La 72: un oasis en las rutas migratorias de México

Los refugios gestionados localmente a lo largo de las rutas de migración en México proporcionan el alivio y el apoyo que tantos necesitan. Frente a la violencia, las políticas de migración cada vez más estrictas y los obstáculos cotidianos, quienes trabajan en el refugio La 72 se esfuerzan por respetar el sentido de dignidad de las personas mientras cuidan su seguridad.

Era sábado por la noche y todos bailaban. Un grupo de jóvenes utilizó cubos de plástico para una sesión de percusión improvisada. Finalmente, a las 3:40 de la madrugada, todo quedó en silencio. A las 8:30, la vida cotidiana volvió a su curso cuando una voz conocida rompió el silencio. "Amigos, levántense. Debemos limpiar". Era Fray Aurelio, uno de los frailes franciscanos que trabajan en el refugio. Un nuevo día comenzaba en “La 72, Hogar – Refugio para Personas Migrantes", en el sur de México[1].

Si bien durante mucho tiempo México fue conocido como un país de emigración, más recientemente se ha convertido en un país de tránsito importante para las personas que abandonan América Central y se dirigen a los Estados Unidos; también es un nuevo país de destino. Una cantidad cada vez mayor de personas que huyen de la violencia en el Triángulo Norte de Centroamérica[2] (El Salvador, Guatemala y Honduras) buscan ser reconocidas como refugiados en México. En los últimos años, las principales rutas que utilizan los migrantes y solicitantes de asilo han presentado un incremento en la violencia, los riesgos y los costos financieros de los usuarios, como resultado de políticas de inmigración más estrictas, un aumento en el control de las fronteras (tanto en México como en los Estados Unidos) y un aumento en la actividad delictiva a lo largo de las rutas de migración. El aumento en la actividad delictiva es, en parte, el resultado de una superposición de las rutas de migración con las rutas que utilizan los traficantes de drogas y las bandas criminales.

A lo largo de las rutas, ha surgido una red de organizaciones de ayuda humanitaria gestionadas por organizaciones no gubernamentales (muchas de ellas de carácter religioso) para asistir y ayudar a los migrantes, y abogar por ellos. A finales de 2016, había alrededor de 85 organizaciones que ofrecían alimentos, refugio, primeros auxilios y asesoramiento tanto en materia de derechos humanos como en cuestiones prácticas relacionadas con la salud y la seguridad. La 72 es una de ellas.

La creación de un espacio humanitario

La 72 se encuentra en el pequeño pueblo de Tenosique en el estado de Tabasco en México, a 58 kilómetros de la frontera mexicana con Guatemala. Los migrantes y solicitantes de asilo llegan a esta ciudad con la esperanza de subirse a un tren de carga como parte de su intento por llegar a los Estados Unidos. Si bien no todos los migrantes que llegan a la ciudad utilizan los servicios de La 72, entre 120 y 140 migrantes se hospedan en el refugio a diario. Aunque la mayoría proviene de Honduras, también hay personas de Guatemala y El Salvador, y ocasionalmente se presentan algunas de América del Sur o países africanos.

Por lo general, las personas llegan a pie, pero si tienen dinero y pueden evitar los controles fronterizos, se trasladan en transporte público. Muchas de ellas sufren robos a manos de las bandas criminales que operan dentro de esos 58 kilómetros entre la frontera y Tenosique. A veces, la violencia alcanza niveles de brutalidad extraordinarios: las mujeres son víctimas de violaciones colectivas y los hombres del grupo son tomados como rehenes a punta de pistola o amenazados con machetes. Dada la presencia de puestos gubernamentales de control fronterizo instalados a lo largo de las principales rutas, los migrantes irregulares se ven obligados a utilizar caminos más peligrosos.

Al igual que muchos otros refugios en México, La 72 surgió de la comunidad local que ayudaba a los migrantes en peligro mucho antes de que establecieran una organización no gubernamental formal (ONG). A principios de la década de 1990, los frailes franciscanos ofrecían todo el alimento y el refugio que estuviera a su alcance en la iglesia local. En 2010, 72 inmigrantes fueron asesinados en San Fernando, Tamaulipas, en el norte de México. Este evento impulsó la decisión de trasladarse a una nueva instalación que pudiera suministrarles mejores servicios a los migrantes, y su nombre conmemoró a las 72 personas fallecidas. En sus comienzos, el refugio apoyaba principalmente a migrantes económicos, pero a medida que los perfiles de quienes pasaban por el refugio iban cambiando, la ayuda se extendió a los solicitantes de asilo.

El objetivo era crear un "espacio humanitario" que proporcionara no solo refugio y asilo (la ley de migración mexicana prohíbe a las autoridades y la policía realizar incursiones o inspecciones en lugares de ayuda humanitaria), sino también un lugar donde los migrantes pudieran sentirse dignificados y apoyados. En primer lugar, los migrantes son seres humanos que merecen respeto y apoyo frente a un sistema injusto y violento que los obliga a abandonar sus países de origen.

"Estos lugares son como un oasis a lo largo de la carretera. Sin ellos, nuestro viaje sería casi insoportable". (Migrante hondureño)

Al principio, el refugio contaba con un pequeño personal y las instalaciones eran básicas. A comienzos de 2016, el refugio contaba con un equipo de ocho personas y un grupo de voluntarios de áreas locales, así como de otras partes de México, Europa y otros países desarrollados. Médecins Sans Frontières, Asylum Access, la Cruz Roja, la Agencia de la ONU para los refugiados y varias ONG mexicanas proporcionan servicios específicos en el refugio tanto a migrantes económicos como a solicitantes de asilo. Ahora, el refugio también cuenta con un proyecto para menores no acompañados y un programa para personas LGBTIQ [3], y proporciona asesoramiento legal para aquellos que buscan asilo. Las instalaciones del refugio también se ampliaron, y ahora ofrecen espacios separados para los menores no acompañados, las mujeres y las personas LGBTIQ.

El refugio tiene una política de "puertas abiertas" porque sus miembros no desean que se asemeje a un centro de detención ni a una prisión. En La 72, los migrantes pueden entrar y salir con total libertad. Algunos migrantes descansan en el refugio, mientras que otros van a la ciudad a buscar empleo o a mendigar, con el fin de reunir dinero para continuar sus viajes. La presencia de los migrantes crea grandes tensiones en la comunidad local. Si bien algunos lugareños apoyan generosamente al refugio, otros dicen que genera problemas sociales como robos, acosos y abusos sexuales. Nunca ha sido sencillo manejar las tensiones con la comunidad, así como con las autoridades locales, federales y de migración. Siempre surgen nuevos desafíos. Uno de esos desafíos es seguir abogando por los migrantes y los refugiados mientras se les da voz a sus necesidades y circunstancias. Otro de los retos es continuar trabajando con la comunidad y las autoridades locales para fomentar la hospitalidad y el respeto por los derechos humanos.

En La 72, todos los sábados por la noche son una fiesta, pero cada día es una batalla por apoyar a los migrantes y a los refugiados que buscan justicia, seguridad y la oportunidad de una vida digna.

Alejandro Olayo-Méndez, SJ alejandro.olayomendez@campion.ox.ac.uk
Sacerdote católico jesuita. Actualmente, estudia para obtener un doctorado en Desarrollo Internacional en la Universidad de Oxford.
 

[2] También conocido ahora como el Norte de Centroamérica.

[3]  Lesbianas, gais, bisexuales, transgénero, intersexuales y queer.

 

 

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