Solicitante de asilo: una perspectiva de fe

Una organización que parte de la fe va a escuchar y a entender al solicitante de refugio cuando huye de leyes injustas, de tradiciones, culturas o ideologías.

En mi visión y camino de vida con los refugiados y migrantes de todo tipo, la fe es una actitud espiritual para llegar a la esencia de la persona: un ser humano que puede ser llamado hermano, amigo, huésped, un alguien que toca a mi puerta y le abro. Nada de limosna o de lástima, sino que es una opción que parte de la fe.

En este sentido quisiera limpiar el terreno de la tentación de usar al refugiado como posible objeto de proselitismo. He considerado siempre esta actitud una forma de aprovecharse de su situación de vulnerabilidad y someterlo a otro tipo de violencia. Nuestra misión religiosa (católica) es ofrecer amor y misericordia.

En contraste con la ley, que es fría y se remonta siempre a un reglamento, una organización que parte de la fe va a escuchar y a entender al solicitante de refugio cuando huye de leyes injustas, de tradiciones, culturas o ideologías. La fe de cualquier religión se mueve siempre en el terreno de la libertad. El concepto de derecho también corre el riesgo de transformarse en un pasaje frío como la ley. Si actuamos con los derechos de manera rutinaria o como un funcionario cualquiera, mejor cancelar la etiqueta de fe o de credo religioso. Seríamos hipócritas y el otro lo capta inmediatamente. Y, como he aprendido de muchos refugiados, la fe es esperanza, que es una fuerza que no comprenden los que viven simplemente por la lógica del mérito, de la justicia de la calle o según reglas definidas.

En este campo ya muy delicado, el problema hoy en día se plantea cuando el solicitante de refugio proviene de áreas muy remotas a la geografía cultural o religiosa donde solicita asilo. Aquí en México hemos recibido gente tan variada como de Nepal, Bangladesh, Iraq, Nigeria, Etiopia, Sudan y Somalia, por ejemplo, por lo que quienes son designados para trabajar en las organizaciones basadas en la fe para con ellos, tienen que ser gente de visión amplia, tolerante y comprensiva. Abrirse quien profesa otro tipo de religión nunca es riesgo de profanar nuestra fe sino que puede crear vínculos y un futuro donde se celebre la diversidad en la solidaridad. Cuando el solicitante experimenta la misma frialdad que caracteriza a veces a las organizaciones gubernamentales o agencias subcontratadas, puede ser un golpe a su esperanza de recibir una acogida que no ha encontrado antes. La congruencia con los valores morales universales se vuelve un mensaje de esperanza hacia personas que pueden haber experimentado todo tipo de decepción y persecución.

 

Padre Flor Maria Rigoni rigoni2000@gmail.com lleva trabajando 30 años en la Casa del Migrante – Albergue Belén, en Chiapas, México.

 

 

 

 

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