El papel de la medicina tradicional y las estrategias comunitarias en la lucha contra la COVID 19

Las comunidades afrodescendientes desplazadas en Colombia han experimentado una importante marginación durante la pandemia, pero han recurrido a los conocimientos ancestrales para intentar mitigar las repercusiones de la COVID‑19.

La población afrodescendiente de Colombia representa aproximadamente el 12 % de todas las personas desplazadas internas del país. Miles de comunidades y familias afrodescendientes se han visto obligadas a abandonar sus tierras y trasladarse a zonas urbanas de la periferia de ciudades como Bogotá, Medellín y Cali. Otras comunidades permanecen confinadas en territorios controlados por grupos armados ilegales y cárteles de la droga.

La población afrodescendiente desplazada ya se enfrentaba a dificultades en cuanto a las condiciones de vida, el racismo, la marginación y la exclusión, todo lo cual afecta a su acceso a los servicios sanitarios, al trabajo y a la educación. Desde el comienzo de la pandemia de COVID‑19, su seguridad alimentaria, su estado nutricional y sus medios de vida se han visto afectados drásticamente. El escaso acceso al agua potable y a las instalaciones sanitarias les ha impedido cumplir con las recomendaciones de higiene —lavarse las manos con regularidad— para prevenir la infección por COVID‑19[1].

Su respuesta ha sido doble: desarrollar estrategias comunitarias para mitigar los riesgos de contagio y buscar soluciones en la medicina tradicional.

Las estrategias de protección

Algunas comunidades han establecido sistemas de vigilancia para controlar los movimientos de la población en un intento de contener la propagación del virus en comunidades cuyo acceso a los servicios sanitarios está limitado tanto por la escasez de servicios como por la falta de opciones de transporte. En las zonas rurales ribereñas, las comunidades desplazadas designan a un miembro para que compre alimentos y agua cada mes en las comunidades de acogida vecinas. También se han habilitado zonas de limpieza acotadas para desinfectar la ropa y lavarse las manos, y han prohibido la entrada a sus comunidades a personas procedentes de otros lugares.

Más allá del beneficio inmediato de proteger a la comunidad, estos sistemas también han contribuido a revalorizar las formas de organización comunitaria y los conocimientos ancestrales que posee el pueblo colombiano afrodescendiente.

Recurrir a la medicina tradicional

El acceso al agua potable es un problema histórico y estructural para la población afrodescendiente, y esta situación se ve agravada por la ausencia de unos sistemas sanitarios integrales y por las condiciones de hacinamiento en las que viven las personas desplazadas. Para los desplazados, el hacinamiento y la consiguiente dificultad para seguir los consejos de distanciamiento social representan un grave obstáculo para la prevención y la respuesta a la COVID‑19.

Los líderes afrodescendientes han puesto en práctica algunas lecciones de pandemias como la del ébola, que afectaban a poblaciones africanas sin acceso al agua potable, y han excavado pozos para acceder a las aguas subterráneas. Este conocimiento sobre la excavación de pozos también se ha replicado en poblaciones afrodescendientes de Ecuador y Honduras y en las comunidades quilombolas de Brasil.

Al mismo tiempo, la medicina tradicional ha surgido con fuerza en los intentos de las comunidades por derrotar al virus. Las hierbas y otras plantas se utilizan con fines medicinales y para elaborar desinfectantes que mitiguen los síntomas del virus y eviten su propagación. Los conocimientos y la medicina tradicional que estas personas han aplicado durante esta pandemia han alterado su propia percepción del valor permanente de este tipo de medicina.

En 2020, más de 28 500 afrodescendientes tuvieron que abandonar sus hogares, huyendo de los enfrentamientos entre grupos armados. A medida que los desplazados se reasentaban en tierras vecinas, compartían sus conocimientos sobre el uso de plantas y árboles con fines medicinales, como el matarratón (Gliricidia sepium), cuyas flores se hierven para su consumo o se utilizan en baños y se cree que ayudan a estimular el sistema inmunitario. Según Tulia Martínez: “Nuestras abuelas nos enseñaron las propiedades curativas de ciertas plantas medicinales. Este conocimiento nos ha ayudado... a mitigar los efectos de la malaria, la gripe, la chikunguña y otras enfermedades”.

No hay evidencia científica de que el uso o el consumo de estas plantas pueda proteger a las personas contra la COVID‑19. Sin embargo, la medicina tradicional afrodescendiente es una de las pocas herramientas que tienen para intentar aliviar los síntomas o prevenir las infecciones.

En el contexto de la profundización de las desigualdades raciales debido al impacto de la COVID‑19 y su intersección con otros factores, las comunidades desplazadas hacen hincapié en su necesidad de utilizar la medicina tradicional. Asimismo, subrayan que no es posible garantizarles unos servicios sanitarios integrales, equitativos, de calidad y oportunos sin el reconocimiento de sus costumbres ancestrales y tradiciones culturales, que suelen ser poco reconocidas por el sistema nacional de salud. El Estado colombiano necesita incorporar la medicina tradicional a sus sistemas y fortalecer su competencia intercultural mediante la incorporación de profesionales de la salud afrodescendientes.

Retos pendientes

La extrema vulnerabilidad que afecta a los desplazados afrodescendientes los ha hecho especialmente vulnerables a enfermedades transmisibles y no transmisibles como el cáncer, la diabetes, las enfermedades cardíacas y las enfermedades respiratorias crónicas. Esto hace que corran un riesgo aún mayor de sufrir graves consecuencias a causa de la COVID‑19. Los representantes de las poblaciones afrodescendientes han manifestado que estos factores de riesgo no han sido reconocidos por el Estado a la hora de preparar e implementar las medidas de higiene para la pandemia. Esta población exige que el Estado prepare protocolos de atención especial para las personas afrodescendientes con COVID‑19, protocolos que tengan en cuenta sus enfermedades subyacentes.

Otra demanda importante es la creación de un sistema de información estadística con datos desglosados por raza, género y edad. Esto permitiría medir el efecto desproporcionado de las desigualdades raciales entre las poblaciones desplazadas, lo que a su vez facilitaría el diseño de unas estrategias adecuadas para la vigilancia, prevención y control de la pandemia entre esta población.

Para ello, resulta fundamental que el Estado abra espacios institucionales de consulta y participación con las poblaciones desplazadas; esto permitiría diálogos interculturales con vistas a incorporar la medicina tradicional en la respuesta a la COVID‑19. Una política de acción afirmativa en materia de salud intercultural podría ser beneficiosa a la hora de afrontar futuras pandemias y también podría contribuir a reparar siglos de discriminación, marginación y exclusión.

 

Angela Yesenia Olaya Requene yesenia-olaya@fas.harvard.edu

Coordinadora Académica, Certificado en Estudios Afrolatinoamericanos, Instituto de Investigación Afrolatinoamericana, Universidad de Harvard

 

[1] Comisión Económica para América Latina y el Caribe (2021) People of African descent and COVID‑19: unveiling structural inequalities in Latin America
https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/46621/1/S2000728_en.pdf

 

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