Cómo los grupos comunitarios de refugiados apoyan el reasentamiento

Los grupos comunitarios de refugiados suelen cubrir vacíos de servicios tras el reasentamiento, pero continúan sin ser reconocidos y sin quedar completamente incorporados en los procesos formales de reasentamiento.

Poco después de la llegada a Estados Unidos de los primeros refugiados butaneses en 2008, comenzaron a formar pequeños grupos en casi todas las ciudades para abordar las necesidades más urgentes de su comunidad. Los grupos comunitarios se formaron a partir de redes sociales existentes desde abajo hacia arriba, ofrecieron un medio efectivo para lograr un amplio alcance a la comunidad y reflejaron lo que tal vez es un impulso fundamental en las comunidades de migrantes de reunirse y hacer frente a las dificultades comunes. Los líderes fueron los que tenían educación superior, dominio del inglés y una reputación y experiencia laboral, lo que incluye roles de liderazgo o de enseñanza mientras se encontraban en los campamentos de refugiados.

Debido a que los refugiados reasentados por lo general se ubicaban muy cerca unos de otros, fue fácil que se enteraran de la labor de estas personas clave y fue relativamente fácil llegar a ellos para buscar ayuda. El asesoramiento y la orientación (gratuitos) que brindaron tenían por objeto aliviar las dificultades emocionales en la transición de la comunidad. También fueron las personas a las que recurrió la gente en tiempos de crisis, como en emergencias médicas. Como grupo, organizaron debates públicos informales, clases de inglés y celebraciones tradicionales de eventos culturales y religiosos.

Con base local, los grupos comunitarios principales de refugiados han sido durante mucho tiempo una parte integral del proceso de reasentamiento en Estados Unidos, y han complementado a los servicios profesionales y llenado vacíos importantes, mientras llevaban adelante acciones hacia la autodeterminación de otras maneras. A nivel oficial, la Oficina de Reasentamiento de Refugiados del gobierno federal de Estados Unidos anualmente contrata y financia a nueve agencias de reasentamiento no gubernamentales con base nacional para proporcionar servicios profesionales para la transición, las necesidades básicas y la autosuficiencia de los refugiados en las primeras fases del reasentamiento. El gobierno consulta a estos organismos acerca de la formulación de políticas y la planificación de los procesos de reasentamiento, lo que incluye determinar una ubicación adecuada en las ciudades de Estados Unidos.

Incluidos, pero no incorporados por completo

Los trabajadores profesionales de las agencias de reasentamiento y los líderes de los grupos comunitarios butaneses proporcionaron formas similares de asistencia, en particular durante las primeras etapas del reasentamiento, pero diferían en términos de legitimidad, recursos y apoyo recibido. Los trabajadores sociales también ofrecían clases de inglés, por ejemplo, como parte de los servicios obligatorios. Los trabajadores profesionales, sin embargo, por lo general no podían satisfacer las necesidades diversas e inmediatas de todos los refugiados debido a los recursos limitados y la cantidad de casos. Además, los servicios de gestión de casos financiados a nivel federal por lo general duraban solo ocho meses, y únicamente los casos especiales eran elegibles para recibir apoyo adicional. Por otra parte, era muy difícil para los trabajadores sociales que solo hablaban inglés comunicarse y ayudar a aquellos refugiados butaneses que únicamente hablaban su lengua materna. Por lo tanto, los líderes de los grupos comunitarios de butaneses actuaron para cubrir estos vacíos en los servicios de los organismos de reasentamiento.

De hecho, las agencias de reasentamiento reconocieron el valor de los grupos comunitarios y de sus líderes, y a menudo los contrataban para desempeñar servicios y trabajos escritos en proyectos financiados por subvención. Además, las agencias de reasentamiento solían consultar a los líderes de los grupos para garantizar una prestación de servicios que fuera culturalmente apropiada y eficaz y para ganar la participación de la comunidad en los proyectos.

Sin embargo, muy rara vez esta labor y estas consultas se convirtieron en asociaciones más significativas. Muchos líderes comunitarios butaneses sentían que no tenían voz en la planificación del reasentamiento ni acceso a los recursos y enlaces institucionales que sí estaban disponibles para los demás trabajadores en las agencias de reasentamiento. A lo largo de los años, muy pocos grupos comunitarios recibieron la asistencia técnica y financiera suficiente para poder fortalecer su capacidad organizativa y existían pocas posibilidades de incorporar de manera legítima a los grupos comunitarios en las agencias de reasentamiento. La propiedad y responsabilidad de los programas y de los proyectos rara vez se transfirió o compartió con los grupos comunitarios, a pesar de que estos estuvieran involucrados de forma activa en estas cuestiones.

Si bien los esfuerzos de los grupos comunitarios de refugiados butaneses complementaron a los servicios profesionales en lo que respecta al abordaje de las necesidades sociales y prácticas más generales, los grupos comunitarios también buscaron nuevas formas de atender necesidades emergentes específicas y objetivos más amplios. En una ciudad, los líderes del grupo comunitario de Bután trabajaron con un grupo de apoyo local. Las agencias de reasentamiento ubicaron a una gran cantidad de familias de Bután y a sus hijos en un área fuera de la zona que abarcaba el transporte escolar. Muchos niños butaneses debían caminar tres millas para ir y volver de la escuela por una calle muy transitada que se consideraba peligrosa. El grupo comunitario se asoció con el grupo de apoyo para organizar eventos públicos (de los cuales en el más grande participaron cientos de personas) para crear conciencia sobre la cuestión y ganar mayor apoyo público. Como resultado, los administradores escolares cambiaron las políticas de zonificación del transporte escolar para que se adaptaran mejor a las necesidades de las familias recién llegadas.

En otra ciudad, el gobierno municipal se convirtió en socio del grupo de Bután. Uno de los proyectos en este caso fue un programa de agricultura que la comunidad butanesa apreció mucho, ya que en su mayoría eran tradicionalmente agricultores en su país de origen. Los butaneses formaron parte de los equipos de planificación y ejecución, junto con trabajadores de la ciudad. Al igual que con cooperativas agrícolas convencionales, el equipo obtuvo financiación y una parcela de tierra y organizó a los trabajadores y a los voluntarios para la siembra, la cosecha, la comercialización y la administración. El campo no solo produjo lo suficiente para mantener un emprendimiento pequeño, sino que también generó compromiso y un sentido de propiedad entre los miembros de la comunidad.

En un tercer caso, un grupo comunitario de butaneses en otra ciudad recurrió a los miembros de su comunidad y luego a nuevos socios para abordar la cuestión de la ciudadanía para las personas mayores de Bután. Obtener la ciudadanía es importante para la inclusión política y simbólica, así como para la estabilidad económica que ofrece dicha membresía. Sin embargo, la mayoría de los ancianos butaneses no habla inglés y no pueden cumplir con los requisitos lingüísticos de las pruebas de ciudadanía estadounidenses, y, por tanto, no obtienen la ciudadanía y no son elegibles para recibir la asistencia pública que tanto necesitan y que de otro modo habrían recibido. Las principales organizaciones que ofrecían clases de ciudadanía para inmigrantes no abordaban de manera efectiva las necesidades lingüísticas específicas de las personas mayores de Bután. Es así que el grupo comunitario desarrolló su propio plan de estudios y estrategias para enseñar a los estudiantes de edad avanzada y ofreció clases de ciudadanía tanto en inglés como en nepalés dictadas por líderes voluntarios. Los líderes comunitarios buscaron a expertos jurídicos y médicos para que les brindaran orientación y asistencia directa para así obtener exenciones de los exámenes de ciudadanía. Aunque intentaron resolver no solo casos individuales sino también ofrecer soluciones más amplias, la falta de ciudadanía para los refugiados mayores de Bután sigue siendo un problema social en gran parte sin resolver.

El reconocimiento de los grupos comunitarios de refugiados

Estos casos demuestran lo que es posible hacer fuera del proceso formal de reasentamiento, así como lo que falta en el proceso. Acudir a los grupos de defensa, el gobierno local y los profesionales especializados puede dar lugar a otras maneras de hacer frente a nuevos retos y de ir más allá de simplemente satisfacer las necesidades más básicas de reasentamiento. Ignorar los esfuerzos de la comunidad parece indicar no solo una falta de apoyo, sino también una acción activa de "quitar" algo a la comunidad. Quizás un primer paso sería reconocer la validez de las estrategias comunitarias existentes y sus capacidades, a través de declaraciones públicas de apoyo y reconocimiento. Un segundo paso sería legitimar a los grupos de refugiados y sus servicios mediante una compensación económica por la asistencia comunitaria, la elección de líderes refugiados como parte de equipos de planificación, el ofrecimiento de asistencia técnica para el desarrollo de capacidades y, algo muy importante, la autorización a los grupos comunitarios de refugiados para que sean un componente formal de la política de reasentamiento.

 

G Odessa Gonzalez Benson obenson@uw.edu
Doctoranda, Escuela de Trabajo Social, Universidad de Washington http://socialwork.uw.edu/

 

 

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