Resiliencia, adaptación y aprendizaje: los refugiados malienses y sus anfitriones mauritanos

Los refugiados malienses que se encuentran en Mbera (Mauritania) han traído consigo las aptitudes y la experiencia adquiridas al gestionar los efectos del cambio climático en su país de origen, y están aprendiendo nuevas habilidades en el exilio. Tanto los refugiados como las comunidades de acogida salen beneficiados.

Mauritania acoge actualmente a 60 511 refugiados que se exiliaron de Mali en 2012. Proceden del norte del país y viven ahora en el campamento de Mbera y en sus alrededores, en el sudeste de Mauritania[1]. Abandonaron las zonas de donde provenían debido a la creciente inseguridad; pero, antes de su exilio la mayoría de ellos llevaba varias décadas o más experimentando los efectos adversos del cambio climático. Las sequías, por ejemplo, se repiten aproximadamente cada 10 años en el norte de Mali desde 1973.

Al ser en su mayoría pastores, los refugiados malienses suelen llevarse a su ganado con ellos al exilio. La demanda de recursos naturales en sus comunidades de acogida —como el agua y los pastos para el pastoreo— ha aumentado la presión sobre ellos, ya de por sí exacerbada por culpa del cambio climático. El medio natural también se ha visto afectado por otras actividades como la recogida de leña y el uso del agua para fines domésticos y agrícolas. Afortunadamente, los refugiados, además de sus propias necesidades, traen consigo soluciones. Al haber tenido que lidiar ellos mismos con los efectos del cambio climático en su país de origen, están mejor preparados para enfrentarse a esos retos en la comunidad de acogida y para mitigar algunos de ellos. Los refugiados admiten que se abrieron a adaptarse a su nueva situación cuando buscaban soluciones a las graves consecuencias del cambio climático que experimentaron en su país.

La decisión de trasladarse a otro lugar: los puntos de inflexión

Varios de los refugiados malienses que viven ahora en el campamento de Mbera ya se habían visto anteriormente obligados a abandonar sus hogares por culpa del cambio climático, aunque habían permanecido en su país. Su respuesta inmediata a los efectos del cambio climático fue entonces, y lo sigue siendo, intentar crear estrategias de resiliencia en forma de innovaciones desarrolladas por la población autóctona, como el empleo de diversos tipos de mantillos para conservar el agua del suelo y el uso de pieles de animales para envolver los cántaros y así mantener el agua fresca. El sentimiento de comunidad también desempeña un papel central como medio de supervivencia, dado que los miembros más resilientes de la comunidad actúan con generosidad y les tienden una mano a los menos resilientes.

Pero cuando las innovadoras estrategias de adaptación de una comunidad se extienden más allá de sus límites, la población empieza a valorar la posibilidad de alejarse más de su hogar. El punto de inflexión llega cuando, además del fracaso de las estrategias de adaptación, las relaciones se vuelven tensas, ya que la salvaguarda de los intereses personales y de la familia inmediata se convierte en su prioridad por encima de la generosidad hacia los demás.

La decisión de trasladarse a otro lugar suele tomarse tras una consulta, tras la cual podría producirse un gran éxodo de la mayor parte de los miembros de la comunidad. También hay quien puede llegar a tomar estas decisiones de forma individual; es el ejemplo de los jóvenes que han alcanzado la mayoría de edad y consideran que es su obligación valerse por sí mismos. En el otro extremo, algunas personas prefieren morir en su tierra antes que trasladarse a otro lugar. Otros sopesarían la posibilidad de solicitar refugio en un país vecino solo si la religión predominante que se practicase allí fuera la suya.

Facilitar la integración

La existencia de una cultura democrática, las afinidades entre naciones, compartir una misma etnicidad y tener lazos familiares a través de la frontera son factores que influyen en la predisposición de las comunidades de acogida a recibir a las personas que se han visto forzadas a desplazarse. Durante décadas, el Gobierno de Mauritania ha mantenido una política de puertas abiertas hacia los refugiados malienses y ha pedido a la población local que los acoja y los considere sus hermanos y hermanas.

La cría de ganado y, en menor medida, de pequeños rumiantes es la actividad más importante a la que se dedica la mayoría de los refugiados malienses. Las cabezas de ganado que uno posea suponen un signo de riqueza (ahorros que pueden transformarse en dinero en efectivo) y de estatus. Entre las estrategias utilizadas por los refugiados malienses para asegurarse de integrarse fácilmente en el país de acogida figuran la recuperación, el restablecimiento o la adaptación de sus medios de vida.

Con respecto a la recuperación, las personas desplazadas que abandonaron su hogar precipitadamente tienen dos opciones. Pueden contar con un pastor de confianza que lleve a su ganado a un refugio seguro y accesible, probablemente con la ayuda de amigos de confianza o de autoridades tradicionales o administrativas que les proporcionen un paso seguro; o pueden correr el riesgo de regresar en persona para recuperar a sus animales. Cuando es posible, el restablecimiento de los medios de vida se logra seleccionando inteligentemente a los animales que producen más leche, tienen el mayor número de crías o producen la mayor cantidad de carne para utilizarlos como capital inicial para comenzar a restablecer las existencias en el país de asilo. Si dicho restablecimiento no es una opción viable, los refugiados optarán por adaptarse, para lo cual aceptarán cualquier opción laboral disponible en el país de asilo —su objetivo principal es sobrevivir— y la utilizarán como trampolín para volver a trabajar con la producción de pequeños rumiantes y, posteriormente, de ganado. Estas estrategias pueden, de hecho, llevarse a cabo al mismo tiempo.

Estrategias de adaptación

Los refugiados malienses en Mbera han replicado exitosamente varias de las innovaciones desarrolladas en Mali en respuesta al cambio climático. Entre ellas se encuentra la horticultura (para cultivar productos para consumo doméstico) y el trabajo a través de asociaciones para resolver la presión sobre los recursos naturales y reducir la degradación ambiental.

Cuando llegaron al campamento, solo el 1,3 % de los hogares de refugiados que vivían en Mbera habían tenido contacto con la agricultura. Sin embargo, con fecha de 31 de diciembre de 2019, las estadísticas de que disponía ACNUR indicaban que aproximadamente el 10 % de los hogares de la comunidad de refugiados se había dedicado a cultivar, ya fuese de forma independiente o con la ayuda de los socios de ACNUR en el campamento.

Los refugiados han reproducido varias técnicas que habían utilizado para eludir las consecuencias del cambio climático cuando estaban en Mali. En primer lugar, trajeron consigo variedades de semillas resistentes al calor que la comunidad de acogida no conocía, como las de cebolla morada y las de tomate. En segundo lugar, adoptaron prácticas respetuosas con el medio ambiente como la producción de compost para favorecer la fertilización del suelo, mientras que la norma en la comunidad de acogida era utilizar estiércol animal sin fermentar, que daba pie a que aumentaran los ataques de las hormigas obreras. En tercer lugar, se empezaron a utilizar sus propias técnicas tradicionales de aprovechamiento del agua, como el uso de bancales hundidos en forma circular, en contraposición a los habituales cultivos en llano o a los bancales hundidos rectangulares empleados por los mauritanos.

El uso combinado de estas técnicas produjo unos rendimientos impresionantes durante la temporada agrícola de 2019, y estos resultados positivos obtenidos por los refugiados han despertado el entusiasmo de la comunidad de acogida por la actividad. Recientemente, agencias socias y ACNUR organizaron conjuntamente una visita de intercambio en el campamento de Mbera que brindó a las refugiadas malienses que se dedicaban a la horticultura la oportunidad de compartir sus experiencias con las mujeres de la comunidad de acogida en lo que respecta a la gestión del agua, a la mejora de la fertilización del suelo y técnicas naturales de control pesticida.

Mauritania ha aprobado varias leyes para proteger sus recursos naturales contra la sobreexplotación, y el Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible se encarga de ejecutarlas. Cuando no hay una presencia efectiva del Ministerio en una zona del país, como es el caso del distrito de Bassikounou, donde se encuentra Mbera, se crean Asociaciones de Gestión de Recursos Naturales (NRMA, por sus siglas en inglés) para que regulen el acceso a los recursos naturales y su rehabilitación. Pero en el campo de Mbera, donde no existen NRMA, los refugiados se han inspirado en las experiencias propias que vivieron en su país y han creado varias asociaciones para combatir la degradación ambiental. Por ejemplo, un grupo llamado Volontaires Réfugiés pour la Propriété du Camp (Voluntarios Refugiados para la Limpieza del Campo) organiza regularmente campañas de limpieza dentro del campamento que a veces se amplían hasta la comunidad de acogida.

Durante los últimos cinco años, las asociaciones dedicadas a la reforestación han plantado más de 60 000 especies de árboles localmente adaptadas distribuidas por SOS Desert. Estas campañas suelen organizarse con motivo de la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente (5 de junio) y del Día Nacional del Árbol durante la primera semana de agosto. Estas acciones encabezadas por refugiados han ayudado a disipar la idea de que ellos sean los mayores degradadores del medio ambiente. Ahora se les ve más bien como socios para el cambio.

Los refugiados también han aprendido de las prácticas de la comunidad local respetuosas con el medio ambiente y las han adoptado. Los incendios forestales suponen una de las peores formas de degradación ambiental en Mauritania. A raíz de las campañas de sensibilización y de las directrices acerca de cómo dar la voz de alarma en caso de incendio forestal, su cifra y la de los desastres derivados de ellos se redujo a cuatro en 2019. Los refugiados malienses, que sabían muy poco sobre la detección de incendios, cuentan ahora con una brigada de bomberos e intervienen conjuntamente con las brigadas de la comunidad de acogida y los gendarmes para combatir los incendios forestales. Y también colaboraron en otras medidas preventivas como el establecimiento de más de 100 km de cortafuegos.

El que los refugiados estuviesen abiertos a aprender ha hecho que se adopten técnicas de engorde de pequeños rumiantes que permiten que los animales ganen más peso comiendo la misma cantidad de pastos, por lo que se reduce la presión sobre los mismos a largo plazo. Además, los refugiados malienses han adoptado el empleo de personal paraveterinario, práctica que no existía en la comunidad de refugiados, pero sí en la de acogida.

El intercambio de conocimientos entre comunidades locales se realiza por canales tanto oficiales como informales. Entre estos últimos se incluyen las interacciones entre los miembros de la comunidad cuando se reúnen en los puntos de recogida de agua, en los pastos y en los mercados semanales o en las ceremonias festivas. Los organismos de la ONU y otros asociados suelen crear plataformas oficiales de interacción que intervienen en los lugares de acogida en ocasiones para celebrar días internacionales de conmemoración y activismo, como el Día Mundial de los Refugiados y el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Además, una agencia socia ha facilitado la creación de comités comunitarios mixtos compuestos por refugiados y miembros de la comunidad de acogida en los poblados del distrito de Bassikounou. Estos comités están preparados para gestionar conflictos, incluidos los relacionados con el acceso a los recursos naturales.

Reconsiderar las ideas preconcebidas

Conviene reconsiderar la idea preconcebida de que la afluencia de refugiados o de personas que se trasladan a otros lugares debido a una crisis provocada por el cambio climático o por un conflicto (o ambos) es siempre negativa. Los refugiados traen consigo una gran cantidad de recursos, incluso de recursos humanos que han desarrollado al tener que hacer frente a crisis relacionadas con el clima en sus países de origen. Estas experiencias suelen permitirles abordar retos similares en el país de asilo e inspirar a los ciudadanos del país de acogida a hacer lo mismo. El aprovechamiento del potencial y de los recursos que ofrecen los refugiados y los miembros de la comunidad de acogida puede, con el tiempo, configurar la forma en que los países responden a la crisis del cambio climático, contribuir a la promoción de la seguridad alimentaria y hacer que se adopten prácticas para proteger los recursos naturales al mismo tiempo que se ofrece protección a los refugiados.

 

Fouda Ndikintum ndiki@unhcr.org
Responsable de Medios de Vida, suboficina de ACNUR, Bassikounou, Mauritania https://data2.unhcr.org/en/country/mrt

Mohamed Ag Malha jnasat2811@gmail.com
Presidente del Consejo de Refugiados, Campo de Mbera, Mauritania

Este artículo ha sido redactado a título personal y no necesariamente representa las opiniones de ninguna de las organizaciones citadas.

 

[1] 61,3 % tuaregs; 37,2 % árabes; 1,5 % otras tribus minoritarias

 

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