Los mayores y el desplazamiento

En todas las fases del ciclo de desplazamiento –huida, desplazamiento y retorno– la gente mayor está expuesta a retos y riesgos específicos que no se suelen tener en cuenta lo suficiente.

Dado que la población mundial está envejeciendo a un ritmo sin precedentes y que el desplazamiento se encuentra en alza, cada vez más personas mayores se ven forzadas a abandonar sus hogares. Tanto si se quedan en su propio país como si cruzan las fronteras internacionales se enfrentan a una serie de riesgos específicos y muy significativos.

El hecho de que resulte prácticamente imposible saber cuántos de ellos hay constituye una manifestación del primero de estos riesgos: la invisibilidad. A menudo marginadas antes de que se produjera la crisis, las personas mayores no son incluidas en las evaluaciones sobre las necesidades y los sistemas de registro suelen ignorarlas. De los cincuenta países analizados por el Observatorio de Desplazamiento Interno (IDMC, por sus siglas en inglés) en su encuesta global 2011 sobre los desplazados internos, sólo once disponían de datos actualizados desglosados por sexo y edad; únicamente en seis de los cincuenta países las políticas nacionales hacían referencia específicamente a la gente mayor; y sólo en tres de esos seis países se había recopilado algún tipo de información sobre dicho colectivo.

Nuestra incapacidad para comprender totalmente las dimensiones socioculturales de la definición de “persona mayor” (que en muchos países no sólo depende de la edad física) y el hecho de que estas personas posean grados bastante diferentes de vulnerabilidad y competencias, podría exacerbar aún más su invisibilidad y por tanto su exclusión durante el desplazamiento.

Dejados atrás

Cuando estalla una crisis se suele dejar atrás a la gente mayor cuando el resto de la comunidad se desplaza. Una de las razones principales es la incapacidad física de muchas personas mayores para moverse, ya sea real o porque así lo perciba su familia. También es posible que la gente mayor tenga razones personales para permanecer en casa. Puede que se sientan especialmente ligadas a su hogar y a sus tierras, o que hayan rechazado anteriormente evacuaciones preventivas por desastres y hayan experimentado y gestionado situaciones similares antes, es decir, que se hayan “librado” de desastres anteriores. Además, la perspectiva de empezar de nuevo en otro lugar puede resultar demasiado abrumadora para una persona mayor. Y por último, la persona mayor o su familia podrían decidir que es importante que alguien se quede en casa para mantener sus bienes a salvo.

La gente mayor que se queda atrás puede sufrir la violencia, intimidación o los impactos secundarios de los riesgos naturales, como réplicas de terremotos o la crecida de las aguas en una riada. Tenemos el ejemplo de Darfur, donde las personas mayores que no me marcharon fueron aterrorizadas y luego asesinadas por la milicia Janjaweed, o durante la crisis de 2008 en Georgia, donde las milicias saquearon las casas y trataron de extorsionar a la gente mayor que se había quedado atrás para robarle su dinero, llegando a apalear a algunas gravemente. Además, aquellos que no abandonan su lugar de origen a menudo pierden los mecanismos de ayuda y apoyo de que dependen. Al inicio del huracán Katrina en Estados Unidos, por ejemplo, las personas mayores que no pudieron abandonar sus residencias quedaron expuestas a sufrir graves peligros porque sus cuidadores se marcharon de Nueva Orleans abandonándolos a su suerte. El setenta por ciento de las personas que murieron como consecuencia de la catástrofe tenía mas de 70 años.

El apoyo durante el desplazamiento

Durante el mismo desplazamiento, el apoyo que reciben las personas mayores por parte del Gobierno y de las organizaciones nacionales e internacionales puede ser mínimo o inexistente puesto que con frecuencia se les incluye en programas orientados a personas desplazadas como grupo homogéneo. El resultado de esto son programas de asistencia que no se adaptan a la gente mayor o que le resultan inaccesibles. Por ejemplo, aunque las conocidas consecuencias del desplazamiento sobre la salud de la población en general pueden ser devastadoras, un enfoque casi exclusivamente centrado en las enfermedades transmisibles obvia que mucho del exceso de morbosidad y mortalidad entre la gente mayor se origina a raíz de exacerbar enfermedades no infecciosas ya existentes como la hipertensión, la diabetes y el cáncer.

Del mismo modo, el acceso a los alimentos adecuados suele ser uno de los principales problemas de las personas mayores desplazadas. La forma en que se organizan generalmente las operaciones humanitarias, centrándose en la distribución a granel de raciones de comida seca sin hacer diferenciación alguna, puede que se ajuste más a las necesidades de las organizaciones de ayuda que a las de la población, en especial de aquellos que tienen necesidades especiales. Las personas mayores suelen tener problemas con el modo en que se distribuyen las raciones de comida y con la propia naturaleza de dichos alimentos. Durante una encuesta sobre nutrición llevada a cabo por HelpAge en el campo de refugiados de Dadaab en 2011 se descubrió que más de 500 personas mayores necesitaban apoyo nutricional. Esta necesidad se atribuyó a la exclusión o a la falta de acceso a la distribución general de los alimentos, a la baja variedad de su dieta y a la ingesta poco frecuente de comidas.

Al contrario de lo que comúnmente se cree, las personas mayores que se encuentran en situación de desplazamiento a menudo no pueden contar con una red de seguridad, ya que se encuentran marginadas –y a veces excluidas– por sus propias familias y comunidades en un contexto en el que todos compiten por los escasos recursos. Tras las devastadoras inundaciones que se produjeron en Pakistán en 2010 y en absoluto contraste con los valores religiosos y culturales predominantes, la gente mayor fue simple y llanamente abandonada. El Ministerio de Bienestar Social de Pakistán estimó que la cifra de personas mayores que vivían sin apoyo familiar era de hasta un 10% de la población mayor.

El desplazamiento a menudo trae consigo la devastadora pérdida del estatus social, también para la gente mayor, y se ignora la gran contribución a la sociedad que normalmente hace este colectivo. Esto se hace especialmente patente en el caso del papel de apoyo que desempeñan con respecto a los niños y que es reemplazado por muchas de las prácticas de la comunidad humanitaria.

En los países en desarrollo las personas mayores tienden a trabajar hasta casi entrados en la edad de 80 años, ya sea en empleos regulados o en la economía sumergida. En lo que respecta a las generaciones más jóvenes, la falta de trabajo que conlleva el desplazamiento puede llegar a ser extremadamente desmoralizadora. Como ejemplo extremo tenemos el distrito de Lira, en el norte de Uganda, donde en ausencia de una estrategia alternativa para respaldar las necesidades de la gente mayor, el Gobierno local declaró los viernes como el día de pedir limosna para las personas mayores que vivían en campos de desplazados. Aunque la gente mayor sufre de verdad durante la transición de un entorno rural a otro urbano, se suele achacar al desplazamiento. Muchas de las destrezas que poseen no parecen relevantes en la nueva situación y los organismos de ayuda rara vez los tienen en cuenta como parte del programa de planificación laboral, convirtiéndose en una forma de discriminación basada en la edad aunque no se realice de forma intencionada.

El retorno

Muchas personas mayores se encuentran entre las que más predispuestas están a regresar a sus lugares de origen debido a su fuerte vinculación histórica con sus tierras. Sin embargo, independientemente de que sean o no especialmente vulnerables, requieren una mayor asistencia para poder regresar a casa o para poder llevar consigo “paquetes de retorno” u otros bienes. Este es un  reto especialmente complicado para las personas mayores que no cuentan con el apoyo de su familia o que están cuidando a niños que dependen de ellos y que por tanto son reacios a llevarse lejos de los lugares en los que pueden recibir servicios.

La posibilidad de tener que construir o reconstruir una vivienda también puede suponer un gran obstáculo para el retorno de la gente mayor tras el desplazamiento. Muchas personas mayores, en especial las que son ya muy viejas, son físicamente incapaces de reconstruir sus casas. Además el acceso a las tierras para su retorno a menudo está lleno de tensiones debido a cuestiones relacionadas con la tenencia y propiedad de las tierras. El crecimiento de población en muchos países en vías de desarrollo está creando una presión muy grande sobre muchas de las tierras y lo más probable es que se dé prioridad a la gente más joven, aun cuando muchas personas mayores sean capaces de reanudar sus actividades agrícolas y estén dispuestas a hacerlo.

A medida que el aspecto del envejecimiento de la población en situación de desplazamiento toma más relevancia que nunca, las agencias humanitarias y de desarrollo, los Gobiernos locales y nacionales y las organizaciones de derechos humanos deben prestar mucha más atención a las necesidades y derechos de la gente mayor en todas las fases del ciclo de desplazamiento. Deberían realizarse todos los esfuerzos posibles para garantizar que se identifica a las personas mayores vulnerables y que todos los actores responsables de la protección sean capaces de cumplir con esta responsabilidad.

 

Piero Calvi-Parisetti pcalvi@helpage.org es profesor de universidad y asesor de política de HelpAge International www.helpage.org

El presente artículo ha sido extraído de un informe completo publicado en 2011 por HelpAge International y el Observatorio de Desplazamiento Interno, The neglected generation: The impact of displacement on older people (La generación desatendida. El impacto del desplazamiento en la gente mayor) http://tinyurl.com/HAI-NeglectedGeneration (Disponible sólo en inglés.)

Véase también RMF 14 (2002) sobre “Ancianos desplazados: ¿al final de la cola?” www.fmreview.org/es/ancianos_desplazados.htm

 

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