La importancia del capital social en los desplazamientos prolongados

Mediante la comprensión del papel que desempeña el capital social en las vidas de los refugiados sirios en el Líbano —cómo se crea, mantiene, convierte y qué sucede cuando colapsa— esperamos generar debate sobre los modos de avanzar en las evaluaciones, la focalización y la programación hechas a medida de esta y otras situaciones de desplazamiento prolongado.

Por medio de conversaciones de grupos focales llevadas a cabo entre refugiados en el Líbano y entrevistas de seguimiento en comunidades seleccionadas, intentamos conocer el estado de los cuatro “capitales” clave a disposición de los refugiados: material, financiero, social y humano. Aunque generalmente estos recursos disminuían, en algunos casos los refugiados pudieron crear un capital social significativo. Este capital social es, en muchos casos, su recurso más importante en los desplazamientos prolongados.

El capital social se refiere a los recursos integrados en las redes sociales. Nuestra investigación en el Líbano[1] indica que el capital social parece ser el único capital que se puede crear incluso en situaciones de vulnerabilidad relativa y luego intercambiarse para acceder a medios de subsistencia, utilizarse en medidas de ahorro o como una forma de seguro social básico. Dos tipos de capital social son especialmente importantes para estos fines: el capital “vínculo”, que se crea entre los mismos refugiados, y el capital “puente”, que consiste en las conexiones entre refugiados y agentes externos, tales como ciudadanos de las comunidades de acogida u organismos de ayuda.

Capital convertible

Aunque el desplazamiento afectó tanto al acceso como al funcionamiento de sus antiguos sistemas de apoyo, muchos refugiados pudieron restablecer e incrementar sus redes sociales en el Líbano. Los refugiados suelen utilizar sus redes sociales preexistentes para conformar su elección de ubicación, eligiendo trasladarse a lugares en los que puedan disfrutar de apoyo social y económico. Los sólidos grupos étnicos/de parentesco que encontramos durante nuestra investigación reflejan este fenómeno. En Bourj Hammoud en Beirut, conocimos una comunidad muy unida de refugiados kurdos sirios que se habían influenciado mutuamente al elegir el lugar del Líbano donde establecerse. Del mismo modo que la noticia de que una pequeña comunidad sunita de Hebbariyeh en la región sur del Líbano, controlada en su mayoría por el chiismo, aceptaba a suníes conservadores de Siria convenció a una cantidad relativamente grande de refugiados del área de Damasco a instalarse en esta región tan remota del país.

Una vez instalados, los refugiados por lo general restablecían el contacto con sus familiares —algunos de los cuales también huyeron al Líbano— y creaban nuevas relaciones con otros refugiados, agentes de ayuda y miembros de la comunidad libanesa de acogida. El valle de la Becá y Accar, en el norte del Líbano, ejercieron un factor de atracción relativamente fuerte debido a las conexiones preexistentes y la disponibilidad tanto de viviendas baratas como de empleo estacional o manual. Tras varios años de crisis humanitaria, sin embargo, su popularidad como destinos comenzó a decaer. En la actualidad, las redes sociales “intragrupales”, capital vínculo, son la herramienta a través de la cual los refugiados que conocimos pueden identificar nuevos lugares con mejores oportunidades de empleo y menores costos de vivienda y trasladarse dentro del Líbano.

Para los refugiados sirios que viven en el Líbano, la restauración del capital social cumple numerosas funciones importantes. En primer lugar, los refugiados pueden crear una red de seguridad agrupando sus recursos. Algunos ejemplos incluyen la cocina comunal y el apoyo emocional en tiempos de crisis en Bourj Hammoud. También pueden entablar relaciones con representantes de organismos de ayuda y comunicarse con ellos para garantizar que se informe rápidamente de las emergencias a las organizaciones correspondientes, como se observó en Accar y el Valle de la Becá.

El capital social también puede brindar oportunidades para mejorar los medios de subsistencia. Los refugiados que tienen acceso a redes de intercambio de información y de ayuda mutua pueden aumentar sus posibilidades de conseguir empleos remunerados, identificar oportunidades de ahorro para obtener importantes bienes y servicios, y atraer el apoyo de personas que puedan ejercer influencia en su nombre. En todos los asentamientos, mejorar los medios de vida es quizá el uso más importante que se da al capital puente y es un recurso que se comparte más de lo que uno podría esperar. Los refugiados con acceso a empleadores libaneses solían compartir cualquier otra oportunidad laboral que surgiera con miembros de sus redes sociales. Los refugiados con habilidades que no competían entre sí (por ejemplo, en Hebbariyeh, un reparador y un especialista en tecnologías de la información) también compartían su base de clientes.

Asimismo, el capital social ayuda a los refugiados a optimizar el uso de sus limitados recursos y oportunidades. Los refugiados pueden reducir de manera considerable los costos de alquiler buscando alojamientos más económicos a través de su red intragrupal o mejorar el acceso de cada uno a los medios de subsistencia si cuidan de los hijos entre sí, lo que permite que los padres puedan trabajar. El capital social también puede fortalecer la posición de las personas vulnerables frente a la explotación, ya que las redes intragrupales pueden advertir sobre empleadores o propietarios explotadores o poco confiables. Una herramienta importante para mantener estas redes sociales es el uso del teléfono inteligente; de hecho, la mayoría de los hogares de refugiados que entrevistamos tenía al menos uno. El dispositivo les permitió romper el aislamiento geográfico y social y, lo más importante, comunicarse con empleadores potenciales para hablar de oportunidades laborales.

Aunque podría decirse que es su capital más flexible, la capacidad de los refugiados para crear y luego convertir el capital social en beneficios tangibles fluctuaba considerablemente entre distintos lugares, lo que parece estar determinado por el grado en que los refugiados disponen de otros recursos para compartir o invertir en la red. En ocasiones, las redes sociales también pueden funcionar de manera excluyente y beneficiar a personas socialmente privilegiadas a expensas de las que no lo son, desviando las oportunidades de ayuda y empleo hacia unos pocos elegidos. Los trabajadores de organizaciones no gubernamentales con frecuencia señalaron el papel pernicioso que las redes informales de parentesco y patrocinio podrían desempeñar en la distribución de ayuda a las comunidades de refugiados.

El capital social como indicador del bienestar de los refugiados

En los lugares en los que la vulnerabilidad era más marcada y las necesidades inmediatas superaban cualquier consideración de beneficios futuros, las redes sociales parecieron desmoronarse por completo. A medida que los refugiados se consideraban competidores directos entre sí, en lugar de posibles aliados, desaparecía su capacidad y/o voluntad de compartir información y beneficiarse conjuntamente de las oportunidades. Observamos este fenómeno en el valle de la Becá y en Hebbariyeh, particularmente en los hogares de refugiados más empobrecidos. En todos los casos, los patrones de ruptura fueron similares: los esfuerzos necesarios para satisfacer las necesidades esenciales causaron la disminución gradual de las conexiones sociales y, por ende, la desaparición de la seguridad social. Tal como explicó un refugiado en el Valle de la Becá, donde un gran número de refugiados competía por los mismos trabajos agrícolas de baja remuneración: “No tenemos tiempo para cuidarnos entre nosotros... ni siquiera tenemos nunca tiempo para hablar entre nosotros”.

Esta ruptura del capital social es, a nuestro entender, una señal de extrema vulnerabilidad. La pérdida de este tipo de capital socava seriamente la capacidad de los refugiados para recuperarse de eventos catastróficos. También puede aumentar la probabilidad de que los refugiados recurran a mecanismos de afrontamiento negativos, tales como mendigar, prostituirse o regresar en condiciones inseguras. Así, el grado de vulnerabilidad de un hogar es tanto un síntoma como una causa de la ruptura del capital social y esta pérdida podría considerarse un importante indicador práctico de la vulnerabilidad extrema de un hogar. Según la evidencia disponible, creemos que un hogar socialmente aislado necesitaría intervenciones más urgentes y/o específicas que un hogar igualmente pobre pero que aún conservara su capital social. Las intervenciones tempranas o más específicas podrían ayudar a llevar a los hogares afectados de vuelta al punto en el que les fuera posible reconstruir y mantener el capital social tanto vínculo como puente.

Incluir el capital social en las intervenciones de ayuda

Hemos encontrado intentos esporádicos por parte de organismos de las Naciones Unidas (ONU) y organizaciones no gubernamentales internacionales (ONG) para captar y utilizar el capital social de los hogares en sus evaluaciones –mirando indicadores como la homogeneidad de las comunidades de refugiados o la densidad de las redes sociales. Pero el uso del capital social podría ser mucho más amplio si se invirtieran suficientes esfuerzos para comprender cómo funciona y operativilizarlo aún más.

Aunque incluir el capital social quedaría fuera de lugar en las etapas iniciales de la respuesta, creemos que es una dimensión importante de los desplazamientos prolongados y es posible que garantice la inclusividad de las evaluaciones, la focalización y la programación. Creemos que sería importante que los grandes agentes, como los organismos de la ONU y el Programa Mundial de Alimentos (PMA), intentaran diseñar y poner a prueba formas eficaces de reflejar esta dimensión en las necesidades clave y las evaluaciones de vulnerabilidad. También animaríamos a las ONG internacionales a tratar de captar e incluir el capital social en las evaluaciones de necesidades de determinados proyectos y sectores,  así como a utilizar esos resultados para adaptar las intervenciones y/o priorizar a los hogares con poco capital social.

En situaciones en las que el capital social se encuentre casi agotado, aconsejaríamos a los organismos que garantizaran la disponibilidad de la ayuda hasta que los hogares desarrollasen la capacidad suficiente para reanudar interacciones sociales normales y reponer su capital social, hasta que este pueda convertirse en un apoyo intragrupal suficiente. Creemos que también valdría la pena formular y poner a prueba estrategias de intervención basadas en el capital social intragrupal existente para garantizar la resiliencia de una red social más amplia de hogares de refugiados. Estas estrategias podrían explorar intervenciones, tales como la agrupación comunitaria de fondos y esquemas comunitarios de ahorros, préstamos y microcréditos. Como mínimo, se debe aplicar el principio de “no causar daño” para garantizar que se eviten las intervenciones que separan comunidades o familias extensivas muy unidas, o que separan a los refugiados de sus contactos puente existentes. Por último, los organismos deben recibir ayuda para comprender y cuantificar el capital social para que se pueda medir de manera rentable. Esperamos que nuestros resultados hagan eco entre las experiencias de los organismos de asistencia y que ayuden a justificar la realización de otras investigaciones y programas piloto en este ámbito.

Ana Uzelac AUzelac@clingendael.org

Investigadora adjunta sénior

 

Jos Meester JMeester@clingendael.org

Investigador adjunto

 

Willem van den Berg WBerg@clingendael.org

Asistente de investigación

 

Unidad de Investigación de Conflictos del Instituto Clingendael de Relaciones Internacionales de los Países Bajos

www.clingendael.org/topic/conflict-and-fragility

 

Markus Goransson markus.b.goransson@outlook.com

 

Investigador posdoctoral, Escuela de Economía de Estocolmo

www.hhs.se

 

[1] Investigación llevada a cabo en la segunda mitad de 2017.

 

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