Los programas de orientación cultural en el extranjero y las percepciones de los refugiados reasentados

A pesar de su extensa participación en los programas de orientación cultural, los refugiados reasentados en Estados Unidos suelen tener una idea equivocada acerca de su potencial de autosuficiencia y sufren problemas de adaptación tras su llegada. Realizar cambios en estos programas podría mejorar los resultados del proceso de reasentamiento de refugiados.

Los programas de orientación cultural están operativos en más de 40 países para facilitar el reasentamiento de refugiados en Estados Unidos (EE.UU). Estos programas se centran en el empleo, la vivienda, la educación, la salud, la gestión del dinero, los viajes, la higiene y el papel de la agencia de reasentamiento.

En anteriores estudios sobre la efectividad de la orientación cultural se han evaluado campos de refugiados y los lugares de reasentamiento como entidades separadas. Sin embargo, en pocas investigaciones se ha tratado de entender la relación entre los prejuicios de los refugiados, la orientación cultural y la experiencia de éstos tras su reasentamiento en los Estados Unidos. Entrevistamos a 17 refugiados reasentados que habían asistido a estos programas –seis africanos, cinco butaneses y seis birmanos– y a siete trabajadores sociales.

Resultó que los refugiados se habían creado una idea primera de lo que era Estados Unidos a partir de los medios de comunicación, los amigos y la familia, aunque algunos también hicieron referencia a lo que habían aprendido durante el programa de orientación cultural (principalmente sobre cómo presentarse como candidatos para un puesto de trabajo e información relacionada). Los comentarios de los refugiados reflejaban el énfasis de los programas de orientación cultural en la necesidad de buscar trabajo lo antes posible, y la realidad es que la mayoría iban a acceder a los escalones más bajos del mercado laboral, independientemente de su experiencia previa. Un refugiado declaró que en orientación cultural le enseñaron que los lazos familiares no le ayudarían a la hora de conseguir un empleo a diferencia de como ocurría en su país de origen: “Aquí no es como en casa, donde tu tío conoce a alguien y tú le llevas a tu hijo y puede empezar conmigo, en mi empresa, mañana... No funciona así. No va a ser igual cuando vengas a América”.

Aunque los refugiados reconocieron la limitación de su potencial de oportunidades en lo que respecta a empleos de mayor categoría, les sorprendía el acelerado ambiente de trabajo, la cantidad de horas que tendrían que dedicarle, y la cantidad de trabajo manual que implicaba, o las dificultades para acceder a ofertas de su campo de especialización. Un refugiado birmano, ex profesor de historia, recuerda: “Creía que sería fácil y que habrían muchos puestos de trabajo”. Un trabajador social observó que: “Muchos tenían su propio negocio antes de venir aquí así que no han vivido la experiencia de tener que... explicar por qué se les debería tener en cuenta para el puesto de trabajo”. Además, aunque muchos refugiados tienen formación, estudios y podrían tener empleo en su país de origen, carecen de la titulación estadounidense. Un refugiado africano también señalaba que para optar a los puestos más especializados en Estados Unidos se requieren referencias y los refugiados recién reasentados a menudo carecen de ellas.

Muchos trabajadores sociales explicaron que una idea equivocada común entre los refugiados es pensar que las agencias les pueden “dar trabajo” y que, por tanto, no tienen que ser activos en el proceso de candidatura a un empleo. La mayoría creían que el Gobierno de los Estados Unidos les proporcionaría prestaciones sociales sin límites y que dispondrían de derechos ilimitados tras su llegada. Los que se habían alojado en campos durante una parte importante de sus vidas eran más propensos a sobrestimar el apoyo que recibirían del Gobierno.

Los refugiados mencionaron muchas barreras para alcanzar la independencia económica, la felicidad y el cumplimiento de sus sueños. Su falta de fluidez al hablar inglés constituía su mayor dificultad a la hora de ser contratados o de mantener sus empleos. Algunos refugiados recordaban haber estado cualificados para determinados trabajos pero no haber sido contratados porque no disponían de un nivel de inglés adecuado para comunicarse con eficacia en las entrevistas de trabajo. A otros les contrataron pero pronto les despidieron porque no eran capaces de entender las instrucciones.

La mayoría de los refugiados recordaban haber aprendido acerca de actividades cotidianas en Estados Unidos como pagar el alquiler y los recibos de servicios públicos, y a presupuestar la comida. Dos de ellos reconocieron que habían aprendido sobre el transporte en Estados Unidos en el programa de orientación cultural. Sin embargo uno se quejó de que: “Nos enseñaron el tren pero no cómo utilizarlo. Nos enseñaron el autobús pero no cómo usar el bonobús”.

Cuatro refugiados nos dijeron que en orientación cultural habían aprendido la diferencia entre sus normas culturales y las de Estados Unidos, en especial en lo que respecta a la violencia doméstica. Un refugiado africano recordó haber aprendido sobre el lenguaje corporal, saludos y gestos, y observó que: “Aquí no saludáis a la gente igual que lo hacemos en casa. Practicábamos como estrechar la mano a los demás”. Al final los refugiados se habían hecho una idea equivocada acerca de la diversidad étnica, racial y socioeconómica de América y creían que este país se componía de una población homogénea compuesta por individuos ricos y de raza blanca.

Recomendaciones

En las entrevistas surgieron algunos temas comunes que nos sugieren de qué manera los programas de orientación cultural podrían ayudar de forma más efectiva a los refugiados en su proceso de adaptación a América:

·       Ampliar la duración de la orientación cultural: aumentar las posibilidades de que las percepciones de los refugiados sean más acertadas y relevantes. Varios entrevistados solicitaron también que las clases empezaran antes en relación al momento de su partida hacia Estados Unidos.

·       Tratar menos temas y debatir más en profundidad sobre las cuestiones que se consideran más importantes para el período inicial de reasentamiento: el empleo, la cultura y los primeros servicios que se les ofrecen, además de las responsabilidades individuales.

·       Enseñarles inglés.

·       Establecer métodos de enseñanza a medida para a) permitir que los refugiados aprendan en un entorno activo y multimedia y b) tener en cuenta en el currículo su nivel de destreza lingüística y cultural, y las diferencias entre ellos (planificando las clases según sus necesidades).

Estados Unidos se ha comprometido a reasentar a 80.000 refugiados cada año. Cuanto más útil resulte la impartición de orientación cultural, más preparados estarán estos refugiados para las exigencias de la autosuficiencia y la aculturación tempranas, de forma que su adaptación a la sociedad americana será más eficiente.

 

Julie Kornfeld (juliekornfeld@gmail.com) es socia de Princeton in Africa en la Federación Luterana Mundial de Kampala, Uganda. Agradecimientos a Katrina Mitchell por su ayuda con este artículo y a Galya Ruffer por su asesoramiento en el estudio de investigación original.

 

 

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