Las poblaciones desplazadas y sus efectos en la estabilidad regional

Es necesaria una mejor comprensión de la fragilidad del Estado – en combinación con mejoras en la política y financiación para las poblaciones desplazadas – para evitar la proliferación de nuevos conflictos regionales.

 

La fragilidad de los Estados, los conflictos y la violencia fueron temas centrales del Informe sobre Desarrollo Mundial de 2011 del Banco Mundial, mostrando que cada vez es más aceptada la conexión entre la prevención de los conflictos intraestatales y la seguridad internacional en general.[1] Los académicos también están prestando mucha atención a cuestiones como la forma de fortalecer a los Estados en equilibrio al borde del fracaso y cómo restaurar la funcionalidad de los que han fracasado. Los estudios empíricos resaltan el hecho de que los conflictos en los países vecinos tienden a extenderse hacia el exterior. Son menos entendidas las interdependencias dinámicas encontradas entre la migración forzada y la fragilidad del Estado.

Es un hecho que los Estados frágiles y fallidos producen la mayoría de refugiados, solicitantes de asilo y desplazados internos en el mundo. Estos se encuentran entre las personas en mayor riesgo del planeta, y con frecuencia son sometidos a intolerables condiciones de vida, abusos de los derechos humanos y una incertidumbre crónica respecto a su futuro bienestar. Una mejor comprensión de las causas y consecuencias de la fragilidad del Estado es fundamental para la prevención de tales resultados indeseables. Los índices de las clasificaciones sobre fragilidad y la investigación sobre las causas de la guerra civil son herramientas que deben ser promovidas y utilizadas por los responsables políticos, con el entendimiento de que la fragilidad del Estado y el fracaso del Estado son conceptos útiles en la medida que nutren las decisiones políticas preventivas y positivas y las estrategias de intervención temprana.

Las poblaciones desplazadas también tienen un efecto en los países de acogida donde se ven forzadas a residir – generalmente los países vecinos – donde pueden exacerbar la escasez de recursos, lo que conduce a tensiones y conflictos. Se ha demostrado que uno de los principales factores de riesgo para una guerra civil es que los Estados vecinos estén envueltos en conflictos civiles. El Grupo Especial sobre Inestabilidad Política (PITF, por su sigla en inglés), por ejemplo, ha reducido su modelo de predicción de la inestabilidad mundial a cuatro variables: tipo de régimen, mortalidad infantil, discriminación por parte del Estado y países vecinos en conflicto (también denominada la variable de los “malos vecinos”).[2] Sus resultados indican que los Estados con cuatro o más conflictos vecinos tienen una probabilidad mucho mayor de entrar ellos mismos en conflicto. Si bien la medida de los “malos vecinos” del PITF es una variable estructural que no cambia fácilmente con el tiempo, otras investigaciones han mostrado que los repentinos flujos masivos de personas desplazadas también pueden tener un efecto negativo en la estabilidad del Estado. Acoger incluso a diez mil refugiados más en un año parece tener un significativo efecto en las posibilidades de estallido del conflicto.           

El aumento de la pérdida de recursos del Estado es un mecanismo de este fenómeno. Un ejemplo de esta situación es Siria, donde en 2007 se registraron aproximadamente 1,2 millones de refugiados iraquíes. Esto dio lugar a un aumento masivo de los precios en todo, desde los alimentos básicos hasta los alquileres de viviendas. El consumo de agua y electricidad se disparó. El desempleo disparado, las escuelas abarrotadas, los hospitales desbordados y la degradación de los programas de servicios sociales básicos eran los síntomas de la afluencia de refugiados. A su vez, el descontento se extendió tanto en el país de acogida como en las poblaciones de refugiados, llevando al aumento de las tensiones y los brotes de violencia. La presión sobre el gobierno sirio para que reprimiera las diversas crisis aumentó, pero con pocos recursos y el aumento de las demandas sobre los servicios básicos, no pudo hacerse mucho. En retrospectiva, existen razones de peso para creer que el descontento creado por esta situación contribuyó a la posterior explosión de la violencia en Siria en 2012.

Otro mecanismo a través del cual la fragilidad del Estado puede aumentar debido a los conflictos vecinos es mediante la proliferación masiva de armas pequeñas y otro armamento, posiblemente junto con la propagación de ideologías radicales. Un ejemplo reciente de esta situación es el conflicto en Malí en 2012, que fue sin duda precipitado por la intervención de las fuerzas de la OTAN en Libia, en parte como resultado del suministro de armas a los combatientes rebeldes, incluyendo a los tuareg. Todavía es demasiado pronto para determinar los efectos a largo plazo de esta crisis en el desarrollo económico y social de Mali. En el momento de la redacción de este artículo, existen más de 200.000 desplazados internos en Malí y más de 200.000 refugiados en los países vecinos. Esto no tiene en cuenta a las personas no registradas, sobre quienes no se tienen estimaciones precisas. Una comprensión más profunda de la frágil situación en Malí y el impacto del conflicto en la vecina Libia podría haber proporcionado opciones prácticas a los responsables políticos para prevenir la posterior rebelión y así proteger mejor a la población del norte de Mali.

Estos ejemplos ilustran las implicaciones políticas, tanto para el país de acogida como para  la comunidad internacional de donantes y las organizaciones de ayuda humanitaria. Por parte del país de acogida, se debe brindar apoyo a los refugiados que llegan, las solicitudes deben ser procesadas ​​rápidamente y se debe prestar asistencia en la búsqueda de empleo remunerado y un lugar permanente para vivir. Por parte de los donantes internacionales y las ONG, es fundamental la financiación de estos resultados positivos. Sin embargo, las soluciones sostenibles a largo plazo para las poblaciones desplazadas sólo se lograrán a través del ejercicio de la voluntad política y la toma de decisiones inteligente y basada en evidencia. Sin estos, continuaremos viendo las reacciones en cadena de los conflictos civiles en los Estados frágiles propagándose a sus vecinos.

El mensaje general es que mientras más frágil sea el Estado, más asistencia necesitarán las autoridades para estar en capacidad de prever y responder a tales eventos a través de reformas tanto políticas como macroeconómicas. Además, los sistemas mundiales, regionales y locales de alerta temprana y respuesta a los conflictos deben incorporar este conocimiento en su marco de indicadores. Sólo mediante el desarrollo de una comprensión más aguda de la fragilidad del Estado y su relación con el desplazamiento podemos prevenir y responder mejor a las situaciones de crisis como las que actualmente desplazan a millones de personas en todo el mundo.

Joe Landry joseph.landry@carleton.ca es estudiante de doctorado en la Escuela de Asuntos Internacionales Norman Paterson de la Universidad de Carleton, Canadá y Editor Asistente de Canadian Foreign Policy Journal.

 



[1] Ver el artículo de Yonatan Araya en este número/edición, pp 63-65

 

 

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