La policía de proximidad en el campo de Kakuma

Nuestra policía de proximidad se ha convertido en una forma popular de promover la participación local en la seguridad de los campos de refugiados en Kenia y en otros lugares, pero también han sufrido por estar justo en la línea que separa a las comunidades de refugiados y la policía estatal.

Hacer que los campos de refugiados sean “seguros” para los residentes es responsabilidad de la policía, el ejército u otras fuerzas de seguridad nacionales de los países de acogida pero tanto los organismos de ayuda como los Gobiernos reconocen que la protección (física) en el campo de refugiados será nimia sin la participación activa de los propios refugiados. Como consecuencia, numerosos campos están siendo patrullados conjuntamente por la policía nacional y unas fuerzas auxiliares compuestas por refugiados que operan bajo unos convenios especiales y un marco relativo a la policía de proximidad.

Como estrategia de gobernanza, la policía de proximidad crea un enlace directo entre las comunidades locales y las fuerzas oficiales gubernamentales en un intento de frenar la violencia y los delitos, y de establecer una relación de confianza con la población que sea duradera. La policía de proximidad se ha convertido en muchas sociedades africanas en el principal proveedor de servicios de seguridad cotidiana frente a la corrupción, la desconfianza en la policía o la tímida actuación de las autoridades oficiales. Las iniciativas policiales locales surgen como alternativas preparadas para impartir justicia y seguridad gracias a sus conocimientos locales, sus prácticas consuetudinarias y a las redes de liderazgo tradicionales.

En los campos de refugiados conviven personas de distintas confesiones religiosas y etnias, por lo que los encargados de la formulación de políticas buscan ahora incorporar operaciones de seguridad a las estructuras locales. En la actualidad, la policía de proximidad de los campos de refugiados existe en diversas localizaciones geográficas, entornos sociales y culturales, y sus responsabilidades se están expandiendo. Entre ellas se encuentran el intercambio de información, la mediación entre las partes de un conflicto, el control de las multitudes y exhibir su presencia física en el campo mediante el patrullaje diario a pie y barridas de seguridad, lo que demuestra que los refugiados han “asumido como propias” las operaciones de seguridad sobre el terreno.

En el campo de refugiados de Nyarugusu, en el oeste de Tanzania, los guardias refugiados —conocidos como sungusungu— portan armas ligeras, como porras y defensas, y colaboran para afrontar los delitos y desórdenes públicos desde principios de la década de 2000. Responden directamente ante el jefe del campo, un funcionario del Gobierno tanzano que supervisa todas las operaciones que tienen lugar en él.

En los campos de refugiados de Dadaab y Kakuma, en Kenia, las ONG y ACNUR (la Agencia de la ONU para los Refugiados) se enfrentan habitualmente a las reservas de las comunidades refugiadas que, como es comprensible, son escépticas a las interferencias externas. El plan rudimentario de policía de proximidad en Dadaab que se introdujo por primera vez en 2007 ha evolucionado desde entonces para dar lugar a los Equipos Comunitarios de Paz y Protección (CPPT, por sus siglas en inglés) bajo el auspicio de la Federación Luterana Mundial (FLM). Sin embargo, las graves restricciones de movilidad en torno a Dadaab y también dentro del campo, y lo arraigado del sistema de clanes han supeditado el comportamiento de los CPPT dentro de las comunidades y en los campamentos.

La seguridad en Kakuma

El caso del campo de refugiados de Kakuma ilustra algunos de los aspectos más ambiguos y conflictivos de la policía de proximidad comunitaria en contextos humanitarios. Kakuma está situada en una zona remota del noroeste de Kenia, en el condado de Turkana, y está compuesta por una mezcla de 18 nacionalidades distintas y numerosas comunidades étnicas de refugiados que han escapado de los diversos conflictos en la región en los últimos 24 años. En mayo de 2016 Kakuma acogió a más de 192 000 refugiados, la mayoría procedentes de Sudán del Sur, Somalia, República Democrática del Congo, Burundi y Etiopía. Esta heterogeneidad y la amplia expansión geográfica del campo hacen complicadas las tareas policiales.

Los organismos de seguridad del Gobierno keniata son los responsables de hacer que se cumpla la ley pero también operan junto con empresas de seguridad subcontratadas para vigilar los complejos humanitarios. Los informes de seguridad revelan la amplia gama de delitos que tienen lugar en el campo —violencia sexual y violaciones, violencia doméstica, bandolerismo, robos, enfrentamientos entre miembros de la comunidad, crimen organizado, toxicomanía, piratería, infracciones de tráfico y alteración del orden público— pero muchos refugiados consideran que la propia policía keniata es una fuente de inseguridad, corrupción y extorsión.

La policía de proximidad en los campos de refugiados busca paliar esas preocupaciones haciendo que las comunidades locales participen activamente en los contextos en que no es deseable una intervención externa o en los que esta produce temor. En Kakuma y en Dadaab, la FLM gestiona los Equipos Comunitarios de Paz y Protección, una fuerza refugiada que coopera con la policía keniata en las tareas de patrullaje, investigación de delitos y control de masas. El programa actual tiene su origen en una iniciativa de seguridad más temprana —“guardias refugiados”— y ahora está presente en otros mecanismos tradicionales de justicia propios de la comunidad. Los CPPT en Kakuma se han convertido desde entonces en una fuerza en constante crecimiento con 330 agentes de seguridad refugiados (55 mujeres y 275 hombres) y 27 ciudadanos keniatas que ejercen de supervisores.

La FLM ha realizado durante los últimos años esfuerzos para paliar el sectarismo y las filiaciones étnicas dentro de sus fuerzas de policía de proximidad, pero su éxito ha sido limitado. Kakuma se encuentra visiblemente dividida entre un gran número de comunidades refugiadas y como es obvio, los miembros de Equipos Comunitarios de Paz y Protección se reclutan de entre ellas. Pese al uso de un lenguaje idealista que disocia las labores policiales de la etnicidad y el clan, los Equipos Comunitarios de Paz y Protección están demasiado arraigados en sus respectivas comunidades étnicas y en sus clanes, hasta el punto de que  determinados edificios administrativos de alguna comunidad sirven como bases operativas para las patrullas de los CPPT, interrogatorios o mediación entre las partes del conflicto.

Para los refugiados que necesitan asistencia y protección física, los CPPT parecerán más accesibles y menos intimidatorios que la policía keniata, y cada bloque tiene asignados al menos dos oficiales refugiados que se encuentran de servicio, día y noche. En teoría, los Equipos Comunitarios de Paz y Protección son los encargados de recopilar información en las investigaciones policiales por sus destrezas lingüísticas y por el conocimiento de las comunidades locales. Los refugiados contactan con este personal local en caso de emergencia, quienes evaluarán la situación y pedirán luego refuerzos policiales o una ambulancia, si fuera necesario. Un CPPT compuesto por reclutas somalíes fue tajante respecto a que todas las operaciones de seguridad en Kakuma dependen inexorablemente de la policía de proximidad: “La policía no puede simplemente venir y saber de pronto lo que está pasando. Dependen de nosotros [los CPPT] para que les expliquemos lo que estaba ocurriendo y lo que se debería hacer al respecto”[1]. Y, de hecho, no en vano se dice habitualmente que los Equipos Comunitarios de Paz y Protección son los “ojos y oídos” de la Policía y de ACNUR.

Sin embargo, esta íntima asociación también ha creado otros problemas nuevos: algunos residentes consideran que los Equipos Comunitarios de Paz y Protección son espías y colaboradores de un sistema de vigilancia y control del campo, y los ven más como agentes de corrupción que de protección. Lo irónico es que, al mismo tiempo, los Equipos Comunitarios de Paz y Protección estén expuestos a sufrir violencia policial, en especial cuando aparecen para intervenir o coartar las responsabilidades de la policía. La policía de proximidad en Kakuma es, por tanto, relevante no solo a la hora de legitimar a los CPPT cuando resuelven disputas y establecen relaciones de confianza con las comunidades de refugiados, sino también en su relación real y en la percibida con las fuerzas de seguridad nacionales.

Hanno Brankamp hanno.brankamp@sant.ox.ac.uk

Doctorando, Escuela de Geografía y Medio Ambiente, Universidad de Oxford www.geog.ox.ac.uk



[1] Entrevista, Kakuma II, marzo de 2015.

 

 

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