Movilización: una forma de supervivencia para las minorías ignoradas de refugiados

Las minorías de refugiados y sus defensores en Jordania han intentado abordar las necesidades insatisfechas de sus comunidades marginadas mediante actos diarios de resistencia y esfuerzos informales de creación de redes.

La lucha de las minorías de refugiados de Jordania se ha ignorado durante más de una década. El plan nacional de refugiados de Jordania,[1] diseñado para responder a la crisis siria y su efecto en los jordanos, ha restado importancia a una comunidad de hasta 80.000 personas. Mientras aprenden a sobrevivir en los márgenes de la sociedad, muchos se dirigen a sus comunidades en busca de soluciones para las luchas diarias que comparten.

Entre 2015 y 2022 trabajé con otras personas para ayudar a la comunidad de refugiados en minoría de Amán a reforzar sus voces mediante el voluntariado, el activismo, la investigación y el trabajo de defensa. Mediante la coordinación de Sawiyan for Community Development (sawiyan es una palabra árabe que significa “juntos”), una organización de base de la que fui cofundadora en 2018, me convertí en parte de una comunidad de donantes con la que estoy en deuda por un recorrido de aprendizaje y acción colectivos.

Las minorías de refugiados en Jordania

Cuando un gran número de sirios cruzaron las fronteras septentrionales de Jordania en 2011-12 tras el estallido del conflicto, la ayuda internacional se volcó para apoyar la respuesta de ACNUR en el país. La operación humanitaria ampliamente divulgada atrajo la atención de personas en busca de vías de acceso a la protección internacional desde países como Eritrea, Somalia, Sudán y Yemen. Más de diez años después, con un desempleo cada vez mayor y la reducción progresiva de los fondos humanitarios, el gobierno jordano ha sido reacio a poner en práctica unas políticas que podrían abrir la puerta a un aumento de la población urbana de refugiados en el país.

Incluso aunque hayan sido registrados por ACNUR, los extranjeros de países distintos de Siria que se queden en Jordania después del vencimiento de su visado no reciben una identificación del gobierno para regularizar su estancia. El aval de un ciudadano jordano o un permiso de residencia vinculado a un contrato de trabajo servirían para regularizar su situación, pero son difíciles de conseguir. No obstante, el aparato de seguridad ha tendido a mirar para otro lado ante la presencia irregular de decenas de miles de personas, siempre y cuando respeten la ley.

De las protestas a las movilizaciones de voluntarios de base

La capacidad de tolerancia del gobierno se puso a prueba en noviembre de 2015, cuando cientos de refugiados sudaneses escenificaron una protesta indefinida, instalando tiendas de campaña frente al edificio de ACNUR en Amán. Los manifestantes llevaban pancartas y banderas de importantes países de reasentamiento como Estados Unidos, Canadá y Alemania, tratando de hacerse visibles a la comunidad internacional. Protestaban por la ayuda insuficiente y la falta de protección y de oportunidades de reasentamiento disponibles para ellos en comparación con lo ofrecido a los solicitantes de asilo sirios, y condenaban la discriminación y el racismo a los que tenían que enfrentarse. El momento de la protesta coincidió con los avisos de desalojo que algunos de ellos recibieron de sus caseros por no pagar el alquiler. Tener un techo es uno de los principales problemas a los que se enfrentan los refugiados, lo que impulsa a muchos a recurrir a estrategias de adaptación negativas.[2]

Lo que los manifestantes y sus defensores no sopesaron lo suficiente fue lo arriesgada que puede ser la movilización en un país en el que el espacio cívico está seriamente restringido, a pesar de las advertencias de ACNUR. Ni tampoco ayudó el hecho de que, cuando se produjo el choque entre los manifestantes y la policía —solo unas semanas antes de las vacaciones de Navidad—, muchos diplomáticos estaban fuera del país. El 16 de diciembre, la policía apareció a las 4 de la mañana y empezó a esposar a los manifestantes y a transportarlos al aeropuerto, donde poco después fueron deportados a Sudán unos 800 de ellos.

El esfuerzo de movilización de una comunidad marginada no solo había fallado, sino que al final generó una sensación compartida de pérdida y derrota. Después de las deportaciones, se urgió a las personas solidarias con la comunidad a que actuaran y traspasaran sus círculos sociales existentes para crear redes alternativas. El objetivo de tales redes de base es que la gente encuentre una forma de movilizarse más allá de la modernización de los sistemas económicos y culturales, como los sistemas estatales o de la ONU, y en su lugar busque instituciones o relaciones alternativas y más familiares o informales.[3] 

Los voluntarios particulares recaudaron fondos, efectuaron repartos en las casas, organizaron actividades psicosociales en espacios públicos y, ante todo, forjaron vínculos con los solicitantes de asilo y los refugiados sudaneses que habían sido separados de sus familias con las deportaciones. De esta forma, los voluntarios —incluidos los jordanos y los manifestantes sudaneses que evadieron la deportación, entre otros— conocieron de primera mano las experiencias diarias y la demografía de la comunidad de refugiados sudaneses en Amán. A cambio, empezaron a ser reconocidos por la comunidad como “el equipo de voluntarios”.

Creación de alianzas

El equipo de voluntarios creó una base de datos para ayudar a detectar las necesidades más urgentes, que después sirvieron de orientación sobre los tipos de alianzas necesarios. Se forjaron nuevas alianzas locales y transnacionales para abordar tanto la exclusión de las minorías de refugiados de la planificación humanitaria general como las necesidades incipientes de la comunidad. Por ejemplo, se creó una alianza con un equipo certificado de abogados americanos para buscar oportunidades de reasentamiento como forma de reunificar a las familias separadas por las deportaciones. Dos años después, se logró volver a reunir a la mayoría de las familias separadas. Los voluntarios también ayudaron a extender otro programa de vales de comida de la organización, con el fin de incluir a la comunidad sudanesa cumplimentando formularios durante las visitas domiciliarias para conocer la ingesta nutricional de las familias.

A mediados de 2018, un equipo de investigadores de nuestra red publicó, de forma independiente, una evaluación centrada en los derechos en la que se denunciaba la exclusión de los refugiados sudaneses y yemeníes de los programas de las organizaciones nacionales y humanitarias.[4] El informe resultó decisivo para destacar las preocupaciones, las condiciones de vida y las experiencias de la comunidad. Aproximadamente al mismo tiempo en que comenzó la investigación de esta evaluación, mi socio cofundador, Aaron Williams, y yo registramos Sawiyan como organización local, con el fin de obtener un puesto en la mesa de las ONG internacionales (ONGI). Nuestro objetivo era influir en la política y destacar la discriminación percibida experimentada por los miembros de la comunidad y el impacto en su vida.

Al mismo tiempo, nuestra decisión de registrarnos fue cuestionada por algunos miembros del equipo de voluntarios, los cuales tenían opiniones encontradas acerca de la “transformación en ONG” y de la forma en que ello podía afectar a nuestra relación con la comunidad. El equipo de voluntarios había necesitado dos años para crear relaciones de confianza con una comunidad cansada y que ya no confiaba en las promesas y los programas fallidos de las organizaciones. Aunque la formalización estuvo inspirada por el esfuerzo voluntario, fue independiente de él. Sawiyan fue un capítulo nuevo y distinto en nuestro recorrido de movilización. Pero los miedos de los voluntarios no eran del todo infundados. De hecho, poco después de registrarnos, cuando todavía teníamos que desarrollar nuestra estrategia a corto y largo plazo, nos vimos superados al intentar responder a las necesidades (a veces contrapuestas) de distintas partes: la comunidad, las organizaciones aliadas, los investigadores, los donantes y el gobierno. Navegamos por estas aguas turbias con cuidado, intentando comunicar de forma transparente nuestras motivaciones, objetivos y creencias. También teníamos que asegurarnos de que los nuevos voluntarios entendían que el registro de Sawiyan como sociedad sin ánimo de lucro nos impedía participar en la transmisión informal de fondos o mercancías, o en la distribución de asistencia humanitaria. Cualquier iniciativa de recaudación o reparto a terceros tenía que efectuarse con independencia de la ONG.[5]

Poco después de formalizar Sawiyan, abrimos unas oficinas en las que recibíamos visitas de posibles colaboradores y miembros de comunidades. No estábamos preparados para la gran necesidad que había de un espacio seguro y de bienvenida de esa naturaleza entre las comunidades de origen africano en Amán. En un momento dado, un grupo de trabajadoras migrantes de África se dirigió a nosotros en busca de protección y apoyo para escapar de la explotación que sufrían con el sistema kalafa.[6] Las escuchamos e intentamos conocer las experiencias que habían vivido y los desafíos a los que se enfrentaban, incluyendo la relación de estos con los de la comunidad de refugiados de África, y las derivamos a organizaciones asociadas que ofrecían asistencia legal y albergue.

Mi socio cofundador y yo queríamos que la organización fuera pequeña, para evitar la burocracia y priorizar el reclutamiento de líderes de comunidades. Sin embargo, solo se permiten los permisos de trabajo a los refugiados sirios en mercados restringidos que excluyen el trabajo de las ONG, lo que hizo que nos fuera imposible contratar formalmente a miembros de comunidades y pagarles un salario justo. En lugar de ello, recurrimos a lo que hacen muchas organizaciones: pagar a los trabajadores refugiados salarios voluntarios sin ningún beneficio.

Compensar a las comunidades con iniciativas dirigidas por los refugiados

La apertura de la oficina creó un espacio para personas con aspiraciones y sueños similares que cumplir. Una de las muchas iniciativas que surgieron fue el programa de lengua inglesa: un proyecto de la comunidad, para la comunidad. Los líderes de las comunidades convirtieron nuestro espacio de oficina en un aula por las tardes, y los estudiantes de distintas edades se reunían a medida que nuevos voluntarios intentaban enseñar —o más bien facilitar— lo que se convirtió en un entorno de aprendizaje en colaboración entre profesores y estudiantes de la comunidad. A finales de 2019, el British Council formó a 25 de estos profesores voluntarios de la comunidad sudanesa y somalí en métodos de enseñanza. Poco a poco, el programa se expandió a otros vecindarios de Amán mediante la colaboración con una serie de organizaciones (como instituciones caritativas, centros culturales, ONGI y ONG de base). Por primera vez, los profesores voluntarios eran tratados por las instituciones de Jordania como facilitadores del intercambio y la producción de conocimiento en su propia comunidad.

Los cofundadores del programa, Mubarak Adam (Ricky), de Sudán, y Hassan Abdullahi, de Somalia, continuaron desarrollando un programa de capacitación racial e importancia cultural para sus clases, con la orientación de una miembro del consejo de Sawiyan, Shireen Keyl. Lograron crear un equipo de profesores voluntarios que mantiene activo el proyecto de manera voluntaria, con más de 200 estudiantes inscritos actualmente. Cuando se desató la pandemia de COVID-19, el programa pasó a estar en línea y proporcionó una oportunidad de vinculación comunitaria en un momento de crisis y aislamiento. Al ser preguntada por qué ofrece su tiempo para enseñar, una estudiante convertida en profesora citó la letra de una canción del popular cantante sudanés Hanan Elneil: “para vivir como una persona digna y valiosa”.

No darse por vencido

La movilización no garantiza un cambio de las políticas. A pesar del largo camino recorrido para intentar integrar a las minorías de refugiados, en respuesta a una orden del gobierno que entró en vigor en enero de 2019, ACNUR dejó de registrar a los refugiados “no sirios” que seguían llegando. La transformación de Sawiyan en ONG fue una forma de movilizarse y, aunque no fue directamente criminalizada, los marcos legislativos y otros factores siguieron cuestionando la existencia de Sawiyan, lo que finalmente nos llevó a cancelar su registro y a volver a trabajar como equipo voluntario. Las relaciones que establecimos durante el tiempo de crisis resultaron irremplazables y duraderas; siguen ayudando a las personas atrapadas en un limbo legal, para que mantengan su sueño de lograr un futuro mejor y para recuperar la fe en el poder de la gente.

Las minorías de refugiados y solicitantes de asilo de Jordania han sobrevivido adoptando la solidaridad comunitaria como forma de vida. Algunos llevan esperando el reasentamiento más de 15 años. Durante este tiempo, se han movilizado abiertamente mediante protestas y, de forma encubierta, mediante la educación. No darse por vencido es una forma de resistencia. Mientras los refugiados resistan decidiendo salir adelante, no nos queda otra opción que trabajar codo con codo con las comunidades, incluyendo sus líderes y sus jóvenes, para fomentar la concienciación en temas como la autoasistencia, y movilizando la ayuda de forma segura, dentro de los límites de la ley. Tengo la esperanza de que, centralizando el conocimiento de los miembros de las comunidades y basándonos en sus capacidades, podamos establecer alianzas más sólidas y desarrollar formas innovadoras de acción humanitaria, sobre la base de estrechas relaciones de comprensión mutua, confianza y respeto.

 

Dina Baslan dina.baslan@sawiyan.org @dinabaslan

Cofundadora de Sawiyan for Community Development

 

[1] Jordania no tiene una legislación nacional que regule la respuesta a los refugiados y no ha firmado la Convención de sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 y su Protocolo, de 1967.

[2] Baslan D, Kvittingen A, Perlmann M (2017), Sheltering in Amman (“Refugiarse en Amán”), Mixed Migration Centre https://bit.ly/sheltering-amman

[3] Asef Bayat (2013), Life as Politics. How Ordinary People Change the Middle East (“La vida como forma de política: cómo la gente normal está cambiando Oriente Medio”), Stanford University Press

[4] Johnston R, Baslan D y Kvittingen A (2019), Realizing the rights of refugees and asylum seekers from countries other than Syria (“Hacer realidad los derechos de los refugiados y de los solicitantes de asilo de países distintos de Siria”), Norwegian Refugee Council Jordan https://bit.ly/realizing-rights

[5] El gobierno de Jordania lleva controlando dichas operaciones con estrictas leyes antiterroristas desde principios de 2000.

[6] El sistema kafala permite a los trabajadores extranjeros obtener la residencia mediante el aval de un ciudadano jordano.

 

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