Replantearse el apoyo a las estrategias de autoprotección de las comunidades: un estudio de caso de Uganda

Con o sin apoyo humanitario las comunidades locales seguirán hallando modos de abordar los riesgos a los que se enfrentan, pero la comunidad internacional podría potenciar esas soluciones. 

Cada vez que tiene lugar una crisis, las personas echan mano de su creatividad para protegerse a sí mismas: en los mercados de Sudán se cavaron zanjas para protegerse contra los bombardeos aéreos; se crearon escuelas y clínicas subterráneas en Afganistán y Siria para que los servicios vitales pudieran seguir funcionando; en la República Centroafricana se utilizó la radio para transmitir mensajes vitales para los que estaban en peligro; y en Colombia se negoció directamente con los grupos armados para evitar el uso de menores en los conflictos. Aunque los actores humanitarios reconocen la importancia de la protección basada en la comunidad o de la autoprotección, aún están buscando cómo sacar partido a esas soluciones. Con demasiada frecuencia sus programas no consiguen identificar o desarrollar las estrategias de protección que ya existen y, como consecuencia, podrían ir en contra de lo que está manteniendo a la gente viva y a salvo.

Entre las formas de abordar el riesgo se incluyen las siguientes: reducir la amenaza, reducir la vulnerabilidad e incrementar la capacidad. Es muy común que la acción humanitaria tienda a enfatizar el abordaje de la vulnerabilidad y la creación de capacidades mientras que deja sin abordar el componente de la amenaza de la contingencia. En Colombia, por ejemplo, mientras los organismos humanitarios invierten en programas educativos para reducir la vulnerabilidad de los menores que podrían acabar en grupos armados, los miembros de la comunidad establecen redes o dialogan con dichos grupos para reducir la amenaza. Aunque ambos esfuerzos son necesarios, el resultado suele ser desigual, ya que las comunidades acaban asumiendo un papel central a la hora de hallar soluciones para algunos de los riesgos más graves y dominantes. Aunque los programas humanitarios ofrecen un apoyo y unos servicios que salvan vidas, como alojamiento, alimentos y tratamientos médicos, no suelen centrarse en prevenir o reducir la exposición a los riesgos más graves que la gente experimenta en una situación de crisis, como los secuestros, la violencia sexual y los ataques indiscriminados.

Numerosas ONG han pretendido durante varios años reforzar la acción humanitaria para reducir los riesgos que la gente experimenta en una situación de crisis. El Programa de protección basado en los resultados liderado por InterAction busca promover un cambio fundamental en cómo se evalúan y diseñan las intervenciones humanitarias para fomentar la protección y cómo se desarrollan, implementan y controlan las teorías de cambio. El objetivo es modificar el modo en que la acción humanitaria evita y responde a la violencia, la coacción y la privación deliberada que la gente experimenta durante las crisis. Las prácticas actuales a menudo pueden resultar rígidas y demasiado generalizadas, y acabar dando prioridad a las listas de comprobación más que a las técnicas de resolución de problemas que buscan entender y responder a los problemas de protección. El Programa de protección basado en los resultados enfatiza unos métodos de resolución de problemas que son participativos, analíticos, reflexivos, adaptativos y recurrentes. En este enfoque es imprescindible identificar lo que la gente ya está haciendo y mantener una comunicación para descubrir qué hace falta para respaldar esas soluciones.

Las soluciones que funcionan a menudo surgen de manera orgánica y salen de aquellos que están más cerca del problema, por lo que es necesario que su origen pase de los actores humanitarios a la propia gente. Los actores externos necesitan formas adecuadas de comunicarse con las personas afectadas; esto incluye entender quiénes son los “custodios” de la información y si podrán apoyar la reducción del riesgo o, por el contrario, ser una barrera. También han de asegurarse de que las poblaciones afectadas participen de forma significativa en las primeras fases de una respuesta y a lo largo de ella. Esto ayuda a los actores humanitarios a asegurarse de que las necesidades de información de las comunidades se satisfagan y, por tanto, de que se promueva su capacidad de actuar y de reducir su exposición a los riesgos. La información debe ser relevante, certera, provenir de una fuente fiable y ser accesible para diferentes colectivos de la población afectada. También puede favorecer la confianza al permitir que las poblaciones evalúen sus propios entornos amenazantes y empoderarlas a la hora de diseñar soluciones lideradas por la comunidad mediante la colaboración, la negociación y las soluciones prácticas.

Si los actores humanitarios parten de la experiencia de la población para identificar amenazas específicas y quién es vulnerable a esas amenazas, podrán entonces desglosar los patrones de riesgo más allá del sexo y de la edad para incluir la etnicidad, el momento, la ubicación, la filiación política, la religión, la discapacidad, el estatus económico y otros factores que tienen implicaciones para la exposición a amenazas. Los actores humanitarios necesitan identificar qué capacidades pueden aportar para reducir la amenaza y/o su vulnerabilidad a la misma, y reconocer la importancia de establecer relaciones y alianzas —incluso con las poblaciones afectadas— para una resolución de problemas colaborativa más allá de las diferentes disciplinas para reducir el riesgo. La resolución de problemas de protección exige un enfoque consciente que haga que los actores relevantes sean, entre otras cosas, complementarios.

Estudio de caso del norte de Uganda[1]

Durante el punto álgido de la crisis en el norte de Uganda que tuvo lugar en 2003, el Ejército de Resistencia del Señor (ERS) secuestró a muchas niñas y jóvenes para casarlas con sus mandos militares. Cuando a consecuencia de esto nacieron bebés, algunas hallaron el modo de mantener a sus bebés con vida abandonándolos en secreto cerca de iglesias y conventos. Como en la mayoría de las crisis, fueron los más gravemente afectados quienes dieron con las soluciones, aunque estas eran mejorables. Este estudio de caso ilustra un ejemplo de cómo un enfoque resolutivo puede mejorar las soluciones de la comunidad.

El problema: Menores cautivas intentando escapar del ERS.

La solución consistente en la protección basada en la comunidad: Las cautivas empleaban sus propios sistemas para comunicarse en secreto con otras menores para intercambiar información acerca de lugares más seguros como zonas en las que podían escapar y localizaciones (cerca de iglesias y conventos) donde pudieran dejar a sus bebés para que siguieran con vida.

La solución mejorada: Incluir a las menores que fueron secuestradas en su día en el diseño y uso de tecnologías de la comunicación para enviar mensajes a sus amigas y a otras menores que siguen en cautividad para ayudarles en su huida.

En los primeros diálogos con la población afectada —en este caso, las menores— supuso un esfuerzo enorme llegar a crear confianza y aceptación. El propósito era hacerles preguntas y escuchar sin juicios ni ideas preconcebidas para entender qué ayudaría a las menores a escapar y qué las pondría más en peligro. Mediante grupos analizados, entrevistas individuales (realizadas por compañeras) y actividades y talleres, las menores compartieron sus historias y resultó que mientras estaban prisioneras solían tener acceso a radios y podían escuchar mensajes de emisoras locales. Aunque muchos de estos mensajes se centraban en “pedir a las menores que regresaran” y en que no temieran represalias, parte de la información que escuchaban era sobre servicios y centros de rehabilitación. Las menores afirmaron que saber de la existencia de estos servicios de ayuda les motivó a seguir buscando modos de escapar y a no perder la esperanza o a temer que sus comunidades las repudiaran si regresaban.

Durante este diálogo las menores señalaron que aunque los programas de radio eran informativos, no comunicaban (de forma segura) dónde o cómo podrían escapar. Los contactos clave, las localizaciones seguras, trucos que las menores podrían emplear como métodos de persuasión, y los eventos cercanos que podrían aprovecharse para intentar escapar..., todos estos factores podrían ser transformados en mensajes relevantes e informativos si se hace con cuidado.

Tras el diálogo, las menores empezaron a organizar un programa radiofónico de tertulia especialmente enfocado a apoyar a las que ya habían regresado. El objetivo era ofrecerles asistencia psicosocial y compartir experiencias con las que pudieran sentirse identificadas y de las que pudieran aprender con el fin de reforzar su reintegración. Ya había programas de radio organizados por clubes de derechos del niño que emitían charlas sobre los derechos de los niños y niñas. Este nuevo esfuerzo consistió en ampliar esas iniciativas y hacer que las niñas que habían sido víctimas de secuestro participaran como locutoras “invitadas”.

Esta actividad exigía un cuidadoso análisis de los riesgos que podrían correr esas menores que habían sido víctimas de secuestros. ¿Reconocerían sus voces? ¿Daría lugar eso a que volvieran a sufrir daños o a que las volvieran a secuestrar? Si las menores en cautividad escuchaban a una niña en concreto hablar, ¿confiarían en la fuente? Y por contra, si no reconocían la voz, ¿desecharían el mensaje? Si los miembros de la comunidad reconocían sus voces, ¿quedarían expuestas a la estigmatización? El análisis de estos riesgos con las menores permitió que cada una de ellas tomara una decisión bien fundada acerca de si quería participar en esta forma de comunicación.

Cuando se emitieron los programas de radio sobre los derechos del niño, las menores pudieron compartir sus experiencias y enviar mensajes vitales para las que ya habían escapado. Pero, al hacer esto, sabían que era probable que las menores cautivas estuvieran escuchado estos programas de radio y elaboraron mensajes que una menor en cautividad pudiera entender y con los que pudieran sentirse identificadas, en los que señalaban trucos que podían usar y compartían información acerca de ubicaciones que se consideraban lugares seguros para escapar y donde podrían acceder fácilmente a la ayuda.

Usar las lecciones

Aunque los efectos de esta iniciativa nunca fueron evaluados para determinar si los mensajes ayudaron o no a la huida o la liberación de menores por parte del ERS, se pueden extraer valiosas lecciones de un enfoque resolutivo para la protección que respaldó los mecanismos basados en la comunidad que ya existían y que se construyó a partir de ellos.

Como parte del análisis y la interpretación de los patrones contextuales del riesgo, el diálogo con los supervivientes de un peligro concreto (el secuestro de menores) permitió que sus experiencias fueran la base de la respuesta con el fin de abordar esos patrones de riesgo concretos. Además, el escuchar las historias y los mecanismos de resolución de problemas de las supervivientes permitió a los actores humanitarios entender mejor cómo podían reforzar esos mecanismos para minimizar los riegos y cuál era el mejor modo de comunicar la información, y permitió una firme apropiación —por parte de las supervivientes— del diseño de la iniciativa.

El hecho de contar con la participación de los medios de comunicación locales empleados por la comunidad y con las menores secuestradas por el ERS (y partir de unos canales de comunicación establecidos y que eran aceptados por la comunidad) fue importante no solo para que el mensaje llegara sino también para permitir que hubiera una continuidad. Y el análisis de los riesgos de protección y de las consideraciones éticas con la población afectada resultó de vital importancia para aumentar la probabilidad de que la iniciativa promoviera la protección y fuese sostenible.

La protección basada en la comunidad no es algo nuevo. La gente seguirá encontrando soluciones con o sin ayuda humanitaria pero la comunidad internacional puede mejorar esas soluciones. Mediante la adopción de métodos que promuevan la escucha, la implicación significativa y el análisis de problemas partiendo de la perspectiva de la población afectada, podemos volver a adaptar nuestra  forma de pensar y rediseñar nuestro enfoque para apoyar de forma más efectiva las estrategias de protección de la comunidad.

 

Jessica A. Lenz jlenz@interaction.org

Directora de programa sénior, Programa de protección basado en los resultados, InterAction http://protection.interaction.org



[1] El ejemplo aportado se basa en una iniciativa liderada por diversos actores entre los que se incluyen Save the Children Dinamarca y Reino Unido, Paz Cuáquera y de Testimonio Social, World Vision y la autora (que en aquel momento era investigadora independiente).

 

 

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