La resistencia a ser desplazado por los talibanes en Pakistán

Los consejos tribales locales han organizado formas de milicia tradicionales para oponer resistencia al desplazamiento causado por los talibanes en la frontera de Pakistán con Afganistán.

El mantenimiento de la paz y el orden local en las Áreas Tribales bajo Administración Federal (FATA, por sus siglas en inglés) de Pakistán limítrofes con Afganistán es responsabilidad de los consejos tribales tradicionales (yirgas). Si bien la yirga resuelve normalmente las disputas de forma pacífica, también tiene la potestad de formar ad hoc milicias armadas (conocidas como lashkar) para hacer cumplir sus resoluciones sobre las disputas locales. La yirga obliga a todas las familias o clanes a enviar a la lucha a un número determinado de hombres. Como tal, un lashkar está formado por una amplia muestra representativa de la comunidad masculina.

La población de la Agencia Orakzai (área tribal) asciende a unas 225.000 personas y se encuentra sumida en la depresión económica, la corrupción y el mal gobierno. A veces se atribuye la violencia a estos factores, así como a otras causas menos visibles como disputas familiares, conflictos de tierras o agua y la lucha por el control de los mercados y el comercio. No obstante, los abusos a los derechos humanos por parte de los talibanes y los bombardeos aéreos durante las operaciones militares pakistaníes constituyen los principales detonantes del desplazamiento forzado a gran escala.

Los talibanes eligieron la tribu de Ali Khel como conducto de entrada en Orakzai. Ali Khel es la tribu más grande del área con una población de 40.000 personas, de las cuales el 5% son chiitas. Los combatientes entraron en la zona de Ali Khel en 2008 con el apoyo de dos líderes tribales locales. Los seguidores locales de ambos líderes se unieron a ellos, al igual que otros miembros de la tribu vinculados a las madrasas (escuelas religiosas) y otros que participaron en la guerra de Afganistán, entre ellos los matones locales.  Organizaron intimidantes encuentros públicos donde los jóvenes milicianos permanecían de pie con sus rostros cubiertos junto a los enérgicos portavoces yihadistas.

Los talibanes designaron los jueces locales que debían resolver las disputas de acuerdo con las leyes de la sharia, reclutaron a hombres y niños de la localidad y crearon madrasas yihadistas. Los milicianos amenazaron y mataron a los líderes tribales de la zona y a quienes se opusieran a su autoridad. Despojaron a las yirgas de su autoridad para resolver disputas y prohibieron todo tipo de reuniones públicas. Se prohibió a la población local llevar armas. El castigo por oponerse -en especial las decapitaciones públicas- aterrorizó a la gente y la sometió.

Los secuestros (con petición de rescate) perpetrados por los talibanes se hicieron comunes y uno de sus objetivos concretos era la comunidad chiita. Los milicianos secuestraban y en ocasiones asesinaban a quienes no pagaban una tasa especial impuesta a las familias chiitas o saqueaban sus casas. En tales circunstancias, mujeres y niños chiitas huyeron de la zona dejando atrás a los hombres. Después de que los talibanes impusieran un boicot económico total contra la comunidad chiita y decapitaran a varios miembros tribales suníes por no cumplirlo, también los ancianos abandonaron la zona. Los seguidores de los talibanes saquearon las propiedades abandonadas, vendieron sus cosechas y mataron su ganado.

Suníes y Chiitas habían vivido juntos en paz en la misma zona durante mucho tiempo y, por ello, los miembros de la tribu decidieron actuar de manera conjunta en un esfuerzo por proteger a sus comunidades de futuros abusos.

Los intentos de prevenir el desplazamiento

Una gran yirga de 5.000 personas de Ali Khel decidió formar un lashkar para destruir todos los centros talibanes alrededor de las principales ciudades de la zona: Daboori y Khadayzai. En sus filas se encontraban 2.000 personas entre granjeros, labradores, comerciantes locales y otros miembros de la tribu. Tras la creación del lashkar, los líderes de la yirga enviaron un mensaje a los chiitas desplazados comunicándoles que podían regresar a sus hogares. El lashkar de Ali Khel destruyó en pocos días todos los centros talibanes de Daboori, Khadayzai y sus alrededores. La mayoría de los combatientes huyeron; otros fueron asesinados.

Se formó entonces una yirga para decidir cómo tratar, sancionar o castigar a los miembros de la tribu de Ali Khel que apoyaron a los talibanes. Se decidió imponer una sanción de 200.000 rupias pakistaníes (2.300 dólares) a cada uno. Asimismo, se les dio a elegir entre entregar su kalashnikov o desalojar sus casas antes de que los hombres del lashkar las quemaran.  Cuando las deliberaciones de la yirga llegaban a su fin, un vehículo talibán cargado con explosivos se estrelló contra ella y acabó con la vida de 200 personas, entre ellas, líderes suníes y chiitas de Ali Khel.

A pesar de las insistentes peticiones, las fuerzas de seguridad no protegieron a los habitantes de Ali Khel y la mayoría de las familias tomaron la decisión colectiva, respaldada por la yirga, de marcharse,  principalmente a casas de parientes en ciudades cercanas. Normalmente se espera de los líderes tribales que ayuden a las familias desplazadas a cubrir sus necesidades básicas pero, la inseguridad causada por los asesinatos selectivos en las zonas donde las personas desplazadas buscaron refugio, supuso que la yirga de Ali Khel tuviera poca capacidad para hacerlo.

Los desplazados internos asumieron la tarea de mantener la seguridad en las zonas de refugio y llamaron la atención, no deseada, de los talibanes y de las fuerzas de seguridad pakistaníes. Los talibanes viajan como civiles y algunos de ellos se hacen pasar por desplazados internos, lo que significa que los desplazados se convierten en objetivo para las fuerzas de seguridad. Los desplazados internos también se convierten en objetivo de los talibanes, como en el ataque suicida que tuvo lugar en abril de 2010 en un punto de distribución de ayuda para los desplazados. Después de este suceso los desplazados internos chiitas de Ali Khel se organizaron para garantizar su propia seguridad en los lugares donde se congregaban.

Story Khel es una pequeña tribu de suníes y chiitas del Bajo Orakzai con 5.000 miembros. Los talibanes se hicieron con el control de la mayor zona suní de Story Khel tras el asesinato del líder de Ali Khel en octubre de 2008. La cercana Story Khel chiita puso guardias armados en puestos de control situados en los principales puntos de entrada a sus barrios para asegurarse de que los soldados talibanes no pudieran entrar sin alertar y recibir una respuesta de su lashkar.

La población suní de un pueblo situado en la frontera entre las zonas suní y chiita tuvo un enfrentamiento con los talibanes a principios de 2010. Resulta interesante que fueran las mujeres quienes iniciaran la resistencia violenta contra los talibanes. Un grupo de mujeres, familiares de los hombres asesinados, vengaron sus muertes capturando a cinco milicianos y golpeándoles brutalmente con herramientas agrícolas. A pesar de la intervención de los ancianos de la comunidad, estaba claro que los talibanes se vengarían por este incidente y atacarían el pueblo. Numerosos hombres se armaron para defenderlo y un pueblo vecino suní suministró rifles kalashnikov y munición. Durante dos semanas se sucedieron  luchas esporádicas y finalmente los "victoriosos", aunque enfadados, talibanes quemaron 80 casas del pueblo.

Los líderes de la yirga de ambos pueblos previamente habían tratado la posibilidad de que, en caso de ataque, la población de un pueblo tuviera que huir en masa al otro. A toda la comunidad se le proporcionó asilo en el pueblo vecino, donde la yirga decidió que las rivalidades tribales debían quedarse a un lado durante el desplazamiento. Al principio se les alojó en hogares de acogida y más tarde en escuelas, mezquitas y pensiones; fueron tratados como huéspedes y se les proporcionó comida durante los cuatro meses de su estancia, así como préstamos para gastos adicionales, como cuidados sanitarios.

Los líderes del pueblo se dieron cuenta de que la carga de hospedar a todo un pueblo sería insostenible a largo plazo y de que también era importante para su seguridad que todos los talibanes desaparecieran del pueblo original de los desplazados. En respuesta a una petición de la yirga, argumentando que los talibanes establecerían una base allí desde la cual lanzar ataques a los pueblos chiitas vecinos, el ejército despejó la zona y la mayoría de sus habitantes pudieron regresar a sus hogares. Mientras tanto, los miembros de la tribu de ambos pueblos reforzaron su propia seguridad para resistir ante futuros ataques y prevenir nuevos desplazamientos en caso de nuevas ofensivas talibanes.

Conclusiones

Las tribus de la FATA se han mostrado capaces de superar sus diferencias sectarias para formar lashkar armados con una línea de mando responsable y capaz de controlar un territorio concreto. Como demuestra el caso de Ali Khel, la naturaleza local y la legitimidad de dichas organizaciones pueden hacerlas extremadamente efectivas. El lashkar de Ali Khel destruyó gran parte de la infraestructura de los talibanes en la zona en un par de días, los mantuvo a raya y protegió su territorio y sus familias.

Los lashkar también pueden convertirse en desplazados internos y reorganizarse durante el desplazamiento, pero los recursos tribales se movilizan de manera diferente en cada situación. En el caso de Ali Khel, se movilizaron para proteger y ayudar a quienes lo necesitaban.

A día de hoy los habitantes de Ali Khel siguen desplazados, mientras que los de Story Khel han regresado a sus hogares. Una de las razones de esta diferencia es que el lashkar de Ali Khel no recibió apoyo estatal, mientras que el ejército intervino para limpiar el pueblo de talibanes en el segundo caso. Los lashkar nunca han dispuesto de un programa nacional o regional y no están entrenados para combatir ellos solos contra una organización como los talibanes. Aunque los líderes talibanes no están arraigados a las comunidades locales, pueden dominar a los lashkar que se encuentren militarmente solos.

Los lashkar tampoco han tenido nunca mayores aspiraciones, sólo pretendían proteger a sus comunidades, pero los mandos talibanes tienen una agenda yihadista de resonancia mundial y es responsabilidad de los actores nacionales gestionar tales amenazas.

Farhat Taj es Investigadora Adjunta de doctorado en el Centro de Estudios de Género de la Universidad de Oslo. Jacob Rothing es Analista de País del Observatorio de Desplazamiento Interno del Consejo Noruego para los Refugiados.

 

 

 

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