La crisis climática, las desigualdades de género y la respuesta local en Somalia/Somalilandia

Diversos factores se cruzan al examinar los efectos sobre cuestiones de género que ha tenido la crisis climática en las comunidades locales de Somalia/Somalilandia.

Los choques climáticos y las crisis humanitarias están estrechamente interrelacionados. Mientras el cambio climático se vuelve cada vez más extremo e impredecible, cientos de miles de personas que viven en la pobreza en Somalia ya están pagando un alto precio. Además de enfrentarse a una situación política frágil tras la caída del Gobierno, en 1991, Somalia ha sufrido sequías de forma reiterada, lo que a su vez ha hecho que aumenten los conflictos entre clanes[1]. En 2018, 547 000 personas (el 3,6 % de su población) fueron desplazadas nuevamente debido a los fenómenos atmosféricos extremos[2] y se prevé que 6,3 millones de personas van a tener que hacer frente, en 2020, a una grave situación de inseguridad alimentaria y que 5,2 millones necesitarán asistencia humanitaria, de cuales 1,72 millones se convertirán en desplazadas internas[3].

La desigualdad de género en Somalia/Somalilandia[4], en general, ya era muy elevada antes de la actual crisis climática: el poder y la participación de las mujeres en la esfera económica, educativa y política es menor, y prevalecen los casos de violencia de género, matrimonio precoz de niñas y mutilación genital femenina[5]. Ahora, los choques climáticos —que generan escasez de recursos y ejercen presión sobre los medios de vida— han provocado que muchas normas culturales de la sociedad somalí cambien y eso está teniendo repercusiones sobre las dinámicas de género.

La pérdida de ganado a causa de la sequía ha hecho que los hombres no puedan garantizar unos ingresos para su familia. Esto está generando tensiones y conflictos en los hogares y provocando que se den casos de violencia doméstica hacia las mujeres y los niños. Muchos hombres también recurren a masticar hojas de qat, una sustancia estimulante que, según todas las comunidades entrevistadas, ha hecho que aumente la violencia doméstica. Esta también se ha incrementado a medida que las mujeres, en muchos casos, han pasado a ser las sustentadoras de la familia, ya sea por medio de la cría y venta de cabras, de la venta ambulante en campamentos de desplazados internos o en los poblados, o de empleos precarios en centros urbanos. Ha tenido lugar un cambio en los roles de género, lo que algunos hombres perciben como una amenaza a su propio rol. Algunos hombres abandonan a sus familias y se van a las ciudades en busca de trabajo, se alistan en el ejército, se van huyendo de la violencia de su clan, o se suicidan. Las tasas de divorcio han aumentado y los hogares encabezados por mujeres se han vuelto más comunes.

Los cuidados y el trabajo doméstico, tradicionalmente responsabilidad de mujeres y niñas, se han convertido en tareas de mayor exigencia y requieren mucho tiempo. Tanto la leña como el agua son bienes cada vez más escasos, por lo que las mujeres y las niñas tienen que recorrer a pie distancias más largas para recolectar estos recursos. A las niñas se les pide que ayuden debido al aumento de las tareas domésticas diarias a realizar, por lo que un mayor número de ellas abandona la escuela. Además, cuando los padres no pueden permitirse el lujo de matricular tanto a los niños como a las niñas en la escuela, dan prioridad a la educación de los varones.

La escasez de recursos también ha provocado que aumenten los conflictos entre clanes, porque cada vez hay más colectivos que compiten por las tierras, el agua y los pastos. Esto es especialmente peligroso para los hombres que pueden convertirse fácilmente en víctimas de asesinatos por venganza o de enfrentamientos armados y, por consiguiente, limita su libertad de tránsito. Los desahucios y las disputas por las tierras que se dan cuando las personas se encuentran en desplazamientos también dan pie a la violencia que afecta principalmente a los hombres.

Otras formas de violencia de género, como las violaciones, también han aumentado. Las mujeres se sienten vulnerables cuando están en los puntos de abastecimiento de agua, las zonas de defecación al aire libre, las áreas de pastoreo del ganado, las zonas donde recogen leña y en las carreteras de camino al mercado o a casa (por la falta de iluminación y de lugares seguros donde refugiarse). Quienes perpetran estas acciones violentas son tanto hombres de dentro como de fuera de la comunidad. La búsqueda de justicia por haber sufrido violencia sexual o una violación sigue siendo difícil, ya que la confidencialidad se ve comprometida cuando los casos se denuncian en la comunidad, el sistema de tribunales oficiosos suele imponer pequeñas multas a los autores de estos delitos, a los que luego vuelven a dejar libres, y los sistemas oficiales son inaccesibles debido a la distancia y los costes. A muchas mujeres las violan por la noche mientras duermen, especialmente en las zonas en que los conflictos entre clanes son frecuentes:

“Mi marido nos trajo aquí y se fue a buscar trabajo. Tengo ocho hijas y dos hermanas conmigo en este campo de desplazados. Todas son menores de 17 años. No duermo por las noches. Me quedo vigilándolas para que estén seguras mientras duermen. Intento dormir a mediodía”. (Mujer residente del campamento de desplazados internos de Fadhigaab, región de Sanaag)

Cuando tienen problemas para garantizarse el sustento, las familias a menudo casan a sus hijas con hombres ricos y ha sido esta una de las principales cuestiones que se han planteado en los debates con grupos selectos, ya que muchas de las menores entrevistadas temían que las sometieran a matrimonios forzosos precoces.

Las comunidades han desarrollado diversos mecanismos para lidiar con las consecuencias que la crisis climática y el desplazamiento tienen sobre las cuestiones de género. Para evitar la violencia sexual y las violaciones, las mujeres y las niñas viajan en grupo, van variando los horarios en los que salen de los campamentos, no comparten sus movimientos con los hombres por temor al acoso y llevan palos y antorchas, mientras que son las mujeres mayores quienes se encargan de ir a por agua o a buscar el ganado cuando se pierde. Los hombres que temen ser víctimas de un asesinato por venganza se mantienen alejados de sus hogares por la noche y duermen escondidos, se quedan despiertos por turnos o duermen fuera y hacen guardias. Muchos hombres llevan pistola para protegerse, viajan en grupo, usan antorchas y se mantienen en contacto con otros para advertirse mutuamente de potenciales peligros.

La respuesta local y los programas

Las crecientes necesidades humanitarias están siendo satisfechas en gran medida por la respuesta de la ONU y las ONG internacionales, que son las que reciben directamente la mayor parte de la financiación de los donantes. Sin embargo, son las ONG locales y nacionales las que se encargan de gran parte de la respuesta, especialmente en zonas de conflicto a las que los organismos internacionales no tienen acceso. Mediante el Gran Pacto y la Carta para el Cambio, los donantes y las ONG internacionales se han comprometido con la localización, para lo cual concederán a organizaciones locales y nacionales y a organismos gubernamentales somalíes una financiación más directa y un mayor espacio para liderar las respuestas humanitarias, con lo que aumentará su participación en la toma de decisiones, por ejemplo. Pero, aunque se han dado algunos pasos en lo que respecta a la localización, la ONU y las ONG internacionales siguen dominando el sistema humanitario.

Hay muchas ONG locales y nacionales que están respondiendo a las necesidades humanitarias provocadas por la crisis climática en Somalia/Somalilandia, y ofrecen diversas actividades para abordar los efectos sobre cuestiones de género de la sequía. Se están llevando a cabo actividades de protección de forma generalizada y varias organizaciones cuentan con sistemas de derivación y asesoramiento para las personas que han sobrevivido a violaciones y a la violencia sexual, en los que se forma a los miembros de las comunidades para que sepan responder ante estos casos y derivarlos a centros médicos, además de ayudar a que se haga justicia para las personas supervivientes. Muchas también llevan a cabo actividades de sensibilización sobre la protección, visitando los hogares y hablando de diversas cuestiones como la violencia doméstica y sexual, y explicando qué pueden hacer las mujeres cuando se enfrentan a esos problemas. Algunas pocas organizaciones también realizan actividades de sensibilización en las comunidades, como funciones teatrales comunitarias que consisten en representar diversas situaciones con la ayuda de actores. Las organizaciones locales entienden que la sociedad somalí cuenta con una fuerte tradición oral y que las representaciones teatrales son una buena manera de sensibilizar y generar debates y reflexiones. Los agentes locales están en mejor posición que los internacionales para realizar este tipo de trabajo, ya que mantienen un contacto constante con las comunidades afectadas y su conocimiento del contexto cultural y religioso es profundo.

Las ONG locales e internacionales (y hasta cierto punto el gobierno) han normalizado las cuestiones de género en diversas actividades relacionadas con el agua, saneamiento e higiene (WASH, por sus siglas en inglés), con la resiliencia y los medios de vida, los programas de ayuda en forma de transferencias monetarias incondicionales y de efectivo por trabajo (tanto para hombres como para mujeres). Por ejemplo, al seleccionar a los beneficiarios, se presta atención al género y se tienen en cuenta los hogares encabezados por mujeres. Según Nafisa Yusuf, de la red somalí de derechos de la mujer Nagaad: “En una sequía, los más afectados son las mujeres y los niños [...] Las mujeres son las primeras en saber cuándo va a ocurrir el desastre. Son las proveedoras de la familia. Lo saben”.

Las ONG locales fomentan el liderazgo y la participación de las mujeres en la toma de decisiones, por ejemplo, en los comités de los campos de desplazados internos. Kamal Hassan Isak, de la ONG local HAVAYOCO, explica que para fomentar esos roles es necesario contar con una estrategia cuidadosa y culturalmente adecuada: “Hablamos con hombres y mujeres sobre las mujeres en el Corán que son líderes; por ejemplo, la esposa del Profeta que era una líder en los negocios; la gente no puede negar a nuestro Profeta”. Muchas organizaciones locales comparten la opinión de que cambiar las normas y las percepciones acerca de lo que las mujeres pueden y deberían hacer exige tiempo, muchos debates y el establecimiento de relaciones fuertes. Dadas las limitaciones de las ONG tanto locales como internacionales en lo que respecta a la plena integración de las cuestiones de género a su trabajo, es importante visibilizar los efectos de la crisis climática relacionados con el género. Cuando se investigan, analizan y comparten las diferencias, todos los agentes pueden adaptar más fácilmente su programación.

La localización, todavía a la espera

Tanto las cuantías absolutas como las relativas de la financiación disponible para los agentes locales somalíes (estatales y no estatales) siguen siendo muy reducidas. En 2017, la financiación directa de los agentes locales/nacionales representaba el 3,5 % de la financiación humanitaria total para Somalia, y la mayor parte la misma se destinó al gobierno[6]. Esto ha contribuido poco a cambiar las dinámicas de poder entre los agentes internacionales y nacionales. Todas las ONG locales y nacionales con las que hablamos plantearon la cuestión de que trabajar a largo plazo para cambiar las normas es muy difícil en un sistema humanitario que, a menudo, considera a los agentes locales como subcontratistas y en el que la financiación es cortoplacista y depende de cada proyecto. “Tenemos un programa [de liderazgo femenino] que dura un año; nos formamos y empezamos, luego se para, y después obtenemos nueva financiación y tenemos que volver a empezar de nuevo”, nos comenta Nafisa Yusuf, de Nagaad. Omer Jama Farah, de la ONG local Taakulo, describe el ciclo de financiación humanitaria y la lenta distribución de la financiación mediante la siguiente afirmación: “La ayuda llega cuando llega la lluvia”.

A los entrevistados les preocupa la sostenibilidad a largo plazo de estos esfuerzos y les resulta difícil poder liderar el sector cuando el acceso a los espacios de toma de decisiones y la capacidad para invertir en sus organizaciones siguen siendo limitados. Las restricciones acerca de cómo se pueden gastar los fondos, que excluyen las labores de desarrollo organizativo, ejercen un efecto negativo sobre la capacidad de gestión y las competencias técnicas de las ONG locales y hacen que se dé un círculo vicioso que paraliza el avance de la agenda para llevar a cabo la localización[7].

Es necesaria una financiación más flexible y a largo plazo para que las organizaciones locales creen programas sostenibles y lleguen a ser realmente líderes dentro del sector. El desarrollo de la capacidad de por sí no va a hacer que el poder cambie de manos, pero si se contara con más financiación de diferentes tipos y se reconociera e incluyera a las ONG locales como líderes, sí que sería posible.

La promoción de la justicia climática

Dado que, hasta ahora, en Somalia/Somalilandia se ha centrado la atención, y con razón, en responder a las necesidades humanitarias creadas por la crisis climática, el país no cuenta con un gran movimiento de justicia climática. Las organizaciones locales actualmente carecen de la capacidad necesaria para movilizarse y propugnar cambios en las políticas mundiales; y, en lugar de eso, se centran en la respuesta a los efectos de la crisis climática y en las necesidades urgentes de las comunidades. Pero los agentes locales, los organismos internacionales y el gobierno local tienen mucho potencial para crear una narrativa coherente en torno a la crisis climática y conectar con los movimientos internacionales para paliar los efectos de la crisis climática. En países como Somalia/Somalilandia, un gran número de personas están siendo desplazadas por la crisis climática, a pesar de no ser ellas las mayores responsables de las emisiones que provocan el cambio climático. Es necesario que la comunidad internacional avance en la aportación de nuevos fondos para contribuir a que los países más pobres puedan dotar de ayuda a los hombres y mujeres afectados por la sequía y por otros choques climáticos, teniendo totalmente en cuenta las cuestiones de género.

 

Amy Croome amy.croome@oxfam.org
Directora de Influencia y Comunicaciones

Muna Hussein muna.hussein@oxfam.org
Responsable de Género

Oxfam en Somalia/Somalilandia https://heca.oxfam.org/countries/somalia

 

[1] OCHA (diciembre 2019) Humanitarian Needs Overview: Somalia https://reliefweb.int/report/somalia/2020-somalia-humanitarian-needs-overview

[2] https://www.oxfam.org/en/research/forced-home-climate-fuelled-displacement

[3] Relief Web / UNICEF bit.ly/RW-UNICEF-Somalia-drought

[4] Somalilandia es un Estado autodeclarado al que, en el ámbito internacional, se le considera una región autónoma de Somalia.

[5] Ahmed S K (2016) European Union Somalia Gender Analysis Study, UE y SIDRA
https://sidrainstitute.org/wp-content/uploads/2018/04/Report_EU_Gender_Analysis_Somalia_Study-SIDRA_Final_2016.pdf

Africa’s Voices y UNICEF (2017) Beliefs and practices of Somali citizens related to child protection and gender
https://www.africasvoices.org/wp-content/uploads/2015/03/Gender-and-Child-Protection-report-for-UNICEF-Somalia-July-2017-Google-Docs.pdf

[6] Majid N, Abdirahman K, Poole L y Willitts-King B (2018) Funding to local humanitarian actors: Somalia case study, ODI, Humanitarian Policy Group, NEAR Network https://www.odi.org/sites/odi.org.uk/files/resource-documents/12468.pdf

[7] Oxfam (2020) Somalia Humanitarian Analysis

 

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