El reto del Mediterráneo en un mundo de crisis humanitarias

Aunque el elevado número de migrantes y refugiados que llegaron a Europa en 2015 ha hecho que la tensión y las presiones se incrementen, esta crisis no supera la capacidad de Europa de gestionarla de forma conjunta como Unión. Necesitamos un pensamiento y una acción que sean osados y colectivos para desarrollar un enfoque verdaderamente global. 

En la actualidad hay unos 60 millones de personas en el mundo que han sido desplazadas por la persecución, la guerra, el conflicto o los desastres; la mayor cifra que hayamos visto después de la Segunda Guerra Mundial. En aquella época la Europa saturada y devastada por la guerra era un lugar del que marcharse y dejarlo atrás, pero ahora es la que recibe a los desplazados.

Los vecinos del sur y este de Europa están experimentando niveles sin precedentes de inestabilidad, conflicto, colapso económico y, cada vez más, los efectos de un clima cambiante. Sigue sin conocerse cuándo acabará la guerra en Siria y las repercusiones que tendrá al final en la región. Turquía, el Líbano y Jordania acogen a más de 4 millones de sirios que se han exiliado de sus lugares de origen. Merecen ser muy halagados por ello, pero con las limitadas posibilidades en la región es inevitable que muchas personas desplazadas estén ahora de camino a Europa a través de Turquía y Grecia por la ruta mediterránea oriental. La inestabilidad política en Libia no ha disminuido y sigue siendo una fuente y canal de corrientes irregulares hacia Italia a través de la ruta mediterránea central. 

Según la OIM, más de 900 000 migrantes, refugiados y solicitantes de asilo llegaron a la Unión Europea a través del Mediterráneo en 2015, casi todos a través de las rutas oriental y central hacia Grecia e Italia. El número de muertes –más de 3 500 en 2015– excede la tasa de muertes registradas en 2014, y no podemos saber cuántas más se quedan sin registrar. Aun cuando se dispone de estimaciones sobre el número de desaparecidos tras los naufragios en el Mediterráneo, es frecuente que no se lleguen a encontrar los cadáveres. Tampoco deberíamos olvidar que muchos migrantes mueren de camino a Europa en África y en Oriente Medio. A mediados de junio se hallaron los cadáveres de 48 migrantes descomponiéndose en el desierto entre Níger y Argelia. Una dimensión obviada de la situación en el Mediterráneo son las repercusiones para las familias de aquellos que mueren, en especial cuando nunca se encuentra el cadáver o cuando no se identifica al fallecido. Las familias no sólo experimentan lo que se conoce como “pérdida ambigua” sino que el hecho de que falte una persona puede afectar a la dinámica familiar y a sus relaciones sociales, a su situación económica y a procesos como las herencias, los matrimonios en segundas nupcias y la custodia de los hijos.

 

Retos políticos

Aunque el número de llegadas a Europa aumentó en 2015 y las presiones en algunos puntos han provocado tensiones y han atraído la atención de los medios de comunicación, esta crisis no supera la capacidad de Europa de gestionar conjuntamente como una Unión, dado que tiene una clara visión de los retos políticos que deben ser abordados.

En primer lugar, Europa se debe a sí misma el dejar de lado la actual narrativa sobre la migración. Ahora mismo es tóxica y sugiere una negación de la historia y de los valores europeos. Necesitamos volver a un diálogo más equilibrado. Necesitamos refutar los falsos mitos y los estereotipos que dan pie a error y recordar que históricamente la migración ha sido extraordinariamente positiva. A través de un diálogo abierto y si examinamos las pruebas podemos redescubrir que una migración bien gestionada es coherente con el desarrollo.

El segundo reto es aprender a gestionar la diversidad. La demografía indica que en el futuro la mayoría de los países del mundo se volverán más multiétnicos, multiculturales y multirreligiosos. Esta es una fórmula que provocará bienestar social y prosperidad económica. Pero para conseguirlo necesitaremos mucho valor e imaginación, e invertir en información, concienciación y diálogo públicos. Para empezar, necesitamos cambiar el enfoque del debate desde la identidad a uno que se centre en los valores comunes. Necesitamos entender el hecho esencial de que puede que los demás no se parezcan a mí o hablen como yo, pero pueden compartir conmigo un compromiso y unas ideas comunes.

En tercer lugar, resulta fundamental para una buena gestión de la migración que unamos los derechos y obligaciones soberanos con los derechos, obligaciones y sueños de los migrantes; que reconciliemos la seguridad nacional y la humana; y que equilibremos la soberanía y la libertad individual.

Prioridades de acción

 La principal prioridad es salvar vidas. A corto plazo, el rescate en el mar debe seguir siendo efectivo y tener buenos recursos.

La siguiente prioridad es ofrecer respuestas efectivas a las corrientes humanitarias masivas que llegan a Europa. Las líneas generales de acción ya se han identificado y están en consonancia con las modalidades operativas que se han utilizado en el pasado para superar situaciones de emergencia semejantes.

Se deben establecer planes de recepción efectivos. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) da la bienvenida al compromiso con la solidaridad a través del creciente apoyo de la Unión Europea (UE) a los Estados miembro que se encuentran en primera línea y que están recibiendo elevadas cifras de llegadas de migrantes, y está preparada para contribuir a los esfuerzos de las agencias y Estados miembro de la UE implicados.

También damos la bienvenida y respaldamos firmemente la propuesta de la Comisión Europea de ampliar el plan de reubicación para conseguir la repercusión necesaria debido a las importantes presiones que sufren los Estados de la UE que se encuentran en primera línea y los países colindantes que actualmente acogen a millones de personas desplazadas. Un reparto equitativo de la reubicación entre los Estados miembro de la UE y un aumento del reasentamiento dentro y fuera de la UE serán parte de la solución.

La experiencia nos ha enseñado que para proteger la integridad del marco de protección internacional deben establecerse sistemas de determinación de la condición de refugiado para distinguir entre las personas que tienen una verdadera necesidad de protección y aquellas cuyas solicitudes de asilo no pueden probarse. Para estas últimas la solución más adecuada sería la repatriación voluntaria a su país de origen pero se necesita una planificación y una implementación cuidadosas para que se haga bien y sea sostenible. De cara al futuro, será necesario invertir en programas de reintegración que permitan a los refugiados volver a reintegrarse en sus comunidades de origen.

Se tendrían que realizar algunas intervenciones antes de que los migrantes llegaran a Europa. La OIM está planeando realizar una prueba de su Mecanismo de Respuesta y Recursos para Migrantes (MRRM, por sus siglas en inglés) en Níger. Su objetivo es ofrecer apoyo operativo a las autoridades gubernamentales para abordar las complejas corrientes migratorias y facilitar la identificación y el registro de los migrantes, y dar apoyo en la recopilación de datos para alimentar una política y una programación con base empírica. La OIM también está planeando establecer unas instalaciones de MRRM piloto en Libia que aporten estabilidad, y está explorando la viabilidad de otros MRRM en Turquía, en la antigua República de Yugoslavia y Macedonia.

Por último, debe ponerse en marcha rápidamente una firme respuesta internacional para acabar con la trata y las operaciones de contrabando además de medidas destinadas a debilitar su negocio en los dos lados del Mediterráneo, ya que las redes criminales operan en ambas regiones.

La tercera prioridad no es ni más ni menos que un cambio de paradigma en la gestión de la migración. Con independencia de lo apremiante que sea la crisis humanitaria actual, una respuesta que se centre únicamente en las necesidades humanitarias y de seguridad más inmediatas sin abordar otros aspectos anteriores –los detonantes subyacentes de la migración irregular, la demanda de migración laboral a todos los niveles de destreza y el impacto de las redes de comunicación– no será efectiva ni sostenible a lo largo del tiempo. Sin una visión a largo plazo que guíe la política y la práctica para responder a las inquietudes de la comunidad, estaremos atrapados en un bucle en lo que respecta a la intervención en crisis. La crisis humanitaria actual debería ser para todos nosotros un recordatorio de la importancia que la movilidad ha adquirido en el mundo hoy en día. No podemos esperar que desaparezca, solo podemos aceptarla como parte de nuestra realidad contemporánea y gestionarla para el beneficio de todos.

Necesitamos una acción y un pensamiento colectivos que sean osados si queremos desarrollar un enfoque verdaderamente global para gestionar la migración. Esto garantizaría a su vez la provisión de la tan valiosa protección para los refugiados y crearía  canales para que se produjera una migración regular y segura de trabajadores con alta o baja cualificación, y de aquellas personas que necesiten conseguir la reagrupación familiar. Un enfoque así necesitaría ofrecer programas de estabilización y desarrollo comunitario en los países de origen de los migrantes y en países de primer refugio para los refugiados con el fin de reducir las presiones migratorias.

Resultará de vital importancia que se mantenga un diálogo continuado con los países de origen y tránsito para llegar a un consenso en estas importantes cuestiones, abordando las causas fundamentales y los retos inmediatos que representan las corrientes de migrantes.

 

William Lacy Swing ODG@iom.int

Director General de la Organización Internacional para las Migraciones www.iom.int

 

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