La participación de activistas refugiados en el Líbano en actividades de socorro

Un colectivo de refugiados sirios de clase media y con formación que se dedica a mejorar las condiciones de vida de los sirios tanto en casa como en el Líbano está desarrollando una sociedad civil en el exilio, pero ha de superar ciertos obstáculos para consolidar su presencia y ser más efectivo. 

Existe una importante comunidad de refugiados sirios con un alto nivel educativo, de clase media y generalmente de izquierdas que residen en el Líbano y están fuertemente comprometidos con la asistencia a los refugiados más necesitados. Además, desempeñan un papel importante en la reconstrucción de Siria. Sin embargo, podrían hacer más con su esfuerzo.

“Uno puede hacer mucho por Siria desde el exterior”, dice uno de los activistas refugiados que conocí en Beirut. Algunos participaban en diversas iniciativas para ayudar a sus compatriotas sirios en casa y en el Líbano que consistían en la recogida y distribución de alimentos y de otros artículos no alimenticios a través de redes de benefactores particulares y voluntarios, en mejorar las condiciones de vida de asentamientos formados por tiendas de campaña o ayudando a las familias sirias a pagar el alquiler. Otros centraban sus energías en organizar actividades culturales y educativas, como clases de música y artes para los niños refugiados o filmar documentales sobre la vida de los intelectuales sirios en el Líbano. Varios trabajaban en proyectos aspirando a sembrar la semilla de una floreciente sociedad civil democrática en Siria, que consistían en la realización de talleres sobre ciudadanía activa y negociación.

La mayoría de esas iniciativas se habían establecido desde su llegada al Líbano. Para la mayoría se trataba de asuntos básicos a pequeña escala, operados a través de redes de amigos y de conocidos con una estructura organizativa poco formal, aunque algunas también se beneficiaban de su relación con ONG internacionales o libanesas mucho más establecidas que les proporcionaban financiación y orientación. 

Aunque están realizando un trabajo importante con recursos muy limitados, la capacidad de desarrollar todo el potencial de esas iniciativas dirigidas por sirios se ve obstaculizada por diversos factores. En primer lugar, los refugiados sirios han denunciado que a sus asociaciones no se les permite registrarse oficialmente como ONG o abrir cuentas bancarias, lo que les produce dificultades para garantizarse la financiación. Algunos salvan esta dificultad asociándose con ONG libanesas o registrándose bajo el nombre de activistas libaneses que les ayudan, pero eso implica renunciar a parte del control financiero o de gestión a favor del socio libanés junto con un porcentaje de cualquier ingreso.

Las barreras para trabajar con ONG más establecidas y profesionalizas son, entre otras, la supuesta discriminación contra los sirios y los descabellados requisitos de un altísimo dominio del idioma, cualificaciones y experiencia, y que les dejen participar en las actividades para promover que los refugiados creen iniciativas por su cuenta.

Las sensibilidades políticas también refrenan las actividades de los refugiados. Un activista que vive y trabaja en Beirut explicaba la política oficial de desvinculación de los acontecimientos en Siria del Estado libanés: “No tiene ningún problema en que trabajes aquí pero no te impliques en nada que tenga que ver con Siria”. Incluso aquellos que participan en tareas de auxilio en el Líbano han destacado en repetidas ocasiones que hacen todo lo posible para separar las cuestiones humanitarias de las políticas.

Frustrados con la respuesta general

Aunque los refugiados reconocieron que en cierto sentido se estaba haciendo un buen trabajo, las críticas por parte de ACNUR y las grandes ONG eran casi universales; la sensación de que existía despilfarro y corrupción podía llegar a ser más importante que hasta qué punto realmente existiera, porque sembraba la desconfianza y hacía que cualquier futura relación potencialmente fructífera entre estas organizaciones y las iniciativas locales se resintiese.

Varios refugiados que participaban en los trabajos de auxilio se quejaban de que a los sirios no se les estaban dando las oportunidades ni el apoyo que necesitaban para colaborar de manera efectiva. “Si estas ONG no hacen que los sirios se impliquen en sus proyectos, no va a funcionar. Nosotros somos los que sabemos lo que está pasando, nosotros trabajamos en la escuela de ocho de la mañana a una de la tarde, y más tarde nos sentamos con todos los niños durante horas. Somos sirios y entendemos su situación”, declaró un voluntario de un colectivo informal que proporcionaba servicios educativos a los niños refugiados del valle de la Becá. Otro activista voluntario manifestó su profunda frustración con lo que el consideraba una falta de apoyo internacional hacia el incipiente movimiento de la sociedad civil siria. “Estas pequeñas organizaciones constituyen la primera experiencia democrática real que los jóvenes sirios han tenido” ‒dice‒  “Pero, ¿dónde está el apoyo que necesitan?”.

Desde la perspectiva de las ONG internacionales y de ACNUR en su papel de coordinador interinstitucional y de planificador, es indudable que existen numerosos retos prácticos para poder proporcionarles el tipo de apoyo que estos refugiados desearían. Algunas de estas iniciativas básicas están recibiendo, de hecho, apoyo internacional: en especial aquellas que llevan más tiempo establecidas o que disponen de mayor implicación libanesa. Pero parece que muchas de las organización internacionales podrían esforzarse más en hacer realidad su compromiso oficial de incorporar la aportación de los refugiados a sus programas.

 

Frances Topham Smallwood ftophamsmallwood@gmail.com está cursando una licenciatura en Ciencias en la Universidad de Ámsterdam. www.uva.nl  El presente artículo está basado en un estudio realizado en el Líbano en marzo-abril de 2014 para su trabajo de fin de máster.

 

 

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