Experiencias antes del reasentamiento: iraníes en Viena

La experiencia del reasentamiento en los refugiados puede comenzar en las fases previas a su llegada.

Para los refugiados que van a Estados Unidos (EEUU), el reasentamiento empieza mucho antes de que se bajen del avión en su destino final. Aquellos que son seleccionados para reasentarse deben, en primer lugar, llevar a cabo unos trámites antes de su partida que suelen incluir orientación cultural, entrevistas oficiales con el Gobierno y largas esperas.

Para muchos refugiados destinados a EEUU, esta preparación y este proceso de tramitación han de llevarse a cabo en el país de asilo en el que estén residiendo. Sin embargo, para un grupo de refugiados en concreto requiere además de una migración provisional con el único propósito de tramitar el reasentamiento. La Enmienda Lautenberg permite a los miembros de minorías religiosas en Irán solicitar el reasentamiento en Estados Unidos. Como no puede tramitar estos casos en Irán, el Gobierno de EEUU ha llegado a un acuerdo con el austriaco para que acoja a estos refugiados mientras realizan los trámites necesarios de su solicitud de reasentamiento. Tras una solicitud inicial desde Irán que podría durar entre tres y cinco años, los que hayan conseguido pasar la supervisión de la documentación que se les requiere reciben un visado a corto plazo para Austria. Luego viajan a Viena aproximadamente un mes después para empezar con la fase previa al reasentamiento que durará más o menos entre tres y seis meses.

A primera vista estas parecen ser las condiciones ideales para un programa de reasentamiento, dado que estos refugiados se evitan poner en peligro su integridad física y un viaje arriesgado, y están en el país de asilo menos de un año. Algunos también se aferran a su estancia provisional en Viena y la ven como un momento de respiro entre el estrés de dejar atrás en Irán a sus familiares y amigos y los retos que les aguardan en EEUU

La orientación cultural es el medio que más evidentemente define las experiencias de reasentamiento de los refugiados en la fase previa a su partida. Las clases que reciben en Viena constituyen la primera parte de lo que se llama “orientación continua” y precede a la que se le proporcionará al refugiado tras su llegada a la nueva comunidad de reasentamiento en Estados Unidos. Para los refugiados iraníes que llegan a través de Viena la orientación cultural consiste en cinco días de debates, actividades y juegos temáticos que cubren un amplio abanico de temas que van desde el empleo a la vivienda pasando por la adaptación cultural y lo que se espera de ellos en EEUU.

Lo más importante es que los instructores se centran en prepararlos para los retos que les aguardan en Estados Unidos. Uno de ellos propuso establecer unas expectativas bajas para que no se decepcionaran cuando llegaran a Estados Unidos. Otro explicó lo siguiente el primer día de clase: “Si vais a EEUU pensando que la vida va a ser como en las películas, os vais a llevar una decepción. [...] Estados Unidos es un gran país pero no es fácil”. Muchos de los jóvenes se proponen acceder a la educación superior en Estados Unidos y se quedan desanimados cuando salen de la orientación cultural con el mensaje de que “las universidades son demasiado caras para los refugiados”. Además de ayudarles a empezar a prepararse para la vida en un nuevo país, la orientación cultural puede también, paradójicamente, contribuir a generar la incertidumbre y el estrés asociados al reasentamiento.

Esperar durante meses sin parar puede tener consecuencias sobre el bienestar emocional y mental de los refugiados. Dos de los retos que más se repiten en Viena son demasiado tiempo y poco dinero. Los refugiados no tienen ninguna forma de saber si sus casos serán tramitados en tres meses o si van a tardar siete o incluso ocho. De acuerdo con los términos de los visados austriacos, a los adultos no se les permite trabajar y los niños no pueden asistir a la escuela, por lo que se pasan el tiempo esperando. Como explicó un señor, “El primer mes, el segundo mes, está bien. El tercer mes el dinero empieza a escasear y me quiero ir. ¡Cinco meses aquí y sin trabajar! ¡Necesitamos dinero!”

Los largos periodos de espera inactiva generan miedo y ansiedad por si, al final, tu caso se deniega. Un hombre que llevaba unos seis meses en Viena con su esposa y sus dos hijos pequeños y que todavía no había tenido noticias sobre su caso dijo que: “Es demasiado tiempo. [...] No sé qué está pasando... Suelo ser activo pero aquí estoy desocupado. Estoy muy deprimido”. Este hombre llegó a definirse por la cantidad de tiempo que su familia llevaba en Viena en comparación con  lo que estaba durando la estancia de aquellos que le rodeaban. En el caso de todos los demás refugiados que pasaron por delante de nosotros durante nuestra conversación, él sabía exactamente cuántos días llevaban en Viena y quién había recibido noticias sobre su fecha de salida. Una joven me explicó cómo había intentado ocultar a sus padres su ansiedad y se obligaba a mostrarse feliz delante de ellos para no estresar más a su familia.

Con poco más que hacer cada día, estos refugiados conviven constantemente con las incertidumbres de sus vidas. No solo no pueden hacer otra cosa que esperar sino que tampoco pueden dar pasos concretos para prepararse para su vida en EEUU, en especial en lo que respecta a encontrar trabajo o empezar la escuela. Durante este periodo los niños perderían un año de colegio y los adultos pueden dejar pasar potenciales oportunidades laborales. Por ejemplo, a un músico le ofrecieron la oportunidad de tocar en un evento en EEUU, lo que le habría proporcionado una buena visibilidad y la posibilidad de recomenzar su carrera en un nuevo país. Por desgracia, esta oferta de trabajo llegó y se fue mientras él tenía que esperar en Viena.

El tema del dinero se convierte en otra gran fuente de ansiedad. Además de pagar su vuelo de Irán a Viena, estos refugiados deben cubrir sus gastos durante su estancia, incluido el alquiler. Los considerables gastos asociados a una estancia de seis meses en Viena significan que posiblemente los refugiados ya se habrán gastado todos sus ahorros antes de llegar a EEUU o que incluso se habrán endeudado. Además, algunos de los refugiados que vinieron a través de este programa son mayores o sufren diversos problemas de salud crónicos. Debido a los rumores de los grandes costes asociados al tratamiento médico en Viena y al temor de que revelar una enfermedad pudiera retrasar o incluso impedir su reasentamiento, la gente pospone el tratamiento hasta llegar a EEUU por lo que la salud de un refugiado puede resentirse y sus dolencias haberse agravado para cuando lleguen a Estados Unidos.

Aunque hay que reconocer las numerosas ventajas de las que disfrutan estos refugiados durante un proceso de reasentamiento que al mismo tiempo es una solución duradera crucial para la que existen pocas alternativas, éste sigue siendo un proceso difícil que podría plantear numerosos obstáculos por el camino. Una solicitud de reasentamiento no significa que la lucha de los refugiados haya terminado. Un mejor entendimiento del contexto previo al reasentamiento podría ayudar a una mayor continuidad de la asistencia para los refugiados ya que ellos asumen los retos vinculados a su reasentamiento en un nuevo país.

 

Molly Fee mfee@ucla.edu

Estudiante de Doctorado, Universidad de California, Los Ángeles www.sociology.ucla.edu

 

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