Los retos ambientales y las estrategias locales en el Sáhara Occidental

Los nómadas saharauis refugiados están encontrando formas de enfrentarse a los retos relacionados con el clima que están interrelacionados. Sus respuestas demuestran la importancia de unas iniciativas flexibles y que estén impulsadas por refugiados.

Como es comprensible, gran parte de la atención prestada al conflicto del Sáhara Occidental, en especial desde la perspectiva de los estudios sobre refugiados y migraciones forzadas, se ha centrado en los campos de refugiados saharauis próximos a Tinduf (Argelia). Estos campos se establecieron, en 1975, tras el estallido de la guerra entre Marruecos y el Frente Polisario (el movimiento proindependentista del Sáhara Occidental) y cuentan con una población estimada de unos 173 000 saharauis, el pueblo indígena de dicha región. El Frente Polisario administra los campos y cerca del 20 % del territorio del Sáhara Occidental, una zona a la que llama los Territorios Liberados. La población de esta zona sería de en torno a los 30 000 y 40 000 habitantes (aunque las cifras demográficas aquí son aún más difíciles de medir) y estaría compuesta principalmente por pastores nómadas. Las estimaciones demográficas en los campos y en los Territorios Liberados están politizadas tanto por Marruecos como por el Frente Polisario, y también se complican por el constante ir y venir de familias e individuos entre el territorio del Frente Polisario y el norte de Mauritania, y por la migración temporal por motivos laborales desde los campamentos a España y Argelia. Por consiguiente, las cifras demográficas, en especial las de los campos, se entienden mejor como instantáneas de un conjunto de habitantes en constante circulación[1].

La dureza del clima desértico, junto con la dependencia histórica de la población nómada trashumante (dedicada a los camellos, cabras y ovejas), han provocado que la población sea extremadamente vulnerable a las variaciones del clima. Las catastróficas sequías que tuvieron lugar durante el periodo colonial desencadenaron una rápida (aunque temporal) urbanización, y gran parte de la población nómada dispersa se aglutinó en torno a las ciudades controladas por España. La guerra con Marruecos, que duró hasta 1991, también hizo mucho daño a la economía nómada. La mayoría de la población reside en los campos de Tinduf desde la guerra. Tras finalizar la contienda con Marruecos, el Frente Polisario — que mantiene importantes rebaños de camellos— llevó a cabo un esfuerzo concertado para el desarrollo de los Territorios Liberados, y específicamente para la trashumancia nómada (para lo que se implementaron a gran escala acciones de limpieza del territorio de minas terrestres, instalación y mantenimiento de pozos), y para rejuvenecer la economía nómada.

Los desafíos del clima y las respuestas apropiadas

La vida en los campos presenta desafíos singulares para una población que antaño era nómada, y muchos de ellos se han visto exacerbados en las últimas décadas por un clima cambiante. Los intentos de las ONG de promover la agricultura sedentaria han tenido un éxito relativo —Oxfam, por ejemplo, ha invertido en el cultivo de la planta Moringa oleifera, que tiene múltiples usos[2]— en parte porque la población del campo está más familiarizada con la trashumancia de animales. Otro problema cada vez mayor ha sido el aumento de la frecuencia de las inundaciones en los campos. En vez de experimentar una disminución constante y continua de las precipitaciones, el desierto argelino en torno a Tinduf ha sufrido largas sequías intercaladas con lluvias breves pero muy intensas. La mayoría de las estructuras semipermanentes de los campamentos fueron construidas al principio por los refugiados con ladrillos de adobe hechos con materiales de origen local. En algunos casos, los refugiados se negaron a construir con materiales más permanentes por razones ideológicas, porque preferían seguir estando perpetuamente preparados para regresar al Sáhara Occidental y a un futuro Estado independiente. Unas inundaciones que antes eran poco frecuentes en la región ahora se han convertido en un acontecimiento casi anual. En 2015, por ejemplo, muchas de las casas de adobe se deshicieron por culpa de las fuertes lluvias y cientos de refugiados se quedaron sin hogar. El uso de materiales para la construcción resistentes al agua, como el cemento, mitigaría parcialmente el problema, pero la producción de ladrillos de adobe en los campamentos da trabajo a muchos refugiados.

Otro problema exacerbado por el cambio climático es el agotamiento de las aguas subterráneas. Los campos de Tinduf se construyeron deliberadamente cerca de un gran acuífero, y los desplazamientos nómadas por los Territorios Liberados están supeditados al reabastecimiento de las aguas superficiales de forma natural o de pequeños pozos artificiales. Pero los patrones de precipitaciones irregulares e imprevisibles y los largos periodos de sequía hacen que sea difícil depender de fuentes efímeras para conseguir agua y también aumentan la presión sobre dicho acuífero. Este problema podría mitigarse parcialmente con el uso de pozos mecánicos. Además, el desarrollo de recursos hídricos artificiales en los Territorios Liberados ha permitido también la creación de huertos comunitarios y en varios lugares han surgido proyectos de horticultura dirigidos por el Frente Polisario.

El carácter impredecible de las precipitaciones, la sequía generalizada y el agotamiento de las aguas subterráneas son un problema tanto para los nómadas como para los refugiados, pero la población de los campamentos del Sáhara Occidental es atípica en tanto en cuanto mantiene un vínculo con ambos mundos. Cuando la antropóloga Cindy Horst escribió sobre los nómadas refugiados somalíes en el campo de refugiados de Dadaab, en Kenia, definió el patrimonio nómada de los somalíes “como compuesto por tres elementos: una mentalidad consistente en la búsqueda de pastos más verdes; una fuerte red social que conlleva la obligación de ayudarse mutuamente para sobrevivir; y la reducción de riesgos a partir del reparto estratégico de inversiones entre familiares y actividades”[3]. En una comunidad sedentaria, esta mentalidad nómada persiste en forma de oportunismo, flexibilidad, solidaridad social y resistencia a puntos únicos del fracaso económico. Estos son, en gran medida, los valores que los refugiados saharauis atribuyen a su propia herencia nómada. Por lo que cualquier estrategia de resiliencia frente al clima que se implemente en los campos de Tinduf tendrá que aunar las categorías de refugiado y nómada.

Puede que no nos sorprenda que la estrategia más prometedora provenga de la propia población. En 2016, un refugiado saharaui llamado Taleb Brahim, que se había formado como ingeniero en Siria, comenzó a experimentar con la agricultura hidropónica. La hidroponía es una práctica que consiste en cultivar plantas sin tierra, típicamente sumergiendo las raíces en agua con nutrientes. El uso del agua es mucho más eficiente en la agricultura hidropónica que en la mayoría de los otros métodos y, por lo tanto, es una estrategia prometedora para la agricultura intensiva en climas áridos. El primer cultivo hidropónico de Brahim fue la cebada, un cereal muy sencillo de cultivar. Mediante su primer sistema hidropónico casero, Brahim pudo alimentar a sus propias cabras y reducir así su necesidad de desplazarse en busca de pastos, al mismo tiempo que aumentaba la calidad y la cantidad de la leche y carne producidas (en los campos, las cabras a menudo ingieren residuos de plástico, lo que contamina sus productos).

Unas unidades de alta tecnología, caras y complejas no son una solución escalable por sí mismas. Brahim demostró, en 2017, el éxito de su primer sistema ante la iniciativa del Programa Mundial de Alimentos (PMA) “Acelerador de la Innovación” en Múnich. El sistema de Brahim fue elegido para ser financiado por dicha iniciativa y más tarde se estableció un programa del PMA denominado H2Grow, gracias al cual Brahim —en colaboración con personal del PMA y de Oxfam— desarrolló una serie de unidades hidropónicas derivadas de su primer prototipo, con lo que se redujo el coste unitario y se mantuvo la productividad. Estas nuevas unidades eran más baratas, se basaban en materiales disponibles a nivel local y eran más fáciles de usar y de reparar. Y lo más importante: también se podían adaptar a necesidades locales concretas. Con la ayuda del PMA, Oxfam y el Frente Polisario, Brahim comenzó a organizar talleres hidropónicos en los campos y acabó formando a más de 1000 refugiados saharauis en el uso de estos sistemas de baja tecnología. Bajo el marco del programa H2Grow se pusieron a prueba los sistemas hidropónicos de Brahim en los campos de refugiados del Chad, Jordania, Sudán y Kenia; en cada caso, se pudieron modificar y optimizar las unidades para adaptarlas a las necesidades de cada lugar. Según sostuvo Brahim en un discurso pronunciado en 2019, esto “permite que la gente forme parte de su propia solución”, al implementar un programa de ayuda centrado en los refugiados y dirigido por ellos mismos[4].

Lecciones para la resiliencia ante el clima

Tenemos aquí varias lecciones aplicables a contextos análogos de desplazamiento. La más evidente es que las tecnologías y prácticas específicas relacionadas con la agricultura hidropónica y la construcción resistente al clima pueden exportarse y, en algunos casos, ya se han probado en otros lugares con resultados positivos. En los casos en que los refugiados cuentan con un historial de nomadismo, esa herencia conlleva unas oportunidades (participación en las economías regionales, autonomía trashumante) y unos retos específicos (malestar con la vida sedentaria, dependencia de unos modos de producción que tal vez no sean posibles en el contexto de un campamento) que las comunidades de acogida y los proveedores de asistencia deben tener en cuenta. En términos más generales, la lección de resiliencia frente a cuestiones climáticas en Tinduf es que las comunidades de refugiados no son iguales de base; cada una de ellas conserva las prácticas, aptitudes y contextos culturales de su mundo anteriores al desplazamiento, y las políticas para favorecer su resiliencia ante cuestiones climáticas se deben implementar a tenor de esas circunstancias. Por último, es probable que en muchos casos sean los refugiados quienes mejor posicionados estén para idear ellos mismos esas estrategias y abordar los problemas desde su propia perspectiva, y sortear así los escollos de las soluciones externas aplicadas de forma unilateral.

Desde la perspectiva de la prestación de ayuda, también es importante el cómo se elige definir los parámetros del problema. Un enfoque limitado de los retos ambientales en Tinduf podría centrarse en los patrones irregulares de lluvia o en la acumulación de plásticos en las dietas (y productos) del ganado que se cría en los campamentos. Pero si se amplía la perspectiva y se cuenta con la participación de los refugiados en, por ejemplo, la economía nómada de los Territorios Liberados será preciso incluir en el análisis la sequía y la pérdida de los pastizales.

Una estrategia ambiental integral tendrá que incorporar toda esta maraña de problemas. Ninguna política ambiental por sí sola puede abordar unos desafíos tan dispares, pero las estrategias individuales centradas en los refugiados ya han tenido un éxito prometedor en Tinduf y los Territorios Liberados.

 

Este artículo fue preparado con la ayuda de los refugiados saharauis Taleb Brahim y Sidahmed Jouly.

Matthew Porges msp5@st-andrews.ac.uk
Estudiante de doctorado, departamento de Antropología Social, Universidad de St Andrews @matthew_porges

 

[1] Porges M (2019) “Western Sahara and Morocco: Complexities of Resistance and Analysis”, en de Vries L, Englebert P y Schomerus M (Eds) Secessionism in African Politics: Aspiration, Grievance, Performance, Disenchantment. Londres: Palgrave.

[2] Véase Angeloni G y Carr J (2018) “La salud de los seres humanos y de los animales en los campamentos de refugiados saharauis”, Revista Migraciones Forzadas 58 www.fmreview.org/es/economias/angeloni-carr

[3] Horst C (2006) Transnational Nomads: How Somalis cope with refugee life in the Dadaab camps of Kenya. Nueva York: Berghahn

[4] Brahim T, Cumbre por el Bien Social, ciudad de Nueva York, 22 de septiembre de 2019 https://twitter.com/wfp/status/1175829928690028544?lang=en-gb

 

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