta e investigadora, Centre for Urban Conflict Research (Centro para la Investigación de los Conflictos Urbanos), Departamento de Arquitectura, Universidad de Cambridge y Directora de Estudios de Arquitectura y Bye-Fellow [LM1] en Girton. www.urbanconflicts.arct.cam.ac.uk/

 


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