La búsqueda de asilo en Italia: evaluación de los riesgos y opciones

En Italia, las incertidumbres inherentes al sistema de asilo afectan a la motivación, las decisiones y el bienestar de los solicitantes.

A principios de 2014, las autoridades italianas establecieron “centros de acogida extraordinaria” (CAS, por sus siglas en italiano) en todo el país como medida de emergencia para alojar a los solicitantes de asilo. Concebidos como una solución provisional a la casi cuadruplicación de las llegadas por mar, entre 2013 y 2014, estos centros, que suelen estar situados en edificios remodelados (antiguos hoteles, gimnasios o escuelas), han albergado desde entonces a la mayoría de los solicitantes de asilo, a menudo, durante periodos que van más allá de los pocos meses que el Estado había previsto y que los solicitantes de asilo esperaban.

Las clases de lengua italiana son un componente importante del sistema de recepción, aunque las modalidades de enseñanza y las tasas de asistencia varían mucho. La decisión de participar ilustra los diferentes puntos de vista de los solicitantes de asilo acerca de la mejor manera de invertir sus energías durante el periodo de acogida. En las entrevistas que realicé en centros de acogida extraordinaria, entre 2017 y 2019[1], los residentes —principalmente hombres jóvenes procedentes de países del África subsahariana, un reflejo de las tendencias de la migración en el Mediterráneo— expresaron su esperanza de que aprender italiano los preparara para la vida después de esa etapa de acogida, por ejemplo, permitiéndoles encontrar trabajo, y que la asistencia a las clases demostrara su compromiso a integrarse. Aunque sabían que sus solicitudes de asilo dependían de su relato acerca de por qué se habían tenido que exiliar de sus países de origen y no de lo bien que adoptaran las costumbres italianas, suponían que demostrar su civismo ejemplar solo podía ayudarles a aumentar sus posibilidades. En un centro de la región meridional de Molise, el personal —que mediaba en las comunicaciones de los solicitantes de asilo con abogados y otros funcionarios— elogió a quienes asistían regularmente a clases de lengua o quienes ayudaban en el centro, un elogio que los solicitantes de asilo a menudo interpretaban como un motivo más para esperar una sentencia positiva.

Los residentes solían también tratar de detectar patrones en las decisiones de quiénes recibían protección, por ejemplo, en lo que respecta a nacionalidad, edad y mes de llegada. Hacían esto para tratar de dar sentido a un sistema opaco y a unas normativas cambiantes. Además, el reconocimiento de dichos patrones tranquilizaba a quienes se ajustaban al supuesto perfil para obtener un resultado positivo, y permitía a otros adaptar las decisiones que tomaban con respecto a las opciones de que disponían mientras esperaban.

Pero, a mediados de 2018, tras las elecciones nacionales, el sentimiento generalizado entre los residentes de los CAS era que los funcionarios encargados de las cuestiones de asilo estaban denegando cada vez más solicitudes, con independencia de la nacionalidad[2]. Varios de los residentes, cuyas solicitudes habían sido denegadas, aseguraron que las sentían también como una repudia a su compromiso de integrarse.

A los solicitantes de asilo, el sistema les parecía cada vez más arbitrario y las decisiones más claramente vinculadas a la voluntad política que a los puntos a favor de sus casos individuales. También eran muy conscientes del sentimiento antiinmigrantes que conformaba la cobertura mediática de su presencia en Italia y sus interacciones con algunos residentes locales que, en su opinión, habían empeorado desde las elecciones.

Uno de los entrevistados explicó que, cuando desestimaron su apelación, no se dio cuenta de que esa sentencia era firme. Cuando entró en Italia, se podían hacer múltiples apelaciones. Sin embargo, mientras esperaba a que se resolviera la determinación de su condición de refugiado, la ley cambió. A él, como a muchos otros en su situación, les parecía absurdo que sus posibilidades de éxito a la hora de hacer una apelación pudieran cambiar de manera tan radical mientras esperaban un fallo. Para otros residentes, el número de denegaciones y su naturaleza aparentemente infundada hacían que la espera les pareciera inútil. Algunos decidieron no esperar a que sus apelaciones fueran escuchadas y, en su lugar, optaron por marcharse del CAS cuando aún parecía posible hacerlo. Sin recursos y sin poder regresar a sus países de origen, muchos de ellos se dirigieron a ciudades más grandes que contaban con redes y comunidades de migrantes más establecidas. Pasar a ser indocumentados fue una decisión que ninguno de los hombres se tomó a la ligera, pero que consideraron necesaria cuando se les dejó sin otras opciones realistas.

 

Eleanor Paynter ebp49@cornell.edu
Asociada posdoctoral, Mario Einaudi Center for International Studies, Cornell University https://einaudi.cornell.edu/

 

[1] La tesis doctoral en la que se basa este artículo contó con la ayuda en forma de financiación de la beca Academic Enrichment Grant de la Universidad Estatal de Ohio, la beca Alumni Grant for Graduate Research and Scholarship, el proyecto Global Mobility Project y el centro de estudios sobre seguridad internacional Mershon Center for International Security Studies. Véase http://eleanorbpaynter.net/research/.

[2] Los datos muestran que las denegaciones aumentaron aproximadamente del 55 % en 2018 a cerca del 80 % en 2019. Véase www.ispionline.it/it/pubblicazione/migrazioni-italia-tutti-i-numeri-24893 bit.ly/Villa-2020 (solo en italiano)

 

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