Los retornos de los sursudaneses: percepciones y respuestas

Poder imaginarse las experiencias y percepciones de los refugiados ayudaría a garantizar la idoneidad de los programas para ayudar a que su retorno y reintegración sean duraderos.

Entre diciembre de 2018 y abril de 2019, Act Church of Sweden y la Federación Luterana Mundial llevaron a cabo un estudio centrado en las percepciones de los refugiados sursudaneses en el norte de Uganda (Moyo, Adjumani y Lamwo), en Kenia (Kakuma) y en Etiopía (Gambela). A pesar del escepticismo generalizado de los refugiados con respecto al proceso de paz que se ha reactivado en Sudán del Sur, y de la postura de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) que defendía que aún no se daban las condiciones para el retorno, el estudio señalaba que entre estos refugiados existía un fuerte deseo de regresar a Sudán del Sur.

Los refugiados sursudaneses siguen atentamente el estado de la situación en Sudán del Sur y señalaron varios indicadores que  monitorizan para determinar cuándo podría ser factible el retorno. El proceso de paz es clave y el regreso del exvicepresidente Riek Machar a Sudán del Sur (previsto para mayo de 2019, pero finalmente retrasado) ha sido el indicador más inmediato. También se consideraba que las elecciones nacionales, previstas inicialmente para 2021, provocarían retornos. Pero había otros elementos.

Los refugiados seguían de cerca cómo estaba la situación a nivel de seguridad más a corto plazo, y se mostraban escépticos sobre el proceso de paz en parte al ver excluidos de él a algunos grupos armados, que han continuado llevando a cabo sus campañas de violencia. Por tanto, el acantonamiento de los actores armados (es decir, su reubicación en cuarteles militares) fue un indicador importante. Muchos refugiados se quejaron de que sus viviendas y tierras habían sido ocupadas por la fuerza por actores armados, por lo que también se puso énfasis en la desmilitarización de espacios y edificios civiles.

También se llevó a cabo un seguimiento del estado de los emplazamientos de protección de civiles en Sudán del Sur. Bajo la protección de la Misión de las Naciones Unidas en Sudán del Sur, estos emplazamientos de protección de civiles acogían a unas 190 000 personas desplazadas internas a principios de 2019. Como se daba por sentado que los que se encontraban ahí dentro era porque no podían marcharse en condiciones de seguridad, los refugiados relacionaban el hecho de que todavía hubiera emplazamientos de protección de civiles con la persistencia de altos niveles de peligrosidad. Además, pocos creen que se haya abordado la fractura entre los grupos étnicos que existe dentro del país. Como tal, muchos expusieron preocupaciones que tenían que ver con la etnia, especialmente respecto a su libertad para moverse con seguridad por todo el país. Otros hicieron hincapié en la importancia de los indicadores de desarrollo, como el acceso a una buena educación, a la atención sanitaria y al trabajo.

Los refugiados también sopesan, por un lado, la incertidumbre de vivir en Sudán del Sur; y, por otro, la violencia, el estrés y los retos económicos a los que se enfrentan en los entornos en los que se encuentran actualmente en calidad de refugiados. En general, los refugiados estaban convencidos de que, si se encontraran en su lugar de origen, al menos podrían satisfacer las necesidades básicas de sus familias. En muchos casos las preocupaciones por causas económicas superaban a las percepciones de riesgo para su seguridad. Los refugiados —especialmente los que cuentan con formación reglada y aptitudes profesionales— hicieron hincapié en la fuerte atracción que ejercían las oportunidades laborales de Sudán del Sur (por ejemplo, con ONG o con el gobierno de este país), especialmente en centros urbanos, aunque dichas oportunidades se contraponían de nuevo a su gran preocupación sobre cuestiones de seguridad.

Al mismo tiempo, la falta de medios de vida viables en el entorno en que se encuentran como refugiados está fomentando la desesperanza y la apatía, especialmente entre hombres adultos y jóvenes que no puede votar. Según se informa, esto está alimentando un problema cada vez mayor de abuso de sustancias e incluso de comportamientos delictivos. Al parecer, algunos jóvenes también están regresando a Sudán del Sur para unirse a grupos armados, lo que podría provocar nuevos ciclos de violencia.

Los refugiados jóvenes consideran que la educación y las oportunidades laborales les ofrecen un camino a seguir, sin el cual son más propensos a sucumbir a las “distracciones” mencionadas. En términos generales, tanto los refugiados que se encuentran en Kakuma como los de Gambela afirmaron con rotundidad que sus hijos no volverían a Sudán del Sur hasta que dicho país contara con un buen sistema educativo. Aunque los refugiados en el norte de Uganda daban el mismo valor a la educación, algunos se quejaron de los costes que conlleva la escuela y de la baja calidad de los servicios educativos en los campamentos. Esto los llevó a considerar que el retorno sería probablemente el medio con el que más podrían garantizar una buena educación a sus hijos.

Visitas de prospección versus retorno permanente

Los refugiados comentaron que se producían bastantes movimientos de idas y venidas a Sudán del Sur, a menudo para recabar información. Algunos, por ejemplo, emprendieron visitas de prospección para comprobar de primera mano si la situación era segura. Otros regresaban periódicamente para ver cómo estaban sus inmuebles, bienes y familiares. Y los hay quienes volvían de vez en cuando para recoger algunos bienes (como una vaca) que pudieran vender para mantener a su familia en el campamento. Esto empieza a reflejar una etapa intermedia o período “gris” en el que los refugiados se mueven cada vez con mayor fluidez entre el campamento/asentamiento y sus lugares de retorno. Se esperaba que esos movimientos fueran cada vez más permanentes, dependiendo de las circunstancias en Sudán del Sur.

Mientras se realizaba el estudio se fueron produciendo retornos “permanentes” espontáneos. En la primera oleada participaron, entre otras, aquellas personas con aptitudes laborales que regresaban sobre todo a los centros urbanos. Muchos jóvenes varones regresaron para proteger las propiedades de sus familias. Se esperaba que en la temporada de siembra se produjeran aún más retornos a zonas rurales. Como ya hemos mencionado, se espera que los niños y jóvenes escolarizados sean los últimos en regresar. Las personas con necesidades especiales podrían mudarse si pudieran obtener una ayuda mejor allí.

Se preveía que tales traslados fuese diferentes en función de las circunstancias del lugar de refugio. Por ejemplo, en previsión de una trayectoria de relativa paz positiva, los habitantes del norte de Uganda vieron su retorno como algo relativamente inminente, mientras que los de Kakuma y Gambela tendían a calcular que aún pasaría un período de tres a cinco años antes de que se produjeran retornos significativos (en relación con las próximas elecciones en Sudán del Sur). Aquellos por regresar a zonas donde se vivieron duros combates (como el Alto Nilo), se esperaba que su retorno fuera más lento, probablemente en un inicio a zonas rurales, mientras que los traslados a zonas urbanas únicamente irían aumentando a medida que se estabilizara la seguridad y su confianza en sí mismos.

La programación de retornos duraderos

Tener una visión de las experiencias, percepciones y análisis de los refugiados al nivel más elemental puede servir para garantizar que los programas ofrezcan una ayuda más eficaz para que los retornos y la integración sean duraderos. Por poner un ejemplo, los refugiados cuentan con una férrea determinación en que sus hijos tengan estudios. La necesidad de contar con los jóvenes y de fomentar entre ellos un sentimiento de esperanza, ya sea a través de los estudios reglados, de la formación profesional o de las oportunidades laborales, se reconoce también como una prioridad. De hecho, las duras consecuencias de no hacerlo son fáciles de imaginar. La necesidad de fomentar unos medios de vida que sean viables y una seguridad económica para los refugiados tampoco es algo nuevo. Los refugiados afirmaron, en repetidas ocasiones, que la magnitud y los objetivos de las actividades generadoras de ingresos respaldadas por las ONG siguen siendo demasiado poco ambiciosos. Dado que se espera que el proceso de retorno se desarrolle a lo largo de los próximos tres a cinco años, hay margen de maniobra y necesidad de una mayor participación (por ejemplo, en la formación profesional) en los campamentos y asentamientos para preparar mejor a estos refugiados para que regresen a Sudán del Sur como ciudadanos productivos dispuestos a reconstruir el país.

Las respuestas también habrían de incorporar una mayor dimensión transfronteriza o regional. Desde la perspectiva de los programas en los campamentos/asentamientos, la respuesta debería fundamentarse en las realidades de los lugares de origen de los refugiados. Por ejemplo, los esfuerzos por abordar la violencia sexual y de género en los campamentos y asentamientos tendrían que basarse en la comprensión de las causas de este tipo de violencia y de las actitudes relacionadas en Sudán del Sur, distintas a las del contexto ugandés.

Como muchas de las complejas estrategias de retorno que los refugiados están diseñando implican la división de las familias entre el país de refugio y los lugares de retorno, es importante que los actores internacionales se aseguren de que sus programas en los asentamientos/campamentos de refugiados vayan en consonancia con las respuestas en los lugares de Sudán del Sur a los que se espera que los refugiados regresen. El enfoque de estas respuestas debería basarse en gran medida en el desarrollo. Es importante que se pongan esfuerzos en garantizar la máxima sincronización transfronteriza. Esto se puede hacer en el sector educativo con los currículos, estándares, formación del profesorado, políticas de inclusión, etc. La formación profesional que se impartiera en los entornos de los refugiados debería estar fundamentada en estudios de mercado llevados a cabo en sus lugares de origen. Los refugiados de Gambela, por ejemplo, están pidiendo que se les ofrezca formación relacionada con la construcción, la fontanería y la electricidad para poder participar en la reconstrucción de sus ciudades que han resultado dañadas. Dicha formación debería incluir también una certificación reconocida en la región que garantizara que los graduados pudieran sacar provecho económico de sus aptitudes en otros lugares. Aunque desde hace tiempo se viene identificando como un reto el acceso a las instituciones de crédito y de ahorro, las entidades financieras móviles están empezando a funcionar. Actualmente prestan servicios básicos a los refugiados que se encuentran en campamentos y deberían recibir apoyo para poder operar a través de las fronteras y garantizar así su continuidad. Esta movilidad es extremadamente relevante en este período gris.

Debe asumirse inmediatamente un compromiso mayor en Sudán del Sur para restablecer las condiciones que permitan el retorno (por ejemplo, las recogidas en el Pacto Mundial sobre los Refugiados) y que incluyan, como mínimo, condiciones de seguridad y servicios esenciales. De hecho, estos son los indicadores que los refugiados están siguiendo para fundamentar su decisión de regresar.

Además, especialmente durante este período “gris”, las respuestas en los lugares de retorno deberían reflejar un enfoque basado en la comunidad que incluyera a los residentes locales y a los refugiados y desplazados internos que regresan, trabajando de manera integral para reconstruir un sentimiento de comunidad. Cualquier enfoque de este tipo debería centrarse también en restablecer el bienestar psicosocial de las personas y de sus comunidades; y reconocer el impacto lesivo no solo de su desplazamiento, sino también de sus dudas sobre la viabilidad de una coexistencia pacífica entre la sociedad multiétnica de Sudán del Sur. Se destaca la necesidad de un programa de paz que comience a nivel individual. Los refugiados de toda la región necesitan ser incluidos en un proceso de paz más amplio a nivel nacional, ya que muchos se consideraban a sí mismos estar fuera del proceso de paz de Sudán del Sur.

Estos objetivos de cambio social deberían perseguirse de manera más proactiva y deliberada. Por ejemplo, las escuelas podrían ser una plataforma importante para facilitar cambios de actitud y promover un sentimiento de responsabilidad social basado en la compasión. Las estructuras de base comunitaria diseñadas para facilitar el apoyo a los más vulnerables de la sociedad y ofrecer un espacio para el debate reflexivo también han demostrado ser eficaces a la hora de fomentar la empatía y la compasión, cualidades fundamentales para restablecer la cohesión y el sentimiento de responsabilidad sociales.

En resumen, el restablecimiento de la capacidad de la toma de decisiones a nivel individual es de vital importancia. Muchos de los refugiados encuestados aludieron a la pérdida de la confianza en sí mismos y a que, como consecuencia del estrés de su vida de refugiados y de su experiencia en la guerra, dudaban de su propio poder de decisión y de sus propias capacidades. Garantizar que su participación en las respuestas a los refugiados sea significativa, por difícil que resulte, puede reducir su dependencia y ayudar a reconectar a las personas con ese sentimiento de control sobre sus vidas. Los esfuerzos proactivos para fomentar un sentimiento de bienestar entre los individuos y sus comunidades son fundamentales para ayudar a las poblaciones afectadas por conflictos a aprender de nuevo a tener un comportamiento pacífico, a visualizar de forma colectiva un futuro en paz y a adoptar las medidas necesarias para crear un futuro diferente para sí mismos.

 

Catherine Huser catherine.huser@svenskakyrkan.se
Act Church of Sweden www.svenskakyrkan.se/act/international y Federación Luterana Mundial

Andrew Cunningham cunninghamandrew2@gmail.com
Consultor independiente

Christine Kamau christinekamau@ymail.com
Consultora independiente

Mary Obara gevarsem@yahoo.com
Consultora independiente

 

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