Fe, ayuda y desarrollo: el modelo de UMCOR-Muslim Aid después de siete años

Hace siete años se formalizó en Sri Lanka una alianza estratégica entre el Comité Metodista Unido de Auxilio y la organización Muslim Aid en un acuerdo de asociación mundial. La alianza ofrecía un modelo para la provisión de asistencia humanitaria basada en la comunidad, culturalmente apropiada y sostenible. Entonces, ¿por qué no consiguieron sus objetivos?

El 26 de junio de 2007, una alianza pionera se formalizó en las Cámaras del Parlamento de Londres entre la ONG islámica del Reino Unido Muslim Aid (MA)[1] y la ONG cristiana Comité Metodista Unido de Auxilio (UMCOR, por sus siglas en inglés)[2]. La visión a largo plazo de esta alianza consistía en desarrollar un modelo por el que un consorcio de organizaciones confesionales trabajaran juntas para proporcionar auxilio, desarrollo, paz y reconciliación, de modo que ofrecerían un espacio para el desarrollo del respeto y la comprensión mutua en un mundo en el que se estaba convirtiendo cada vez más la fe en una herramienta de conflicto en vez de una para resolverlo. Un artículo del número 30 de RMF que se publicó en 2008 cubría la historia de la alianza y los retos que preveían. Algunos de esos retos se mostraron proféticos y siete años después la alianza tal y como se concibió sigue sin alcanzar las expectativas de aquellos primeros días, aunque sigue operando como mecanismo ocasional de financiación cruzada.

El principio de la alianza

En agosto de 2006 la ciudad mayoritariamente musulmana de Muttur (en el distrito de Trincomalee, Sri Lanka) fue atacada por los Tigres de Liberación del Ealam Tamil. Los esfuerzos de los organismos de ayuda, de las Naciones Unidas y de la Cruz Roja para negociar un corredor humanitario en la ciudad se quedaron en nada, y pocos días después la mayoría de sus habitantes habían huido hacia la población mayoritariamente cingalesa de Kantale. Debido a la afluencia de decenas de miles de desplazados internos, la situación en la zona de Kantale ‒que ya contaba con escasos recursos‒ se volvió extremadamente tensa y la violencia pasó a ser habitual.

Pese a que la mayoría de las ONG se habían marchado, UMCOR y MA seguían trabajando en la zona. A medida que se desarrollaba la crisis, ambas agencias gravitaban la una hacia la otra y en un par de días ya estaban trabajando juntas: habían establecido una oficina de campo y un almacén conjunto, y compartían personal, vehículos, suministros de ayuda y apoyo logístico. Ambas agencias trabajaban en coordinación con sus respectivos líderes y comunidades religiosas y con los consejos para coordinar la movilización de miles de voluntarios. MA se enzarzó con los imanes, el consejo coordinador para los teólogos y con las comunidades musulmanas en un debate sobre la naturaleza imparcial del humanitarismo y dio fe de la neutralidad del personal de UMCOR. El debate se centró en el imperativo de ambas religiones de servir a la humanidad y de paliar el sufrimiento de los desfavorecidos, un lenguaje que la gente entendió y con el que se sintió identificada. UMCOR hizo lo mismo en las zonas cristianas a través de los sacerdotes metodistas y en las zonas hindúes a cuyos sacerdotes conocían. MA y UMCOR también se acercaron al monje budista superior de la zona para pedirle que les ayudara a proporcionar ayuda a la acosada comunidad budista y, con su apoyo, floreció la cooperación interreligiosa y el templo budista se convirtió en un centro de distribución de ayuda. La alianza entre UMCOR y MA siguió vigente una vez que pasó la emergencia y se acordó trabajar en el desarrollo a largo plazo de una alianza institucional.

Las dificultades en el desarrollo de la alianza

Era seguro que desarrollar la alianza del modo en que fue prevista iba a ser algo problemático. La preocupación de que la experiencia en Sri Lanka se debiera más a las amistades personales entre los miembros de la plantilla del personal de ambas ONG demostró estar justificada. Un año después de formalizar la alianza, muchos de los trabajadores claves que se encontraban en las oficinas de campo de Sri Lanka se habían marchado o habían sido remplazados, así como algunos de los líderes de sedes clave que habían respaldado la iniciativa. Por tanto, no existía la posibilidad de pasar un período de incubación en el que las relaciones sobre el terreno y, especialmente a nivel de directores de sede, tan necesarias para cimentar la alianza pudieran surgir y desarrollarse. Los cambios de personal dejaron a las ONG con pocos superiores que hubiesen participado en el desarrollo de la alianza y los que quedaban no sabían mucho sobre la iniciativa.

Aunque la base de la alianza siguió siendo fuerte durante algún tiempo, no pudo conseguir suficiente apoyo de los dos principales interesados: las comunidades religiosas de los países de origen de las ONG que conformaban su núcleo de apoyo, y los gestores y administradores sénior en la sede. UMCOR sufrió una reacción negativa por parte de algunos miembros de la comunidad cristiana en Estados Unidos mientras que parte de la comunidad musulmana en Reino Unido también manifestó su desacuerdo. Gran parte de ello puede atribuirse a la falta de concienciación entre el público general que aporta dinero a estas dos entidades acerca de la naturaleza de las organizaciones confesionales como organismos de auxilio profesional y desarrollo. Esto a su vez provocó el temor de que la alianza pudiera debilitar la identidad islámica de MA y la cristiana de UMCOR, es decir, que la unión de ambas diera lugar a una organización comprometida que no encontrara su lugar. Aunque tal vez la mayor malinterpretación a nivel sénior girara en torno a la cuestión de la financiación. Muchos miembros de ambas organizaciones evaluaron la alianza desde un punto de vista financiero: una puerta hacia una mayor financiación institucional. Casi de forma inmediata, surgieron preguntas acerca de cómo se traduciría la alianza en dinero en efectivo.

Entonces se produjo lo que por lo visto fue un repentino conflicto de interpretaciones entre los miembros de la alianza que se encontraban sobre el terreno y los que se encontraban en la sede. Los primeros consideraban que la alianza constituía un modelo innovador de ayuda humanitaria y de desarrollo que aumentaría la seguridad de la comunidad y de la ONG y promovería el acceso humanitario y la eficiencia operativa general. Los segundos la consideraban una inversión con un esperado retorno económico para financiar proyectos. Ambos puntos de vista eran válidos pero la presión para conseguir las “herramientas” de la financiación y los proyectos institucionales conjuntos no dejó espacio para el desarrollo de los “programas” necesarios para conseguirlas, intangibles como las relaciones personales o el conocimiento entre organizaciones.

Los problemas para crear una relación entre organizaciones basada en la confianza mutua y en la igualdad se vieron exacerbados por los roles en la relación. Cada organización se veía a sí misma como la socia más fuerte con todas las subconscientes dinámicas de poder que este tipo de percepciones conllevan.

Por desgracia, al poner mucho énfasis en los “resultados” tangibles a nivel básico no quedaba mucho tiempo ni esfuerzos para centrarse en establecer relaciones a niveles superiores. A posteriori, la firma oficial de la alianza fue precipitada y no se garantizó que los principales constituyentes ‒en especial los del lado de la gobernanza‒ estuvieran a bordo y que el “personal” se hubiera movido lo suficiente hacia lo “institucional”. Se deberían haber realizado muchos más esfuerzos por mostrar a los miembros de las juntas de gobierno el trabajo sobre el terrero y el potencial de la alianza antes de decidirse a formalizarla. Durante este período de incubación, ambas organizaciones deberían haber experimentado con diferentes modelos de cooperación y de experimentación sobre el terreno respaldados por la investigación académica con el fin de cerciorarse de la viabilidad del modelo y de si era práctica y relevante, especialmente para las comunidades base. Con este tipo de pruebas en la mano, habría sido fácil convencer a los detractores de la viabilidad y eficacia del modelo.

La relevancia del modelo

A pesar de los contratiempos, como dos de las personas clave que hay detrás del establecimiento de la alianza en Sri Lanka seguimos creyendo en la importancia y las cosas en común del proyecto. Muchos organismos de ayuda internacionales han optado por un modo aún más estrechamente sectorial e institucionalmente definido de afrontar la vulnerabilidad. A pesar de los choques y del estrés estamos viendo en el mundo de hoy en día una demanda múltiple, de efectos impredecibles y cada vez mayor (aunque no siempre sea esto el detonante) de diversas respuestas a nivel local. Desarrollar la capacidad de recuperación exige moverse más allá de las estrechas miras del riesgo. Necesitamos una interpretación mejor, más interdisciplinar de la vulnerabilidad y, con ella, un nuevo paradigma para desafiar a la gente a que acepte la diversidad y cree oportunidades para diversas comunidades, etnias, tradiciones, culturas y fes.

La fe en la ayuda y el desarrollo permite acceder a comunidades pero ha tendido a dejarse de lado por su potencial naturaleza delicada. El mundo de la ayuda y el desarrollo promueve un compromiso con las instituciones locales pero, invariablemente, no implica de forma significativa a las instituciones más antiguas de la comunidad, aquellas que representan a la fe que a menudo forma la base de la estabilidad (y a veces de la inestabilidad) de la comunidad. Prácticamente todas las confesiones, por muy diferentes que sean a nivel teológico, comparten el propósito común de servir a la humanidad y ayudar a los desfavorecidos, y las instituciones y actores religiosos pueden ofrecer redes culturales, sociales y políticas sin igual.

Uno de los aspectos más sorprendentes de la alianza en Sri Lanka fue que era la primera vez que la mayoría de las personas habían presenciado a diferentes religiones trabajar juntas en un sentido práctico. La idea de las religiones operando de forma conjunta no es nueva[3] pero hasta la fecha se ha limitado en gran medida al diálogo entre confesiones religiosas y algunas iniciativas de financiación cruzada (esto último refleja la actual relación entre UMCOR y MA)[4]. La alianza entre estos dos organismos en Sri Lanka demostró que existe un gran potencial sin explotar en el trabajo con las religiones. La cooperación acorta las diferencias religiosas y teológicas para centrarse en el objetivo humanitario de paliar la pobreza y facilitar el diálogo por la paz y la comprensión. La alianza sirvió como ejemplo de que las personas pueden trabajar juntas por una causa humanitaria común sin comprometer su individualidad o sus creencias.

Se trata de un modelo de trabajo con la fe que implica empezar por una base de cooperación, respeto mutuo y comprensión, y aceptar una agenda común, que permite no sólo trabajar de forma conjunta sino también eliminar la competencia por los recursos. Esto ha demostrado ser apropiado en situaciones como la de la República Centroafricana al haber proporcionado acceso humanitario a entornos inseguros[5]. La visión de dos (o más) organizaciones confesionales de diferentes fes trabajando juntas sobre el terreno y con los líderes religiosos locales puede tener un efecto calmante sobre muchas comunidades afectadas por el conflicto y esto les permitiría trabajar de forma efectiva en un contexto de inseguridad.

Se echa mucho de menos un modelo que enfatice las organizaciones y las personas de diferentes confesiones religiosas  que dejan de lado sus diferencias teológicas (sin comprometer su individualidad o sus creencias) y que trabajan con objetivos comunes. Sin embargo, como demuestra el ejemplo de Muslim Aid y UMCOR, hay que hacer mucho trabajo  “entre bambalinas” con sus componentes. Es cierto que no todas las comunidades religiosas estarán sintonizadas en la misma frecuencia y no todas conseguirían una armonía interna. Las organizaciones deben trabajar duro para frenar a sus opositores y para explicar sus políticas con cuidado de cara a sus seguidores a todos los niveles. Antes de la formalización de la alianza entre UMCOR y Muslim Aid, debería haber tenido lugar un período de divulgación interna y externa que habría servido para defender los beneficios y los peligros potenciales del nuevo modelo representado por la alianza y para enfatizar la responsabilidad que las ONG tienen de explorar medios alternativos para dar apoyo a las personas desfavorecidas con independencia de los informes financieros, lo que podría haber dado lugar a la creación de nuevos enfoques y mecanismos innovadores, a un conocimiento más profundo del trabajo entre religiones y de un alcance más amplio y eficiente de las personas desfavorecidas y vulnerables.

 

Amjad Saleem amjad@paths2people.com es asesor y trabaja en tareas de consolidación de la paz y de resolución del conflicto. Guy Hovey guyhovey@yahoo.com es asesor especialista en ayuda y recuperación en casos de conflicto o desastre.

Este artículo refleja las opiniones de Amjad Saleem y Guy Hovey y no necesariamente las de Muslim Aid o UMCOR.



[3] Por ejemplo, la Alianza ACT en Ginebra www.actalliance.org

[4] UMCOR financia en la actualidad 400 ayudas en efectivo a través de Muslim Aid en Bannu, Pakistán.

[5] Veáse el artículo de Mahoney en la pág.42

 

 

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