La fe y lo secular: tensiones a la hora de cumplir con los principios humanitarios

Hay una buena razón para que las organizaciones confesionales y las comunidades religiosas locales se unan a la hora de dar respuesta humanitaria, pero esto supone ciertos conflictos acerca de la interpretación de los principios humanitarios en lo que algunos consideran una época postseglar. 

Las organizaciones confesionales y las comunidades religiosas locales son la principal respuesta de la sociedad civil ante distintas vulnerabilidades en las crisis humanitarias. Por lo que una sólida colaboración entre estos colectivos será más que bienvenida como estrategia para aumentar las capacidades locales y nacionales de preparación ante la crisis, y de su posterior respuesta y mitigación. Un estudio reciente llevado a cabo por varias agencias sobre el papel de las comunidades religiosas en los contextos humanitarios halló amplias evidencias de su contribución respecto a la reducción del riesgo de desastres, la respuesta de emergencia y a la facilitación de soluciones duraderas y de transición[1]. Muchos informes recogidos en el estudio señalaron que las comunidades religiosas locales estaban bien posicionadas para responder en los primeros días de la emergencia cuando disponer de instalaciones para la provisión de refugio o de voluntarios para asistir a las poblaciones afligidas y desplazadas resultaba crucial. También es cada vez más patente que las comunidades religiosas locales podrían ofrecer una buena base para impulsar la capacidad de recuperación de la comunidad en el período inmediatamente posterior a la crisis a través de las creencias y de los rituales.

Los hallazgos del estudio se interpretan generalmente en términos de utilidad de los recursos confesionales para la actual agenda humanitaria, expresados habitualmente en un lenguaje laico. Y así hablando, podríamos decir que la cooperación con las comunidades religiosas locales se percibe como asegurada a raíz de los recursos que ponen a disposición de los esfuerzos humanitarios pero se espera que cualquier actividad o valor que no concuerde con los principios humanitarios se mantenga alejado del espacio humanitario. Para algunos trabajadores humanitarios, los riesgos de semejante vinculación con estas organizaciones siguen pesando más que las potenciales ventajas instrumentales. Los recientes pasos que ha dado ACNUR hacia un compromiso más efectivo con el sector religioso han venido acompañados por un fuerte énfasis en un “código de conducta” para los socios confesionales[2] que prohíbe actividades (como el proselitismo) que se consideran incompatibles con el compromiso humanitario.

Es comprensible tanta cautela si se piensa que un enfoque laico garantiza la protección de los principios humanitarios. Sin embargo, varios desarrollos desafían actualmente esta postura. Peter Walker ha observado cómo la actual interpretación de los principios humanitarios necesita evolucionar para reflejar el impacto de la globalización[3]. Los campos de las relaciones internacionales, las ciencias políticas y la sociología han abandonado la presunción de que el laicismo avanza con el desarrollo y han empezado a abordar la incipiente potencialidad de una “era postseglar”. Cada vez está más asumido que el mundo de la fe no puede quedar confinado de facto o de iure a la esfera de lo privado ni ser apartado de la vida pública. Es más, cada vez es mayor el reconocimiento de que el marco seglar o laico refleja una ideología occidental desarrollada a partir de una tradición judeocristiana que se aleja de una perspectiva “neutral”. Es bien sabido que la politización y la militarización de la ayuda han sido detonantes importantes de la reducción del espacio humanitario aunque cada vez está más asumido que un marco seglar del humanitarismo refleja los valores occidentales neoliberales y también contribuye a ejercer cierta presión al respecto.

Esto no hace sino llamar la atención sobre la complejidad del compromiso con las comunidades religiosas locales. Existen pruebas de que las comunidades pueden aprenderse un guión laico para facilitar su trabajo con los actores humanitarios internacionales. Esto replica el modo en que las organizaciones confesionales internacionales han llegado a enmarcar su trabajo de un modo que a menudo no se distingue del de las organizaciones laicas. Algunos seguirán prefiriendo esta estrategia, pero adherirse a un guión laico presenta dos importantes retos para los actores humanitarios. El primero es el reconocimiento de que este marco a menudo moldea la asistencia humanitaria de manera que resulta extraña para muchas comunidades religiosas locales, lo que crea una desconexión con muchos recursos locales relevantes para la recuperación de la crisis. El segundo es el reconocimiento de que el silencio en materia de fe no es una señal de neutralidad sino que refleja una ideología concreta.

El Diálogo de ACNUR sobre Fe y Protección de 2012 reflejó una sensibilidad hacia estos dos retos y animó a los trabajadores humanitarios a que adquirieran mayores conocimientos religiosos, ya que eso constituye un paso más para abordarlos. Perseguir la imparcialidad, la independencia y la neutralidad debe seguir siendo primordial para la agenda humanitaria. Vincularse con cuestiones de fe no es abandonar estos principios sino reconocer que en un contexto de pluralismo es necesario aprender a operar concienciados de que las creencias religiosas y las laicas son igualmente “una posibilidad humana entre muchas”[4]. Negociar la acción y las alianzas humanitarias en esta era postseglar será una necesidad. La “interpretación común” a la que apelan los actores religiosos y laicos en la formulación de la Declaración Universal de Derechos Humanos ofrece un importante precedente histórico para moverse por entre estas discusiones.

Nuestra experiencia sobre el trabajo de las comunidades religiosas locales en la provisión de asistencia humanitaria a los refugiados sirios en Jordania sugiere algunas acciones muy prácticas para que los organismos de ayuda internacional se puedan aliar de una manera efectiva con los colectivos religiosos. Entre ellas se incluyen: comprometerse a cartografiar la amplitud y la diversidad de la vinculación de las organizaciones basadas en la fe con la respuesta humanitaria a nivel local; materializar el respeto por dicha vinculación –y una interpretación madura de los principios humanitarios de imparcialidad y neutralidad– mediante la presencia física con diversos actores religiosos; reconocer las preocupaciones religiosas y espirituales de estos colectivos como parte integral de su identidad, y tratarlos como a unos socios con un preciado conocimiento local más que como a contratistas que proporcionan una intervención predeterminada.

Alastair Ager aa2468@columbia.edu es profesor de Salud para la población y las familias del Programa de Migraciones Forzadas y Salud de la Universidad de Columbia. www.forcedmigration.columbia.edu

Si desea ampliar detalles o consultar referencias adicionales, vea Ager A. y Ager J. (2015) Faith, Secularism and Humanitarian Engagement [Fe, laicismo y vínculo humanitario]. Palgrave. http://tinyurl.com/jliflc-ager-ager-2015

 



[1] Fiddian-Qasmiyeh E. y Ager A. (eds) Local faith communities and the promotion of resilience in humanitarian situations: a scoping study [Las comunidades religiosas locales y la promoción de la capacidad de recuperación en situaciones humanitarias: estudio inicial], documento de trabajo conjunto de JLI-RSC, Oxford, 2013. http://tinyurl.com/RSCJLI-Qasmiyeh-Ager-2013

[2] ACNUR (2012) Acoger al extranjero: afirmaciones de líderes de comunidades basadas en la fe, Ginebra. ACNUR (plurilingüe). www.unhcr.org/51b6de419.html

[3] Walker P. y Maxwell D. (2009) Shaping the Humanitarian World [Dar forma al mundo del humanitarismo]. New York: Routledge. http://tinyurl.com/Walker-Maxwell-2009

[4] Taylor C. (2007) A Secular Age [Una era seglar]. Harvard: Cambridge

 

 

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