Reasentamiento de refugiados extrarregionales en Sudamérica: la experiencia palestina

Los países sudamericanos han ido abriendo sus puertas para reasentar a los refugiados extrarregionales. Una de las iniciativas más visibles fue el reasentamiento de refugiados palestinos en Chile y Brasil durante los años 2007 y 2008.

El Programa de Reasentamiento Humanitario para los refugiados extrarregionales está basado en el Programa de Reasentamiento Solidario que surgió de la Declaración y Plan de Acción de México de 2004. El Programa de Reasentamiento Solidario se diseñó para los refugiados que necesitaban protección en la región, y el subsiguiente Programa de Reasentamiento Humanitario fue reflejo del deseo de ampliar el alcance de esta cooperación Sur-Sur para promover el papel de la región en la respuesta y la protección internacional a los refugiados.

Chile y Brasil recibieron cada uno a más de 100 refugiados palestinos, los cuales habían vivido en situaciones prolongadas en campamentos de refugiados en la frontera entre Irak y Siria y en el desierto de Jordania. Aunque se trataba de una cifra pequeña en comparación con los datos de entrada en los países que tradicionalmente ofrecen posibilidades de reasentamiento, el programa generó gran interés y consiguió una financiación considerable, y dio lugar a que se estableciera una red de organizaciones civiles de carácter social, ayuntamientos y entidades del sector privado que apoyaron esta iniciativa. Los estudios realizados entre 2012 y 2014 analizaron las experiencias relacionadas con la integración de los refugiados en ambos países[1]

Gestionar las expectativas

Uno de los principales aspectos que influía en la experiencia de reasentamiento de los palestinos en ambos países era la tensión que se desarrolló entre los refugiados y las organizaciones que participaban en el reasentamiento, como consecuencia de lo que consideraron “expectativas no cumplidas”[2]. Tanto los refugiados como las organizaciones encargadas del reasentamiento tenían expectativas. Las más comunes entre los refugiados palestinos en ambos países tenían que ver con que se cubrieran sus necesidades inmediatas, con la estabilidad socioeconómica, el aprendizaje y el uso de una lengua nueva, un mejor acceso a los trámites de naturalización y con las oportunidades de llevar a cabo la reunificación familiar. Esas expectativas se crean desde el momento en el que se les informa de su reasentamiento, con independencia de que en ese momento se encuentren en su país de primer asilo o en un campo de refugiados. En Brasil, más de 70 % de los refugiados palestinos entrevistados aseguraron que el país no había cumplido sus expectativas, mientras que en Chile las percepciones de más del 50 % de los refugiados eran similares.

“Me dijeron: ‘Mira, allí en Brasil vas a estudiar portugués, encontrarás una casa, tendrás trabajo, todo’. Y nada [se ha cumplido].” (Mahfoud, Brasil)[3].

“Esto es distinto de lo que creía que iba a ser. Pensaba que en este país mi situación sería buena y que podría vivir bien... Que uno podía trabajar y tener de todo. Pero cuando llegamos nos costó encontrar trabajo y trabajábamos mucho por muy poco dinero”. (Rahal, Chile).

Nacira, una refugiada palestina en Brasil, subrayó que si las organizaciones de reasentamiento les hubiesen proporcionado información precisa desde el principio, los refugiados habrían podido tomar una decisión más informada. Las “misiones” para las entrevistas (visitas de los funcionarios del país que ofrece reasentamiento) y la información facilitada en el campo de refugiados o en el país de primer asilo son claramente decisivas. En el caso de los palestinos que vinieron a Brasil no hubo misiones y se dejó en manos del personal de ACNUR (la Agencia de la ONU para los Refugiados) en Jordania la tarea de ofrecer información. En el caso de Chile, una misión de funcionarios del gobierno, ACNUR y representantes de ONG ejecutoras fueron al campamento de Al-Tanf, pero carecían de traductores que conocieran la lengua española y el contexto chileno, por lo que resultó complicado que las explicaciones y descripciones fueran fieles.

Desde entonces, ambos países han mejorado su comunicación con los refugiados que contemplan el reasentamiento, y han traducido algunos documentos clave a diferentes lenguas y facilitado información por escrito sobre el programa, materiales que pueden utilizar durante las misiones. En 2014, ACNUR y sus socios implementadores brasileños publicaron un folleto para los refugiados en Brasil[4] que incluyó secciones en portugués, inglés, francés, español y árabe, donde se proporcionaba información básica sobre los derechos y las obligaciones de los refugiados; sobre cómo obtener documentación o renovarla; cómo solicitar la residencia permanente; dónde encontrar respuestas a preguntas específicas y una lista de contactos útiles, en la que se incluyeron todos los datos de contacto de todas las organizaciones que se encargan de la recepción de refugiados. Chile había creado un folleto similar con información práctica sobre el país para los refugiados colombianos. Ambos países también mantuvieron encuentros grupales con los refugiados para poder evaluar el programa.

En las entrevistas quedó claro que los que administran los programas de reasentamiento en ambos países también se habían creado una serie de expectativas basadas en entender la “autosuficiencia” como la capacidad de los refugiados de alcanzar la estabilidad y la independencia económica, mientras que los refugiados veían la autosuficiencia como una combinación de autonomía económica y poder de decisión sobre su propio proceso de reasentamiento. Cuando los refugiados se quejaron o sacaron a colación el tema de las “promesas incumplidas”, algunos miembros de las organizaciones involucradas dijeron de ellos que eran “ingratos”[5] y que tenían “mentalidad de refugiados” por haber recibido asistencia durante años.

De aquí y de allí

Otro tema transversal que surgió de las entrevistas con los refugiados palestinos fue que su sentimiento de pertenencia estaba dividido entre dos o más lugares. Por ejemplo, los participantes destacaron que la lengua era un aspecto fundamental que influyó en su experiencia de integración. La adquisición del español o el portugués en el país de acogida representaba la primera forma de “membresía” que la mayoría de los refugiados reasentados buscaba. Al mismo tiempo, los refugiados palestinos destacaron que el uso de la lengua de origen era importante para poder conservar su identidad y como un elemento que denotaba familiaridad dentro del hogar o donde las comunidades se reunían. También era importante para mantener las relaciones con los familiares y amigos desplazados en otros lugares.

“Es muy importante hablar árabe en casa para que los niños no lo pierdan. Hablamos con nuestros hijos sobre el Corán y lo que dice. También les enseñamos nuestra lengua y la van aprendiendo poco a poco.” (Zoheir, Chile).

En el país de reasentamiento, se aprendía el idioma local con distintas finalidades. A algunos refugiados les permitió hacer amigos y establecer relaciones, mientras que a otros les sirvió para encontrar trabajo, acceder a los servicios y evitar la exclusión. Los refugiados criticaron la manera en que se impartían las clases, la baja calidad del material y la falta de una metodología específica adaptada a las necesidades de los refugiados.

Naturalización y acceso a los derechos

En ambos países, las experiencias de integración de los refugiados se enmarcaron dentro de la condición jurídica que recibieron a su llegada. Según la mayoría de ellos, la regularización inmediata de su estatus les permitió a ellos y a sus hijos acceder a la sanidad y a la educación (primaria y secundaria) como a cualquier otro ciudadano de Chile o Brasil. Pero los refugiados también mencionaron aquellos derechos a los que no podían acceder a causa de su estatus temporal o porque los proveedores de servicios locales no conocían su situación. Entre algunas de estas restricciones se incluían el acceso a las pensiones, a la vivienda y a becas para la educación superior. Esta falta de acceso a los servicios era especialmente grave en Brasil. En Chile, la condición de refugiado otorgada a los individuos reasentados y sus familias garantiza la residencia permanente; en Brasil, sin embargo, a los refugiados se les concede un visado temporal de dos años antes de que puedan solicitar la residencia permanente. A pesar de las dificultades iniciales, ambos países han realizado mejoras en estas áreas desde entonces. Por ejemplo, Chile ha hecho que sea posible que todos los refugiados palestinos puedan obtener ayudas para la vivienda sin que se les exija una residencia permanente de cinco años. Mientras tanto, en un reciente fallo emitido por el Supremo Tribunal Federal de Brasil se estableció que los extranjeros tienen derecho a recibir la pensión pública aunque no estén naturalizados.

La cuestión de la naturalización —como forma de identidad y para permitir la movilidad— afecta a los refugiados palestinos en especial. Según los refugiados palestinos de ambos países, la naturalización fue una de las promesas que les hicieron cuando les ofrecieron el reasentamiento.

“Para mí es un sueño tener una nacionalidad porque ahora tengo 50 años y he sido un refugiado toda mi vida. No tengo nacionalidad reconocida ni pasaporte. Es muy difícil”. (Hafid, Chile)

En Chile, los refugiados palestinos —con el apoyo de algunos políticos y de la sociedad civil— exigieron que el gobierno apoyara su solicitud de naturalización. En junio de 2015, 65 palestinos adultos habían obtenido pasaportes chilenos y un año después, 45 niños y adolescentes fueron naturalizados. A los niños que nacen en Chile se les reconoce automáticamente como ciudadanos chilenos. Mientras tanto, Brasil ha prestado menos apoyo a la naturalización y solo una familia se encontraba en proceso de obtener la nacionalidad cuando la entrevistamos en 2014. Hasta hace poco los refugiados podían solicitar la naturalización tras cuatro años de residencia permanente en Brasil (es decir, tras un total de ocho años, si se tiene en cuenta su residencia temporal).

Conclusión

Es evidente que se pueden extraer algunas recomendaciones de lo anteriormente expuesto: facilitar mejor la información para los refugiados que contemplan el reasentamiento redactándola en su lengua de origen, mejorar la enseñanza de las lenguas en los países que ofrecen reasentamiento, y valorar más la importancia de los derechos legales como el acceso a la naturalización. Analizar las experiencias de los refugiados permite entender mejor cuáles son las limitaciones del programa —y el deseo de los refugiados de disponer de un mayor poder sobre su situación— y así reconocerlas para poder seguir desarrollando más políticas.

Sudamérica —y de hecho toda Latinoamérica y la región caribeña— se han comprometido a mostrar su solidaridad con las crisis humanitarias internacionales mediante la implementación del reasentamiento, según lo establecido en la Declaración y Plan de Acción de Brasil[6]. Entender las experiencias relacionadas con el reasentamiento extrarregional es clave para llevar a buen puerto esta empresa. Mientras que Chile se prepara para acoger a 60 refugiados sirios procedentes del Líbano a finales de 2017, Brasil está debatiendo acerca de cómo seguir avanzando con su propio programa de reasentamiento para ofrecer apoyo a los menores no acompañados afectados por el conflicto sirio. Este programa complementará los visados humanitarios que Brasil lleva concediendo a los refugiados sirios desde 2013. Argentina también ha implementado los visados humanitarios para refugiados sirios que se llevan concediendo desde 2014 y ahora está desarrollando un programa de reasentamiento que contará con patrocinio privado. Uruguay fue el primer país en reasentar a refugiados sirios y se enfrentó a varios retos durante su implementación[7]. Los esfuerzos extrarregionales en la subregión se están centrando principalmente en ayudar a los refugiados sirios. Aprender de las experiencias anteriores de reasentamiento, como la de los palestinos refugiados en Chile y Brasil, puede contribuir a una mejor planificación y ejecución del reasentamiento.

 

Marcia Vera Espinoza marcia.vera@sheffield.ac.uk
Investigadora asociada de Postdoctorado, proyecto Prospects for International Migration Governance, Departmento de Ciencias Políticas, Universidad de Sheffield http://migrationgovernance.org

 


[1] Consistía en 80 entrevistas (con refugiados, funcionarios del gobierno, ACNUR y organismos de ejecución), 86 encuestas y observación participante. Este estudio, que incluía refugiados palestinos y colombianos, contó con el apoyo de la CONICYT y el trabajo de campo fue subvencionado por los premios Slawson Award de la RGS-IBG, por la SLAS y el SIID.

[2] Véase también Vera Espinoza M (publicación prevista para 2018) “The Politics of Resettlement: Expectations and unfulfilled promises in Chile and Brazil” en Garnier A, Lyra Jubilut L y Bergtora Sandvik K (Eds) Refugee Resettlement: Power, Politics and Humanitarian Governance. Nueva York: Berghahn Books.

[3] Los nombres de los refugiados entrevistados han sido cambiados.

[5] Véase Moulin C (2012) “Ungrateful subjects? Refugee protest and the logic of gratitude” en Nyers P y Rygiel K (Eds) Citizenship, Migrant Activism and the Politics of Movement, pp54-72.

[7] Véase el artículo de Raquel Rodríguez Camejo en este número.

 

 

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